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Obil, el árabe (Capítulo 4) FINAL

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Le di las gracias por los elogios,  y le dije que sí, que a  Pili era  un verdadero placer follarla, que era una diosa con la boca y que en la posición que la folló, si la deja sola, es capaz de hacer llegar a un orgasmo bestial al mancho que tenga encima. Una sonrisa en sus labios me indicó que si, que ya lo había comprobado, aunque solo unos instantes en que habiendo parado él de moverse, Pili lo había hecho con un movimiento que tiene de caderas en esa posición que a mí me vuelve loco.

Eran las 12 de la noche, llevábamos hora y media, llevaban hora y media de sexo, yo de voyeur y con un espectáculo extraordinario. Estaba emocionado de ver a mi mujer comportarse de esa forma, cada vez me convencía más de haber acertado buscándole un macho de esas características. Había tenido muchas dudas antes de dar el paso, había hecho consultas en la red, hablado con otros consentidores cuyas esposas se

habían acostado con moros o negros, sobre todo moros  y siempre llegaba al mismo punto, siempre acababa convencido que sería algo grato sobre todo para Pili.

Nuestro anfitrión se retiró  unos momentos, nos dijo que iba al aseo a tirar el preservativo y lavarse. Mientras volví a la cama, abracé de nuevo a Pili y nos volvimos a besar, deslicé una mano sobre su pecho, acaricié el pezón, de la teta izquierda y me pidió por favor que fuera muy suave, se los había dejado doloridos, no solo los pezones sino los pechos, los dos, pero que había sido un placer extraordinario. Continué besándola  y acariciando su cara, su cabello. Le dije lo mucho que la quería, lo feliz que me sentía con ella y lo mucho que me gustaba. Pili me preguntó si le gustaba que fuera tan puta, tan sumisa como se había mostrado con su amante, solo pude responder  que sí, que me encantaba verla así de puta, de zorra y que me encantaba ver como se entregaba a su macho, como se dejaba llevar y sobre todo me importaba más que nada, que ella se sintiera bien, que disfrutara de lo que estaba  haciendo. En algún momento al principio había tenido dudas de si continuar o no, pero que ante sus miradas y sus gestos me había contenido, habíamos puesto una palabra clave, que seguía en pié y que en cualquier momento podía pronunciarla y los tres sabíamos lo que significaba. Me preguntó si Obil sabía la palabra clave y le dije que sí, que se lo había dicho por correo electrónico y hasta que me confirmó que lo cumpliría no quise que fuéramos a verlo. Me dijo que se sentía cómoda sabiendo que los tres conocíamos  cual era la condición para parar, en caso de que fuera necesario.

Pasados unos diez minutos apareció Obil con unos frutos secos y unos encurtidos en dos platos, tenían un olor fuerte y poco habitual para los productos que eran. Nos explicó que eran de Libia y de una zona interior, limitando con Egipto, muy al sur, eran especiales para dar energía en ocasiones como esta. Sacó del frigorífico una bebida de color verdoso, como si fuera te verde, pero tenía otro tono y otro olor, nos dijo lo mismo, que eran de la misma zona y que eran muy bueno para mantener la mente despierta, que él se lo tomaba siempre que se quedaba a “trabajar”, no se lo daba a nadie, solo para él, a las mujeres o parejas que estaban allí les ofrecía refrescos convencionales, pero que nosotros le habíamos caído muy bien y quería compartir con nosotros lo mismo que tomaba él. Le dimos las gracias y tanto mi mujer como yo lo acompañamos comiendo unos frutos secos y unos encurtidos  y bebiendo un vaso de aquella especie de té.

A mi mujer le recomendó unos frutos secos en especial, diciéndole que le vendrían muy bien para seguir un poco más, porque la noche apenas se había iniciado. Habían estado en los prolegómenos, como quien dice,  en los entrantes. Miré a mi esposa de una forma inquisitoria y ella con una sonrisa pícara le dijo que si aquello eran los entremeses, casi mejor llamara a una o dos chicas, porque ella no aguantaría otro asalto como el primero.

Estando en el picoteo de frutos secos y demás Pili le pidió a Obil le indicara donde estaba el aseo ya que necesitaba orinar. Muy amable sacó una especie de chilaba en color verde manzana de un cajón de la  mesilla y se la ofreció, diciéndole que no se iba a pasear desnuda por la tienda, con el frío que hacía. La prenda de una talla amplia, era de una tela finita, semitransparente, que dejaba entrever el cuerpo de mi esposa. La invitó a salir delante y desparecieron entre las estanterías de la tienda.

