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Caminando En Las Nubes Capítulo 3: Un deseo llamado libertad

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Julieta Quintero contempló su pintura al óleo recién terminada. Estaba muy confundida. Octavio llevaba días que se portaba más tierno y cálido con ella. Lo peor es que ya no quería solo su amor. Tanto  tiempo observando el papel de las mujeres en su familia y en la sociedad, la hacían pensar que necesitaba algo diferente: 

 

“Libertad”. 

 

Un privilegio que ella no tenía ¿Por qué las mujeres tenían que someterse a los caprichos de un hombre? 

—Yo no quiero ser solo bonita —dijo como si le hablara a su cuadro—. Quisiera ser algo más. 

 

Muchas veces se sintió un objeto de su padre. Estaba por casarse con un hombre que no amaba. ¿Qué beneficio obtenía? Ninguno, solo sus padres eran los beneficiados:

—¿Qué pasaría si digo “no”. 

—Julieta, deja ya esa pintura —dijo su madre entrando a su habitación—. Octavio llegara en una hora.

—Hace mucho que no me da alegría verlo.

—¡No me molestaras con tu actitud! De tu matrimonio dependen muchas cosas. —exclamó mientras salía de nuevo a la habitación. 

—Ay madre. Se nota que no me escuchaste —susurró por lo bajo.

 

Una mujer convertida en objeto, un matrimonio y mucho dinero. A eso se veía reducida “Julieta” ¿Qué no podía ser algo más?

 

Sus pensamientos siguieron a la par que se acercó al espejo. Perdió la  cuenta de los minutos en los que estuvo meditando. Observó su hermosa y muy cuidada melena castaña, que le llegaba hasta la cintura, sus ojos grandes color miel. Acarició sus brazos blancos, vio su cuerpo delgado pero hermoso. No pudo evitar sentirse triste.

 

Comenzó a vestirse.

 

No era un secreto para ella que Octavio solo la consideraba su mejor amiga, mientras que él intentaba acercarse a una chica mucho más sexi. Aunque las malas leguas decían que no era una dama, ni siquiera una señorita. 

 

Julieta deseó no estar atada a ese matrimonio, aunque ¿qué podría ser de su vida sin un marido de alta alcurnia? Esa platica ya la había tenido varias veces con su madre. Como siempre decía que no  había otra opción, además que Octavio era un muchacho excelente.

“Las mujeres no solo estamos destinadas para el matrimonio, Algo más debe haber en nuestras vidas”

 

—¡Julieta, Octavio ya llegó! —gritó su nana.

—Estaré en quince  minutos.

—Apresúrate hija.

 

A la hora que dijo la muchacha salió de su habitación bellamente ataviada. Su nodriza no había parado de gritarle, pero ella no se inmutó

—Es hora de ir a ver a mi mejor amigo —dijo en voz baja pero molesta a su nodriza, la cual la miraba llena de ansiedad. Si la actitud de la joven llegaba a oídos de su padre le esperaría una severa reprimenda

 

Reyna pasaba por ahí. Miró cuando su hermana caminaba por el pasillo, no se mostraba alegre como otras veces 

—¿Qué te pasa?

—¿Alguna vez has querido decir “no”? —Fue la única respuesta de la chica mientras bajaba las escaleras para recibir a su prometido. El hermoso y alegre vestido bordado, no reflejaba el estado de ánimo de la muchacha.  

 

Esa noche no pudo dormir. Ni siquiera quiso hablar con su madre ¿De que serviría? Si precisamente quería ser lo contrario que ella: “Deja  de someterte a mi padre” Quiso decirle más de una vez, pero sería en vano. 

 

Las cadenas que arrastraba Constanza, eran más grandes de lo que podía imaginar su hija. 

 

 A la mañana siguiente fue a la plaza con su hermana y su madre. Observó a lo lejos a un muchacho impecablemente arreglado. Lucía un hermoso bigote y vestía un elegante traje gris. Él le sonrió, ella le correspondió el gesto. A lo lejos estaba su prometido, vio todo y no le pareció nada agradable. 

 

***-**.**—***

 

Era domingo por la mañana, Octavio Rivera se despertó muy temprano a pesar de no pudo dormir muy bien, estaba de muy buen humor. Se vistió de manera elegante.

