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Putito para todos 05 Antonio y Tomás, padre e hijo

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Antonio me cogió en sus brazos, no fue capaz de negarse a mi amoroso y tierno coqueteo, se acercó a uno de los sofás, se sentó y me colocó sobre él sentado sobre sus piernas, montándome a caballito como tantas veces hacía desde que era n niño, luego se dirigió a Tomás.

-Acércate hijo, vas a ver cómo trata a un putito un macho de verdad.  –lo dijo de una manera tan sensual y erótica, mientras pegaba nuestras bocas, que me estremecí ante lo que pudiera ocurrir, comencé a besar la redonda cara de Antonio, sus labios siempre húmedos y jugosos y a lamer su gran bigote con olor y sabor a tabaco y cerveza.

Antonio no es guapo, pero su virilidad impresiona, muy moreno, con sus profundas entradas en la frente que le hacer ver muy, muy hombre. Ligeramente orondo, mejillas llenas y ojitos que parecen estar observándote y deseando hacerte algo, en mi caso follarme como le había escuchado decirle a mi padre, ese bigote que tapaba su labio superior y caía ligeramente por los laterales, ideal para hacerme cosquillas en cualquier parte donde se posara de mi cuerpo me hacía desear sentirlo.

-Al fin voy a tener lo que tu padre me ha negado, vas a saber lo que es el macho que buscas putito guapo.  –me abrazaba entre sus potentes brazos mientras besaba mi cuello refregando sus labios y su bigote llenándome de sensaciones agradables.

-Sí, sí, Antonio dale placer a tu putito, pórtate como el macho que eres.  –aparté su cara de mi cuello para morderle los labios.

-Me encanta tu bigote que te hace muy erótico, muy macho, muy hombre, dame placer, hazme tu puta.  –me sentía perdido con ese hombre, el amigo íntimo de mi padre con el que va a buscar putas para follarlas y darles su leche.

Acaricié su cabeza tirando para atrás su escaso pelo, le lamí el cuero cabelludo llevándome el sudor con mi lengua, que fuerte resultaba sentirse entregado a dar placer a un tipo que mordía tan fiero, del que conocía que me deseaba follar y así se lo había pedido a papi.

Abrí su camisa, estaba sudando y olía delicioso a sudor de hombre, bajé mi cara para posarla sobre sus abundantes tetas cubiertas de vello, de pezones enormes como los de una mujer, mi boca se comió uno de ellos y mamé como un niño la teta de su madre.

-¡Qué rico estas Antonio! Eres un puro macho. –sentía el bulto de siempre crecer bajos mis blancas nalgas y las moví para acogerlo entre ellas.

-¿Te gusta lo que vas encontrando?  -apretaba mi cabeza para que no soltara su pezón y hundía mi cara contra su pecho. Miré a Tomás sentado desnudo a nuestro lado, tenía los ojos y la boca desmesuradamente abiertos, asombrado ante la actuación de su padre, dejándose comer la teta por el chico al que él termina de follarle el culo.

Estaba muy cerca y alargué mi mano para agarrar la suya que llevé hasta el pecho de su papá, podía ver su mano que permanecía quieta sobre la piel de la teta que yo no mamaba, no podía verle muy bien, tenía que cerrar mis ojos para que el vello del pecho de Antonio no se me metiera en ellos.

Se la volví a coger y se la froté para que sintiera lo agradable que era acariciar el pecho de su progenitor, del hombre que le había dado la vida, la fui abandonando cuando él mismo comenzó a acariciar el pectoral, a jugar con el vello y curioso coger el gran pezón con sus dedos.

-Mámalo hijo como lo hace el puto.  –dejé de chupar y miré como Tomás lamía la tetilla de su papá, le debió de gustar el sabor y sujetó entre sus dientes el pezón que le correspondía para inmediatamente después meterlo entero y comenzar a chupar.

-Bien, sí, como chupáis los dos, que putos más deliciosos.  –dejó de apretar mi cabeza para coger la de su hijo con una mano, la otra la llevó a mi anito y metió su dedo, escurría aún el semen que Tomás me había dejado dentro.

