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Las mentes curiosas que fantaseaban entre las sábanas: (cap.10) ¡Sorpresa!

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CAPÍTULO 10: ¡SORPRESA!

 

Sábado por la tarde, Elizabeth y Jaime estaban tranquilamente en casa pensando que iban a hacer esa noche, pero de repente un mensaje llegó al móvil de Elizabeth.

–Es la hora.– dijo la chica.

–¿La hora de qué?– preguntó Jaime confundido.

–La hora de que me obedezcas y sin rechistar.–

Jaime se quedó algo descolocado, mientras Elizabeth lo agarraba de la mano y lo llevaba hasta el dormitorio.

–Espera aquí.– dijo tajante, –Y que ni se te ocurra moverte.– añadió.

Jaime esperó impaciente para ver en que acababa todo eso. Para empezar Elizabeth acercó una silla y le indicó que se quitara la ropa y se sentara, él chico lo hizo sin poner pegas. Luego la chica tomó cuerdas, esposas y cadenas, y comenzó a atar a su novio con firmeza.

–Tranquila que no me voy a escapar.– dijo Jaime riendo.

–Ya, pero es que tampoco quiero que puedas moverte.–

–Me das miedo.–

Elizabeth sonrió perversamente.

Una vez bien atado su novio, pasó a vendarle los ojos asegurándose que no podía ver nada ni deshacerse de la venda, y luego puso una mordaza fina en su boca.

Jaime se sentía algo indefenso y agobiado, nunca había estado tan inmobilizado, pero la verdad es que le resultaba morboso el asunto a pesar de todo, así que simplemente dejó que Elizabeth siguiera el juego mientras él trataba de relajarse y tranquilizarse.

Ahora todo era oscuro, solo había sonidos nada más, y el oído del chico poco a poco se agudizaba buscando cualquier ruido que le indicara que estaba pasando.

Apertura y cierre del armario, movimiento de perchas, ruido de tacones, fue lo primero en oírse. Después el sonido de escritura en el móvil, y llegada de mensajes, y tan solo unos minutos después otro mensaje al móvil y Elizabeth abrió el portero.

El ascensor... después la puerta, había llegado alguien, y Elizabeth le dejó entrar sin decir nada ni ella ni la otra persona.

–Pasa al cuarto.– fue la primera frase que pudo oír hasta el momento.

Besos, sí, eran besos lo que podía escuchar, dos bocas se mordían y comían con pasión. No era precisamente una imagen que quisiera imaginar, quién sería, tenía claro que no quería que otro chico besara esos labios que le pertenecían y adoraba por encima de todo.

Quizás fuera una chica... eso no era tan molesto, pero no podía verlo, y eso si que no le gustaba.

El ruido de ropa cayendo al suelo. Elizabeth estaba montando algo ante sus ojos pero él no podía verlo, era frustrante, qué pasaba, qué hacía, solo había una persona más o eran varias. El corazón de Jaime empezó a palpitar a gran velocidad, y sus oídos se cerraron, tenía que relajarse, sino no podría oír nada, y era lo único que le quedaba.

–Mmmm...– gimió alguien.

Era una chica, eso estaba claro, pero era Elizabeth u otra, eso no tanto. Lametones, sí, estaban chupando un chichi, lo tenía claro. De repente el chico se percató de que su polla estaba durísima y chorreando, a pesar de los nervios, su cola tenía vida propia, y tal vez ella veía lo que pasaba y le estaba gustando.

Una sensación, en el cuello, un aliento.

–No sabes lo que te estas perdiendo.– susurró Elizabeth, –¿Quieres verlo?–

Jaime movió la cabeza arriba y abajo con fuerza.

–Jummm, aún vas a tener que esperar un poco, y solo te dejaré ver si te portas bien... A ver como está la cola de momento.–

La mano de Elizabeth agarró la polla de Jaime y este tuvo un espasmo de placer.

–Así me gusta... y además está mojadita...–

Elizabeth empezó a acariciar la cola con suavidad, y a tocar la puntita con sus dedos, jugando con los flujos que salían de ella.

–Ven y comeme el chichi un poco.– dijo la chica a la otra persona de la habitación.

Elizabeth comenzó a chupar la polla de su novio, mientras se oía como alguien le chupaba el chichi a ella, los gemidos de placer de Elizabeth eran notables, y sin duda producidos por un buen cunilingus, y unos tocamientos ágiles.