—Creo que será una muy buena oportunidad de ver a Julieta. Le daré una sorpresa yendo a misa con ella.

 

Él era ateo, algo criticado en la sociedad. No le daba miedo decir que no creía en Dios, aunque tampoco lo gritaba a los cuatro vientos. Qué curioso, después de varios años estaba por entrar de nuevo a un templo.

 

Observó el edificio con cuidado, no le hacía gracia estar en ese lugar, pero siguió su marcha. Se acomodó en una banca cercana, donde pudiera ver a su prometida, de vez en cuando le sonreía disimuladamente. 

 

En ese momento, se paró a escasos metros de  él la despampanante María, la cual le sonrió con coquetería, al principio no le prestó atención, pero los insistentes aunque discretos coqueteos de la muchacha lograron distraerlo. A la hora de dar la limosna se acercó a él.

—Ten cuidado con lo que haces, estamos en la iglesia. 

—Te espero en mi casa, en una hora. Estaré sola, haremos lo que tú quieras —susurró a su oído y se retiró. 

 

El joven abogado la miró con desagrado, creyó que lo más oportuno era sentarse en la banca de Julieta. Quien aparentemente no se dio cuenta de los coqueteos de María, pero también, actuó como si Octavio no estuviera. A la hora de dar la paz, lo ignoró lo mejor que pudo. Esa actitud lastimó el orgullo del joven, recordó a María y cambió de planes.

 

¡No estaba acostumbrado a que nadie lo despreciara!

 

 

***-**.**—***

 

—¡Es ella, es ella, la he encontrado, debes venir pronto! —Un amigo le gritaba. El combate de los guerrilleros contra los revolucionarios acababa de terminar

 

A pesar de que el joven doctor estaba cansado de tanto trabajar fue corriendo.

—¿Dónde está?

—En la salida del pueblo ¡Vamos!

La mujer de la que  estaba tan enamorado cayó herida en medio del camino de tierra. Parece que huía de algo ¿Seria de los guerrilleros, o su familia la encontró? Tenía una bala enterrada, y la herida era profunda. 

El doctor como pudo la cargó y se la llevó a un lugar más seguro. Estaba perdiendo mucha sangre.

—¡Rápido a un hospital!

—Ten cuidado, no pueden verte con ella. Recuerda lo que pasó la última vez.

 

El doctor lo miro preocupado. 

—Ahora lo importante es ella y extraerle la bala.

No le importó pagar tres veces más por el transporte en el carruaje. La sangre salía, él tuvo que quitarse su chaqueta, más tarde su camisa para taponear la herida.

 

Pasó gran parte de la noche, en un hospital casi abandonado y desprovisto de lo más elemental en curación, intentando extraer la bala y curar todas sus heridas. El trabajo fue arduo, pero a pesar de todo lo consiguió.

 

Terminó muy agotado. Estaba ya casi amaneciendo cuando la recostó en una camilla. El también lo hizo en una que estaba próxima a ella. Quedó profundamente dormido.   

 

Unos  ruidos lo despertaron, eran unas personas que entraban y salían rápidamente de la habitación. 

—¿Dónde está ella? —preguntó alarmado.

—Sera mejor que se resigne a perderla —dijo un sacerdote que estaba junto a él

—¡No me puede decir eso, nos amamos!

—No sea egoísta. La vida de ella corre peligro a su lado. 

—¡No! —Corrió por todo el hospital, tratando de encontrarla, Sin ningún resultado.

—¿qué ha pasado con ella, que ha pasado con el niño?

—Un amigo se hará cargo de su hijo.

—¡Es mi hijo!

—No, tú sabes que no lo es. Lo mejor es que no esté contigo Por su propio bien.

 

El débil y cansado médico no pudo hacer nada para seguir luchando.

 

 

—Ahora me doy cuenta de que todo lo que me dijo era mentira, quien creí mi amigo me traicionó —Exclamó el doctor Miguel Ángel Rivera volviendo de sus recuerdos. Sostenía un retrato la cual miraba con devoción.  Lo besó de nuevo y luego lo guardó. Se enjugó una lágrima y siguió con sus actividades. 

