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Sumisa en la calle (5: Entrega) Final

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El resto del domingo lo pasó en un estado semiinconsciente debido al alcohol que había seguido consumiendo y aunque debido a como estaba no pensaba de forma coherente, los sueños de la noche se repetían en mayor o menor intensidad.

El lunes por la mañana se encontraba fatal. Tenía una resaca que hacia que el solo hecho de mover la cabeza fuese un infierno y antes de conseguir entrar en la ducha ya había vomitado dos veces.

La ducha fría que se dio la hizo espabilar un poco, pero aún así seguía en un estado lamentable.

Fue a su habitación a vestirse y al pasar frente al espejo de cuerpo entero se vio con un aspecto horrible.

La verdad es que su cuerpo era espléndido, pechos grandes y duros con pezones marrones, un vientre totalmente plano, unas caderas redondas pero de línea delicada y un culo respingón y redondito que daba inicio a unas piernas largas y torneadas. De cara nunca había sido una belleza, pero era una mujer de rostro agradable, ojos marrones no muy grandes una nariz no muy larga y una boca carnosa y sensual. Su cabello era una cascada de rizos castaños que le llegaba hasta los hombros.

Pero ese día su cara estaba demacrada y pálida, con unas ojeras muy notables y su pelo apenas tenía brillo.

A base de cosméticos hizo lo que pudo con sus aspecto para parecer decente.

Se tomó un par de aspirinas y se fue a desayunar, llevando el resto de la caja de aspirinas en el bolso.

Cuando llegó a la cafetería de siempre, lo primero que hizo fue mirar en derredor, con la secreta esperanza de que él estuviese allí esperándola, pero evidentemente no era así.

Se encaminó a la barra y pidió su acostumbrado café con tostada, aunque no sabía si sería capaz de tragarse aquello.

El camarero le trajo el pedido, tras lo cual pareció buscar algo bajo la barra y le entregó un paquete.

Señorita, un caballero ha dejado esto para usted.

¿ Para mi ? Preguntó ella extrañada ¿ Está seguro?

Bueno...Comenzó a decir el camarero me dijo que era para la señorita que desayunaba aquí todos los días a esta hora y me dio su descripción. Además les vi irse juntos el sábado...

Ante este último comentario, el rostro de la mujer se puso rojo como la grana.

El joven camarero se dio la vuelta y siguió a lo suyo.

El paquete era rectangular, del tamaño de la mitad de una caja de zapatos y estaba envuelto en papel marrón de embalar.

No se atrevió a abrirlo. Lo dejó a unos centímetros de ella mientras se tomaba el café con manos temblorosas, pero no podía dejar de mirarlo pensando qué demonios contendría.

Teniendo en cuenta lo que aquel hombre pretendía de ella, a saber que habría dentro del paquete. Era mejor abrirlo en la intimidad del despacho.

Pensar que el hombre había dejado algo para ella y la curiosidad por saber que sería lo que habría en la caja, la excitó.

No fue capaz de acabar la tostada. La dejó a medias, pagó cogió el paquete y se fue a la oficina.

Tras entrar en el edificio donde trabajaba, cogió el ascensor y subió a la cuarta planta que era donde se encontraba su despacho.

Al llegar su secretaria le quiso dar los recados y la lista de reuniones del día, pero ella solo pensaba en " el regalo" del hombre, así que le dijo que más tarde hablaría con ella para que le recordara todo.

Se encerró en el despacho, se sentó en su sillón y arrancó el papel de embalar casi con furia.

Se quedó boquiabierta al ver que era la caja de un teléfono móvil. Abrió la caja y evidentemente, eso era lo que había en ella...

Eso si que no se lo esperaba...había imaginado desde consoladores hasta esposas, pero no un teléfono...

Dentro de la caja había también una nota...

Mantenlo encendido todo el día.

Nadie sabe el número y si suena sólo podré

ser yo. Así que cuando contestes hazlo como

debe hacer mi perrita...

