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La esclava de Luis Giner (Capítulo 3)

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El comisario Giner se removió en la amplia cama de su dormitorio, se despertó envuelto en un relajante e incomparable bienestar físico. Llevo su mano a su pene y se lo acaricio entre gemidos y una gran placentera mueca en sus labios.

Se levanto con una semi erección y anduvo desnudo hasta la cocina. Tomo café y un chupito de aguardiente colombiano, se puso unos ajustados pantalones cortos de deporte y se dirigió al sótano, donde tenía su más preciado tesoro.

Adriana aun se encontraba con sus ojos vendados, esposada por sus muñecas y tobillos totalmente inmovilizada y con sus pechos totalmente cubiertos de cera ya totalmente fría.

El Oso la había dejado así después de eyacular por segunda vez, exhausto y cansado se había retirado a su cama sin desatarla.

-Hola mi putita -saludó alegremente el comisario con una amplia sonrisa mirando a la chica.

La joven contestó con un sollozo y sus músculos totalmente cansados de tantas horas en la misma posición, dieron débiles y desesperados tirones sobre las esposas.

El Oso quito la venda de los ojos de la chica que le miro de manera cansina y sumisa.

-¿Quieres que te desate? -pasaron unos segundos sin que los temblorosos labios de Adriana pronunciasen palabra-. Veo que no has....

Antes de que el comisario terminase su frase, la joven por fin le hablo con palabras débiles pero llenas de claridad.

-Si...si Señor...me gustaría…

La sonrisa ilumino aun más el rostro moreno y maduro del hombre.

-Bien... Bien... Así me gusta mi putita.

El hombre empezó a soltar las esposas dejando las extremidades libres de la chica que soltó tristes gemidos de alivio y se removió en el camastro intentando recuperar la sensibilidad en sus músculos tensos y doloridos, mientras las manos del hombre, retiraban cuidadosamente la cera de sus pechos.

Adriana sintió durante largos minutos como las grandes manos, los largos y duros dedos del hombre, recorrían su cuerpo dolorido con una lasciva energía. Noto los gruesos dedos apretar sus pezones con excesiva fuerza, sintió penetrar esos dedos en sus cavidades aun impregnadas del jugo que su amo había derramado dentro de ellas. Odiaba aquellos dedos, aquellas manos, pero sabía que ahora era pertenencia suya.

-Vamos arriba putita -dijo el hombre apartándose de ella. La chica se encontraba tremendamente dolorida y cansada pero ya sabía que debía de atender a cualquier deseo de aquel hombre sin hacerle enfurecer.

Reunió fuerzas y se levanto quedando de pie ante la inmensa mole que representaba el Oso. Su aspecto era lamentable, aun mantenía restos de cera roja a pesar de que su amo ya le había arrancado la mayor parte, su vagina recién depilada y su cavidad anal dejaban entrever gran cantidad de semen reseco, y numerosos chorretones de saliva, flujo y semen cubrían amplia superficie de su piel.

-Estas echa una guarrita -dijo divertido el comisario mirándola de arriba abajo-, luego te lavarás bien, pero lo primero es reponer fuerzas con un buen desayuno. Vamos sígueme, para que veas que estas como en tu casa, hoy desayunaras en mi cocina,

La chica siguió con su mirada perdida en el suelo de cerámica italiana, el seguro y poderoso caminar del hombre.

Llegaron a la cocina y el policía la hizo sentarse en una banqueta frente a unos grandes ventanales que ofrecían una impresionante vista de la verde vegetación que cubría las cercanas laderas de la sierra, aunque Adriana apenas presto atención a dicha vista, observando tímidamente como el Oso preparaba un gran tazón de leche con cereales chocolateados.

-¿Te gustan los cereales con chocolate putita?

-Si Señor.

El comisario se pego a la chica con el tazón del desayuno encima de la mesa de madera de roble, parte del exquisito y caro mobiliario de la cocina.

-Bien abre tu boquita -ordeno-, hoy te daré yo de desayunar.

Adriana enseguida comprendió acongojada que aquel desayuno iba a ser especial, y aunque tenía hambre y la hubiese gustado comer ella sola tranquilamente, tenía claro que no se lo iba a decir al hombre.

El Oso, como si leyese los pensamientos de su esclava, lleno la cuchara sopera de cereales y lleno la boca de la joven.

-¿Te gusta puta?

-Si...si Señor -contestó después de tragar parte de su desayuno.

-"Plaaafffff" -la bofetada hizo que Adriana escupiese restos de leche y cereales-. Vamos a arreglar esto de una vez guarrita, basta de Señor, dirás MI SEÑOR, ¿entendido?

-Si...si...mi Señor -sollozó ella aun aturdida y sorprendida de la gran bofetada recibida.

Giner, sin darla tiempo de recuperación, comenzó a alimentar a su esclava con excesiva rapidez, la leche rebosaba por los labios de la chica que tragaba agobiada, chorreando por su barbilla y llenado su cuello y pechos.

