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Obil, el árabe (Capítulo 1)

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Llevamos 12 años de convivencia y casi 10 con juegos liberales. Entiéndase como juegos liberales el hecho de haber metido una o más personas en las relaciones íntimas. No ha sido siempre el mismo, claro que no, no tiene amante fijo mi esposa, pero si hemos tenido encuentros sexuales con otras gentes.  Parejas en intercambio, chicas para mi, en mis viajes y sobre todo chicos para ella, en muchas ocasiones con  mi presencia.

Lo hemos hecho en muchos sitios, en nuestra casa, en moteles, en casa de la tercera personal, en parques, en playas, en fin, que procuramos  tener una vida sexual de lo más amena que podemos imaginar. Pocos límites, mucho diálogo y sobre todo ausencia total de secretos entre nosotros, en el tema sexual, ni los más íntimos pensamientos deben quedar ocultos, sino siempre puede surgir la duda de si se obra bien o queda lugar a una doble interpretación.

Nos contamos nuestras fantasías, lo que nos gustaría hacer, lo que nos gustaría que hiciera la otra parte en un momento determinado. Entre estas fantasías, le comenté una vez que me gustaría verla con un negro o con un moro. La verdad, no le causó gran entusiasmo, por lo que dejé pasar un tiempo antes de volver a comentar el tema. Pero en mi mente estaba siempre presente, era una de mis fantasías el verla con uno de otra raza, y sobre todo, una de esas dos que he mencionado. No por el tamaño, sino por las historias que me contaba la gente que habían tenido encuentros ocasionales con ellos. Eso sí, buscar con atención, gente educada, culta, que la hay y que sepa estar y ser responsable en una situación como esta.

En los distintos canales de temática liberal he hablado con gente que ha tenido contactos con chicos de las dos razas, he hablado con maridos y con esposas. Los primeros tienen una visión más idealizada, las mujeres mucho más realista, pero me hice una composición de lugar lo suficientemente amplia como para tomar la decisión de plantearle a mi esposa el tipo de hombre que me gustaría buscarle para una ocasión especial y solo una vez. Sin repetición a  no ser que ella pidiera volver, pero entendía que era más una fantasía mía que suya.

Una noche, estábamos follando, ella debajo, con el culo para arriba, yo encima, acariciándole la nuca y hablándole al oído, diciéndole lo buena que estaba, lo bien que follaba en esa posición. Folla como un ángel en todas, pero en esta es espectacular como mueve el culo. Hace que a uno le lleguen las oleadas de placer desde la punta de la polla hasta la punta del pelo más alto de la cabeza. Estando en esa posición y hablando de lo zorra que es, de lo mucho que le gusta una polla dentro del coño, le hablé de una aventura extraordinaria, en la que yo le buscaría el macho y le informaría de todos los detalles que ella quisiera saber, pero no lo conocería hasta la noche que quedáramos con él para irnos a un motel. Estaba excitada, pero el hecho de una propuesta de este tipo, le hizo subir unas cuantas pulsaciones el corazón, sus suspiros empezaron a ser más fuertes, más hondos, como saliendo del alma. Echó con fuerza el culo hacia atrás para sentir mi polla dentro de su coño, como buscando hasta el último milímetro que pudiera meterse dentro, mantuvo el culo apretado, para que durara mas, eso me hizo empujar a mi también buscando lo mismo, pero al mismo tiempo, sin dejar de empujar, le empecé a contar que le buscaría alguien especial, que la follara fuerte, que fuera un buen macho, dominante, pero sin excesos, que fuera  potente, con una polla un poco más que la mía, que sería una noche inolvidable.

Aceleró los movimientos de la cadera, me hizo sentir en el séptimo cielo, siempre supo que esa era una de las posiciones que mas me gustaba, más que a 4 patas, el tenerla así, debajo de mi, con su cara en la almohada, mirando de lado, con mi boca cerca de su oreja, para decirle al oído todo lo que le gustaba oír, lo zorra que es, lo que me gusta que sea una puta con los machos con los que se acuesta, que me gusta que sea la más puta de todas las mujeres que conozco. Todo esto hace que esos polvos sean fenomenales.  Se paró y me preguntó si ya lo conocía,  si habíamos estado ya con él. Le dije que no, que no tenía pensado quién sería, pero que sería una sorpresa, que se fiara de mi, que no le buscaría a una persona que no fuera digna de estar con ella. Si ella era la mejor puta de todas las casadas, yo tendría que buscarle el mejor de los machos para follarla, y que la dejara bien follada, como a ella le gustaba, que fuera morboso, imaginativo y un toque de dominante, pero sin excesos. Nada de violencia física, si un poco de humillación y alguna palmada en las nalgas para recordarle que es solo una puta para dar placer a esos machos. Esto la volvió al punto donde se había parado y me dejó más seco que una fuente de montaña en septiembre.