Entró con facilidad aunque su dedo era gordo, un poco menos que la polla de su hijo, me estremecí cuando torció su dedo y tiró del lateral de mi anito, lo apreté con mi culo atrapándolo mientras gemía, entonces me lo sacó, agarro por las mejillas a Tomás y le acercó hasta que sus labios se unieron.

Sentía los gemidos ahogados de Tomás con su boca comida por Antonio, me bajé de él cuando les vi entretenidos comiéndose sus caras, probando por primera vez el placer de besar la boca del ser que había cuidado de su vida.

-Papá, no sabía que eras así, que fuerte eres papi, dame tu lengua otra vez, la quiero lamer papá.  –Tomás se entregaba en cuerpo y alma al hombre que empezaba a descubrir, más que como padre, como hombre lleno de deseos por su hijo al que hasta ahora había respetado a pesar de desearle.

Me coloqué de rodillas entre las piernas de Antonio y trabajé para bajar sus pantalones, Tomás y yo ya estábamos desnudos, quería ver lo que escondía y nunca había visto en su grandeza, oculta siempre que rozaba mi culito por la ropa o alguna vez un vistazo ligero en los vestuarios de la piscina.

Salió al fin el pantalón, el me ayudaba elevando su culo que vi peludo y moreno como toda su piel, su boxer estaba totalmente mojado en el frente por lo que salía de su verga, llevé mi nariz para oler su hombría y cogiéndolo del elástico tiré, tuve que meter la mano para liberar su caliente carne aprisionada.

Era un montón de palpitante carne lo que escondía, arrugado, recogido entre sus piernas, terminé de sacarle la ropa interior y le abrí las piernas, cayó sobre el borde del asiento la verga más curiosa que he visto, era una morcilla gigantesca, negra y peluda, larga y algo caída, llevé mis manos para cogerla y un escalofrío me recorrió al tocarla y sentir su enorme calor, resultaba gordísima y muy fina, delgada, en la base, tal cual una morcilla estrangulada en su ingle, la sostuve y al volverla a soltar se doblaba, ese escaso grosor de la base no lograba sostener su enorme miembro.

El olor me llegaba poderoso y fuerte, parte del glande salía del prepucio con un hilo del que pendía una gota de brillante precum. Lo volvía a coger para elevarlo de su posición caída y curioso llevé mi lengua para probar el néctar antes de que cayera.

-¡Ahhh!, que placer me das Ángel, métela en tu boca.  –Antonio hablaba sin dejar de besar a su hijo, una de sus manos sostenía la polla de Tomás que está tiesa y diferente a la de su padre, más fina y sin esa forma de morcilla.

Sabía muy rico, lo presentía al ver la gota tan brillante, chupaba el glande retrayendo el pellejo para lamer debajo de la cabeza donde el sabor era más fuerte hasta marear.

-¡Ahh!, puto, que gusto tienen que sentir tu padre y tu hermano cuando les mamas la verga, hijo mío aprende de él, es un genio con la boca. No te tenido una puta que me lo haga así, mámame putito.  –no hacía falta que me lo pidiera, lo hacía con mucho placer y gusto, me encantaba su profundo sabor a macho maduro y en sazón, lo mismo que gozaba con la polla de papi y de don Francisco.

-Ven Ángel, voy a enseñar a mi hijo como se folla un culo.  –se levantó para cogerme en sus brazos, todos los hombres hacían lo mismo conmigo, querían llevarme a su cama en sus brazos, haciendo valer sus derechos de fuertes y dispuestos machos a follar y poseer a su puto.

Tomás seguía a su padre como un corderito. Antonio me colocó sobe la cama y comenzó en un segundo a lamer todo mi cuerpo, mis tetillas le encantaban y se metía mi pene todito en la boca aspirando muy fuerte de él, estaba de rodillas inclinado sobre mí, veía entre sus piernas balanceándose, pendiendo de la parte más delgada su poderosa polla, como si fuera un añadido cosido a su pubis.

