Nuevos relatos publicados: 7

Una noche loca de vacaciones

  • 11
  • 29.011
  • 9,30 (27 Val.)
  • 0

Era el quinto veraneo que pasábamos con otros amigos María y yo (me llamo Quini). Mi amigo de toda la vida David, acompañado de su novia Janet, con la que sale desde hace cuatro años; Sonia, amiga de María, que cada año viene acompañado de un chico diferente (este año era César); y Lola (prima de María) y Juanca, los mayores y la pareja de más duración.

Nuestras edades se mueven entre los 26 y los 32 años. Y ya digo, nos conocemos la mayoría desde pequeños y puedo asegurar que somos parejas normales, nada del tipo que por esta página de relatos frecuentan (que más quisiéramos algunos). Y salvo Sonia y César, todos somos bastante normalitos, que no quiere decir que seamos feos, pero tampoco modelos de belleza.

María mide 1,65, es rubia, con el pelo corto, tiene una carita encantadora y a mí me parece que su cuerpo no está nada mal: un bonito culo, respingón, piernas proporcionadas aunque cortitas y aunque se queje de sus michelines, pues un tipo bueno. Sus pechos son una delicia, me caben en la mano, son suaves, de pezones sonrosados y puntiagudos. Es una chica un poco tímida, aunque cuando se suelta es muy caliente (por desgracia no se suelta mucho).

Yo mido 1,78, soy castaño, con entradas por desgracia ya. Más bien delgado aunque con una prominente tripa. Soy digamos lo que se dice un tipo normal, así como mis medidas viriles, en la justa media del país. Soy bastante extrovertido y me relaciono bastante bien, creo poder decir que tengo una buena conversación y que no aburro a nadie.

David es más bajito que yo, algo más regordete, aunque tiene una simpatía especial, lo cual unido a un atractivo que proviene de sus ojos verdes, hace que tenga bastante éxito con las chicas. Es un cachondo y siempre está de bromas. Sus medidas son similares a las mías.

Aunque no le han durado mucho sus parejas, con Janet parece que ha encontrado algo así como la estabilidad. Es igual de divertida que él y van a su rollo. Janet es una chica de color. Tampoco es la típica mulata de estos relatos. Su cara es agradable, pero tampoco algo fuera de lo común. Es también bajita y está algo rellenita, lo cual no quita que le gusta vestir ceñido, con lo cual su tripa a veces se sale de sus pantalones ajustados (soy un poco malvado). Eso sí, sus pechos están bastante bien (al menos en sujetador; luego no sé si caen o no, no le he preguntado a David).

Sonia es digamos la chica cañón del grupo. Morena, esbelta, con un tipazo de infarto. Como diría David, en su culo se pueden partir nueces. Mide más de metro setenta y en la playa es el centro de atención desde luego con sus bikinis minimalistas. Su tripa parece una tabla de planchar y tiene un par de pechos que vaya... Es inevitable que cuando salga del agua tus ojos no se vayan a sus puntiagudos y bastante grandes pezones. Y encima es una tía enrollada, no la típica tía buena que pone barreras y se cree lo más de lo más mirándote por encima del hombro. Eso sí, sus gustos con chicos son bastante selectos.

Este año como digo el afortunado con el que salía era César, un mulato de metro ochenta y cinco y de figura trabajada en el gimnasio. Las miradas y las sonrisas de las chicas valen para comprobar que sus enormes brazos y su torso no menos grande eran de su agrado. Y por lo que hemos podido intuir bajo sus ropas ajustadas es que sus medidas más íntimas no se quedan cortas, más bien al contrario. Eso sí, ninguno le echábamos más del verano a César y Sonia. César era un tipo más bien callado y bastante alejado al resto.

Lola es morena, algo más alta que María, delgada, con un buen tipo, un trasero muy sexy, bonitas piernas que exhibe a menudo con faldas cortas, potenciadas además por un movimiento de caderas al andar bastante sensual, pero eso sí, con las tetas demasiado pequeñas para mi gusto. Y por último Juanca, de metro ochenta, con algo de barriga ya, de pelo negro. Y con un carácter muy parecido al de Lola: ambos son bastante serios y mesurados.