 

 

***-**.**—***

 

—Pasa querido —Lo saludó seductoramente. Él se quedó estático, no esperaba verla con tan poca ropa. Evidentemente ella era muy atrevida, todo lo contrario a su prometida. Pero su sensualidad le atraía, como a un perro un pedazo de carne fresca.

 

No se animó a moverse. El calor era inmenso, hizo un intento por abrazarla pero se detuvo. ¿Acaso estar con ella era lo que realmente quería?

 

La miró varios segundos, ya no le parecía tan bonita, ella se acercó y lo tocó de manera sensual. El abogado no se cansaba de mirarla. Pero ¿Tocarla? No  tenía la belleza delicada y suave de Julieta. Pensó en ella, se dirigió hasta la puerta.

—Tengo que irme. —dijo luchando contra sus propios instintos

—Quédate 

—¡No! Yo, soy un caballero, no dudo que seas apetecible. Pero, tengo a mi prometida. 

 

No dio tiempo a más Se salió y cerró la puerta de un gran  golpe.

 

Se sentía muy confundido, y con la lujuria a tope. Pero no podía olvidar el consejo de su padre “Si esperas algo de alguien, da tú lo mismo” Tenía que respetar a “Julieta”, pero, ¿Qué no se suponía que no la amaba? Entonces, ¿por qué no dejaba de pensar en ella? 

 

¿Por qué se detuvo?

 

Muchas preguntas y ninguna respuesta, contrariado, se sentó en una plaza pública. Estaba cabizbajo y meditabundo. No le importó que la gente lo mirara

 

***-**.**—***

 

El doctor Miguel Ángel estudiaba con ahínco un libro de medicina en su  despacho. No era muy grande, ni mucho menos ostentoso. Estaba lleno de libros y la pintura de una mujer misteriosa. Muy pocos lo sabían, pero ella fue su gran amor. Ser uno de los mejores doctores, no era cualquier cosa. Pero él lo logró gracias a su constante dedicación.

 

—Doctor, doctor —Levantó la vista, ante la insistente llamada. Era Josefina, su ama de llaves—. El joven Danael quiere verlo.

 

Se asombró. Su protegido casi nunca lo buscaba, ni siquiera quiso vivir con ellos cuando se lo propuso

—Pásalo de inmediato. Cerró el libro y espero a que entrara. “Como se parece a su madre” Pensó en cuanto lo vio.

—Siéntate —Lo invitó.

Después de platicar un poco de trivialidades el profesor preguntó por la salud de Reyna Quintero.

—Está bien, yo no me he dado cuenta de que enfermara.

—No, yo habló de su pie.

—Esta normal dentro de lo que cabe, pero eso ya lo sabes. 

—Sí, pero creo que yo tengo una solución, para que pueda caminar mejor. —Su interlocutor lo miró con suma curiosidad.

—Danael, ya hemos hablado de eso antes. 

—Sí, lo sé. Pero con motivación, y si se esfuerza lo lograra. Yo la he retado a que camine, y ha conseguido hacerlo con su bastón 10 metros, y cinco cargando un libro. Además, el otro día me comentó que estuvo parada unos segundos sin ningún tipo de apoyo —dijo de una manera intensa. 

 

Él estaba seguro que el doctor lo apoyaría, pero al ver su gesto de seriedad, ya no estaba tan seguro

 

El medico se tocó la barbilla meditativamente:

—¿Te das cuenta de lo que hiciste? Si ella se hubiera golpeado, la culpa sería tuya. Lo más  probable es que Rafael te prohibiera verla.

—Pero, uno debe de esforzarse por la persona que ama. 

El doctor frunció el ceño. Se frotó las manos al imaginar a donde iba el muchacho. 

—¿Qué es lo que quieres?

—Lo que… vengo… a pedirle —trastabilló un poco—. Es que recomiende que Reyna vaya al campo. Con el aire puro y la belleza de la naturaleza será mucho más fácil que mejore.

La idea del joven no era del todo mala, el medico meditó por unos segundos y finalmente habló:

—Lo que me pides no es cualquier cosa. Rafael no aceptara tan fácil. Es muy testarudo y de ideas complicadas.

—Sí, pero a usted lo toma mucho en cuenta, recuerde que sus hijos tienen un compromiso, y usted tiene dinero además de muy buena reputación… —Se mordió los labios—. Perdón no quise decir eso.