Pasado un buen rato, tal vez un cuarto de hora aparecieron los dos,  muy sonriente mi esposa, con un plato grande, decorado con motivos árabes y lo puso encima de su ropa. La miré con cara de extrañeza y la vi acalorada, con una sonrisa amplia y me guiñó un ojo al tiempo que me decía que era un regalo de Obil, este, en el quicio de la puerta dejaba ver la tienda de campaña que hacía su miembro erecto debajo de su túnica, lo cual indicaba que Pili se lo había ganado a pulso. La sonrisa de ambos lo delataba y yo, que soy muy curioso, pregunté si le gustaba el plato, a lo que me respondió que sí, que era muy bonito y además era un regalo especial. Puse cara como que no entendía y fue él quien me explicó que al volver Pili lo había visto y al preguntarle si le gustaba y responder esta con una afirmación, le dijo que si lo quería tendría que ganárselo a lo que ella le preguntó cuál era el precio, si no era mucho podrían llegar a un acuerdo. El precio era que se masturbara allí, en el pasillo que daba a la calle y de frente al escaparate. Pasando por la acera, sin pararse no se veía nada, pero si lo hacías y mirabas a través de las lamas de la persiana veneciana, lamas que Obil había manipulado para que se pudiera ver desde el exterior, con solo pararse y echar una ojeada y sobre todo en la parte inferior, ya que la había levantado un poco dejando un espacio de unos 20 ó 25 cm sin persiana,  no era fácil, pero podía ocurrir que alguien se parara a mirar, sobre todo porque había encendido un par de focos, que si bien no estaban sobre el pasillo, si en los laterales de este y le daban claridad, estando todo lo demás a oscura, lo cual llamaba un poco a atención desde el exterior,  y,  si eso pasaba, ella no podría detenerse en su masturbación, por más gente que hubiera al otro lado del vidrio. Lo que no me contaron es si de verdad alguien había visto la escena o había quedado solo entre ellos dos.

Mi esposa se había puesto en donde le había dicho Obil y se había masturbado mirándolo a los ojos, el tiempo que no los tenía cerrados y disfrutando de su autocomplacencia. Había llegado al orgasmo, como era lo acordado y habían vuelto con el plato. Me dijo que desde luego tenía una esposa muy puta, tanto que se vendía por un plato decorado, pero vacío, ni siquiera por un plato de  lentejas.

A todo esto, se había acercado a Pili y le dio una palmada en el culo indicándole que se desnudara y se acostara.  Se sentó en la cama desnuda y con las piernas cruzadas, me acerqué a ella y le di un beso al tiempo que le acariciaba el cuello y le decía que me gusta mucho como se estaba comportando. Me alegraba que lo estuviera pasando bien, porque el hecho de haber aceptado el juego del plato, era señal que se sentía cómoda aquella noche.

Pili me devolvió el beso, al tiempo que se abrazaba y se quedaba dando la espalda a la puerta de entrada y me decía al oído que sí, que lo estaba pasando muy bien, que no quería pensar en nada mas, pero que la siguiera abrazando porque de esa forma sentía que yo también lo estaba pasando bien. En esa posición vi como se acercaba por su espalda nuestro anfitrión y se sacaba le túnica, me indicó con un gesto que siguiera abrazando a mi esposa y esta al sentirlo sobre la cama, intentó soltarse de mi abrazo y le dije que no, que siguiera como estábamos, que se dejara llevar, pero sin soltarse, yo tampoco la soltaría.