¿Cómo conseguiría meter su polla en mi culo?, de momento resultaba un misterio para mi, y me centré en disfrutar de sus caricias, del roce de su bigote con los pelos de mi polla, cogí del brazo a Tomás y tiré de él hasta tenerle frente a mí.

-Bésame Tomás, bésame y dame tu lengua. –se iba envalentonando y cada vez competía con más voluntad para darme más placer que su progenitor, pero no estaba preparado como él ni sabía arrastrar la lengua por mi piel para arrancarme profundos suspiros como lograba Antonio.

-Acaricia a tu papá, tócale su verga.  –yo le iba instruyendo como si fuera un maestro en las artes amatorias y quizá lo fuera sin saberlo.

Antonio me lamió entero sin cansarse, estaba recogiendo la cosecha después de su larga y desesperante espera, hasta que me puso a cuatro patas en la cama y comenzó a comerme el culo, lamía la leche de su hijo que aún brotaba humedeciendo mi anito.

-¡Qué culito tienes tan rico!, putito, te lo voy a comer entero, lo lograba, y eran sus dientes o su bigote lo que mordía los pliegues de mi anito. Me sentía atendido en mis sentidos y mi vista disfrutaba viendo a Tomas jugar, acariciar, lamer entre las piernas de Antonio su verga, preparando mi comida preferida que quería sentir en mi vientre.

-Necesito que me la metas.  –aparté su cara de mi ombligo donde metía su lengua, me miró pícaramente con sus ojitos brillantes.

-Ahora vas a sentir lo que vale mi verga.  –me tendió mirando hacia él y abrió mis piernas, me sentía emocionado y transido de deseo por recibir esa cosa tan rara en mi trasero.

-Mira hijo, aprende.  –se tendió sobre mi pequeño cuerpo y empuño la morcilla por el centro, la apuntó en mi ano y esperé la primera embestida, no fue tal, comenzó a empujar sin parar, agarrando su verga muy fuere para que no se torciera y fallara por la base, sabía cómo meterla, conocía como llevarla para que entrara a pesar de su rara consistencia, no la soltó de su mano hasta que me sentí lleno y tuve la mitad dentro de mi recto.

-¿Qué te parece pequeño?, ¿habías tenido algo parecido en tu culo?  -continuaba apretando mientras yo me mordía los labios, no por el dolor, por el placer tan excelso que me proporcionaba la blandura de su polla adaptando mi ano a ella, a pesar de todo tenía la suficiente rigidez para continuar entrando y entrando hasta que se coló toda ella dentro.

Mi ano se contrajo al abrazar la zona más delgada, tenía su morcillón en mi recto ocupando toda mi cavidad y punzando al final de mi recto como si me acariciara por dentro.

¿Cómo me sentía? Como un pavo relleno de deliciosa carne caliente, túrgida, que se movía como si fuera una bolsa de agua caliente metida en mi culo. Era diferente a lo demás y Antonio tenía que hacer disfrutar a las mujeres como ahora lo hacía conmigo.

-Es fabulosa, Antonio, tienes una polla de museo.  –emitió una risa nerviosa.

-Pues ahora vas a ver.  –comenzó a retirarse pero su verga se había atrancado y no salía, tiraba intentando sacarla hasta sentir que extraía mis tripas, habíamos quedado prendidos como los perros y yo hacía de hembra.

-¿Qué haremos ahora Antonio? No sale.  –comenzó a reír con sus pillos ojos mirando mi cara preocupada.

-No te preocupes, saldrá en un momento, ¿no pensarás que es el primero y único culo que me cojo?  -continuó haciendo movimientos hasta que mi ano se abrió para permitirle salir, esos estiramientos había supuesto un placer añadido y ahora metía como tres cuartas partes de su polla, despacio entraba y salía sin parar, trabajando muy bien mi anito y haciéndome disfrutar como un caballo a su yegua.

Tomás masajeaba sus testículos pegándolos a mí y tirando de ellos hacia mi culito.