Cuando terminamos, ya en la fase de reposo, estando los dos abrazaditos y dándonos besos, haciéndonos caricias en el pelo, en esos momentos tan dulces después de hacer el amor, cuando tienes un rato de tiempo para disfrutar del placer de una polvo que te ha dejado en la gloria, me volvió a preguntar cosas de lo que le había comentado, si seria para pronto, si iba a ser en nuestro escondite, así le llamábamos a un pequeño fin de semana que tenemos, en una finca un poco apartada, en donde ella puede liberarse y gritar cuando tiene un orgasmo, sin estar pendiente de los vecinos, de la hora que es, de si estamos o no rodeados de otras personas. Le dije que no lo sabía, que iríamos casi seguro a un motel o a casa del chico, si es que este estaba cerca. Eso le dio pié a preguntar si tenía alguien concreto pensado, le dije que no, que era solo una idea y que la iría madurando en unos días, pero que cuando lo tuviera todo preparado, se lo diría para que me hiciera las preguntas que quisiera. Eso sí, seguro que alguna no se la contestaría, pero desde luego no le iba a mentir en las que le pudiera responder. Iba a ser un secreto, por lo que algunas cosas quedarían para la sorpresa. Me miró con cara enigmática y le dije que si le estaba pidiendo permiso para darle una sorpresa con un chico que no conocía, no pretendería que le fuera contando hasta en qué lugar tenía los lunares. Le pareció bien que algunas cosas quedaran sin respuesta, pero tratándose de una persona no habitual en nuestras relaciones, dejara las menos posibles sin atar, que no quería ninguna desagradable y le prometí que no me comprometería con nadie hasta que ella me diera la conformidad después de hacerme todas las preguntas que considerara oportuna y yo se las pudiera responder. Nos quedamos, bueno, me quedé dormido abrazado a ella y ya pensando en lo que tendría que buscar.

La siguiente noche empecé a buscar por lo chats de parejas y relaciones liberales gente que pudiera cumplir con el perfil diseñado por mí para esta ocasión. Había pensado en un árabe o de esa zona. No era tarea fácil, pues haciendo preguntas me estaba encontrando que en la zona donde nosotros vivimos no hay muchos en la red o disponibles para juegos liberales. Posiblemente muchos de los ambulantes, pero prefería algo distinto. No buscaba un licenciado, pero si una persona con quien poder desarrollar una mínima conversación sobre temas varios.

Intenté en páginas de contactos, páginas de pago, pero tampoco encontré el resultado esperado. Ya estaba por tirar la toalla y hablar de nuevo con mi mujer para decirle que iba a cambiar el perfil de la persona buscada porque no encontraba nada por ningún lado.  Los que había podido contactar con ellos a penas escribían español y eran  muy jóvenes y de Madrid o Barcelona, pero cercano al noroeste, nada de nada.

Llevaba ya casi un mes  con esta búsqueda y estaba ya a punto dar carpetazo al asunto y cambiar por un hombre negro. De esos aunque tampoco hay una gran abundancia, si se pueden encontrar más fácilmente, sobre todo hispanos en los locales de salsa.  Había hecho un ciento de intentos y al menos un tercio me habían recomendado irme a Valencia a pasar unas vacaciones, tendría de todo y en abundancia.

Una noche, como decía, me envían un privado, un nick que indicaba la procedencia de un país del norte de África, me pregunta si soy del norte y si estoy buscando un moro,  le digo que si, y de donde es él. Me dice que es de Tarrasa pero que se desplaza sin problemas hasta nuestra ciudad a pasar unos días, que no hay problema, busca un hotelito y se queda tres o cuatro noches, con la condición que le deje a mi esposa para dormir con él. Le cuento que lo que buscamos no es eso, sino alguien de la zona, alguien que este como mucho a 150 kms y vamos nosotros o viene él, pero no queremos que nadie se haga 1.000 kms si después no hay sintonía y mi esposa no quiere, o simplemente no es lo que buscamos por ambas partes, por eso buscamos siempre gente que este a una distancia no superior a esos 150 kms. Insiste en venir, que el que se desplaza es él, no nosotros, los gastos son por su cuenta, y que no hay problema. Le reitero nuestra negativa a nadie de lejos, entre otras cosas porque conociendo a mi esposa, si sabe que viene desde tan lejos, seguro que aunque no sea el tipo de persona que estamos buscando, se sacrificaría para al menos pasar una noche en su hotel y no quiero eso, porque se trata de que sea a su gusto, que lo pase bien y se sienta satisfecha en toda la amplitud de la palabra.