Obil se recostó a su espalda, con la polla empezó a acariciar sus nalgas, sus dedos buscaron la entrada de su coño, estaba empapado y metió uno o dos dentro y los sacó mojados, empezó a acariciar el agujero del culo de Pili, suave, sin meter ningún dedo, solo caricias, roces, haciendo círculo y entrando y saliendo en su coño para ir cogiendo jugos vaginales para ir humedeciendo la entrada de su culo. La hizo levantar un poco el culo y dejar al descubierto el coño, dirigió su estaca a ese agujero y en dos empujones lo tenía todo dentro. Los brazos de mi esposa me apretaron contra su pecho, de su garganta salió un gemido de placer, sus uñas se clavaron en mi espalda, sobre la camisa, apretando cada vez que aquello entraba y salía, poco a poco los gemidos dieron paso a un siiiiiiiiiiiiiii, profundo, saliendo de su garganta como un suspiro, mientras cerraba los ojos y se dejaba caer sobre mis brazos. Obil se detuvo y le preguntó si le gustaba estar con la polla de otro hombre mientras estaba en mis brazos, la respuesta la dimos los dos “claro que sí”, dijimos a la vez , “basta con ver como gime, como me aprieta en un tremando abrazo y como saca el culo para fuera para recibir mejor los empujones que le das”, la sonrisa de triunfo estaba en la cara del macho. Siguió dando empujones, metiendo y sacando aquello desde lo más hondo de la vagina de mi esposa, esta estaba a punto de tener un nuevo orgasmo, vi como dos dedos ya entraban y salían de su culo, ralentizó las embestidas de su polla, pero aceleró las de su mano, al cabo de unos segundos ya no eran dos, sino tres los dedos que entraban en el culo.

El movimiento era frenético, fuerte, golpeando en las nalgas con fuerza al entrar en su totalidad en el culo de mi esposa, esta estaba ya en un delirio, solo decía un siiii, siii, siiiii, suave, como un lamento, pero con un placer tremendo, los ojos cerrados, sus brazos como si fueran dos tenazas sobre mi espalda, su cabeza descansando sobre mi hombro y de vez en cuando un “no pares, no pares”, casi imperceptible, como si quisiera que solo lo oyera yo porque su boca estaba al lado de mi oído. De pronto se detuvo la mano que perforaba el culo de mi esposa, Obil se echó para atrás y con un movimiento rápido, sacó la polla del coño y la dirigió al culo de mi esposa, entre lo abierto que lo había dejado, lo lubricado y la polla con el preservativo, un fuerte golpe de riñones y dos tercios dentro. Casi me quedo sordo del grito de mi esposa: “no tan fuerte bestia”, “calla puta, es solo un poco lo que ha entrado, ahora verás”, no le dio tiempo a mas, un nuevo empujón, sin sacarla para fuera y toda la polla dentro. “No te muevas, quédate abrazada a tu esposo, ni se te ocurra mover una mano, eres tú la que me has dejado meter mis dedos dentro, ahora me toca meter lo otro, aguanta, para eso estás”. Moví la cabeza para ver la cara de mi esposa, de sus ojos caían unas lágrimas, tenía los ojos cerrados, apretados, pero su expresión no era de rendición, sino de espera. Un par de minutos sin moverse dentro de ella y su expresión había cambiado, empezaba a relajarse. Supongo que lo mismo ocurría en su culo, porque la máquina empezó a moverse, lentamente, muy despacio, centímetro a centímetro iba saliendo, cuando tenía mitad fuera, otra vez a dentro, con un movimiento continuo, una y otra vez, en cada movimiento iba haciendo el recorrido mayor, imperceptible, pero poco a poco era mayor el  trozo que salía, al tiempo que se aceleraba en velocidad y por tanto en fuerza al terminar. Cada empujón parecía que entraba unos milímetros más a dentro.

Pasados unos minutos, la cara de mi esposa era de placer total,  las embestidas eran feroces, nos sacudía a los dos, entraba y salía en casi su totalidad a cada golpe.  Con un mano me indicó me fuera recostando y llevándola a ella conmigo, lo hice y Pili quedó como a 4 patas, pero sobre mi pecho, Obil se puso sobre sus rodillas, le abrió las piernas y se quedó en medio, empezó con unas embestidas tremendas, nos movía a los dos con cada golpe. Una palmada en la nalga derecha, una serie de embestidas, otra palmada en la nalga izquierda, otra tanda de empujones, otra palmada en la derecha, a cada empujón seguía aumentando la fuerza y la velocidad. Los gemidos de mi mujer eran de puro placer, solo acertó a decir que se iba a volver loca. El orgasmo estaba a punto de estallar y las palmadas arreciaron en fuerza y rapidez. Cuando mi mujer empezó a temblar, signo inequívoco que el orgasmos era inevitable y estaba a escasos segundos, Obil empujó con todas sus fuerzas al tiempo que le daba dos fuertes palmadas, con ambas manos a la vez: “vamos puta, córrete, demuéstrale a tu marido lo puta que eres con otra polla dentro, ¡vamos, vamos!!” De mi mujer solo se oyó un gemido continuo, hondo, como saliendo de su estómago, “siiiiiiiiiiiiiiii”, cuando los temblores pasaron, cuando estaba a punto de recuperar el aliento, de nuevo la máquina de bombear empezó a hacerlo con la misma fuerza y rapidez que había terminado. Le puso las dos manos en las caderas, como  asegurándola para que no pudiera escapar, como si Pili tuviera fuerzas para hacerlo, y de nuevo los gemidos entre cortados saliendo de su garganta: “no, para, para, para”, pero con cada súplica era mayor el aumento de la presión y los empujones. Un minuto, creo que no más, tardó de nuevo en llegar el orgasmo, su cuerpo empezó de nuevo a temblar, a moverse como una autómata y de nuevo el profundo gemido, indicando que estaba en trance. Se dejó caer encima de mi pecho, sus brazos ya no me apretaban, estaban caídos, su cuerpo estaba empapado de sudor, su respiración entrecortada y con un hilo de voz me dijo que necesitaba un descanso, no podía mas, no podía seguir, era demasiado.