Jaime estaba muy excitado, sintiendo la boca de Elizabeth en su boca y el aliento cálido de sus gemidos en el pubis.

Cuando ya había dejado de pensar en todo y simplemente disfrutaba del momento, una mano desprendió la venda de sus ojos. Al mirar abajo allí estaba, una chica rubia que le comía la polla imitando la forma en que lo hacía Elizabeth, como si esta le hubiera dicho cada movimiento que hacer, como lamerla y como mover la lengua, sin duda había tenido que instruirle con frutas y juguetes para que hubiera alcanzado tal nivel de similitud.

Elizabeth se puso ante Jaime y le quitó la mordaza, –¿Te gusta tu sorpresa?–

Jaime no supo responder, lo último que hubiera esperado en la vida era ver a otra chica con su cola en la boca, y mucho menos siendo la chica dirigida por su novia.

Simplemente asintió confuso con la cabeza.

Elizabeth se echó en la cama, desde donde veía perfectamente como la otra tía le comía la cola a su chico, y empezó a tocarse sin perder detalle. Por alguna razón eso le estaba dando tanto morbo como cuando fue ella la que recibió las caricias de otras personas, incluso mucho más. No había sido una mala idea después de todo.

Jaime no perdía de vista a Elizabeth, apenas miraba a la otra chica, no le inElizabethba, lo que le gustaba es ver como su novia se ponía guarra mirando como otra se la chupaba.

Elizabeth podía ver el deseo de Jaime en sus ojos, y sabía lo que tenía que hacer. Se levantó en dirección a la chica y la agarró por el pelo, entonces empezó a dirigir el movimiento de su cabeza, como semanas atrás le había hecho Sara a ella, y comprendió enseguida el porqué aquella chica no paraba de hacérselo en su momento. Manejar de esa forma a otra tía para que le diera placer a su novio era más que morboso, no tenía nombre ni palabras para describir lo que sentía, sin tocarse y sin nada más que utilizar a esa chica en esa manera, su chichi ardía y palpitaba de placer, goteaba como si se lo estuvieran comiendo y llegó a pensar en algunos momentos que podría tener un orgasmo simplemente mirando y dirigiendo, sin más.

Pero, quedarse aquí ahora, sería algo decepcionante, había cosas que aún no había probado con una chica, y quería empezar por ahí.

Elizabeth separó a la chica de Jaime y se la llevó a la cama, una vez allí empezó a comerle el coño mientras su novio las veía. Agarró a la chica de una de las piernas y puso su chochito en dirección a Jaime, luego se colocó encima de ella formando un sesenta y nueve, y volvió a lamerle el chichi mientras la otra hacía lo mismo. Desde esa posición su novio podría ver a la perfección como movía su lengua entre los labios vaginales de la chica, y eso hacía que Elizabeth se pusiera más cachonda.

Tras unas buenas lamidas, Elizabeth decidió probar algo que ya le venía en falta desde hacía tiempo, se colocó ente las piernas de la chica cruzando las suyas, y formaron una tijera perfecta, ambas empezaron a frotarse impacientemente deseando sentir el coñito de la otra contra el suyo, y sin duda era tan placentero como esperaba. Un jugoso roce provocaba pequeños espasmos de placer en sus vulvas, Elizabeth empezó a frotar sus pechos mientras se movía tan rápido como podía, sabía que un orgasmo era difícil de conseguir así, pero no importaba, era suficientemente placentero como para estar horas así sin la necesidad de nada más, y sobretodo si su chico no quitaba ojo de todo lo que pasaba.

La mente de Elizabeth comenzó a enturbiarse, el sexo la invadió por completo, y sus límites desaparecieron, quería más y más, tenía las herramientas y el juego, era hora de atreverse a dar el siguiente paso.

Con un fuerte pesar separó su chichi del de la rubia, y luego hizo que esta se levantara. La dejó parada ante Jaime.

–¿Qué te parece la zorrita que te he traído? Está buena ¿Verdad?–

El chico no se había dedicado a mirar a la otra hasta ahora, y por primera vez se fijó en ella. Sin duda Elizabeth tenía buen gusto para las chicas, buenas curvas, pechos turgentes, piel blanca y suave. La chica estaba bastante bien aunque no llegaba a ser como Elizabeth, además era rubia, lo cual sabía perfectamente que a Jaime no le entusiasmaba, quizás por eso la eligiera así, para evitar tener celos y saber que para él solo sería un objeto al igual que en su día lo fue Santi para ella.