Me cuesta convencerlo de que no es  porque sea un poco más joven,  sino que la distancia y el hecho de no poder conocerlo antes, nos corta y nos hace renunciar a ese tipo de encuentros. Me insiste  y le digo que de verdad no es nuestra forma de hacer las cosas, que lo entienda pero que hay detalles que tienen que ser como decimos, porque somos los que proponemos el juego y en parte hay unas reglas que son las que nosotros marcamos. Al final lo entiende y me pide el correo, por si alguna vez viene de vacaciones al noroeste, poder conocernos, aunque no sea para nada más que tomar un café. Me parece una buena idea, pero le digo que desde luego, no haga planes para venir, entre otras cosas, porque no sabe en qué ciudad vivimos. Me dice que no, que es por si, por si algún día le coincide de venir pues le gustaría conocernos.

Llevaba ya unos cuantos días sin abrir el correo ni entrar en los chats para seguir buscando y una noche de sábado , que no habíamos salido, después de cenar y tomar un chupito de guinda casera, conecté el ordenador y abrí el correo de contactos y entre unos cuantos de esos de no sé cuantas páginas que te ofrecen de todo, hasta la contraseña de tu cuenta, jejejeje, había uno con un remite que me hizo suponer que era el chico  de Tarrasa con el que había hablado hacía una semana. Efectivamente, era él, no recuerdo el nombre y no voy a buscar el correo para recordarlo, lo entendéis, ¿verdad?. Me decía que había encontrado la solución para mi problema, no tendría que seguir buscando. Conocía un hombre de unos 40 años, vivía en Galicia, no sabía muy bien donde estábamos nosotros, pero que con lo grande que era esto, no estaríamos muy lejos, además me decía la ciudad, en Santiago, eso nos dejaba bastante cerca. Me comentaba que era un comerciante, que tenía un bazar de cosas demedio oriente y que llevaba mucho tiempo en España, hablaba perfectamente el español y estaba ya arraigado, sus hijos y su mujer vivían en una ciudad cercana, no me supo decir donde, pero no en Compostela. Me pedía permiso para darle mi correo y que se pusiera en contacto con migo para que le explicara lo que buscaba y que su amigo nos explicaría a lo que estaba dispuesto. Me faltó tiempo para responderle que sí, que estaba de acuerdo que le diera mi dirección de correo electrónico para ponernos en contacto. Esperaba ese correo con ansia, pero sabía que tardaría algún tiempo.  Esa noche follando con mi esposa le conté como estaban las cosas, los progresos hechos en la búsqueda y lo cerca que podía estar. Quedamos en que si de verdad teníamos la posibilidad de conocerlo, en uno de los viajes que hacía a Vigo parara en su bazar en Compostela y lo conociera. De esa forma ya tendríamos una opinión real de cómo sería este hombre. Se emocionó, se puso muy caliente, mientras follábamos y le contaba la de cosas que le podía hacer un moro. Fue un estupendo polvo, después de todo, la imaginación ya estaba funcionando, así que gracias a eso, ya estábamos disfrutando de algo que podría o no suceder, pero el morbo estaba servido.

A la noche siguiente abrí el correo, esperaba encontrar algo nuevo, pero tampoco tenía un gran convencimiento, seguro que tardaría unos días en escribirnos. No fue así, había un correo que ponía como remitente Obil. Eso me hizo pensar que podía ser este hombre. Así fue, se presentaba con pocas palabras, tenía una tienda en Compostela, trabajaba hasta tarde muchas veces en la tienda, era casado, tenía dos hijos y vivía en las afueras de Compostela. Tenía 40 años y no tenía inconveniente en conocernos. Dejaba claro que no se desplazaría, eso tendríamos que hacerlo nosotros. Disponía de lugar, ya que en la tienda tenía una habitación preparada, por si alguna noche se le hacía tarde y se quedaba a dormir.  Indicaba que si nos parecía correcto conocerlo le respondiera al mensaje y me indicaba la dirección y un teléfono para ponernos en contacto y acordar la fecha para vernos. 

Nuevamente le informo a Pili del correo y se sorprende lo mismo que yo de lo rápido que ha sido en la presentación. Le dije que ya le había respondido diciendo que pasaría yo a verlo, en un viaje a Vigo y le llevaría unas fotos de Pili para que la viera y se hiciera una idea de cómo era físicamente. Le pareció bien y entre los dos seleccionamos las cuatro fotos que iba a llevar. Por supuesto ninguna era desnuda del todo, pero si en tanga en la playa y las otras tres normales, de calle. A Pili no le gusta que se exhiban fotos de ella a terceros, por lo que le prometí que las llevaría pero las traería todas de vuelta, eran solo para enseñarle a Obil como era ella y pudiera decir si es su tipo o no.

