Nuevos relatos publicados: 13

Emputecida por las circunstancias (1)

  • 11
  • 21.194
  • 9,33 (24 Val.)
  • 0

La historia que voy a narrar trata de cómo se pervirtieron mis ideas a raíz de un error. Era joven, entendía poco y había gente capaz de sacar provecho. Del mismo modo la sexualidad que llegué a experimentar resultó ser mucho más misteriosa y depravada de lo que pude imaginar. Descubrí que en algunos rincones del mundo existen conspiraciones y fuerzas inimaginables.  Pero primero voy a describir brevemente cómo era mi vida antes de los sucesos que la cambiaron para siempre.

Era independiente y vivía sola hace unos años, con esfuerzo había logrado tener mi propio departamento y un trabajo normal en una oficina en el centro. Mi nombre es Jazmín, tengo ojos verdes que contrastan con mi pelo oscuro tirando a castaño. Mis medidas son 96-61-91 y mis rasgos son finos. Suelo vestirme normal, muy de vez en cuando me pongo algo sexy, sobre todo porque soy de familia católica y bastante conservadora. Además mi cuerpo se presta con excesiva facilidad a la mirada de los hombres. Sensación que no se me hacía del todo agradable.

Cuando pasó lo que les voy a contar hacía poco tiempo que había dejado a mi novio porque me había resultado un tipo obsesionado con la pornografía que no me dejaba vivir en paz. Entiendo que la sexualidad sea absolutamente relevante para la construcción de una relación pero la obsesión vulgar me resultaba sospechosa. Como si la única razón por la que alguien quisiera estar conmigo es por mi cuerpo. Por otro lado, aunque me permitía ciertas prácticas no iba mucho más allá, el placer se me antojaba cotidiano, predecible y natural.

Estaba en la cocina cuando sonó el teléfono, un familiar había muerto. Nunca llegué a conocerlo. Su nombre me resultó extraño. No me quedaba familia cercana y a mis 27 años me había acostumbrado a las circunstancias, no me interesaba congeniar con nadie por imposiciones sanguíneas. Sin embargo al parecer me había dejado una herencia y debía ir a hablar con el abogado. Me vestí con una camisa blanca, saco y minifalda azul. La minifalda, por supuesto, no era ni reveladora, ni excitante.

Al llegar al estudio me recibieron formalmente, era un estudio de esos grandes de estilo aristocrático. Grandes bibliotecas de madera sumergían en un espeso silencio el sonido de las secretarias yendo y viniendo. Esperé unos minutos en la sala de espera hasta que finalmente fui atendida. El hombre que me atendió era un hombre de mediana edad, unos cuarenta años de traje fino y gesto serio. Me hizo pasar a su oficina y me dijo.

-Estamos todos muy sorprendidos con este tema. Pero él siempre decía que lo primero para él era la familia.

-Qué raro. La verdad es que no lo recuerdo.- Dije con cierta mordacidad en el tono. Quizás me molestara el gesto hipócrita de querer tapar con dinero una ausencia. Quizás en cierto sentido me sentía sola y estaba resentida. El hombre prosiguió como si yo no hubiera dicho nada.

-Mire, voy a ir directo al grano, su tío impuso una sola condición. Que…Usted debía conservar su virginidad. 

Me reí, no pude evitar hacerlo. El hombre estaba un tanto incómodo con la situación, era evidente. Decidí sacarme el asunto de encima lo más rápido que pude.

-Pasa que no soy virgen, no sé porque se lo comento a usted, un perfecto desconocido, pero así son las cosas. Supongo que esto fue todo, ¿no? Qué ridiculez. Por favor.

El abogado me miró a los ojos y después buscó unos papeles en un cajón y los puso sobre el escritorio.

-Señorita…Sabe… hay otros métodos para obtener la herencia… Le estoy hablando de la siguiente cifra.

Escribió en un papel y luego me lo pasó. Realmente era una cifra lo suficientemente grande como para vivir sin trabajar el resto de mis días y que varias generaciones más pudieran hacerlo.

-Y…¿en que consisten esos métodos? - Dije, intrigada.

El dinero había corrompido por vez primera mis ideas, en seguida me di cuenta, pero no me importó. Estaba dispuesta a hacer ciertos sacrificios por esa suma, al fin y al cabo, me iba a ahorrar muchas humillaciones y obligaciones en el futuro, de parte de compañeros de trabajo, jefes, etc. A esa edad ya sabía que esa cifra lo resolvía todo, por lo tanto no pensaba ceder ante mis objeciones morales, el objetivo había cambiado, el fin justifica los medios, o por lo menos eso creía yo.

-Los procedimientos legales que su tío estipuló para confirmar su virginidad resultan de la aprobación de una serie de profesionales. Hay una forma de… digamos convenir un arreglo, lo que voy a necesitar es un pequeño adelanto para poder manejarme.

-¿Quiere que le pague?

-Si, de este modo yo puedo iniciar los arreglos burocráticos.

-Mire a mí me interesa mucho heredar esa plata pero esto… me suena rarísimo. ¿Me entiende?

