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Mi amiga, mi complice, mi sumisa (3 de 3)

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Cuando deseamos que algo ocurra, el tiempo suele pasar muy lentamente, haciendo que cada momento, cada segundo sea una insufrible tortura...

Nuestra cabeza es una tormenta de ideas, constantemente mezclando el deseo de lo que esperamos, con el deseo surgido de los recuerdos de lo que ocurrió...

Habían pasado tres meses desde aquel primer y único encuentro.

El haberla conocido, tocado y poseído, había hecho que mi deseo por ella fuese aún mayor... El no tenerla me estaba volviendo loca.

No podía saber lo que ella sentía, pero cuando hablábamos por teléfono o por el chat, ella me decía que por su cabeza pasaban las mismas sensaciones; Quería volver a sentirse poseída por mi, que hiciese lo que quisiera con ella. Me decía que quería seguir experimentando y que quería alcanzar mayores niveles de placer y dolor...

La necesitaba, y ella a mi...

Pero la distancia, el tiempo y el deseo contenido hicieron que mi ansia de dominarla fueran aun mayores. Y fueron sus continuos ataques de zorra rebelde, recriminando el haber sido blanda con ella lo que hizo que mi crueldad aumentase.

¿Quería placer y dolor?...bien, eso era lo que yo quería darle. En esta ocasión no serían unas pobres prácticas de humillación. Probaría su capacidad, Rozaría sus límites...

Por un lado seguía siendo mi niña dulce y querida, mi amiga a la que podía confiar mis más oscuros secretos, pero por otro lado su alma de sumisa había estallado tras la primera experiencia y mi alma de ama ansiaba darle lo que quería...

Pero por fin la tenía de nuevo ante mi...

Desnuda a cuatro patas y con aquel precioso collar de cuero que le había regalado, grabado con mi nombre, del cual yo tiraba con una cadenita, haciéndola gatear. Era mi perra...

Iba tras mis pasos con la cabeza agachada, y con su propio tanga metido en la boca a modo de mordaza.

Cuando llegamos a la habitación, me puse detrás de ella y le pregunté dónde guardaba las cosas que le había ido mandando comprar o reunir. Me señaló el cajón de un armario frente a la cama. Me dirigí a él, lo abrí y encontré una especie de bolsa negra grande con cremallera. La saqué y le puse sobre la cama.

Empecé a sacar las cosas que había, dos vibradores, uno mas grande que el otro, algunas pinzas, una cuerda fina pero bastante larga, un pañuelo de seda negra y un cinturón...

Cogí el pañuelo, me incliné a su lado le levanté la cabeza tirando suavemente de su cabello, pase el pañuelo por sus ojos y se los vendé. Quería que no supiese que le iba a pasar en cada momento, al menos al principio...

Aproveché el momento para quitarme la ropa, sin prisas, haciendo que ella tuviese que esperar...

Una vez completamente desnuda me puse de rodillas delante de ella y cogiéndola por los hombros le indiqué que adoptara la misma postura...

Le quité el tanga de la boca y lo tiré encima de la cama.

Pon los brazos en la espalda...

En esta postura, su pecho sobresalía. Era irresistible el hecho de acariciar su pecho y pellizcar sus pezones, cosa que hice, estirándolos y retorciéndolos. Estaban muy duros, parecía estar excitada. Así que llevé una mano a su entrepierna para comprobarlo. Estaba muy húmeda, así que aproveché para introducir un dedo es su coñito.

Al hacerlo ella se mordió ligeramente los labios. Lo interpreté como una señal de placer, así que metí un segundo dedo y moví ambos en círculos dentro de ella.

Al sacarlos estaban empapados, y los pasé por su pezones, mojándolos con sus propios flujos...

Ella permanecía callada, pero cada vez hacía más presión con sus dientes sobre su labio inferior...

Cuando sus pezones estuvieron bien untados, puse los dedos en su boca...

Ábrela...

Lo hizo, y metí mis dedos en ella.

Lámelos, así me los limpiarás y de paso sabrás a que sabe tu coño guarra...