Llevábamos como unos diez días ya en la playa (una playa de Alicante) y todo iba muy bien, unas buenas vacaciones para desconectar del año, disfrutando del apartamento donde estábamos, bastante espacioso y limpio. Estaba haciendo muy buenos días de playa, con mucho sol y calor y por las noches el viento costero hacía que las noches no fueran demasiado agobiantes. Unas vacaciones normales, vaya.

Hasta que llegó el día en cuestión. Por la tarde habíamos salido por ahí y habíamos comido mucho y acabado muy tarde, por lo que por la noche habíamos comprado bebidas y nos habíamos quedado en la casa charlando, bebiendo y fumando. Y si bien la cosa se estaba achispando, otras veces nos había ocurrido también y no habíamos pasado a mayores.

No era demasiado tarde, pero las conversaciones se habían dividido en pequeños grupos, cada uno un poco separados. César estaba más cerrado de lo habitual y Sonia tenía ganas de juerga (sólo mi novia tenía puesto una ropa digamos que más atrevida, con el pareo y la parte de arriba del bikini, para hacer una idea de que íbamos con las bermudas, pantalones vaqueros y camisetas). Así que empezó a juguetear conmigo para darle celos a César.

Lo que al principio eran insinuaciones de broma y picantes fue subiendo de tono. Vamos, que me puso malo sobre todo cuando se subió encima de mí (yo estaba tumbado en el butacón) y empezó a simular que me cabalgaba. Todo en un tono distendido, ya digo, hasta mi novia seguía el tono de vacile desde la terraza (nos habíamos convertido en el foco de atención por los gritos de Sonia). Ella estaba con sus vaqueros puestos y su camiseta de tirantes y empezó a moverse sobre mi entrepierna.

"Mira cómo cabalgo, viva", decía Sonia. Pero con tanto frotar mi pene pues... Entró en reacción. Se me puso más dura que una estaca, con lo cual mi vergüenza se hizo evidente. Pensé que Sonia se quitaría rápidamente, pero qué va. Se calló la muy desgraciada y continuó con sus movimientos, pero ahora con más lentitud, apretando más. Al poco rato fue cuando mi vergüenza aumentó más: "María, le he puesto a tono a tu novio, se me ha puesto cachondo".

La respuesta de María me dejó helado: "¿Ya se le ha puesto dura?". Ella no solía emplear esos términos, de ahí mi sorpresa. "Pues ten cuidado no se te vaya a correr en los calzones", y se rió a carcajadas. Y Sonia se acercó hasta mi cara y me dijo, en un tono que los demás podían oír pese a que no eran las voces de antes: "¿No me harías eso, verdad? No me vayas a dejar con las ganas...". César no parecía demasiado incómodo con la situación. "Hazle una mamada de esas que tan bien sabes, Sonia", soltó de repente.

Ella le miró y miró a María mientras llevaba su mano a mi paquete. Movió la cabeza como pidiendo aprobación a mi novia para bajarme la bragueta. Habíamos bebido demasiado alcohol definitivamente, pues vi claramente cómo María asintió. Y Sonia me bajó la cremallera y me desabotonó los pantalones. Se incorporó un poco y me bajó los pantalones, metiendo su mano en mis calzones.

Mi polla estaba ardiendo y su mano, aunque caliente también, estaba mucho más fría, pero al entrar en contacto con mi rabo me produjo una sensación muy placentera. Me acarició un poco y me bajó el calzón. Todos estaban pendientes de Sonia, como reteniendo la respiración. Me sacó el pene y retiró su pelo a un lado, inclinándose para chupármela. Al ver que María ni se inmutaba, pues mi mano recuperó un poco el control de sí misma y empecé a manosear el culo prieto de Sonia. César tampoco decía nada.