– Ven aquí.– dijo Elizabeth tirando de la mano de la chica. La puso muy pegada a Jaime y luego se colocó tras ella, hizo que abriera un poco las piernas y se agachó para meter su cabeza entre ellas y así lamerle un poco más el sexo.

Jaime miraba atento, sin poder ver muy bien a su novia desde esa posición, así que tuvo que admirar a la chica y ver las caras de placer que le proporcionaba la lengua de Elizabeth.

Las piernas de la chica se abrieron más, y un empujón hizo que cayera sentada sobre las piernas de Jaime.

–Follatelo.– ordenó Elizabeth.

Jaime se quedó sorprendido al oír esto pero antes de que pudiera decir nada, o si quiera preguntar a Elizabeth si estaba segura, esta se acercó a él y le agarró la cabeza para que mirara bien como la rubia tomaba su polla y se la metía dentro.

–Como te guste su chichi más te mato.– dijo Elizabeth con un tono entre amenaza y broma, y luego propició un fuerte mordisco en el cuello de Jaime.

La otra chica empezó a cabalgar a sorprendido novio, que totalmente inmóvil no podía hacer más que disfrutar del momento. Elizabeth lo besaba y tocaba mientras que la otra hacía gala de sus dotes de vaquera. Jaime sin duda estaba gozando el momento, pero aún faltaba algo y Elizabeth se lo quería dar. Las cuerdas y cadenas que ataban al chico cayeron al suelo, y Elizabeth tomó sus manos, ahora liberadas, y las colocó sobre el cuerpo de la rubia.

–Aprovechate de ella.– le susurró su novia al oído.

Jaime empezó a acariciar el cuerpo de la chica y subió sus manos hasta sus pechos, luego le agarró el culo y comenzó a dirigir los movimientos de su pelvis.

–Serás cabrón, te gusta eh... Pues follatela como a una perra para que te vea, no quiero que seas cariñoso con ella, solo un cerdo guarro.– dijo Elizabeth mientras ella misma empezaba a tocar su chichi.

Al oír sus palabras Jaime se levantó de la silla tomando en peso a la chica, y la dejó caer sobre la cama, empezó a embestirla con fuerza y sin aspavientos, la chica gemía de placer como si nunca se la hubieran follado así.

Elizabeth se acercó por atrás a su novio y lo abrazó, empezó a morderle la espalda y a arañarle el pecho mientras que con sus caderas seguía el ritmo de las de este como si ella también se follara a la chica, –Así, así, metésela más, que le duela.–.

Jaime levantó la pierna izquierda de la chica y la colocó en su hombro, acto seguido le clavo la polla tanto como pudo, la rubia dio un alarido de dolor placentero, e intentó frenar un poco al chico, pero ni él ni Elizabeth estaban inElizabethdos en bajar el ritmo, así que mientras que Jaime la volvía a hundir en ella con más fuerza, Elizabeth le agarró las manos a la chica impidiendo que lo detuviera.

Los gemidos de la otra podrían hacer pensar a cualquiera que estaban matándola, no obstante sus caras mostraban morbo y placer sin igual. Jaime quería más, tiró se la pierna de la chica hacia el lado, haciendo que esta se volteara por completo pivotando en su polla como eje, y quedando así a cuatro patas sobre la cama, mientras el desde el suelo seguía metiéndosela con fuerza. Era el momento de que su chica volviera a escena. Elizabeth se colocó tumbada en la cama y abrió las piernas, se posicionó colocando la cabeza de la rubia entre ellas, y esta empezó a comerle el coño de nuevo.

La pareja se miraba a los ojos, mientras que abusaban de la chica casi sin hacerle caso. Elizabeth miraba como su novio la clavaba en otra sin dejar de mirarla a ella ni un solo momento, y ella sentía la lengua de la chica en sus bajos haciendo lo propio.

Jaime empezó a poner una expresión cada vez más malvada y sádica, y Elizabeth se moría de morbo al verle esa cara. El chico empezó a magrear a la otra con el mismo ímpetu que se la follaba, y Elizabeth le agarraba de los pelos haciendo que no se pudiera separar de su chichi.

Ambos clavaron los ojos en las pupilas del otro, y supieron exactamente que su pareja iba a llegar al clímax, y sin más, juntos se corrieron, uno en el coño y la otra en la boca, mientras que la chica se ahogaba en flujos y chorreaba leche hasta tal punto que tuvo un orgasmo solo para no morir de placer.

