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Una madre tiene un accidente

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Como comenzar a contar una historia cuando sucedió de verdad. Mi  nombre es Jimena, tengo 39 años, estoy separada hace ya unos dos años y vivo con mi único hijo Sergio.

Con una breve descripción quiero ubicarlos en espacio y tiempo antes de entrar en el corazón de la historia que me obligó casi como un desahogo a compartirla. Soy de tez blanca, practico deportes desde muy joven y tengo un cuerpo, en cuanto a las formas, espectacular, casi el culpable de mi separación. Trabajo en una oficina a pocos minutos del lugar donde vivo con mi hijo, los días transcurren monótonos. Mi hijo Sergio, tiene 19 años, es alto y deportista como era el padre, completo sus estudios, así que decidimos tomarnos unas vacaciones donde el festejaría el fin de sus estudios y yo trataría de romper con la monotonía.

Yo y mi hijo teníamos una relación normal, de madre e hijo, nunca tocamos temas del tipo sexual en ninguna conversación, seguramente por una influencia familiar católica, sólo mi imaginación volaba, yo era consiente que era por calentura, desde mi separación no volví a tener sexo con nadie. Mi imaginación me llevaba a soñar con mi hijo teniendo sexo en las formas más diversas, pero nunca me imagine lo que pasó. A mi hijo no lo vi desnudo desde que era chico, sólo podía imaginar sus formas y eso era suficiente para masturbarme de las más diversas formas.

En cuanto a mi hijo, yo no notaba ninguna reacción especial respecto a mi cuerpo, yo suponía que estaría acostumbrado a cuerpos más jóvenes, así que me mostraba normal, hasta a veces con poca ropa en casa, no tratando de provocarlo, sino porque me excitaba mostrarme.

Mientras estaba en casa, espera a estar sola para masturbarme. Mi marido a modo de broma en los primeros años de matrimonio me regalo un consolador al que yo aparente no dar importancia delante de él, pero lo gastaba cuando él no estaba. Siempre lo guardé bien, casi lo escondía, especialmente a los ojos de mi hijo. Después del divorcio lo usaba a diario y muchas veces pensando en mi hijo. Era mi juguete favorito, entraba y  salía entre mi ano y mi vagina.

Fuimos de vacaciones a una casa que mi hermana que tenía a las afueras de la ciudad, no era muy grande pero había pileta, era para pasar unos días tranquilos. Teníamos una habitación donde dormía mi hijo y otra en donde dormía yo. No se me paso por la cabeza llevar mi juguete, creo que por vergüenza o pensando tontamente que no lo necesitaría.

Los primeros días transcurrían normales, yo usaba un biquini normal, pero mi cuerpo de todas formas se mostraba en todo su esplendor. Ver a Sergio en traje de baño, me excitaba, después de salir del agua el glande del pene parecía tallado, esa cabeza mojada me terminaba mojando.

Mi cabeza al igual que mi cuerpo volaba, las primeras dos noches el dedo aliviaba mi calor, pasaba una o dos horas metiendo y sacando el dedo de mis agujeros, no aguanta mi excitación pero después me dormía. 

El tercer día la cosa empeoro, por no decir gracias a Dios. Sergio nadaba en la pileta mientras yo estaba en una de las orillas tomando sol. En el momento en que se levantaba desde el agua parta salir de la pileta, por la rapidez con que lo hacia, se deslizo hacia abajo el traje de baño unos centímetros, los suficientes como para saltar el obstáculo que suponía la cabeza del pene y de repente y casi como saltando quedo expuesto ante mi mirada su pene, colgaba como un badajo a forma de un hermoso péndulo. La imagen fue de unos segundos hasta que Sergio volvió a subir su traje de baño, pero fueron los suficientes para fijar esa imagen en mi imaginación. Mi hijo me miro y yo con una sonrisa mostré indiferencia, disimulando mi calentura, mostrando que ver una pija para mi era algo normal. Sergio sonrojado, fue a su habitación a cambiarse para seguir con el día.

Mi cabeza  desde ese momento fue un volcán, no podía sacarme ese pene de mi recuerdo, podía describir cada milímetro, gracias al agua de la pileta el brillo lo transformaba en mármol, detallando cada vena. Cenamos y luego nos fuimos a dormir, sería el comienzo de una larga noche.

Ya en la cama comencé a jugar con el dedo, mi clítoris reventaba de tanto tocarlo, luego siguió mi culo, entraba y salía primero uno y luego dos dedos de mi ano, el calor no cedía sólo se incrementaba.

Pasó una hora, luego dos y la excitación no pasaba, necesitaba mi juguete. En la locura pensé en objetos de remplazo y se me ocurrió usar un pequeño desodorante que usaba todos los días cuya forma asemejaba un pene. Comencé con mi vagina, entraba y salía y mis jugos lo lubricaban facilitando el ritmo. Después mi desesperación lo llevo a mi ano, y hay comienza la historia.