Obil se retiró de su culo con suavidad, se había corrido también, el condón así lo denunciaba, estaba con una buena cantidad de semen en la punta, la polla poco a poco se iba aflojando y bajando. Me miró y con una sonrisa indicó que estaba agotado. Se sentó en la cama al tiempo que le acariciaba las rojas y calientes nalgas a mi esposa. “Lo has hecho de maravilla zorrita, que suerte tienen todos lo que te han follado y sobre todo que suerte tiene tu marido que te folla cuando quiere”. Mi esposa solo pudo decirle que él tampoco se había portado mal, que ella no sabía si podría seguir, se encontraba agotada, sin aliento, las piernas ya no le aguantaban y pedía una retirada digna. Yo escuchaba con atención esperando si en algún momento pronunciaba la palabra mágica, pero no la escuché de sus labios, lo cual me dejaba entrever que podría ser que un descanso y una bebida refrescante le volviera a dar ánimos para seguir. Al menos no había tirado la toalla, solo era un receso voluntario. 

Nuestro anfitrión se retiró discretamente para ir al aseo, eso nos dio tiempo para que habláramos y le pregunté si se sentía con ganas de continuar, Pili me dijo que necesitaba unos minutos para ver si se reponía con suficientes fuerzas, de lo contrario daría por terminada la noche. Le costaba coger el ritmo de la respiración y estaba empapada en sudor. Después de  unos minutos las aguas volvieron a su cauce, la respiración se normalizó, dejó de sudar, tomó unos frutos secos de los que le había recomendado y un vasito de aquella bebida verde y refrescante. Yo me levanté para ir también a aseo, después de preguntarle a mi esposa me indicara cual era el camino, para no andar dando vueltas entre las estanterías. Cuando iba a salir apareció Obil con una cajita de dulces, me ofreció uno, pero de pasada, le dije que no y que me iba al aseo, ya me había dicho Pili por donde quedaba. Me sonrió y me dijo que me lo tomara con calma, la noche estaba por la mitad, al tiempo que se reía con una fuerte carcajada. No esperaba que ella tuviera aguante para otro tanto,  a lo sumo, algo suave, si es que lo conseguía, aunque me daba la impresión que aquello había llegado a su fin, al menos por aquella noche.

Me dirigí al aseo, oriné y cuando iba hacia la habitación situada al fondo, decidí dar una vuelta por la tienda,  para ver un poco parte del contenido de la misma y darles un poco de tiempo para ver que decidían. Sabía que Pili era dueña de sí misma como para tomar la decisión que considerase acertada para su estado físico. Vi los tipos de platos, como el que le había regalado, teteras, jarras, vasos, especias, frutos secos, en fin, cientos de cosas, aceites, perfumes, pinturas,  todas parecían originales y de buena calidad. Supongo que muchas de ellas serían fabricadas en España ya destinadas a este tipo de mercado. Otras supongo que importadas, la mano de obra es bastante menos cara que aquí y la importación deber ser económica. Me entretuve uno 10 ó 15 minutos, con la sana intención de ver lo que pasaría.

Mi mente daba vueltas, imaginando cien cosas, sobre todo, ya que no se oía nada con el alto volumen de la música, esperaba encontrarlos quietecitos, tomando unos frutos secos y un té. Me cerqué de todos modos, poco convencido de eso, pensando que podrían estar reiniciando una nueva sesión a pesar de fuerte cansancio de Pili.

