Mi mujer me habÃa insinuado en cierta ocasión que le gustarÃa ser poseÃda por varios hombres al mismo tiempo.
No me pareció en ese entonces una buena idea. Es más, me disgustó y le pregunte en ese momento si yo ya no la satisfacÃa que necesitaba hacerlo con otros y recuerdo que me dijo que era muy buen amante y que la pasaba muy bien conmigo pero que tenÃa esa fantasÃa desde joven y muchas veces lo habÃan charlado con sus amigas más Ãntimas, las que opinaban lo mismo.
Agregó que le gustarÃa probar si era capaz de resistir esa prueba tan soñada por muchas mujeres, aunque ya se estaba arrepintiendo de habérmelo dicho por mi reacción adversa.
Pasaba el tiempo y la propuesta de mi mujer rondaba mi cabeza. ¿Por qué no permitÃrselo? me preguntaba. Si ella es feliz conmigo y solo lo hace para darse un gusto o cumplir un sueño que tiene desde hace tiempo ¿Por qué no dejarla?. Acaso ella no estuvo de acuerdo, las veces que se lo insinué, cuando le proponÃa meter a otra mujer en la cama para hacer un trio porque era algo que siempre fantaseaba.
No lo pensé más y me decidÃ. Cuando le dije que estaba de acuerdo en que mantuviera relaciones con varios hombres al mismo tiempo sus ojitos brillaron de alegrÃa. Eso me puso muy contento porque se cuánto me quiere y cuánto la quiero, no obstante lo duro que podÃa ser esa prueba para mÃ.
Me sentà bien por decÃrselo y hasta tuve una enorme erección esa noche y disfrutamos del sexo como nunca.
Empecé a programar la reunión tratando de que no se me escapara ningún detalle.
La idea era la de realizar una fiesta en casa con unos muchachos con los que solÃa practicar voley en el club, ya que no la conocÃan y no habrÃa consecuencias posteriores.
Les habÃa dicho que, a raÃz de que mi mujer iba a estar ausente de Buenos Aires por un par de dÃas, iba a organizar una fiesta en casa a la que concurrirÃa una mujer muy especial que me habÃan recomendado, la que estaba dispuesta a todo y que le gustaba hacerlo con varios a la vez, de ahà mi invitación para todos ellos.
Por supuesto que la mayorÃa aceptó de inmediato.
Llegó el dÃa y tenÃa a mi mujer bien escondidita en una habitación del fondo donde nadie pudiera concurrir y de la cual solamente yo tenÃa la llave.
Para preservar su identidad le habÃa comprado un traje tipo Gatúbela negro pegado al cuerpo con un corsete que le subÃa sus pechos y los ponÃa como en bandeja, como un apetecible manjar luciéndose ante todos, una peluca rubia y por supuesto, un antifaz. Se la veÃa suculenta.
La fiesta se desarrolló bastante decente de las nueve a las doce, hora en que la mayorÃa de los hombres estaba algo tomados, nada que yo pudiera controlar, e impacientes porque la dama en cuestión no habÃa arribado.
La fui a buscar y cuando la traje nos pusimos a bailar ante el murmullo de admiración que despertaba su figura.
La empecé a manosear cada vez de manera más obvia, bajándole el escote y poniendo mis manos en sus pechos y ella se separó luego y empezó a bailar sola arrimándosele a los invitados, los cuales se empezaron a excitar y cómo no excitarse con semejante cuerpo.
Ella no dejaba que la tocaran y luego se acercó a mà y me acarició el pene por arriba del pantalón. Nos besamos apasionadamente al tiempo que me frotaba sus preciosas tetas sobre mi cuerpo. Yo tocaba todo lo que tenÃa a mi alcance mientras los muchachos gritaban y aullaban como lobos.
Poco a poco fui avanzando más, sus senos se desbordaban por el semiabierto corsete, le bajé el cierre lateral del pantalón para que todos pudieran verle su diminuta tanga negra. Ella no dejaba de contonearse al tiempo que ya estaba metiendo mano dentro de mi pantalón.
