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María la prostituta.

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La pasada semana me ocurrió la que iba a ser una de las experiencias más fascinantes de mi vida. La cuestión es que llevaba meses pasando por una sequía sexual que me estaba dejando con la moral por los suelos, así que decidí recurrir a los servicios de una profesional.

Había visto un par de fotos en el anuncio, era bajita, 1,65 cm, delgadita con unos pechos no muy voluminosos pero con un culo respingón que me llamó la atención nada más verlo.

Cuando contacte con ella me dijo que para disfrutar plenamente de nuestro encuentro ella siempre prefería verse con anterioridad, charlar y romper hielo.

Quedamos en un bar del centro de la ciudad y charlamos durante aproximadamente una hora. Era muy simpática y hablamos de diversos temas, economía, vida laboral, el presente y aquello que haríamos y por lo que estaba dispuesto a pagar. Fue una charla muy dinámica, con alguna carcajada y sin ningún mal rollo. Al final, ella me dijo que debía marcharse y que le gustaría encargarse de nuestra cita especialmente, si estaba dispuesto a dejar que ella se encargaría de todo, dijo que quería prepararme algo especial que seguro que me encantaría. La verdad es que me perdí en la dulzura de sus palabras y sin pensarlo mucho acepté.

Nos veríamos en 3 días en una dirección que me dió antes de marcharse. Posiblemente fueron los 3 días más largos de mi vida.

Llegó el tan ansiado día y llegué a la dirección que me dió el día de la cita. Estuve fantaseando todo el tiempo con lo que me esperaba, tenía muchas ganas de pasarla bien. Entré al piso y me recibió con una bata semitransparente que dejaba entrever sus pezones y la silueta de su tanga. Mi miembro empezaba a animarse y ella se percató. Sacó un par de copas para relajarnos y al rato empecé a sentirme cansado, intenté luchar contra el abatimiento pero me acabó superando.

Me desperté atado a una especie de cruz, desnudo y noté como algo colgaba de mis partes. Era una especie de correa que me agarraba fuertemente los huevos con mi miembro.

-Veo que ya te has despertado, no te asustes, has dormido 15 minutos. El efecto del calmante es muy reducido.

-No me esperaba nada de esto, qué es esto que me has puesto, sácame de aquí!

-Te dije que no te preocupases, así que no te asustes, déjate llevar. No me obligues a ponerme dura.

Empecé a chillar a decirle que me soltara, no podía ver todos sus movimientos puesto que la cruz daba a una pared y mi movimiento era muy reducido, prácticamente solo podía mover la cabeza y muy poco el cuerpo como para poder abordar todo el ángulo de mi espalda. Continué exigiendo que me soltara hasta que de pronto recibí una fuerte nalgada con una especie de plancha de madera.

-Se acabó, no quería que fuera así pero vas a recibir lo que realmente quieres. Desde que charlamos sé que lo que realmente deseas es someterte a una mujer con poder, así que deberías agradecer este detalle que estoy teniendo contigo, no me obligues a coger la correa…

Seguí pidiéndole que me soltara pero lo único que me gane fue que me pusiera una mordaza en la boca. Era una especie de bola agarrada a una correa que rodeaba mi cabeza. A partir de ese momento solo me quedaba soltar pequeños quejidos a medida que ella iba azotándome por la espalda, nalgas y piernas. Yo proseguía emitiendo mis quejidos como podía hasta que agarró la correa y tiró, fue un dolor intenso.

-Vas a callar a partir de ahora o de lo contrario estas bolitas lo pagaran, lo has entendido? - me quitó la mordaza.

-Si María perdo… - no me dejó terminar y me volvió a poner la mordaza.

-Que te quede claro que a partir de ahora solo hablarás cuando yo lo diga, mientras mueve tu cabeza para afirmar, y cuando te de permiso te dirigirás a mí como “su majestad”.

-(...) - asentí con la cabeza.-

-Muy bien - un fuerte cachete cayó sobre mi rostro.- Ahora te voy a soltar y vas a hacer todo lo que yo te diga, recuerda que tengo esta correa en mi poder, y, no sabes donde esta tu ropa, así que no irás muy lejos a menos que vayas desnudo y con esa correa entre las piernas.

Me descolgó y en la misma habitación se sentó en un diván de color blanco con acabados en dorado, y me mandó lamer sus pies. Me quitó la mordaza, la dejó a un lado y asintiendo con la cabeza empecé a lamer sus pequeños pies.

