Nuevos relatos publicados: 7

Y mi cuñada me sorprendió

  • 7
  • 93.440
  • 9,26 (74 Val.)
  • 1

Soy un hombre de 30 años felizmente casado, pero supongo que como muchos hombres al cabo de unos años, empecé a tener fantasías sexuales con una de mis cuñadas, más en concreto con la hermana pequeña de mi mujer.

Evitaré, por razones obvias dar nombres, pero diré que es una mujer con una cara preciosa, de 25 años, unos pechos redondos y más bien grandes, morena de piel, y con pelo y ojos negros, con un trasero también tendiendo a grande, 1,70 de altura… vamos, una mujer que me corta la respiración (a quien no)

Hace un par de meses se quedó en nuestra casa un viernes por la noche, al día siguiente, cuando mi mujer saliera del trabajo nos íbamos a una comida familiar y ella vendría con nosotros.

A las 8 de la mañana sentí como mi mujer cerraba la puerta para irse al trabajo, y me quedé en la cama, más dormido que despierto disfrutando del paisaje que veía a través de la ventana, viendo como llovía y feliz de estar en la cama sin ninguna obligación de trabajo mientras fuera caían tremendos chaparrones.

Al cabo de una hora noté que la puerta de la habitación de mi cuñada se abría, y oí como abría el grifo de la ducha, como cerraba la puerta del baño. Me excité, pensando en mi cuñadita desnudándose, dejando al aire sus increíbles tetas, quitándose la blusa del pijama de raso azul marino que le había dejado mi mujer la noche anterior, cuando de repente volví a oír la puerta del baño, se le ha olvidado la ropa interior en su habitación, pensé, pero en ese momento, la sorpresa, la puerta de mi habitación se habría y allí estaba ella.

-Oye cuñado ¿Dónde guara mi hermana la crema depilatoria?

No podía creerlo, allí estaba ella con esa blusa del pijama que no llegaba a cubrir sus braguitas granates. Le indiqué donde podía encontrar la crema y ella me volvió a preguntar:

-¿Puedo cogerte una cuchilla de afeitar?

Le contesté que sí, que cogiera lo que quisiera y se fue.

Se fue y yo estaba excitado como hacía mucho tiempo no recordaba, me la imaginaba en el baño, frotándose el gel de baño por todo el cuerpo, luego más tarde me la imagine depilándose y estaba a punto de estallar. De repente otra vez la puerta de mi habitación y otra vez que estaba allí frente a mi cama, con una toalla en la cabeza y con una camiseta de algodón blanca, sin pantalones, con unas braguitas negras y preguntándome:

-¿Dónde está la crema hidratante?

Increíble, no podía creer aquella naturalidad, ella siempre se había mostrado bastante recatada y ese sábado por la mañana estaba rompiendo todos los moldes.

No lo pude aguantar y me masturbé, fue una de las masturbaciones más breves que recuerdo, en pocas sacudidas me había corrido.

-¡A desayunar¡

Escuché que me llamaba desde la cocina. Había preparado el desayuno. Salí en pijama a la cocina, porque me daba corte salir en ropa interior, pero mi cuñada ya no se cortaba por nada y allí estaba, con una camiseta blanca que tenía una flor amarilla y azul dibujada, unas braguitas negras de lycra y unas zapatillas de andar por casa. Desayunamos. Tengo que reconocer que estaba nervioso, estaba realmente aturdido. Ella que había ocupado gran parte de mis fantasías sexuales en los últimos meses estaba frente a mí, con muy poquita ropa, era toda una oportunidad. Poco a poco sus pezones se fueron poniendo duros y se le marcaban a través de la camiseta.

-¿Tienes frío? –le pregunté-

-¿Cómo lo has notado?

-Hay cosas que son evidentes cuñada.

Me levanté de la mesa y conecté la calefacción. Al volver a sentarme me dijo:

-Como te fijas ¿no?