Dos días después tenía un correo de nuevo, en él me indicaba la dirección de la tienda, el mejor horario para ir a verlo y que hubiera poca gente y que estaba emocionado esperando ver esas fotos de Pili. Por lo que le había contado, que era muy poco, le parecía una mujer extraordinaria y que debía ser muy buena follando, porque una mujer que acepta ese juego tiene que ser muy buena en la cama y muy buena dando placer a los hombres y eso era algo que le ponía a cien, solo de pensar en una mujer así. No me respondía a muchas cosas que le preguntaba, solo me decía que el día que nos conociéramos le podría hacer todas las preguntas que quisiera, pero no le gustaba dar explicaciones de cosas personales por la red. Vete tú a saber quién puede leer estos mensajes, así que mejor vernos y te lo cuento,  era su respuesta. Me pareció correcto, después de todo, esa misma semana pasaría por Compostela y haría que el viaje de vuelta coincidiera con las 3.30 de la tarde, porque a esa hora, según Obil,  apenas hay gente  comprando. Es la hora de comer y tomar el café y los bazares están vacíos o con poca gente.

El jueves salí de casa muy temprano, más de lo habitual, quería estar en Vigo a las 9 de la mañana y poder estar de vuelta en Compostela a las 3.30 para ir a conocer este hombre y tener una charla con él para ver si coincidimos en lo que estamos  buscando, si tiene o no experiencia, si tiene lugar de encuentro o tenemos que buscar hotel, en fin, aclarar todas las dudas que se pueda, pues Pili iba hacer muchas preguntas y quería tener respuesta a la mayor parte de ellas.

A la hora indicada estaba a la puerta del bazar, dudé unos segundos antes de entrar, no se veía nadie en toda la tienda, la puerta estaba abierta y parecía un gran supermercado de cachivaches, había de todo, porcelanas, vajillas, cristalerías, cojines de cuero de camello, bolsos, mochilas, especias, aceites, y gran variedad de comida. En  fin, de todo un poco, pero lleno hasta el techo. Entré un poco nervioso, al cruzar la puerta uno de esos aparatos electrónico me detectó y se oyó un sonido como una campana,  de entre las estanterías salió la figura de un hombre de unos 40 años, aproximadamente 1.85 metros y pasados los 80 kgs, era delgado pero se detectaba debajo de la camisa que llevaba, un cuerpo fibroso, cansado de mover cajas de un lado a otro o de reponer estantería. Nada más verlo le pregunté si era Obil, me dijo que si y me presenté diciendo que era Manuel, que había quedado en pasar por su tienda para conocernos y hablar. Me dijo que me estaba esperando, se fue hacia la puerta de entrada y la cerró con un pasador interior, dijo que como no había mucha gente, así no nos molestaría nadie mientras hablábamos. La conversación fue amena, mientras tomaba un vasito de té, y  al que me había invitado y  echaba un vistazo a las fotos que le había llevado para que se hiciera una idea de cómo era mi mujer, durante una media hora nos hicimos muchas preguntas y las fuimos respondiendo casi todas, quedaron pocas dudas, tanto por su parte como por la mía. Nos despedimos en la misma puerta,  quedando en que nos pondríamos en contacto con él para, si Pili lo aceptaba, vernos una noche de viernes o sábado, aunque me insistió que mejor una noche de viernes, las de los sábados las dedicaba a su familia, preferentemente. Cuando  ya estaba en la calle, como a unos 10 metros de la puerta, me llamó para decirme que las imágenes eran prometedoras, seguro que la realidad superaba mucho aquello que le había enseñado.

Esa misma noche Pili me hizo un montón de preguntas, tras hacerle una descripción de cómo era físicamente,  quería saber cómo era de trato, si era educado, si se le veía limpio, si era muy brusco en los gestos y en el trato con la gente, si tenía una mirada agradable, si habíamos hablado de sus intimidades, en donde sería el encuentro, si pedía que fuera vestida de alguna forma determinada, como lo veía yo, si era un buen candidato, que ella tenía mucho miedo de los moros, que lo que había leído le daba un poco de respeto por lo duros y bruscos con las mujeres. Hizo especial hincapié en el uso de preservativo, eso estaba aclarado, se usaría preservativo para todo lo que ella quisiera, menos en el sexo oral, que había dicho Obil en eso no le gustaba nada usar goma, pero en las penetraciones usaría siempre preservativo si ese era nuestro requisito, lo entendía y lo aceptaba. Había condiciones que él ponía, pero otras entendía perfectamente que tenían que ser las que Pili quisiera. Las respuestas dadas dejaron satisfecha a Pili y me dijo que acordara la fecha para cuando quisiera, siempre que no coincidiera con su menstruación, la cual sería dentro de una semana, más o menos, prefería dejarlo para una o dos semanas más tarde de la regla, para sentirse ella misma mejor.

Continuará...

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