Jaime se quedó mirando fijamente a Elizabeth aún con la cola dentro de la chica, y esta hacía lo mismo con la boca aún en sus labios.

Esta vez era el chico quien no sabía que ocurriría ahora, o que pensaría su novia, demasiada incertidumbre para tan solo unos segundos.

–Largate.– dijo Elizabeth a la chica, quien sin decir nada recogió su ropa y salió de la habitación, –¡Follame!– dijo en cuanto se quedaron solos.

Jaime se lanzó con una pasión desbordada sobre Elizabeth y empezó a hacerle el amor sin que su cola se resintiera un ápice por acabar de correrse.

Las caricias y los besos se sucedían sin pausa, el olor a sexo que los dos cuerpos desprendían llenaba la atmósfera de lujuria, y en un abrazo de piernas y brazos la pareja se fundió en un placentero orgasmo como el que solo el ser querido puede regalar.

Había sido rápido, pero intenso, y aún así, al terminar ya estaban solos en el piso. La chica había desaparecido tal y como había pactado previamente con Elizabeth, el juguete solo tenía que durar lo que durara el primer polvo, luego sobraba, porque su chico era solo suyo.

–Ha sido impresionante.– dijo Jaime.

–¿Quién la chica?– preguntó Elizabeth algo preocupada.

–¿Qué chica? Ah, no, no, el sexo de ahora, contigo vidita.–

Elizabeth sonrió y besó a Jaime, –¿Y la chica no te ha gustado?–

–Te prefiero a ti mil millones de veces guapa.–

–Ya, ya, pero n¿N te ha gustado que la trajera?–

–Bueno sí, ha estado bien, me ha dado mucho morbo que lo hicieras.–

–Jiji, entonces ¿Te he sorprendido?–

–Jamás hubiera pensado que harías algo así al vendarme los ojos, creía que verme con otra chica te mataría de celos.–

–Y me los da, muchísimos, pero también morbete, no sé explicarlo.–

–Ya, te entiendo, a mi me pasó lo mismo el día de Sara y Santi. Es extraño.–

–Pero me ha gustado, creo que gana el morbo a los celos, pero eso sí, lo haces con otra sin mi y te mato.–

–Jamás lo haría, lo sabes, si realmente para mi ha sido como si la tía ni existiera, y seguro que se ha dado cuenta.–

–Ya, ya me he dado cuenta que has pasado un poco de ella, al final me ha dado penita y todo, pero claro con este cuerpazo que tengo no la ibas a mirar a ella jaja, es broma.–

–No es broma, que lo tienes.–

Elizabeth besó a Jaime en la mejilla, –Gracias cari, pero sé que esa estaba mejor que yo.–

–Ni en sueños, más quisiera esa.–

–¿De verdad?–

–Te lo juro. Tú eres la tía más perfecta que hay, eres demasiado para mi, te lo aseguro.–

–¿Sí? Pues nada, me tendrás que buscar entonces más chicos para que me hagan chikichiki, jojo.–

–Pues a lo mejor es lo siguiente que hago... jaja.–

–No, que lo decía en broma, que contigo me basta y me sobra. Bueno, aunque jueguecitos de estos de vez en cuando molan, pero no todos los días.–

–Ya, pues eso haremos, de vez en cuando jugamos un poquito así, y mientras entre nosotros solitos.–

–Eso me gusta.– dijo Elizabeth con una gran sonrisa y abrazó a su novio.

–Una pregunta.– añadió Jaime, –¿Desde cuándo tenías pensado esto? Osea, ¿Desde cuando te daba morbo lo de verme con otra chica?–

–En verdad, me lo dio ya el día con Sara y Santi, pero no me esperaba todo lo que pasó y no fui capaz de decirte que lo hicieras.–

–Sí que te lo tenías callado, ni me lo imaginaba.–

–Pues pensé que se me había notado aquel día.–

–Para nada, creo que ninguno nos dimos cuenta.–

–Mejor, así te he sorprendido más.–

Jaime abrazó a Elizabeth y le dio un beso en la frente, –Me encanta estar echado a tú lado en la cama después de hacerte el amor, los dos solos, y además poder hablar de todas estas cosas y estar bien. No será que ya no me quieres y por eso te daba igual verme ¿No?–

–Créeme, creo que ahora estoy más enamorada todavía. No tengo ninguna duda.–

La pareja se achuchó sintiéndose más unida que nunca, y ambos se dieron cuenta de que todo daba igual, porque se querían con locura y todo lo demás no tenía importancia.

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