-Mi Antonio, esto es riquísimo, como sabes follar y darme gusto, pero me voy a correr en seguida, me estas llevando a un placer que no puedo soportar.  –se reía en mi cuello mientras yo acariciaba el cuero sin pelo de su cabeza.

Tomás se acercó y me ofreció su polla colocándola sobre mis labios, la acepté y comencé a mamársela, los dos machos me follaban la boca y el culo disfrutando de mi, y haciéndome sentir todas las maravillosas sensaciones del que sabe que da placer a dos machos que gozan apreciando tu cuerpo.

-Córrete pequeño si lo deseas, quiero dar gusto a mis putos y que sepan dónde pueden encontrar a un macho dispuesto.  –me mordió el lóbulo de la oreja y fue suficiente para que comenzara a temblar debajo de mi macho, a retorcerme ante el terrible orgasmo que contraía mis piernas y abdomen hasta que pude eyacular y sacar de mi la tensión que me producía la polla de Antonio. Tuve que sacar la verga de Tomás para poder respira y no ahogarme

Continuó follándome mientras respiraba entre estertores, no descansó hasta que me vacíe entero, tiré más leche sobre mi vientre que anteriormente sobre el suelo, luego paró y quedó de rodillas mirándome satisfecho, recogió mi semen y se lo llevó a la boca, lo lamió quedando parte de él colgando de su bigote, volvió a recoger otro puñado y se lo dio a Tomás que lamió su mano como un perro a su amo cuando le ofrece un dulce.

-Prueba la leche del puto, está riquísima y sabe exquisita como todo él.  –de verdad que veía admiración hacía mi en sus malévolos ojitos.

El no se había corrido pero estaba tan tranquillo con su polla clavada en su propiedad, mi culo, y no sé, noté en él una mirada de amor y cariño que me obligó a sentarme, con su polla clavada en mí y abrazarme a su pecho, lamí mi semen que tenía en su bigote.

-Siento haberme corrido tan pronto y no esperar a que me dieras tu leche.  –sonrió orgulloso sin hablarme, volví a besar sus labios y lamer su bigote por si quedaban más restos de mi esperma.

-Antonio, me tengo que marchar, mi padre va a llegar y no quiero que se moleste pensando que te entretengo.

Siempre he podido valorar el amor que me tienen los que me rodean, quizá alguna vez me equivoque, pero lo que le sentí hacía mí era sincero.

-Tranquilo, tampoco yo quiero perder la amistad de tu padre, mi amigo, mejor dicho mi hermano, volveré a follarte y hacerte feliz cuando lo desees, ahora tengo lo que tanto buscaba encontrar.

Su mirada se dirigió a Tomás que a nuestro lado miraba a su padre extasiado, su verga salió y me dejó vacio, entonces abrazó a su hijo.

-¿Quieres ocupar el lugar de Ángel? -Tomas no respondió se tumbo en la misma posición en la que yo estaba, Antonio se colocó sobre él besando a su hijo apasionadamente mientras yo bajaba para buscar mis ropas que habían quedado esparcidas  en el salón de la planta baja

Podía escucharles mientras me vestía, jadeando los dos, disfrutando de lo que habían descubierto hacía unos minutos, que ambos se querían y podían disfrutar de su amor sin que importara nada más.

-Papi más despacio, yo no soy Ángel y mi culo aún no ha sido usado.  –Antonio gemía entrecortado.

-Tenía tantas ganas de tenerte, a ti, a tu hermano, de disfrutar los tres lo que las mujeres no entienden y solo los machos saben.

-Papi te siento, me gusta que folles mi culo, dame como a Ángel.  –no necesitaba escuchar más y tenía que volver a casa, papi estaba a punto de llegar si cumplía su horario.

La casa estaba vacía, no había llegado ninguno y aproveché para ducharme por segunda vez, lavarme bien y eliminar cualquier rastro de lo que terminaba de suceder con Tomás y Antonio.