-Si, entiendo que todo esto le resulte tan extraño. Lo que podemos es iniciar a cuenta. O sea yo cubro momentáneamente estos montos… Te voy a decir la verdad. ¿Te puedo tutear? Al estudio también le interesa resolver esta situación. Lo que necesitamos es que firmes estos papeles para poner esto en marcha. No vas a tener que hacer nada.

Me dio unos papeles que yo apenas hojeé y los firmé, me parecía un chanta. Mientras no tuviera que poner un mango me sentí a salvo. Aunque la atmósfera se puso rara a partir de mi firma, como si algo más hubiera pasado. Descrucé mis piernas y sentí como la lycra se rozaba con mi piel. Traté de retomar los papeles que había firmado, alarmada por no haberlos leído, pero el abogado los había y no quería poner en evidencia mi desatención. Tomé mi cartera, le di la mano y me fuí. Al llegar a casa el mundo giraba, por suerte estaba de vacaciones y no tenía que ir a trabajar. Estaba agotada, lo suficiente como para arrojarme a la cama y dormir por horas. Al día siguiente recibí un llamado, era del estudio para concertar una cita.

Decidí ir a la cita con ropa un poco más informal, pantalones largos, saco también y no me maquillé tanto. Cuando llegué me hicieron pasar de inmediato.

Después de las formalidades el abogado tomó la palabra.

-Bueno señorita Jazmín, le comunico brevemente su situación… Ayer firmaste que conservabas tu virginidad por lo tanto sabes que hiciste fraude y que de llegar esto a la justicia… podés perder todo. -Hizo una pausa, yo no entendía nada. - Podés terminar presa.

Esas palabras llegaron como gotas de hielo, estaba avergonzada, intimidada y además furiosa. Un escalofrío recorrió mi piel y la saliva se me antojaba incomoda, no sabía como reaccionar, qué hacer… hasta que el abogado volvió a hablar, esta vez con una sonrisa pícara y lasciva, como la de un demonio.

-Ahora… ¿querés que te diga que tenés que hacer para recuperar tu vida y además una suma inconmensurable de dinero?
Me costó contestar pero al final lo hice.-Si.-

-Esto es un "plan de pagos”, te recomiendo que lo estudies y que te prepares porque te advierto que son todos profesionales los que se van a ocupar de tu formación.

Esto no alteraba nada. Esto no alteraba nada. Me repetí. Era una suma que iba a evitarme muchas humillaciones. Por qué quería chantajearme? A quién podía recurrir? Qué estaba pasando? Me quedé en silencio. Me pasó un sobre que no quise abrir.

-A propósito… yo era muy amigo de su tío, me interesa que se cumpla de algún manera su deseo, las prácticas serán, digamos no tradicionales.
Me aterroricé, presentí el fin de mi vida digna, el frío recorrió mi piel hasta llegar a mi ano que entonces se frunció. Me volví y temblando le pregunté, con la tez pálida y una expresión de miedo en el rostro.

-Qué te pasa… enfermo… Qué… te pasa… infeliz.- le dije y me quebré en sollozos.

-Jazmin… A medidas que crezcas vas a aprender como se maneja el mundo.-hizo una pausa- Además yo creo que esto te va a hacer bien- Esbozando una sonrisa me saludó con la palma de la mano abierta. La realidad me había colocado de otro plano, de un solo golpe, de un cachetazo.

Llegué a mi casa, en el camino había sentido miradas hurgando mi cuerpo, en ese momento las sentía más que nunca, no podía dejar de sentirme invadida en todo lugar. Al cerrar la puerta fui directo a la cama, lloré un poco y luego abrí el sobre, leí el contenido, había fechas, horarios y cifras, empezando por el día siguiente. La dirección era siempre la misma.

Al día siguiente me desperté y me bañé, al sentir el agua recorriendo mi piel cierta calma me abrigó, mi cuerpo estaba conmigo y su textura también, traté de albergar en mi alguna esperanza. Fallé, mi angustia volvió. Al salir del baño tomé la bata, me sequé y me fui a vestir,  me puse un saco rojo entallado, abajo una remera un poco ajustada, no demasiado y un pantalón de jean. Me maquillé los ojos con un exceso de sombras. No quería que una lágrima se me escapara, veía en mi mirada la oscuridad delinearse desafiante. Iba a superar esto. Tenía que superarlo.  

Llegado el horario, toqué el timbre. Tenía que ser puntual por lo que decían algunas indicaciones. De un modo vago se daba a entender que llegado determinado momento, cierta gente debía estar satisfecha con “la sesión”. Un tipo grueso me abrió la puerta y me condujo por un largo pasillo hasta una sala de aspecto impecable, un cubo blanco, sin adorno alguno y con algunos muebles a los costados. Las paredes de color blanco le daban un aspecto higiénico. En un rincón había guantes de látex descartables, otra idea profiláctica. 

-Ahora va a venir Damián, él te va a decir las reglas, pero antes lo tenés que seducir.

-¿Qué? ¿Cómo?

