Nuevos relatos publicados: 9

Callejón sin salida

  • 7
  • 23.433
  • 8,90 (41 Val.)
  • 0

Son las 10 p.m. un día lunes y María va caminando por la calle en pleno centro de Bogotá. Una mujer como ella no debe andar sola por este lugar y menos a esta hora y para colmo con una minifaldita que más bien parece culifaldita, zapatos de tacón y una blusita que amenaza con dejar libres sus descomunales tetazas de un momento a otro.

A esta hora, poca gente en la calle en este sector de la ciudad por no decir nadie, puertas cerradas, solo el eco acompañando a María que de tanto en tanto mira hacia atrás creyendo escuchar el sonido de pasos que se acercan.

Le faltan unas cinco cuadras para llegar a la avenida y tomar un taxi que la lleve a su casa. Su esposo Andrés había quedado de recogerla en el trabajo a las 9 y no había llegado. Al verla cualquiera pensaría que su trabajo es de prostituta fina o de moza de algún político que para el caso es lo mismo; pero esta mujer es una secretaria a la que simplemente le gusta compartir lo que Dios le dio con todo el que la quiera observar.

De repente, el sonido de los tacones de María se ve acompañado con el de unos pasos que al principio solo estaban en su imaginación y ahora se materializan en una realidad que se acerca con asombrosa rapidez a la barbie de carne y hueso.

Un hombre de unos 35 años, moreno, bien vestido, se percata de la presencia de María, solita y vulnerable por la calle y como un autómata la sigue sin poder despegar de ella sus ojos ansiosos. Y es que quién puede resistírsele a una minifaldita? Solo un tonto. Cada vez está mas cerca, a unos diez metros ya. Desde donde está puede ver sus nalgas moviéndose bajo la falda, primero una y luego la otra. La vista es una delicia, el hombre no sabe a donde mirar, culo, piernas… se acerca un poco mas amparado por la oscuridad de la calle poco iluminada.

La próxima calle es cerrada y en una fracción de segundo el hombre piensa: "ahora o nunca" y prácticamente de un salto está al lado de María que apenas alcanza a emitir un grito ahogado antes que las manazas del enorme individuo le cierren la boca.

De un rápido movimiento el hombre la alza en vilo con una mano aún en su boca y la otra cerrada sobre su estrecha cintura y la lleva casi a rastras a pocos metros, al callejón donde estará seguro para hacer lo que se propone.

María trata de luchar, de separar su cuerpo indefenso del de aquel hombre pero es inútil, es mucho más alto que ella, más grande y fuerte. De que sirve gritar o tratar de escapar? Nadie vendrá en su ayuda, esta mujer tan rica, tan deliciosa, será el banquete inesperado del hombre, está mas que cantado. María está aterrorizada pero siempre ha pensado que entre mayor el peligro mayor el placer.

El hombre le susurra al oído que quitará la mano de su boca si promete ser una niña buena y portarse bien. Ella asiente con un movimiento de cabeza y el hombre retira la mano. La espalda de María aún permanece pegada al pecho del hombre y aunque estuviera de frente no podría verle la cara pues está demasiado oscuro y el hombre está de espaldas a la tenue luz. La verga del hombre está pegada al culo de María; se adivina grande y tiesa a través del pantalón.

Las enormes manos del perpetrador se deslizan presurosas y expertas bajo la blusa mientras las manos de María se apoyan en el muro. María no usa ropa interior, siempre le ha gustado sentirse libre, fresca y ligera y eso es una ventaja para el hombre que desde su posición amasa las tetas de María o más bien lo que alcanza a agarrar de cada una. Su boca mientras tanto busca su cuello, libre del cabello que esta sujetado hacia arriba. La huele, la muerde, la saborea como un vampiro a su presa. Su lengua se desliza del cuello al lóbulo de su oreja para depositar allí su aliento cálido de macho dominante. Sus manos siguen jugando con sus tetas, saben exactamente lo que buscan; cuantos no desearían estar en su lugar, palpando el pezón gordezuelo, halándolo casi con fuerza, acariciando su suave piel.

Una de sus manos como no queriendo la cosa, se desliza lentamente por su vientre hasta tropezarse con el cierre de la falda. Resuelve este pequeño inconveniente sin demora y la faldita se desliza por sus piernas hasta llegar al suelo. Con una de sus piernas el hombre separa las de María y la mano juguetona que va camino hacia su raja se detiene un momento para jugar con sus abundantes pelitos. Que jugoso, peludito y cálido descubrimiento… acaricia la zona triangular con un dedo y luego con la mano entera, sintiendo su calor un momento para luego bajar aún más a la humedad de su sexo. Si, María está húmeda, su cuerpo no obedece a su mente, sus labios vaginales no podían estar mas mojados, tanto que los dedos del perpetrador entran sin ningún problema, uno por uno por su chocho primero y luego por su culito.

La lengua del hombre sigue jugando con sus orejas, su cuello, sus hombros, una de sus manos continúa pasando de teta a teta mientras sus dedos entran y salen de su chocho y culo, resbalándose empapados en sus jugos que ya se deslizan por sus piernas temblorosas por el primer o quizás segundo orgasmo de la noche.

Este violador quiere matar a su víctima de placer pero también quiere disfrutar de su cuerpo así que la gira 180° para dejarla frente a frente; ella no puede verle el rostro y el solo puede admirar su cuerpo a medias. Acerca sus labios a los de María. Su aliento apesta a alcohol pero esto poco importa, María ya está medianamente rendida, a pesar de todo no es una mujer fácil y le cuesta reconocer cuanto está disfrutando. Simula resistir el beso (irónico después de permitir que el hombre introdujera sus dedos por sus otros orificios) pero luego se rinde y abre su boca para recibir la lengua del hombre que se abre paso como una intrusa deseada, hurgando la boca de María.

A continuación el hombre desliza la blusa por los hombros de María, solo unos centímetros de modo que sus deliciosos pezones quedan al aire libre. Se lanza sobre uno de ellos para mamar como un poseso, luego mama del otro, no sabiendo con cual quedarse. El hombre no resiste más, su verga está a punto de explotar, necesita ser liberada a toda costa.

El violador libera su verga por fin y esta agradecida se extiende por completo mirando hacia el cielo. Sin demora agarra a María por las piernas y la levanta como a una muñeca con la intención de sentarla sobre su verga. Ella instintivamente se agarra de sus hombros, sus piernas rodean el cuerpo del hombre y los dos cuerpos se apoyan contra la pared.

La verga del hombre entra de golpe en el cuerpo de María y el no puede contenerse mas, comenzando un pequeño concierto de gemidos entrecortados y agradecidos. La posición es un tanto incómoda pero deliciosa y el hombre perfectamente puede cargar los 50 Kg. muy bien repartidos de María.

El hombre la sacude de arriba a abajo y viceversa, sus tetas se sacuden al compás de los movimientos y sus cuerpos emanan un calor indescriptible a pesar del usual frío de la noche bogotana.

Los movimientos del hombre se aceleran cuando el final se aproxima. María ha tenido otro orgasmo cuando él la deposita en el suelo. Ambos están exhaustos y el hombre mediante señas le indica que puede vestirse.

Salen juntos del callejón y bajo la luz de una farola María confirma sus sospechas: el violador no es otro que su esposo quien siempre complace sus más perversas fantasías.

(8,90)