 

Miguel rio de buena gana. 

—¡Que Rafael se mueve por intereses económicos conmigo! Yo lo tengo más que comprobado. Acepte casar a mi hijo con Julieta, porque es una muy buena muchacha. Tiene los valores y la gentileza de su madre.

 

Miguel recordó los verdaderos motivos que lo obligaron a acercarse a esa familia. Incluso usó a su pequeño hijo como cebo, bueno, tal vez era tarde para arrepentirse. Pero todo lo que hizo fue por estar cerca de la mujer que amaba. En aquella época hubiera llegado a más. Pero… bueno, las cosas no se dieron como él quería. 

 

Siempre le hizo falta alguien que lo apoyara. Además, el miedo en ella era demasiado: La desigualdad social entre ambos era mucha. Después vino lo de su divorcio y las cosas empeoraron. 

 

Ese era un capitulo muy amargo que no quiso seguir recordando.  

“Sera posible que a mí me falto esforzarme”. Trato de controlar sus emociones “No, no lo creo, yo hice todo lo humanamente posible por estar con ella”

 

Sacudió la cabeza para volver al presente. Veía en Danael una historia muy parecida a la suya. Comprendió que el muchacho estaba enamorado.

—Déjame meditar muy bien las cosas. Lo que me pides no es sencillo.

—Y de ser posible que Don Rafael no vaya al viaje.

—¡Eso no se dice muchacho! —Lo regañó cariñosamente 

 

Después de un rato de plática, lo invitó a cenar.

—Octavio no tardará en llegar.

Pero los minutos se hicieron horas. Miguel Ángel se inquietó un poco, él no era de las personas que solían estar mucho tiempo fuera.  Hacía apenas un año que Plutarco Elías Calles llegó al poder. Era cierto que la situación estaba más tranquila. Pero, su hijo no llegaba. 

 

***-**.**—***

 

Octavio se atrevió a besar a Julieta. Sorprendida no reaccionó, el contacto fue agradable y muy tierno, sus labios eran suaves y estaban ligeramente húmedos. La abrazó dejándose llevar por su perfume.

 

“¿Qué está pasando?”.  Se  preguntó Julieta. El joven la miraba con ternura. No estaba acostumbrada a ese trato sacó con cuidado sus manos de las suyas.

 

—No entiendo porque haces esto, recuerda lo que me propusiste. —Hizo esfuerzos por no mostrar su dolor—. Tú dijiste que buscáramos a quien amar

—Olvida lo que dije —dijo Octavio tomando de nuevo su mano—. Fue un tonto error — Intentó besarla de nuevo.

—No, por favor. No soy un juguete al que primero tratas de una manera y después de otra 

—Discúlpame, ya te dije que estaba equivocado

—El problema es que tú me has hablado muchas veces de tu amistad con María. Y eso aunque no lo creas, lastima. ¡Antes tú me gustabas mucho! Pero ya no—. Le dio la espalda intentando dominar esa lluvia de emociones que peleaba en su interior.

 

Octavio se dio cuenta que las cosas no estaban bien. Se acercó a ella y tomándola por los brazos le dijo:

—Ella no me importa, estaba confundido. Quisiera comportarme como tu novio que soy.

—¡No! Estamos comprometidos por decisión de nuestros padres. Recuerda que no tenemos sentimientos uno hacía el otro. 

Octavio vio que la plática se tornaba intensa. Él, que confiaba sobre todas las cosas en la diplomacia, propuso hablar del tema después

 

Julieta no respondió. Estaba muy confundida, tenía ganas de llorar, no entendió lo que pasó hace unos minutos con Octavio. Hace meses hubiera deseado con todas sus fuerzas sentirlo cerca, pero, le dolió sentirse rechazada por él. 

 

No era el más guapo de todos, pero tenía algo sumamente atractivo. Desde que pequeña soñaba con ser su esposa. Pero de él solo obtuvo un rechazo educado.  Además, de un tiempo acá, llevaba pensando en el sabor de la libertad. Por eso decidió que lo mejor era guardarse sus sentimientos. Sin embargo él la beso hace unos minutos, removiendo sus sentimientos.

 

Ahora no sabía que pensar. 