Terminé de bañarme y apliqué abundante crema a mi dolorido ano, no me arrepentía de nada, había sido todo estupendo con Tomas,  el súmmum con Antonio, iba a resultar muy difícil olvidar su extraña polla y el placer que sabía proporcionar a un culo goloso y dispuesto.

Salí  desnudo a mi habitación, la puerta estaba entornada y me secaba el cuerpo ensoñadoramente pensando.

No había podido hacer mis deberes y todo mí tiempo había pasado dejándome follar por mis vecinos, rápidamente volví a mis cuadernos y entonces escuche un largo gemido o lamento. Quedé en suspenso, no era consciente de que hubiera alguien en casa, el gemido se convirtió en palabras casi ininteligibles.

-Joky, métela más cabronazo, ¡buff!, que pollón, rómpeme el coño.  –escuchaba sin saber quien hablaba aunque el receptor de ellas era a todas luces mi hermano.

Anduve por el pasillo hasta llegar a su habitación, la puerta estaba abierta como si no les importa ser sorprendidos, me asomé y encima de su cama se revolcaba desnudo, inmaculado, perfecto, el cuerpo de Joky mi hermano  sobre una hembra que enseguida distinguí quien era.

Patricia era una de sus amigas, unas más del grupo que les acompañaba en sus aventuras juveniles de descubrimientos sexuales en grupo o solitarios.

-Tienes el coño muy caliente y muy abierto, te voy a preñar so puta, te daré toda mi leche.  –mi hermano enterraba toda su polla en el coño de su amiga a una velocidad impresionante.

-Dame, dame tu polla y calla, otros lo hacen mejor sin hablar tanto. –eso enfureció a mi hermano, se elevó y dejó caer su cuerpo con fuerza metiendo su polla hasta el fondo del coño de su amiga que ahora gritó satisfecha.

-Nunca has tenido una polla semejante en su coño zorrita.  –eran un revoltijo de piernas, de carne trémula por el deseo sexual. Pensé que Joky nunca me había follado a mí con tal fuerza y poder a pesar de decir que me quería.

-Toma,  toma puta, para que me provoques.  –Patricia se estremeció, la vi elevar sus caderas al encuentro de la verga de mi hermano, buscando ser penetrando por el macho que sudaba encima de ella follando su coño sin piedad ni misericordia.

Gritaron los dos y unieron sus cuerpos como si estuvieran pegados, temblando, clavándose Joky  en su coño y uniéndose como si fueran uno solo sexo, se fundían, se abrazaban y en ese momento sentí una envidia muy grande.

Las folladas de mi hermano en mi culo no habían sido menores o menos espectaculares y a pesar de todo diferentes, pero Patricia me transmitió su secreto, su magia para que yo la sintiera superior a mí.

-Seguro que me has preñado cabrón, te has corrido como un toro.  –mi hermano continuaba vaciándose en sus entrañas.

Volví triste a mi habitación, eso no lo tendría yo nunca.

Papi me encontró estudiando, limpio y oliendo a colonia de baño cuando me llamó a gritos desde la puerta al entrar en casa.

Cuando Patricia y Joky bajaron teníamos preparada la cena, papá miraba orgulloso a mi hermano suponiendo que había cumplido como un macho con la chica. Patricia se iba a quedar a cenar y papá llamó a Antonio para que viniera, imaginé por la conversación que prefería quedarse con Tomás haciendo lo que me imaginaba.

Patricia no me caía ni bien ni mal, era una chica muy guapa que siempre se mostraba amable conmigo, pero era tan puta, tan puta, más de lo que era yo. Calentaba a cualquiera y era capaz de follar hasta con su padre.  Este pensamiento me trastornó, ¿cómo podía juzgarla si yo era de la misma condición?

La vi de otra manera, era cierto que su belleza de chica parecía irreal y entonces me agarro de la mano, estaba sentada a mi lado en la mesa.

-Ángel, te estoy mirando y eres más guapo que yo.  –creo que me puse rojo por el calor que sentía en la cara, y lo peor fueron las risas de papá y Joky al escucharla.