Sabía que tenía que atacar, el comportamiento de mi cuñada no estaba siendo el habitual y tenía que jugármela.

-Como no quieres que me fije si te paseas en bragas por toda la casa, además…

-Además ¿Qué? –me preguntó-

-Pues que además eres muy guapa y estas bastante bien. –dude en decirle bastante bien o bastante buena, pero me quedé con lo más políticamente correcto a mi juicio-

-Tú tampoco estas mal cuñado, y mi hermana me habla bastante bien de ti.

-Que mi hermana te habla de mí, y que te cuenta.

-La verdad que me lo cuenta casi todo.

-¿Te gusta lo que te cuenta?

-Mucho, además me excita bastante.

Mi pene estaba otra vez a mil, y eso que solo hacía diez minutos que había eyaculado, esta vez no lo dudé, estas oportunidades solo pasan una vez en la vida.

-¿Te excitas pensando en como hacemos el amor tu hermana y yo?

-No, -me respondió- me excito pensando como sería hacer el amor contigo.

La besé, fuimos a mi habitación y la tumbé en la cama, ella me metía mano por todo mi cuerpo, yo me dediqué a lamerle el ombligo, que quedaba al aire, notaba ese olor a sexo que provenía de su chochito, le bajé las braguitas y allí vi el resultado del trabajo que había realizado ella media hora antes, se había depilado dejando solo una línea de unos dos centímetros en mitad de su pubis, además se la había dejado muy cortita, lo que diríamos al tres. Ahora ya no tenía dudas para qué quería la cuchilla, le lamí sus labios vaginales en círculos, muy despacito, acercándome a su clítoris. No podía creérmelo estaba haciéndole un cunnilinguis a mi cuñada, le levanté la camiseta, ella estaba excitadísima, y pude ver sus redondas y grandes tetas, con unos pezones duros y oscuros, y con una areola grande, me pidió que la penetrara, y yo lo deseaba. Puse la punta de mi pene en la entrada de su cueva y ahí se la clavé poquito a poco, entraba prácticamente sola, la tenía muy caliente y muy lubricada, era una delicia, ella gritaba como una loca, lo cual hizo que retrasara mi eyaculación ya que de repente empecé a pensar que a lo peor los vecinos estaban escuchando los gritos salvajes que mi cuñada estaba dando, pero en poco tiempo me olvidé de ello y no tardé en correrme.

Pero mi cuñada quería más y de repente vi como aquella preciosa cara aniñada y aquellos ojos negros se centraban en mi, ahora, flácido pene. Empezó a chuparlo como si de un helado se tratara, sin duda lo había hecho más veces, y consiguió que la erección volviera a ser considerable. Esta vez la puse a cuatro patas, y allí estaba, su coñito, diciéndome vamos soy tuya, manando gran cantidad de flujos, la volví a penetrar, esta vez sin compasión y ella se corría una y otra vez, en cada empentón notaba su culo contra mi pubis y me excitaba, viendo y sintiendo ese precioso culo. Una idea pasó por mi cabeza.

A mi mujer no le gustaba el sexo anal, y raramente lo practicábamos, pero aquella yegua que tenía entre mis manos seguro que gozaba con aquello. Saqué mi pene muy lentamente de su vagina, sintiendo todas sus cavidades, notando el calor y la humedad que chorreaban mi pene, no iba a necesitar lubricarlo con nada más, ya estaba fuera y puse mi atención en su ano, parecía imposible que mi glande inflado pudiera penetrar aquel agujerito, pero empujé, noté como soltaba un gritito de dolor, se giró, con cara entre extrañada y temerosa, pero de repente ya estaba otra vez gozando y chillando de placer, era una sensación maravillosa, aquel culo espectacular me oprimía el pene con mas sensación de la que había logrado anteriormente su vagina, me corrí dentro de ella sin remisión.

Nos tumbamos en la cama, y me preguntó que si la semana que viene podía volver a quedarse en mi casa. Desde entonces es raro el viernes que no duerme aquí.

(9,26)