 

Octavio también estaba mal. No sabía a ciencia cierta donde estaba su error. Se despidió educadamente y salió en silencio de aquella casa. Camino sin rumbo fijo. Ya se había cansado de caminar, y más aun de pensar. Y aun no encontraba ninguna explicación a lo que pasó

“Creí que todo sería fácil.”

 

 

***-**.**—***

 

Constanza caminaba nerviosa en esa casa que no era suya. No acostumbraba a andar desnuda, pero su amante se lo había pedido. Silvano se acercó detrás de ella y le besó el cuello mientras tocaba sus senos haciéndola gemir. Él incrementó sus caricias. La giró hacía él para darle un gran beso, como no le había dado a nadie. El contacto de sus partes íntimas hizo que la pasión fuera más fuerte.

 

Nunca se había sentido tan querida, y mucho menos tan deseada. Ese hombre diez años menor que ella. La trataba como una reina. Cosa que nunca hizo su esposo. Incluso su amante besó con fervor esa cicatriz, que… bueno, fue causada por Rafael.

 

Ser infiel es un pecado, lo sabía muy bien. Pero su esposo también había tenido numerosas amantes. Ella, solo él. La peor etapa de su vida fue cuando él  creyó que era la amante de Miguel Ángel. Ha estado con él más de una vez, aunque solo con un imaginación. Pero… ¿Y físicamente?

 

Los movimientos de Silvano se hicieron más fuertes. Constanza no aguantó tanto placer, sus gritos se hicieron más fuertes, lo abrazó con fuerza y por fin llegó al orgasmo...

—¡Dios, de lo que uno es capaz, por estos momentos de placer!

Su fornido y bronceado amante sonrió:

—Prepárate para lo que sigue!

La hizo girar, dándole una sensual nalgada. ¡El juego no había terminado! 

 

 

***-**.**—***

 

Miguel Ángel tocó a la puerta de sus viejos amigos. La sirvienta lo hizo pasar, pero en la sala solo estaba Constanza.

—Buenas noches. —saludo como todo buen caballero a su amiga. Ella no pudo evitar sonrojarse, le agradaba bastante la presencia del médico. Con un poco de café y unas galletas la conversación se tornó agradable. 

—Me gustaría invitarlos un fin de semana a mi hacienda —dijo cuándo consideró un tiempo prudente. Tal vez un poco de contacto con la naturaleza les vendría bien a todos.

—No creo que podamos ir —La mujer bajó la cabeza triste. Recordar aquel periodo tan duro, que vivió hace años, no era bueno. De seguro el viaje le haría recordar todo. 

—Olvídalo. No ganas nada con esa actitud

 

Sus palabras, solo la hicieron sollozar. Se Acercó para consolarla y vio algunos moretones en sus brazos 

—¡Constanza! No me digas que él aun te…

—Calma Miguel, es solo un accidente… —guardó silencio avergonzada.

—No me quieras engañar, no debiste permitir ningún golpe, no hay escusas.

—¡Como si fuera fácil para una mujer! Tú sabes que no tenemos derechos, que estamos sujetas a lo que diga el marido. 

—¡Constanza! Con esos pensamientos nunca llegaras a ningún lado

 

Ella suspiró. Miguel era muy importante en su vida, ese gesto, la hizo pensar en otras cosas

—¡Oh! La mujer que fuera tu esposa sería muy feliz. 

—Sí, pero ella no quiso serlo. Yo le ofrecí todo y me rechazó.

—¿Te refieres a la mujer con la que te querías casar después de Eloísa ¿Verdad? Nunca me dijiste quien era

—Y será mejor no decirlo. 

—Sí, tienes razón. De seguro era una mujer de  nuestra altura.

—No, era mucho mejor que todas. Y no tenía ni siquiera un peso.

—¿Cómo? No tenía dinero ¿Acaso era una campesina? ¡Miguel, no te pudiste rebajar a  eso!

 

El médico frunció el ceño molesto, pero no dijo nada más. Vio el moretón de su amiga y le dio algunos consejos para curarse. En ese momento entró Rafael Quintero, al ver al médico no tardó en unirse a la plática. Una hora más tarde estaban los planes hechos para la visita a la hacienda del doctor Rivera. 

 

***-**.**—***

 

Reyna platicaba con su hermana y Danael en el jardín de su casa.