Lamió, primero con timidez y luego con ansia, tras los cual saqué los dedos y la bese largamente haciendo que mi lengua jugara con la suya, mientras mi mano bajaba hasta su culo y lo arañaba ligeramente con las uñas...

Me separé de ella, cogí la correa, me levanté y me senté en la cama, tirando de ella para que se acercara, así como estaba, de rodillas...

La ayude a colocarse justo entre mis piernas abiertas, la cogí por la nuca y le baje la cabeza hasta mi entrepierna, apretando su cara contra ella.

Tras algunos segundos, volví a levantarle la cara y pasé un dedo por su labios, el cual ella besó. La sensación de aquel simple beso hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo...

Alargué la mano para alcanzar un par de pinzas. Cogí con delicadeza uno de sus pezones entre mis dedos y le puse una de ellas. Su cuerpo se contrajo al soltarla y dejarla colgando de se pezón. Me encantó saber que aquello le había producido un poco de dolor. Así que puse la segunda en su otro pecho y me dediqué a jugar un rato...

Tiraba de las pinzas, las retorcía, y las golpeaba ligeramente, mientras ella gimoteaba y se retorcía. Pero a pesar del dolor no me pedía que parara.

Ese era el trato...yo pararía en el momento que ella lo pidiese...

Cogí otras dos pinzas, le dije que abriese las piernas y se las coloqué una en cada labio vaginal, justo en la entrada de la vagina. Con estas no jugué. Simplemente las dejé allí. Ya harían su efecto por si solas...

La imagen que ofrecía era maravillosa, de rodillas, con las manos a la espalda, con su collar y la correa y con las pinzas torturando sus tetas y su coño. No pude evitar acercar mis labios a los suyos y besarla levemente.

¿Acaso hay algo más delicioso que ver a una perra, que en su día fue rebelde, totalmente domada y rendida a tus pies? Tal vez lo halla, pero en aquello momento a mi no se me ocurría nada que pudiera comparársele.

Tiré un poco de las pinzas de sus pezones, y aunque ella intentaba aguantar y no quejarse, una lágrima resbaló por su mejilla. Me incliné y recogí aquella gota de agua salada con los labios.

En ese momento, le quité el pañuelo de los ojos y la correa del collar, cosa que pareció aprovechar para pedir algo más...

Quítame las pinzas, no las aguanto más...

Así no se piden las cosas zorra. Si tu resistencia ha llegado al límite pídeme que pare la tortura...pero hazlo de forma adecuada a tu condición y a la mía...

Se lo pensó un momento, pero realmente las pinzas debían estar haciéndole daño...

Por favor mi Ama. Tu puta no puede más. Haré lo que sea, pero te ruego k me las quites.

Se me escapó una carcajada...

Muy bien guarra...pero que conste que no aguantas nada...

Abrí la pinza de su pezón izquierdo. Su cara se transformó en una mueca de dolor y un fuerte gemido brotó de su garganta...

Si zorra...duele al quitarlas, lo se...

Cogí su maltrecho pezón y lo pellizqué suavemente para que recuperara su forma. Alguna Lágrima más cayó por su cara. Bajé la cabeza hasta su pecho y le lamí el pezón para calmarle un rato aunque sabía que lo tendría dolorido un buen rato...

Antes de quitar la otra pinza la retorcí un poco. Quería darle a entender, que el tormento pararía en realidad cuando a mi me diese la gana... Pero al final lo quité e hice lo mismo que con el otro.

Túmbate sobre la cama, boca abajo y con la piernas bien abiertas.

Así lo hizo, mientras yo iba a por la cuerda... Cogí uno de sus pies y lo rodeé con ella haciendo un fuerte nudo a la altura del tobillo, pero dejando holgura para que no le apretase. Pasé el cabo rodeando la pata de la cama e hice otro nudo. Cogí el otro pie y lo até de la misma forma, obligándola a separar mucho las piernas. Posiblemente al día siguiente tendría agujetas, pero no me importaba...

Puse un cojín debajo de ella justo en la zona que va del pubis hasta el vientre, así su culo quedaba alzado y sus dos agujeros accesibles.