Se quedó helada...¿ La regalaba un móvil para tenerla controlada?

Algún resorte interno hizo que lo encendiera sin dudar, aunque su mente le decía que eso era otro paso en el camino de la sumisión hacia aquel hombre.

Dejó el teléfono sobre la mesa e intentó concentrarse en su trabajo. Pero cuando apenas había comenzado a mirar sus papeles, tuvo un gran sobresalto al oír como el móvil comenzaba a sonar.

Sonó durante varios segundos antes de que se decidiese a descolgar, después de todo si no respondía tal vez se acabase todo.

Pero una vez más su "yo" interior la traicionó y pulsó la tecla de descolgar...

¿ Quién es ? Preguntó tímidamente.

¿ Quién demonios voy a ser zorra ? ¿ Es que no has leído la nota? Oír la voz del hombre hizo que algo se moviera en su interior desplazándose hasta su coño haciendo que comenzase a mojarse ¿ Y que forma es esa de responder ?

Aunque dudó un momento, acabó diciendo con voz temblorosa...

Perdón...Amo, me has cogido desprevenida.

Da igual, esto me da un motivo para castigarte Dijo el con voz casi divertida aunque a veces te castigaré sin que haya motivo, solo por mi placer personal.

Todas las veces que en el día anterior se había dicho a si misma que no se rendiría a él, desaparecieron con estas palabras. Su coño estaba totalmente empapado y su corazón iba a mil por hora.

¿ Sabes el hotel que hay en el edificio de enfrente a tu trabajo? Preguntó él.

¿ Como sabes donde trabajo? Preguntó ella extrañada y un poco atemorizada. Yo no te he dicho nada de mi.

Zorrita mía, se mucho más de lo que piensas, incluso se en que planta trabajas y ahora mismo te estoy viendo con unos prismáticos desde mi habitación del hotel...cuarta planta...

¡ Dios mío! Exclamó ella levantándose de la silla de golpe.

¿Aquel hombre sería un psicópata? ¿ Qué cosas sabría de ella ? Y encima la estaba observando... Aquello era demasiado...

Desde aquí soy capaz de saber lo que estás pensando...Dijo el tras soltar una carcajada Ni estoy loco, ni soy un psicópata obsesivo. Sólo es un juego más así que tranquilízate, aunque no te voy a negar que me encanta tener controladas a mis perritas.

Ella se quedó muy quieta, no quería ni moverse al saber que él la observaba. Tenía tentaciones de colgar el teléfono, pero al final no se atrevió.

Se que sigues ahí ¿ Por qué no dices nada? Preguntó el.

Es que no se que decir...Amo Contestó ella comenzando a entrar en el juego.

Pues ya que no dices nada, hablaré yo. Vete hacia la ventana Ante la orden, ella dudó, por lo que él dijo Venga puta que no tengo todo el día.

Su voz fue como un botón que accionase su cuerpo, pues rápidamente se situó ante la ventana.

Muy bien, ahora desabróchate la camisa.

¡Ni loca! Exclamó ella Podrían verme.

Ja ja ja ja,¿ Ahora te va a entrar el pudor?, que yo recuerde el sábado no te importaba tanto que todo el mundo se diese cuenta de que eras una puta caliente. Y por tocarme los cojones, no sólo quiero que desabroches la camisa...Ahora te quiero totalmente desnuda ante la ventana.

Pero puede entrar alguien en el despacho.

Tienes secretaria ¿ No ?

Si.

Pues da la orden de que nadie te moleste. Después deja el teléfono sobre la mesa, vuelve a la ventana y comienza a quitarte la ropa.

Le temblaban las piernas, su mente luchaba por rebelarse pero aun así obedeció.

Fue a su mesa y por el interfono dio la orden a su secretaria de que nadie la molestase bajo ningún concepto. Después posó el teléfono el móvil en la mesa y volvió a la ventana.