Tenía la impresión que en aquellos frutos secos y en la bebida que le había dado podría haber algo escondido. Desde luego no pensaba en ningún afrodisíaco ni en ningún tipo de droga, pero si algún tipo de energético para mantenerla despierta o para darle ánimos, digamos como un Red Bull pero de procedencia menos artificial. Lo había pensado ante la insistencia en que comiera de unos frutos determinados y en que bebiera aquella especie de té verde, que si bien tenía un olor muy agradable, no se parecía en casi nada al verdadero té, sino a una brebaje extraño, aunque de buen sabor.

La sospecha la tenía y deseaba saber si ya haría efecto, porque la verdad, cuando salí para ir al baño, el aspecto de Pili era de cansancio y de dar por terminada la velada. La había visto ya en otras ocasiones así de cansada y siempre había dado por terminada la noche, con ganas de irnos a casa, incluso en una ocasión se había quedado dormida en  el coche antes de llegar y meterse en cama y pidiendo que la dejara dormir, que a la mañana siguiente me compensaba, pero que necesitaba dormir por lo cansada que  había quedado. Pero la duda la tenía y era  hora de averiguar cómo se encontraba mi querida esposa.

 No me quedaron dudas nada mas asomarme y ver el cuadro que allí se dibujaba: Pili de rodillas en la cama, apoyada en los codos, su cabeza dentro de la túnica de Obil, las manos de este agarrando la cabeza de mi mujer e imprimiendo un movimiento de arriba abajo con cierta violencia, lo qué me demostraba que le estaba follando la boca de nuevo, seguro que le llegaba hasta la garganta. Los ojos cerrados y su rostro hacia el techo indicaban que debía estar disfrutando del momento, de la follada que le estaba haciendo con la boca mi esposa. 

Miré unos segundos y me volví a la tienda a inspeccionar en la sección de condimentos lo que podía encontrar de su país o de la zona subsahariana porque sabía que en condimentos era rica, además tenía cosas de la comida árabe y marroquí, lo cual era un aliciente para mi, pues me encantan los sabores que dan a las comidas algunas de las especias que utilizan unos y otros.

Me entretuve un buen rato entre olores y colores en la zona de alimentación, pasé luego por la zona de artesanía en donde tenía algunas máscaras de madera, la mayor parte de burda imitación pero descubrí unas cuantas que por lo que pude ver y tocar habían sido utilizadas varias veces, algunas incluso muy usadas por lo gastadas que estaban y lo desgastado y descolorido de algunas partes por el roce de las manos para colocarla o sostenerla, pues el peso de algunas era considerable. Tenían burdas correas hechas con tiras de cuero o con cordones muy rudimentarios, los cuales confirmaban el mucho uso que alguna de ellas llevaba encima. Me fijé en una de un tamaño como unos 40 cm de altura y que puesta sobre la cara, dejaba los oficios de la boca, los ojos y de forma envolvente tapaba hasta las orejas, lo cual hacía casi imposible reconocer la persona que la llevara. Tenía un agujero circular en forma de boca y los de los ojos se podían cegar con una especie de cortinilla exterior. El amarre tenía que hacerlo otra persona, pues llevaba dos correas que se anudaban una en la nuca y otra en la parte trasera del occipital, con una correa que salía a la altura de la frente y servía no solo para fijarla sino también para ayudar a soportar el peso. Me extrañó sobre todo el hecho de que se pudiera privar a la persona de la vista. No había visto nunca ninguna como esa. Le tendría que preguntar a nuestro anfitrión cual era el uso a que se dedicaba tan extraña máscara.

Otra que me sorprendió por su hermosura estaba policromada en una serie de tonos rojizos y verdes, con una especie de melena hecha con hebras de hoja de alguna planta, tipo pita o similar, que, una vez colocada simulaba la cabeza de un león.