Me situé tras ella, de rodillas en la cama entre sus piernas, observando su intimidad de cerca. Comencé a pasar un dedo por su mojada vulva, acaricié todos sus pliegues con detenimiento deteniéndome en su erecto clítoris rozándolo en círculos, para después trazar una línea recta con el dedo medio hasta su vagina en introducirlo en ella una vez. Lo saqué empapado en sus flujos y seguí trazando una línea hasta su ano, dejando allí toda la humedad recogida.

Mis dedos volvieron a su coño y usando tres dedos recogí todo el fluido que pude, peor sin meterlos, simplemente tomaba lo que la cerda tenía fuera de su agujero.

Llevé los dedos de nuevo a su culo y empecé a hacer círculos en el con un dedo, presionando sobre el agujero. No costó casi nada que entrase, así que pasé a introducir el segundo...

Cuando por fin tres de mis dedos follaban su culo, ella jadeaba. Mi perrita movía el trasero adelante y atrás al ritmo de mis embestidas. Estaba excitada y la penetración anal apenas le había causado un ligera molestia.

Aprovechando la lubricación y la dilatación cogí el consolador pequeño y sin apenas preámbulos se lo inserté donde antes habían estado mis dedos de una sola vez. Soltó un gemido, pero creo que fue más bien de placer que de molestia.

El consolador más grande lo introduje en su coño.

Dejé que pasara un par de minutos con ellos puestos para que su cuerpo se adaptara a estar lleno y amenazando con azotarla si uno de los consoladores se salía de su sitio.

Así que apriétalos bien con los músculos zorra...

Me eché un poco hacia atrás para contemplar el espectáculo. Las pinzas de su coño aún seguían puestas. La visión de sus dos agujeros llenos y sus labios pinzados me excitó muchísimo.

Aproveché para pasar las uñas lenta y suavemente por su espalda y sus nalgas...vi que se le erizaba la piel...

Cuando consideré que los consoladores ya no la molestaban, los activé en su velocidad lenta, primero el anal y después el vaginal. Mi que apretaba la colcha con las manos. Le estaba gustando o al menos eso me indicaban sus crecientes gemidos, así que sin mas puse ambos a máxima velocidad. Su cuerpo se tensó de inmediato y sus gemidos se elevaron. Parecía a punto de correrse...

En ese momento apagué los consoladores...

Por un momento se quedó inmóvil, pero enseguida giró su cabeza y me miró...

¿ Qué pasa ? ¿ Por qué los has parado ?

Pues porque aún no quiero que te corras...y cállate zorra

No me hagas esto, deja que me corra, estoy a punto...

No y callaté...

¡ No me puedes hacer esto ! Estoy demasiado excitada...

No parecía dispuesta a callarse por las buenas. El haberle cortado el orgasmo parecía haberle devuelto la rebeldía...

Me levanté y cogí el cinturón y sin darle tiempo a reaccionar, descargué el primer azote sobre su culo, seguido de unos cuantos más...

Se retorcía y gritaba, pidiendo que parara y sus puños golpeaban la cama como si fuese una niña en plena pataleta. Eso le estaba doliendo de verdad porque además le estaba azotando con ganas....

No pienso parar hasta que aprendas a aceptar lo que yo quiera sin rechistar. Voy a hacer de ti una puta obediente aunque tenga que arrancarte la piel del culo a azotes...

Poco a poco su resistencia la abandonó y dejó de protestar, sustituyendo las palabras por lágrimas. Eso estaba mejor...así que dejé de azotarla.

Solté el cinturón y puse las palmas de mis manos sobre sus nalgas. Estaban muy calientes, aunque tuve mucho cuidado de que no le quedasen más marcas que el enrojecimiento de las mismas.

Los consoladores se había salido casi por completo, pero no me importaba, era buen momento para quitárselos, los retiré quitando también las pinzas, apretando un poco el sitio donde habían estado, sabiendo que eso dolía más que las propias pinzas.