La lengua y los labios de Sonia eran increíblemente expertas. Y además con su mano me masajeaba los testículos. Mi otra mano se había dirigido a su camiseta de tirantes, bajándole una tira y sobándole los pechos apretados por encima de la camiseta. Ella de repente paró y se quitó la camiseta, dejando a la vista su hermoso torso. Su sujetador también se lo quitó y sus pezones oscuros y elevados quedaron liberados. Me incorporé para besarlos como un poseso. No sé cuánto tiempo estuve chupando y apretando, pero los gemidos de placer de Sonia me indicaban que le estaba gustando. Cuando me separé de sus pechos, me quedé sorprendido de lo que pasaba a nuestro alrededor:

A mi novia María la estaba comiendo el coño César: su pareo estaba en el suelo, así como la braga del bañador. Estaba apoyada en la puerta de la terraza y jadeando como una perra en celo. La lengua de César era casi tan grande como el coño peludo de mi novia, que casi no se tenía en pie. Juanca estaba en el sofá pequeño siendo cabalgado por Janet, que estaba con las tetas al aire y la minifalda subida hasta la tripa. Y Lola estaba de rodillas haciéndole una mamada a David, sentado en una silla.

Sonia se puso de pie y se quitó los pantalones. Se había quedado con una preciosa tanga negra. Su dedo se metió dentro de ella y comenzó a masturbarse. La cogí y la di la vuelta, poniéndola en posición de perrito. Mi lengua empezó a explorarle todos sus agujeros. Su vagina rasurada estaba al rojo vivo y estaba empapada. Volví a mirar en la habitación tras un buen rato de darle placer a Sonia, cuyos gemidos no podían ser más bestiales:

Un rabo enorme estaba atravesando a mi novia, que era aplastada contra la pared por los arreones de César, que tenía los pantalones bajados hasta los tobillos. Sus ojos en blanco indicaban el placer que estaba experimentando mi novia. No entendía cómo entraba el rabo de aquel mulato en el estrecho coño de María, pero allí estaban los dos, él de pie arremetiendo contra ella, que tenía sus piernas cruzadas y agarradas en la fuerte espalda de César, que además le estaba comiendo las tetas.

Janet ahora estaba tumbada en el sofá y el pene gordo de Juanca le estaba follando las tetas. Vi cómo se corría en sus negras y voluminosas mamas de Janet, que además se estaba haciendo una buena paja. Mientras, Lola estaba cabalgando a David, aunque la mini de Lola no dejaba ver el rabo de David.

Ya no podía más: le metí la polla sin contemplaciones a Sonia, que jadeó de gusto y me gritó que me quería sentir dentro de ella. Sus pechos se balanceaban con mis empujones y mis manos iban de sus tetas a su culo, apretando todo lo que podía. Habíamos montado una orgía de escándalo y se había desatado el sexo de repente. Me corrí dentro de Sonia y fue el único momento de la noche en que me fijé que ninguno estaba tomando precauciones. Miré a María y César, que eran los únicos que no habían acabado. Aquel cabrón le estaba dando una sesión de rabo como nunca había tenido mi novia. Todos pudimos contemplar cómo se vació dentro de ella. Cuando se separó de ella, el semen espeso de César se deslizaba por sus muslos.

La noche no terminó allí, por supuesto. Juanca y David se abalanzaron a por Sonia y se la empezaron a comer a mordiscos. Lola fue la que se dirigió a por César, llevándole al sofá, al lado de su novia y comiéndole la polla de tal modo que no tardó en volver a su esplendor original. Mientras, Janet abría su peludo y enorme coño en su pequeño sofá acariciándose las tetas, bañadas en esperma. Me fui a por ella y le puse la polla en su boca. La negra y puta de Janet no tardó en comérmela. Al poco la penetré y tras varios arreones, fue ella la que tomó la iniciativa cabalgándome.

Sonia estaba siendo penetrada por delante y por detrás. David por el culo y Juanca por delante. Mi novia había vuelto a acercarse a César, que alternaba en los coños de Lola con el de mi novia, que estaba con el culo en pompa para recibir mejor las embestidas de aquel semental. Creo que le estaba ofreciendo su estrecho agujero.

La noche fue larga y el salón de aquel apartamento acabó apestando a sudor y semen y flujos vaginales. Todos follamos con todos, salvo con nuestras respectivas parejas, alguno prolongando más el placer que otros que no podíamos más. Al día siguiente, la resaca nos dejó sin palabras. Aunque no volvimos de hecho a hablar de ese tema. Pero cada vez que lo recordamos sin duda nos ponemos a cien y alguna paja cae.

(9,30)