El tipo me miró me sonrió y se fue, cerrando la puerta tras de sí. Había un pequeño banquito en el centro de la sala. Me senté y me quedé mirando la nada. En una de las paredes había un espejo que cubría del piso al techo. Me quedé mirándome, tenía las piernas cruzadas. Me levanté y flexioné mis piernas. Estaba atractiva pero no del todo sexy. Le di la espalda al espejo, saqué cola.  Lamenté no haber traído tacos. Había algo desolador y humillante en todo aquello. Debía pasar el mal trago. Pensaba con ganas en eso.

El tal Damian entró a los pocos minutos. Por suerte no me sorprendió ensayando frente al espejo. Era de mi edad y era atractivo. Había algo en su mirada. Era el dibujo de sus cejas. Una seguridad profunda acompañaba sus gestos. Se introdujo formalmente y me dio la mano, me pareció curioso.

-Te voy a pedir que te pares. - Me dijo cordialmente y me paré. Él se sentó en el banquito. -… No sé si te explicaron.

-Si, si. - Lo interrumpí. Me acomodé el pelo. Lo tenía lacio y caía a los costados de mi rostro como dos cascadas leves de castaña serenidad. Mascaba un chicle para atenuar mi ansiedad. -No hay música?

-No. Es un desafío.

-Entiendo. - Dije y le di la espalda. Quedé de frente al espejo. Busqué un par de gestos lascivos mientras movía mi cadera de un lado a otro tratando de ganar tiempo, como si estuviera sonando el tema de nueve semanas y media. Me di vuelta y me incliné hacia él. Mi cabellera me cubrió el rostro y con un movimiento desenfadado revelé mis ojos y mis labios. Sumergí mi labio inferior en una mueca contenida, destacando mis dientes blancos por encima de un labial rojo oscuro.  Trataba de mover mi columna vertebral como si fuera una serpiente endemoniada. Puse mis manos sobre mis rodillas y saqué cola, acercándola al espejo. Me erguí y caminé hacía él. No sabía bien qué hacer. Le pasé mi pelo por el rostro. De uno a otro lado. Lo acaricié. Le di la espalda nuevamente pero esta vez saqué la cola en su dirección y procuré acercarme al suelo con mis manos. Me pareció lo más porno que podía hacer. Me levanté satisfecha.

-Y?… Qué te pareció? Te gusta cómo me muevo? - Dije con la voz más sensual que pude.

Se paró y se acercó lentamente, observando mi rostro con atención. Observando cada detalle. Me besó, me sentí atraída por él y me quitó el saco, luego la remera.

Silenciosa y velozmente quedé en corpiño. Me traté de tapar.

-No estas preparada…es una lastima-dijo mientras se retiraba a uno de los muebles y sacaba unas esposas de metal. 

-¿Qué me va a pasar?- Dije, teniendo la esperanza de que no se tratara de nada que me generara repulsión, de que se tratara de algo inclusive agradable, aún tenía esa inocente esperanza.

-Nada. Mientras no me puedas seducir… Nada. Tampoco te vas a poder ir. -  Hizo referencia a las esposas.

-Me estás gastando.

-…y si pasa demasiado tiempo, se te realizará la denuncia correspondiente.

-Qué? No, por favor. No.

Me quedé tapándome las tetas. Él se recostó en el mueble y se quedó mirándome con una expresión sencilla. Decidí descubrirme. Mis pechos debían verse turgentes, tiernamente reposando en mi discreto corpiño. Caminé hacia él y lo besé. Sentí sus labios, su lengua. Tomó mi mano y la llevó a su miembro. Estaba flácido. Comencé a masajearlo lentamente. Era un tipo atractivo pero era un extraño y la situación era humillante. Miró hacia abajo y guió mi cabeza hacia su entrepierna. Me arrodillé. Él se bajó los pantalones e introdujo su pija en mi boca. Le pasé la lengua por toda la cabeza. De repente se retiró hacia el mueble y de un cajón sacó un vaso de precipitados con una sustancia blanca y viscosa.

-Esto es algo muy valioso y muy… difícil de conseguir. Te voy a pedir que no lo tragues. Que hagas exactamente lo que te voy pedir que hagas. ¿si?

Asentí sin entender de qué se trataba el juego. El líquido viscoso se dirigió a mi boca. El sabor era… Esperaba que no fuera… Era demasiado… mi boca estaba colmada. No pude evitar tener arcadas. Me pidió que volviera a soltar el líquido en el vaso. Pareció haber aumentado la cantidad, mi saliva había incrementado el volum. Arrimó su pene a mi boca. El sabor se me hacía distinto, suave. Su contundencia era pasiva, como un susurro sibilante entre mis labios. Yo manejaba su miembro, lo hacía recorrer las paredes interiores de mi boca  mientras en la barbilla sentía como se escurrían algunos restos de baba.

-Bien…Hoy la lección…sesión…van a venir unos 20 tipos, vas a estar atada… Una vez que acaben todos habrás cumplido con tu sesión ¿Si?
Asentí con la pija en mi boca, mirándolo a los ojos. Lo que escuchaba era terrible. No podía creerlo, no podía entender lo que estaba haciendo, lo que me estaba pasando.

...(continuará)

(9,33)