Le desaté los tobillos y me quedé a la espera. Quería ver como reaccionaba. En realidad pensé que se levantaría enfadada y montaría un espectáculo. Pero me sorprendió quedándose totalmente quieta tal y como la había dejado...

¿ No te vas a mover... ?

No me lo has ordenado Ama...

Su respuesta me sorprendió aún más. Me quedé sin saber que hacer mientras ella sollozaba sin cambiar de postura...

Realmente se había sometido a mi... Sentí una mezcla de sensaciones que ni aún hoy soy capaz de explicar.

Lo único que pude hacer fue tumbarme a su lado, también con el cuerpo boca abajo. Apoyé la cabeza en su brazo y con una mano acaricié su mejilla secando las lágrimas...

Acerqué mis labios a los suyos y le di un beso al que respondió de inmediato buscando mi lengua con la suya...

Puse la mano sobre su costado y la obligué a ponerse de lado mientras yo hacía lo mismo. Quité el cojín y lo tiré al suelo distraídamente mientras el beso seguía y subía de intensidad.

Nuestros cuerpos se entrelazaron. Mis brazos la rodeaban y los suyos a mi, mientras nuestras piernas se hacían un nudo...

Mis pechos se aplastaban contra los de ella y nuestros pubis se rozaban...

De pronto sentí una mano que bajaba hasta mi coño...

¿ Puedo Ama?

Si, ahora quiero que disfrutemos las dos...

En seguida noté sus dedos jugando con mi clítoris, lo cual hizo que inconscientemente se me arqueara la espalda...

Sus manos se pusieron en mis hombros y me empujaron hasta tumbarme boca arriba...

Sus labios se deslizaron por mi cuerpo, deteniéndose un rato en mis pechos mordisqueándolos y lamiéndolos por turnos...

Tras un rato llevó su boca a mi pubis y lo beso, para después meter la lengua en mi rajita y lamer mi clítoris. No sabría describir la forma en que lo hacía pero me estaba volviendo loca, en algún momento sentía pequeñas punzadas que mezclaban una subida de la intensidad del placer con un poco de placer...me lo mordía....

Para puta. Lo haces muy bien, eres un guarra de primera. Pero quiero un sesenta y nueve...

Si Ama...

Nos movimos sobre la cama hasta quedar ella debajo y yo encima de forma que la cara de cada una quedaba contra el coño de la otra...

Empezamos a comernos mutuamente. Yo estaba desesperada por correrme y porque se corriera y creo que ella también, porque cada vez nos lamíamos con más pasión, con más velocidad y con más fuerza...

Introduje mis dedos en ella y comencé a follarla con fuerza a lo cual ella correspondió haciendo lo mismo...

Mi boca la devoraba y mis dedos se movían rapidamente, cuando de repente noté que un dedo húmedo rozaba mi ano. Un escalofrío me recorrió cuando noté que me penetraba con el. Comenzó a moverlo al tiempo que me follaba con la otra mano y me lamía el clítoris con su lengua.

El orgasmo me sobrevino llenando de escalofríos y convulsiones mi cuerpo y haciendo que mis movimientos para con ella se hicieran más salvajes y provocaran el inicio del suyo...

Gemíamos y nos convulsionábamos descontroladamente...

Hasta que por fín llegó la calma y la relajación total...

Pasamos unos quince minutos acurrucadas la una en los brazos de la otra y besándonos dulcemente, hasta que decidimos llenar la bañera y meternos juntas.

Una vez dentro ella se sentó entre mis piernas delante de mi, apoyando su espalda contra mi pecho y echando la cabeza hacia atrás, en mi hombro...

No me creo que al final te sometieras mi niña...Le dije dulcemente.

Bueno...no cantes victoria tan pronto me contestó girando la cara hacia mi.

¿ Por qué dices eso? Le pregunté pellizcando juguetonamente un pezón.

Me miró con aquella cara de niña mala que tanto me gustaba ..

Contesta zorrita...

En ese momento se desabrochó el collar que aún llevaba puesto y lo balanceó ante mis ojos. Su respuesta me dejó helada y me hizo sentir una fuerte punzada en el coño...

Porque la próxima vez...la sometida vas a ser tú...

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