No podía creer que me encontrara en esa situación, me sentía ridiculizado, completamente humillado y expectante por ver que quería hacer conmigo. Además estaba coaccionado a hacer lo que ella dijera, pues estaba acorralado sin nada que hacer, solo obedecer e intentar cambiar su humor que no se parecía al que me había mostrado hasta entonces con sus cara angelical.

-Con más energía, vamos! - me pegó un pequeño tirón que me estremeció-.

Empecé a darle más lengüetazos y acelerar mi ritmo, no había chupado nunca unos pies, y no había pensado nunca en hacerlo, pero la verdad es que conforme pasaban los minutos me sentía más cómodo con esa posición de inferioridad respecto a ella y comenzaba a excitarme esa situación. Mientras yo lamía sus pies, ella estaba viendo la Tv y comentando cosas del programa que estaba viendo, a la vez que aprovechaba para indicarme cómo quería que lo hiciera y me daba alguna pequeña patada en los mofletes.

Quizás pasaron 20 minutos desde que me coloqué a sus pies y empecé a deleitarme chupeteando cada rincón. Sin duda, comenzaba a tener la boca un poco seca y la boca algo cansada. En un instante ella se incorporó me agarró de la cara y me dió una cachetada.

 

-Has sido una buena zorrita, ¿ves como no cuesta nada comportarse bien y obedecer? - asentí con la cabeza-.

Se levantó y me colocó un dildo con forma de pene en la boca. Se tumbó con las piernas abiertas en el divan y me hizo un gesto. Agarró ese miembro y empezó a chupetearlo como si fuera de carne y hueso, desde mi perspectiva veía como su boca tragaba todo el dildo y prácticamente llegaba a tocarme la nariz. Lo dejó lleno de saliva, la cual iba goteando hasta caer en mi cara y mancharme entero. En ese momento se lo colocó en su vagina y empezó a moverme la cabeza.

-Vamos hazlo como si fuera tu pene, el cual ya no te pertenece, pues desde hoy es mío.

Dicho esto, empecé a mover la cabeza de atrás para delante, a un ritmo constante, pero poco a poco ella iba incrementando el ritmo de “mis sacudidas”, con esto yo aumentaba el ritmo. Cuando introducía el dildo de mi boca en su vagina y lo metía hasta el fondo podía oler sus jugos y con cada sacudida me iba excitando más y mi miembro fue creciendo a medida que continuaba con mi trabajo. Sus gemidos iban en aumento y cuando parecía que iba a llegar me tumbó en el diván y empezó a cabalgarme salvajemente, chocando sus nalgas contra mi cara, aumentando la velocidad a la que subía y bajaba. Finalmente culminó en un largo orgasmo que aprovechó para separar brevemente el didlo de mi boca y dejar caer a chorro sus jugos sobre mi cara y boca que estaba abierta pues el dildo requería una pequeña base dentro. Cayeron encima de cara, y pude deleitarme como nunca lo había hecho: totalmente entregado, controlado y humillado por una mujer.

Después de aquel orgasmo me quitó el dildo y lo introdujo en mi boca exigiendo que lo limpiara. Había quedado impregnado de sus jugos y el sabor era fuertísimo. Ella lo movía a su antojo por mi boca, acelerando el ritmo, como si de una mamada se tratase. Estaba totalmente humillado por María. Cuando creía que nada podía ir peor lo agarró se lo colocó en la cintura y me dijo:

-Ahora te toca a ti, vas a disfrutar como la perra que me has demostrado ser. Colócate en cuatro.

-No porfavor, eso no… - Una bofetada me impactó de imprevisto-

-No te he dado permiso para hablar, te lo doy ahora pero esto no es una negociación tus únicas palabras hacia mí ya sabes cuales son.

-Si, su majestad.

No quise empeorar las cosas puesto que no tenía elección, estaba cogido por los huevos literalmente y no quería empeorar mi situación. Me coloqué y empezó a azotarme de nuevo con una especie de fuet que provocaba un dolor corto pero bastante intenso. Me golpeaba en las nalgas y en la espalda y la verdad, me estaba gustando. 

Agarró mi culo y empezó a escupir en mi ano, era una sensación muy extraña, pero después de todo agradable, pues presionaba sobre él con mucha delicadeza acariciándolo y dándome alguna que otra guantada en mi trasero. Noté como cogió lubricante y empezó a introducirme sus dedos poco a poco, una vez me tenía abierto echó por dentro de mi recto provocando que el frescor del lubricante me pusiera con la piel de gallina. Además mi miembro creció estrepitosamente, poniendo en evidencia que aquello me estaba empezando a gustar.