Para entonces estábamos rodeados por un grupo de diez jóvenes (la mayorÃa era menor que yo e incluso algunos que mi mujer) que nos aplaudÃan y aullaban. Ella les correspondÃa acercándoseles de vez en cuando y permitiendo pequeños roces. De golpe subió la pierna para que uno de ellos le ayudara a quitarse el pantalón y otros comedidos le ayudaron a saltar el obstáculo de sus zapatillas mientras la tocaban sin cesar.
Se retiró por unos instantes y regresó a mi semidesnuda. La acosté en la mesa y desabroche el corsete quedando al descubierto sus senos. Fue entonces que tomó mi pene y lo empezó a lamer como una gatita mientras los allà presentes se frotaban el suyo dentro del pantalón. Se lució lamiéndolo, se lo metÃa y sacaba de la boca mientras su mano mantenÃa un ritmo delicioso.
Estiré mi mano hasta alcanzar una caramelera, puesta allà con toda intención, que tenÃa llena de preservativos, la abrà y los dejé caer sobre la mesa, ofreciéndoselos a los muchachos, quienes entendieron muy bien mi invitación y acercándose a nosotros la empezaron a manosear y a arrancarle prácticamente la tanga.
Ella gemÃa con mi verga en su boca y veinte manos se posaban sobre su cuerpo. Las bocas de los muchachos entraron en acción, le mordisquearon las piernas y se dieron un baquetazo con sus pechos. Todo sucedÃa muy rápido, le metÃan los dedos, le mamaban las tetas, mordÃan sus piernas y ella -a esta altura excitadÃsima- se aferraba con más fuerza a mi pija.
Los muchachos le hacÃan sexo oral desenfrenados y ella gemÃa y gemÃa. Su cara era de un placer intenso y eso me hizo feliz.
Por fin uno de ellos se animó a cogérsela mientras los demás no dejaban de tocarla. Luego, uno a uno se la fueron cogiendo.
Yo controlaba que todos se pusieran el preservativo, ya que lo seguro no quita lo excitante, y ella gritaba mientras vergas de todo tamaño, color y formas la penetraban. Llegó al punto de llorar mientras yo la besaba y consolaba por las tremendas embestidas que le estaban dando.
La pusimos en forma de perrito para que le siguieran dando. No me aguanté más y acabé en su boca cubriéndole la cara y el antifaz de esperma.
Luego, uno de ellos, se quitó el preservativo y se corrió encima de su espalda a lo que ella reaccionó con un enorme grito, luego el resto hizo lo mismo. Todos le vinieron encima y ella gozaba frotándose ese lÃquido blanco, espeso y caliente por todo el cuerpo.
Cuando pasó por todos ellos, mientras continuaba besándome se acercó a mi oÃdo y me dijo "enséñales ahora cómo se coje".
Me subà a la mesa con ella, me hinqué agarrándola por la cintura y la subà encima de mÃ. Nos movÃamos como nunca, perfectamente coordinados. Ella gritaba mientras escurrÃa ese lÃquido transparente y caliente de su vagina. Me acostó y comenzó a cabalgarme dando una exhibición de buen sexo hasta que me hizo venir.
Yo, que era el único que no se habÃa puesto preservativo, derramé dentro de ella todo mi potencial contenido hasta entonces.
Ella cayó rendida sobre la mesa y se quedó dormida allà mientras los invitados comenzaron a marcharse dándome las gracias por la invitación y diciendo que habÃa sido la mejor fiesta de su vida, que jamás habÃan tenido entre sus brazos una mujer como ella.
Obviamente el chisme se regó y la Gatúbela pechugona se hizo famosa. Todos querÃan saber quién era ya que con el antifaz que no se habÃa quitado en ningún momento no podÃan identificarla.
Todos preguntaban cuándo volverÃa a hacer una fiesta con ella y yo respondÃa a cada uno "no se, quizás pronto".
Lo que ocurre es que mi mujer se dio el gusto de su vida. Cumplió su fantasÃa y no creo que quiera repetirla. Yo me sentà contento por haber participado de ella pero no se si aguantaré otra sesión de este tipo porque por más que me calentó mucho verla, me resultó también extraño y difÃcil de digerir por momentos el observar como otro u otros hombres se introducÃan dentro de su adorable cuerpecito.
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Euge.