Había pasado un buen rato, me había entretenido mirando las curiosidades de la tienda y eran ya las dos de la madrugada, la música no me dejaba oír lo que pasaba en la habitación, por lo  que me acerqué para ver algo de lo que estaban haciendo, a unos metros de puerta, ya tuve una idea clara de lo que podía estar pasando, los gemidos de placer de Pili y los bufidos de Obid no dejaban duda que estaban en plena acción. Pensé unos segundos si asomarme o por el contrario dejarlos solos, un poco mas de intimidad tampoco les vendría mal, sobre todo a Pili, porque si quedaba satisfecha, podríamos repetir el viaje pasado un tiempo. Siempre que había quedado satisfecha con el comportamiento de sus amantes, siempre había repetido tres o cuatro veces más. Tampoco le gustaba que nadie se considerara su amante. Siempre había respetado esa idea, aunque en algún momento me hubiera gustado que alguno de los que habían pasado se convirtiera en fijo, o al menos asiduo, pero ante todo era ella la que marcaba el ritmo en cuanto a la variación.

A las dos  y media de la mañana apareció por la tienda Obil, para invitarme a tomar un té, estaban en un descanso y Pili había preguntado por mí, pues llevaba un rato sin verme. Le dije que por supuesto que los acompañaba a tomarme algo fresco, pero que en la tienda había cosas muy interesantes, que tendría que venir otro día para que me explicara algunas cosas, sobre todo en lo referente a las máscaras, a lo que se ofreció para cuando quisiera, y que por supuesto podía venir acompañado y mejor si era un viernes o sábado por la tarde, a última hora, así podía darme todas las explicaciones que quisiera y sin prisas, porque estando la tienda abierta siempre había la posibilidad de que entrara gente y nos interrumpiera en la explicación.

Cogí la  indirecta al momento, bueno, no era una indirecta, era un invitación clarísima a que volviera otra noche con Pili para volver a follarla. Le dije que para que hubiera otra  noche como la presente tenía que dar la aprobación mi esposa, sino, no habría nada que hacer. Me dijo que eso estaba hecho, Pili no iba a poner pegas, al contrario, lo desearía antes de lo que yo pensaba y además me lo pediría con insistencia si no la traía en un plazo de dos meses como mucho. Una sonrisa burlona adornaba su cara mientras me hacía esa afirmación. Debió de ver en mi expresión que  reflejaba dudas y me aseguró que así sería. Tenía una esposa demasiado puta, demasiado viciosa y además estaba disfrutando de lo lindo con su polla y su aguante, se corría como una verdadera zorra, llevaba por lo menos una docena de orgasmos y estaba seguro que le quedaban otros pocos antes de rendirse esta noche. Le pregunté si entre las cosas que le había insistido que comiera o bebiera había algún afrodisíaco, alguna sustancia dopante, algo que la hiciera estar tan despierta y con tantas ganas de follar. Me sonrió y me dijo que no eran drogas, ni era nada prohibido, pero que la combinación de las especias de los encurtidos, los frutos secos y la bebida de té con (palabras ininteligibles)  y el muy cabrito no las tradujo, le habían puesto el cuerpo a tono, con ganas de marcha, muy despierto y muy sensible, no solo el coño, sino todo el cuerpo, pero sobre todo las partes que habían sido muy acariciadas o tratadas de forma especial, me recordé del trato que les dio a las tetas y sobre todo a los pezones y la forma que me había dicho que era necesario para que estuvieran más sensibles.

Juas, las piezas encajaban, por eso, después del primer polvo, cuando Pili estaba para el arrastre, pasados un rato, todo aquello había hecho efecto y estaba como una moto.  No dudaba que seguiría follando un buen rato más. Había cosas interesantes en la tienda para ver, y también verlos a ellos echar un buen polvo, porque no?.

Acompañando a Obid entré de nuevo en la habitación. Pili estaba sobre la cama, desnuda, recostada sobre unos cojines, con un vaso de aquella especie de té en la mano y con una sonrisa que daban ganas de lanzarse a por sus labios para comerlos. Fue lo que hice además, me acerqué a ella, le di un beso metiendo toda mi lengua en su boca y se colgó de mi cuello: “huaaaaa, que maravilla, estoy como no recuerdo haber estado después de follar tres o cuatro horas, y sin que se entere Obil, creo que otro polvo me va echar, y me apeteceeeeeeeeeeeeee”. Era extraordinario, desde luego, lo que me había comentado en la tienda era cierto, estaba a cien, despierta, con ganas de juerga y sobre todo caliente, estaba como una perra en celo. Merecía la pena verla un rato, porque estoy seguro me había perdido un espectáculo, pero por otro lado, también había descubierto cosas interesantes en la tienda y sobre todo, asegurado una nueva visita con Pili para un nuevo repaso. Pero eso ya es otra historia.

FIN...

(9,14)