Muy despacio y con unas manos que apenas le respondían, empezó a desabrochar los botones de la blusa desde arriba, sacándola de la falda, para poder abrirla entera. La deslizó por los hombros dejándola caer por la espalda al suelo. Tras esto llevó las manos a la parte trasera de su sujetador lo desabrochó, bajó los tirantes por los brazos y se despojó de él.

El corazón le latía desaforadamente. Se sentía tremendamente avergonzada, pero a la vez excitada, mientras sus voces internas le hablaban...

¿ Pero que demonios estoy haciendo ?

Lo sabes perfectamente, estas dando un muestra de entrega.

Yo no sirvo para esto...

¿ Ah no? Y entonces por qué lo estás haciendo? ¿ Y por qué tu coño está empapado y ardiendo?

Llevó sus manos a la cinturilla de la falda y tras desatarla, dejó que cayese por sus piernas. No llevaba medias pues hacía calor, así que, notando como el rubor subía a sus mejillas deslizó el tanga hasta los tobillos y se lo quitó.

Permaneció un par de minutos ante la ventana ( la cual llegaba hasta más debajo de sus caderas), tras los cuales, pensó si el amo seguiría allí observándola o estaría haciendo el ridículo y sería el resto del mundo el que estaría viéndola.

Ante la duda, fue a la mesa y cogió el teléfono.

¿Amo? Preguntó.

Estoy aquí y que yo recuerde no he dicho nada de que te movieses..

Perdón amo, pero pensé que...

-Nadie te ha dicho que pienses zorra, solo que obedezcas Contestó enfadado Cuando quiera que pienses ya te lo diré. ¿ Entendido?

Si amo.

Vuelve a la ventana, pero con el teléfono.

Si amo.

Bien. Ahora, con la mano libre quiero que pellizques tus pezones, con fuerza.

Ella lo hizo, el solo hecho de tocarlos, hizo que su excitación aumentara.

Toca tu coño, acaríciate el clítoris, mete tus dedos, mastúrbate para mi..

Su cara debía estar como la grana por la vergüenza, pero no dudó en hacerlo. Su mano se perdió entre sus piernas. Enseguida notó los líquidos que la inundaban. Comenzó a acariciar su clítoris en círculos con un dedo mientas otros dos se introducían en su vagina. Comenzó a follarse con fuerza muy excitada, mientras con la otra mano sujetaba el teléfono como podía.

El placer era inmenso, no sólo por masturbarse sino por el morbo de la situación.

Intentaba no jadear, le daba vergüenza que además de verla, su amo pudiese oír como estaba gozando de aquello. No quería reconocer que se estaba entregando totalmente y que disfrutaba haciéndolo...

¿ Te estás reprimiendo zorra ? No me creo que seas tan silenciosa. Las putas como tú gimen y jadean...y eso es lo que quiero oír.

El gemido que salió de su garganta fue inconsciente, no pudo evitarlo. Pero a partir de ahí no reprimió ninguno más. Intentó desinhibirse del todo. Su respiración se volvió más fuerte y el hecho de dejar de reprimirse hizo que aún sintiese más cada roce y movimiento de sus dedos en su coño.

Mueve esa mano más rápido. Quiero que te corras ya...

Ya no pensaba, solo actuaba. Se había convertido en una autómata...

Notó que le sobrevenía el orgasmo y sus gemidos aumentaron. No le importaba que su secretaría pudiese oírla. Solo le importaba su placer y que el Amo quedase satisfecho.

Su cuerpo explotó en convulsiones incontroladas. Se corrió de forma larga y prolongada...

Cuando acabó deseó espatarrarse en su silla y relajarse, pero no se atrevió a moverse sin que el Amo se lo dijese.

Por su cabeza se cruzó la idea de que después de aquello no había vuelta atrás. Se había entregado a Él...

Pero de repente se dio cuenta, de que del teléfono sólo salía el sonido de un pitido...

El Amo había colgado...

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