-Ven cariño,  que no te de vergüenza, estos tiene envidia. –a pesar de todo no podía entenderla y me parecían raras las cosas que me decía, me abrazó arrimando las sillas y colocó mi cabeza sobre sus tiernas tetitas. ¡Cuánto recordé a mamá en ese momento!, no la recordaba para nada y sin embargo sentía sus pechos como si fueran de los mamá.

Cuando se despidió abrazó a papá, le veía contento y luego Joky se marchó para acompañarla.

Mis jueves con el padre don Francisco seguían igual, se la mamaba con gusto antes de recibir la absolución de mis pecados, me gustaba su polla larga algo floja, sus besos, sobre todo en mi boca cuando metía su olorosa y sabrosa lengua, todo él me encantaba pero yo quería tener esa enorme culebra que colgaba de sus piernas ocupando mi culo.

No me atrevía a pedírselo y después de regar mi paladar con su semen, rendido, me despedía hasta el próximo jueves. Soñaba con sentir en mi vientre su verga algún día, pensé que tenía miedo a dañarme o no sé qué, pero por favor que me la meta, y terminaba desencantado y sin correrme.

Estábamos en la clase de talleres un día que no era jueves, recordaréis a Carmelo, el chico serio que me tocaba de compañero y al que le gustaban mis caricias sobre su pierna desnuda. Se trataba de realizar un trabajo juntos, en una máquina de torno ajustando distintas piezas de madera, cosa rara en él me cogió del brazo.

-Ángel quiero decirte una cosa.  –él no es muy hablador y esperé con paciencia a que continuara.

-Verás, es mejor que lo hablemos en los baños y no nos vean los compañeros.  –era normal o así lo veía yo, hay cosas que los demás no tienen por qué saberlas.

-Como quieras Carmelo.  –se encaminó hacia el profesor, el mismo al que pedía alguna vez permiso para ir a realizar mi confesión ante el padre don Francisco los jueves.

Cuando Carmelo volvió venía sonriente y contento, era un chico que resultaba al final alegre, lo que no aparentaba en clase. Le vi decidido y le seguí cuando me hizo un gesto para que fuera tras él.

Cuando llegamos a los lavabos, con urgencia me metió en uno de ellos wáteres, era abierto por debajo de la puerta y por encima, cubría lo imprescindible para no ser visto haciendo tus necesidades ante el resto del los usuarios.

Parecía decidido pero en ese momento se quedó petrificado, le miré y sonreí para animarle.

-Venga Carmelo, tú querías decirme algo.  -no hablaba y el rubio de su cabello en punta parecía volverse rojo.

-Es  que, no sé, es que.  -balbuceaba y hasta la baba le caía de su labio. Tan grande, tan niño, tan indefenso.

Me acerqué y le abracé, el pobre estaba temblando, le fui acercando hacia la taza del wáter y me senté, sentía como si eso fuera lo que él quería, llevé mi mano a su entrepierna y su polla estaba floja, el miedo a lo desconocido le dominaba.

-¿Quieres qué te haga una paja, o qué te la mame?  -no obtuve contestación y le abrí el pantalón, y metí mi mano hasta encontrar el revoltijo de carne que eran su polla y sus huevos, y los comencé a estimular hasta que conseguí que se excitara y su polla se le pusiera tiesa.

Resultó al final una respetable verga, con más vello en el pubis que el que yo lucía, unos huevos sin vellos gordos y pesados que temblaban al cogerles en mis manos, temerosos de que pudiera romperlos.

-Te la voy a mamar aunque no me lo pidas. -le miré a los ojos y con ellos me asentía. Era un poder absoluto el que ejercía sobre él, me bajé los pantalones y el slip para lo que pudiera venir después, desaté mi camisa para que me mirara y si quería me tocara, y metí su verga en mi boca, y le mamé su polla sabiendo que necesitaba palpar y sentir ese sentimiento humano de integrarse en otro. No resultó muy difícil conseguir que le saliera la leche de sus huevos, la dulzura de su sabor invadió mis papilas y chupe hasta que sus suspiros se escucharon en todo el recinto.