La forma de la tapa del desodorante facilitaba la entrada, casi los quince centímetros desaparecían en el culo, estaba en la gloria. Entraba y salían luego de un rato de repetir los movimientos saco  el desodorante de mi culo y me doy cuenta que falta la tapa. En ese momento un frio corrió por mi cuerpo, que haría. Comencé a tratar de sacar la tapa introduciendo un dedo, pero no llegaba. Pasaron los minutos y después las horas, la desesperación y la vergüenza comenzaron a apoderarse de mi persona. Como saldría de la situación si la tapa no salía. Desnuda en la cama y ya cansada de pensar llegaban los primeros rayos del sol a la ventana. Solo pensaba en una solución y estaba en la otra habitación.

Ya como a las nueve de la mañana siento movimientos en la habitación de mi hijo, y luego lo escucho pasar por el pasillo. Pasan los minutos y mi vergüenza es creciente, pero estoy decidida.

Luego de un rato mi hijo golpeando a la puerta pregunta.

Sergio – ¿Maaa, te pasa algo?

Jimena- No hijo.

Sergio – ¿Pero porque no te levantas?

Jimena- Buee, me siento mal.

Sergio- ¿Pero que te pasa? ¿Puedo pasar?

Jimena- Hee, si

En ese momento Sergio abre la puerta y me encuentra toda tapada con una sabana, y la cara toda colorada de la vergüenza.

Jimena- Hijo me pasó algo, pero me da vergüenza decirlo.

Sergio- ¿queres que llame a un médico si es algo grave?

Jimena- no, no puedo me moriría, vos me podrías hacer un favor muy grande

Sergio- si ma, no hay problema, que te pasó.

Jimena- pero quiero que sea un secreto.

Sergio- no voy a decir nada, te lo prometo.

Yo comencé  llorar. Y mi hijo se acercó a la cama para consolarme.

Jimena- hijo yo soy tu madre pero también una mujer. Comencé a masturbarme y me pasó algo malo.

Sergio- eso es normal, que te  lastimaste. Le puedo avisar a la tía para que te ayude.

Jimena- No Sergio esto es grave.

Sergio- pero que puede ser grave.

Jimena- bueno, me introduje en el ano un desodorante y la tapa me quedo adentro, no la puedo sacar y quiero que me hagas el favor de sacarla. Perdoname Sergio yo no hubiera querido que pases por esto pero me da mucha vergüenza.

Mientras yo lloraba a Sergio la cara se le ponía roja, no se si de la excitación o de la vergüenza. Después con la vos entrecortada me dijo.

Sergio- no hay problema yo te voy a ayudar te tratare como si fuera un médico, no tengas vergüenza y no llores.

Jimena- Gracias hijo eres un amor.

En ese momento me pregunto.

Sergio- ¿como querés que te ayude?

Comencé a perder la vergüenza y a explicar mi idea.

Jimena- bueno, me voy a dar vuelta y vas a mirar en mi cola si puedes ver donde está la tapa, si quieres puedes tomar una linterna para poder ver mejor.

Sergio- voy a buscarla y vengo.

En ese momento salió de la habitación y pude ver un bulto en el pantalón, lo que indicaba la excitación que tenia, yo en ese momento comencé a excitarme y a entrar en calor.

Llego mi hijo con la linterna en la mano, yo me pongo de costado y levanto la sabana, le muestro mi cola, marcada por mi posición, casi como la maja desnuda. Se acercó ya con la linterna prendida apuntando la entrada de mi ano, colocó su cara a unos 30 centímetros, estaba segura que sentía mis olores, y eso me excitaba. Luego él me dijo con la voz entrecortada.

Sergio- ma, no puedo ver nada, el agujero esta muy cerrado.

Trate de separar los cachetes de la cola hasta que le dije.

Jimena- Sergio si querés y no te da asco podes meter los dedos y mirar adentro.

Sergio- como me va a dar asco ma, yo quiero ser tu doctor y te quiero cuidar.

Iluminando con la linterna en la boca en ese momento comenzó a meter un dedo y luego otro, transformado la redondez del ano en un pequeño avalo, por donde podía entrar la luz. Luego me dijo.

Sergio- veo algo de color celeste muy en el fondo. ¿Qué querés que haga?

Jimena- trata de meter un dedo para ver si llegas a tocarla.

Sergio- bueno, avísame si te duele.

En ese instante me pasaron mil cosas por la cabeza pero siempre tenían que ver con sexo. Estaba muy excitada pero no lo podía demostrar. Sergio comenzó a meter el dedo índice en el ano casi empujando pero no llegaba.

Sergio- No toco nada. Que hacemos querés que llame al médico.

En ese momento pensé y se me ocurrió una idea media arriesgada pero podría resultar.

Jimena- Hijo, si querés podemos probar una cosa, sé que te va a parecer arriesgado pero te podes negar si sientes asco.