Agarró un preservativo, se lo colocó al didldo y noté como empezó a entrar suavemente, era una sensación rarísima que al principio me dolía, solté varios quejidos.

-¿Te duele? Pues deberás aguantarte eres una putita y las putitas no se quejan, fingen. Así que empieza a gemir como una perra en celo.

Comencé a cambiar mis quejidos por gemidos forzados, los cuales parecía que la excitaron aún más. Fue aumentando el ritmo de la penetración hasta el punto en que las embestidas me empujaban haciendo que el diván casi casi se moviera de su lugar. Con el paso del rato empecé a disfrutar de aquella posición, ella se percató de mi erección y tiró de la cuerda.

-Veo que te está gustando más de lo que esperaba, ves como eres una buena perrita y sabía lo que necesitabas, después de todo eres una putita muy profesional.

Después de aquello lo agarró con fuerza y empezó a masturbarme a medida que seguía perforando mi culo con su dildo.

Cuando estuvo exhausta lo retiró y me dió una fuerte nalgada con la palma de su mano.

-Has sido muy buena perrita creo que te has ganado un premio.

Se colocó delante mío y abrió su trasero señalando su ano con uno de sus dedos. Comencé a lamer aquel agujerito que días antes me había hecho perder la cabeza, y que, después de todo me estaba haciendo perderla aunque no de la forma en la que me había imaginado.

Pronto empezó a chocar su trasero contra mi cara y mi lengua, ya más húmeda y recuperada de lamer sus pies empezó a trabajar con fuerza y dedicación. Empezó a masturbarse con su mano y tuvo otro orgasmo que debió dejarla totalmente agotada. Se acostó en el diván y me miró con una mirada perversa.

-Te has portado muy bien, después de todo ha sido tu primer día.

Me pidió que me incorporara y agarró mi miembro de nuevo. Soltó la cuerda y sentí una fuerte liberación, pues la opresión era poca pero al ser constante se había convertido en un pequeño infierno para mí. La manoseó y empezó a chuparla poco a poco, nunca me lo habían hecho con tanto erotismo y mucho menos en aquellas condiciones. Solté un pequeño gemido y mordió mi miembro con fuerza.

-¿Alguien te ha dado permiso para disfrutar? Si vuelves a soltar otro gemido tus pelotas pagarán las consecuencias.

-Perdón su majestad, no volverá a ocurrir. - le dije-.

Prosiguió pasando su dulce lengua por todo mi contorno, succionaba mis huevos y acariciaba suavemente mi glande con las manos. No podía aguantar por dentro quería chillar del placer, y estaba a punto de explotar.

-No puedo más, necesito acabar su majestad.

-Termina ahora.

Exploté de inmediato, pues estaba en medio del orgasmo más grande que jamás haya tenido. Expulsé todo mi semen en su cara, pero parte salpicó en su cara. Con un dedo se lo introdujo en la boca y empezó a juguetear con mi leche en su boca, me estaba excitando mucho, nunca había estado con una mujer así. De pronto se levantó me indicó el suelo y me arrodillé. Me cogió por la cara y abrió mi boca con sus dedos. No podía creer lo que estaba permitiendo que hiciera esa mujer conmigo. Abría la boca y un chorro de saliva junto con mi semen cayó en mi boca.

-Tragatelo entero puta, ¿no querrás tener más problemas no? - hice un no con la boca abierta-.

Me lo tragué sin reparar mucho en el sabor tragando a continuación varias veces para intentar disipar el sabor.

-Te has portado muy bien, nos veremos pronto. Volveré a llamarte no quiero dejar pasar a una putita como tú, no hace falta que me pagues se me ocurren muchas maneras para que me recompenses por ser tu ama. Después de lo de hoy me perteneces, así que me debes respeto y sumisión. Harás lo que yo te mande cuando te lo diga. Ahora recoge tus cosas que están en el baño y vete. Te llamaré pronto.

Recogí mis cosas incrédulo por lo que había vivido, pensando y sabiendo que mi vida había cambiado desde el día en que la conocí.

Espero que hayan disfrutado de este relato improvisado que he escrito en un par de horas libres que he tenido durante la semana. Muchas gracias por leer. Valoren y comenten!!

 

Especialmente dedicado para Dama69.

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