 Sus clases terminaron, consiguieron permiso de su madre para platicar un rato en el jardín, mientras que ella atendía al doctor.

—Me da mucha alegría que te hayas parado sola— dijo Julieta muy emocionada. 

—Quisiera caminar más— dijo la muchachita riendo.

—Tranquila —dijo pausadamente el profesor—. Todo debe hacerse con calma. Mejor será que vaya por uno de tus libros para leer un rato.

 

 

—Mira —dijo la más pequeña de las hijas, cuando se quedaron solas—, la puerta de la bodega de mantenimiento está abierta. 

—¿Y qué tiene de interesante? —preguntó la otra con voz aburrida. 

—Tal vez nada, pero sería divertido, ver algo que mi papá nos ha prohibido ver siempre.

Los ojos de la mayor, brillaron con suspicacia. Con un poco de esfuerzo llegaron a ese interesante lugar. No era nada del otro mundo, pero representaba un halo de libertad para explorar un mundo nunca antes visto. Primero se asomó Julieta, para comprobar que no estaba nadie. Luego ayudó a su hermana a entrar.

 

Como era natural, estaba desprovisto de los lujos a los que ellas estaban acostumbradas. Al cuarto le daba poca luz, dando un ambiente tenebroso, pero a la par de atractivo.

—¡Que feo! —dijo Reyna

—Recuerda que hace muchos años que no se usa, era de cuando mi padre tenía muchos empleados

—Sí, cuando la hacienda del rancho era prospera. ¿Por qué abandonamos la hacienda?

—Creo que fue por la revolución, nuestro pueblo fue tacado por revolucionaros y tuvimos que huir.

—Estoy segura que el doctor Miguel nos ayudó —aseguró Reyna, quien lo veía como un héroe.

—No, no lo creo. En esa época mis papás se pelearon con Miguel. No me acuerdo muy bien, pero creo que el doctor tenía muchos problemas. Tiempo después fue cuando se divorció de Eloísa. 

—¡Ah sí! Creo que tuvo una amante. Que mala mujer, de seguro que se aprovechó de él. Pues él es el hombre más bueno del mundo. 

—No juzgues sin conocer a la gente —Le reprochó Julieta quien estaba más interesada en explorar el lugar, que en recordar el pasado de su futuro suegro.

 

Mientras más se adentraban, la oscuridad y el mal olor empeoraban. Pero aún se alcanzaban a apreciar varios artículos horrendos: Como un un chicote, un látigo, y demás cosas que no pudieron precisar ¿Para que utilizaban eso los empleados de su padre, si no tenían ganado? Reyna se asustó, Julieta hizo conjeturas: Recordó sucesos, imágenes, comentarios.  Palideció, su padre no era tan bueno como lo había creído:

—¡Vámonos Reyna, no quiero que veas esto!

—Sí —dijo muy nerviosa 

La más chica de las mujeres, tropezó con una soga. Asustada empezó a llorar. Julieta quiso levantarla, pero no pudo, el miedo hacia que todo se dificultara. Era demasiado pesada para ella. Salió al jardín y para su alivio vio que Danael venia. 

—¡Ayúdanos! Reyna se cayó y no la puedo levantar.

 

El joven maestro entró a toda prisa, cargó a su alumna entre sus brazos y la sacó de ahí. Esta se recargó en pecho. Julieta al sentirse sola, un sentimiento extraño se apoderó de ella. De nuevo se internó más en aquel sucio y viejo cuarto. Quería investigar más del trabajo de su progenitor.

 

Su miedo aumentó a la par que su curiosidad. En la pared vio lo que creyó eran unos grilletes.  La oscuridad era mucha  y solo podía adivinar lo que había en un lugar y otro. 

—Julieta no tienes nada que hacer aquí —dijo Danael quien se devolvió por ella.

—Mi padre es muy diferente a lo que dice ser. —susurró como si no hubiera escuchado al maestro. 

 El profesor estaba  muy tenso, creyó estar ahí en alguna ocasión. Tomó la mano de Julieta y la jalo para sacarla de ahí.  

—El mañana no le esta prometido a nadie, sin embargo todos actuamos como si lo fuera 

 

 

***-**.**—***

 

©Alejandrina Arias (Athenea IntheNight)

 

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