Sergio- nunca me puede dar asco voy a hacer todo lo que quieras y va a quedar entre nosotros. Vamos dime.

Jimena- bueno. Quiero que metas la mano por la vagina y trates de tocar la tapa, la vas a sentir como un bulto medio duro. Primero te tienes que untar la mano con vaselina o alguna crema para que pueda entrar más fácil. En ese momento Sergio asintió en silencio y comenzó el trabajo. Empezó a meter la mano con dificultad  pero después de unos minutos ayudado por la crema y principalmente por mis jugos pudo meter la mano, sólo se le veía la muñeca, era un fisting como el de las películas porno, jamás me hubiera imaginado que me lo estuviera haciendo mi hijo. Luego de un rato me dijo.

Sergio-siento algo duro, pero no se mueve, ¿Qué hago?

Jimena- Bueno, hijo tendremos que hacer algo más, tienes que meter la otra mano en el ano y agarrar la tapa mientras la empujas con la otra, yo voy a empujar como cuando hago caca, trabajando en conjunto vamos a tener suerte y te lo voy a agradecer toda la vida. Te va a costar un poco más meter la mano en el ano, pero lubricando bien tiene que entrar, si me duele y empiezo a gritar, no tengas miedo seguí empujando hasta que entre.

Terminadas las explicaciones mi hijo comenzó con la mejor caricia que yo haya recibido en la vida.

Yo eran pasadas las doce del medio día, casi un maratón que comenzó el día anterior. Sergio se untó bien las dos manos con crema y que mejor dicho que manos a la obra.

Primero la mano izquierda entró con relativa facilidad en la vagina, comenzó a moverla hasta encontrar nuevamente la protuberancia que indicaba la posición de la tapa. Luego comenzó el trabajo más duro pero el que resulto más agradable,  entró el primer dedo en el ano de la mano derecha, luego el segundo, el tercero, haciendo fuerza el cuarto, yo ya comenzaba a gritar, pero mi hijo obediente continuaba, pero el ano se resistía al pulgar, el dedo gordo parecía gigante y dolía, en eso Sergio paró y me preguntó.

Sergio- ¿Qué hago, sé que duele mucho, querés que siga?

Yo casi ciega por la excitación contesté.

Jimena-Siii, aunque grite, aunque salga sangre, no me hagas caso ya falta poco.

En ese momento Sergio pareció que tomo coraje y comenzó a no tenerme lástima, a tratarme como un objeto de su deseo. Puso la punta del pulgar y sin escuchar mis gritos comenzó a hacer presión hasta que después de unos minutos la mano entró en su totalidad en el ano, en ese momento quedé en silencio, lo peor o mejor dicho lo mejor había pasado. Mi hijo con su cara transformada, casi inundado por la satisfacción del trabajo hecho y por la excitación que le provocaba haber ensartado a su madre con una mano por adelante y la otra por atrás, dijo.

Sergio- ¡Ya está! ¿ahora que hago?

Jimena- Gracias hijo, ahora trata de agarrar la tapa y la ayudas con la otra mano desde la vagina.

Comencé a sentir la mano como se movía dentro del culo era casi un parto de excitación, hasta que exclamo.

Sergio-¡Ya la tengo!

En ese momento comenzó a retirar la tapa muy despacio, estaba como pegada, yo ayudaba empujando como si estuviera cagando la vida. Yo empujé, él tiró hasta que llego el momento en que un ruido inundo la habitación, fue el ruido seco como el descorche de una botella, en el mismo momento sacó su mano izquierda de mi vagina, empapada y brillosa, como su pene cuando lo vi en la pileta. La mano que acababa de salir de su ano haciendo el escandaloso ruido traía como premio la tapa ya no de color celeste sino un marrón brillante, al igual que la mano de Sergio, pero igual él festejo nuestro premio.

Sergio-¡Ma mira, acá está ¡ Espera que ahora te limpio.

En eso Sergio se separa de mí y se retira con la tapa en la mano hacia el baño, yo no podía decir nada del agotamiento, el olor a mierda y sexo inundaba la habitación, podía ver que mi hijo había eyaculado varias veces mientras trabaja mi cola por que el pantalón corto que llevaba estaba todo mojado en su delantera. Luego de unos minutos entra nuevamente con una toalla y un recipiente con agua y comienza a limpiarme toda la cola, despejarla de la mierda que salió y chorreo por mis piernas, secó y limpio también mi vulva casi con la maestría de un profesional.

Sergio- Ma, el ano te quedo un poco más grande y lastimado, te sale un poco de sangre. Te pongo la tolla hasta que pare la sangre.

Jimena-Gracias hijo después si podes lo curamos.

Los días que siguieron Sergio me miraba la cola y le ponía una crema en el ano para que no se infectara, un ritual que se repitió durante el resto de las vacaciones dos o tres veces por día, la excusa nos excitaba en forma cómplice y silenciosa a los dos.

 

Espero que les haya gustado.

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