El chico acariciaba mi cabeza agradecido mientras limpiaba los restos de su venida con mi lengua.

-Se que estáis ahí, abrid la puerta.  –no tuvimos tiempo de vestirnos y componernos la ropa, la puerta se abrió al retirar Carmelo su espalda de ella y nos sorprendió el profesor de talleres don Sabino, por su expresión parecía saber o se imaginaba lo que terminaba de suceder en el baño.

Don Sabino en lo único que sobresale es en que su cabeza no contiene un solo pelo, es redonda y de ella penden sus grandes orejas como un añadido extraño, unos labios muy grandes y siempre húmedos y su mirada que te desnuda hasta el alma, por lo demás es de mediano tamaño, grueso, de cuerpo alargado y piernas cortas que le obligan a mover mucho el culo cuando camina.

Carmelo se había quedado estático, paralizado por el pánico y su cabello se había puesto más crespo, como las púas de un erizo, el maestro se dirigió a él con su voz aguda y estridente.

-Qué le estabas haciendo al pobre niño.  -me extrañó que se refiriese a mí con ese cariño, Carmelo y yo somos de la misma edad aunque él aparente ser mayor al ser más grande y fornido.

Mi compañero era incapaz de contestar por el miedo que sentía. Me dio pena y entonces intervine.

-Perdone don Sabino pero mi compañero me estaba ayudando…  -ahí me interrumpí, ¿a qué podría estar ayudándome en el baño Carmelo?, y con nuestras ropas en nuestros pies, y con nuestros pitos al aire.  Por extraño que parezca, para don Sabino fue suficiente lo que le dije y su cara cambió del enfado a mostrar una sonrisa mientras se lamía los labios estirados.

-Compón tu ropa y vuelve a clase.  –se dirigió con voz dictatorial a Carmelo, este se subió sus pantalones sin importarle que de su verga aún saliera un hilo de leche, me dirigió una mirada de agradecimiento y pena y salió corriendo.

Cuando don Sabino impartió la orden para que mi amigo se vistiera, comencé a la vez a subirme mis pantalones y atarme la camisa.

-No, espera, yo te ayudaré a colocártela.  –se arrodilló y se quedó mirando mi arrugada polla y mis huevos de color rosa que casi no se veían, lo agarró todo en su enorme mano. Los acarició como en descuido y los metió en el slip, luego fue atándome la camisa y por último me subió el pantalón. No lo esperaba y me asombró que sujetó mi cara para darme un beso en la mejilla dejándomela húmeda con su saliva.

-Tú eres muy lindo, pero debes tener cuidado con tus compañeros, van a querer hacerte cosas que pueden hacerte daño. Hablaré de esto con tu confesor don Francisco.  –pasó su mano por detrás de mí y apretó mi culito.

Al final resultaba no ser malo y tuve la tentación de coger bajo mi sobaco su redonda cabeza sin pelos como si fuera un balón y jugar con ella.

-Ahora pequeño vas a volver a clase.   –se quedó dubitativo.

-¿No querrías darme un beso?  -era una súplica en sus labios y sus ojos y ante eso no podía negarme. Abracé su redonda cabeza y posé mis labios sobre su piel, él aprovechó para mirarme y antes de que me diera cuenta tapar mis labios con los suyos, me los absorbió unos segundos chupando de ellos.

-¡Ay!, que niño, eres como un angelito.

De momento ahí quedó todo, más tarde, sentados en el pupitre y con Carmelo a mi lado más tranquilo, cogió mi mano para ponerla sobre su pierna, en ese gesto que tanto le gusta cuando acaricio su vello pasando con suavidad mi mano.

-Gracias Ángel por cargar con toda la culpa.  –me miraba con enorme timidez.

 

-Me ha gustado mucho como me la chupabas y era delicioso, gracias por eso también.  –solo esbocé una sonrisa, si él supiera que para mí fue también un placer inmenso.

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