-Mmmm mi puta -canturreó parando un poco y metiendo dos de sus dedos en la boca de la chica, empujado los cereales hacia su garganta mientras se deleitaba con la vista de la chica-, eres una guarra, mira como estas.

El hombre empezó a tocar los grandes senos de Adriana, que pasado el efecto de la cera, volvían a retomar su espectacular color blanco. Los pechos enseguida se endurecieron ante el tacto de las grandes manos. La joven noto como las duras yemas de los dedos masculinos aprisionaban sus pezones, que parecían haberse endurecido eternamente por los últimos castigos, como si fueran tenazas y tiraban de ellos con aquel efecto doloroso que hacia aumentar su odio y su respeto hacia aquel hombre. La joven rumana gimió. Noto como el hombre dejaba momentáneamente sus tetas, la cogía sus manos y las metía bajo su ajustado pantalón. Adriana toco aquel tremendo miembro y noto como crecía entre sus finos dedos. Su amo gimió. "Sóbamelo bien puta". La chica obedeció, asió el pene entre sus manos y lo meneo notando aumentar su dureza y grosor, a la vez que el hombre no dejaba de meter en su boca cereales que ella trataba de tragar, pero no daba a basto, su boca se llenaba sin poder tragar todo. "Bájame el pantalón zorron" exclamo el hombre lleno ya de una intensa excitación. La joven volvió a obedecer enseguida y el miembro ya totalmente erecto, quedo frente a su boca. Ya sabía lo que le gustaba a su amo, pero ahora iba a tener que hacerlo con la boca llena de leche y cereales. Sintió como la poderosa mano del hombre la agarraba con fuerza de su corto pelo rubio y la levantaba la cabeza ligeramente. Enseguida el miembro entro en su boca. La chica noto el rozamiento del pene entre sus labios y lengua, mezclando la dureza del miembro con la leche y los granos de cereales. Intentó controlar con gran esfuerzo las arcadas que se formaban en su garganta.

-AAhhhhh putaaa como la mamaaaas -exclamó el Oso sacando su pene de la boca cubierto de leche. La tiro con fuerza del pelo hasta obligarla a quedar de rodillas ante él. Cogió de nuevo el tazón e introdujo todo su pene en él hasta empaparlo bien, después, lo volvió a meter en la boca femenina repitiendo la operación varias veces hasta que soltó un terrible grito de placer.

El Oso aguanto la eyaculación durante unos segundos sacando su pene de la boca de Adriana, la miro respirando agitadamente, su cuerpo estaba prácticamente cubierto de leche y restos de cereales, entonces, coloco su pene entre los pechos de la chica que lo cubrieron por completo y los apretó fuerte con sus manos, sintiendo como la dura piel de los senos aprisionaba su miembro.

Adriana empezó a mover su torso arriba abajo después de que el comisario se lo ordenase, notando el duro pene entre sus pechos, escuchado los espasmosos gritos de placer del hombre.

-Aaaaahh que tetazaaaaas zorraaaa como me gustaaaa aaah ahhhh.

El hombre sintió como sus genitales comenzaban a bullir en un terrible placer, preparándose para expulsar el semen, entonces, retiro el pene de las tetas y cogió el tazón, puso su glande sobre él y expulso todo el semen rociando la leche y los cereales que quedaban con su blanco y espeso jugo.

-Bien putita guarra -dijo aun temblando del reciente orgasmo-, ahora vas a terminar tu desayuno. Abre tu boquita.

Adriana degusto por primera vez desde que el policía la tomo como su esclava, el semen de su amo. Lo trago ante las continuas cucharadas que el hombre metía en su boca, notaba el caliente semen y su viscosidad envolver los cereales que volvían a llenar su boca, Adriana tragaba luchando agónicamente contra las arcadas provenientes de su estomago.

-Putita comodona -dijo el comisario cesando en la alimentación de la chica. Puso el tazón en el suelo a escasos centímetros de Adriana-. Ahora tu solita vas a terminarte el resto solamente con tu boquita.

Adriana le miro angustiosa durante unos leves segundos de suplica en los que su preciosa cara reflejaba la amarga humillación que estaba recibiendo y lo que aun le esperaba.

Pero no le hizo repetir la orden a su amo.

Doblo su torso empapado, y llena de lágrimas acerco sus labios hundiéndolos en el recipiente que contenía los últimos restos del revuelto de semen y cereales chocolateados.

Apenas tuvo tiempo de degustar su alimento en esa posición porque sintió dos fuertes cachetes en sus nalgas que casi la tiraron. La joven soltó un grito de dolor e inmediatamente noto las poderosas manos del hombre cogiendo su cintura y empinándola hasta poner su trasero en pompa dispuesto para su placer.

-Continua comiendo puta guarra -ordenó nuevamente con un amenazante tono de excitación en su voz. Su pene apenas había menguado en sus 22 centímetros después de la eyaculación, la humillación a la que estaba sometiendo a su sumisa le mantenía en permanente erección.

El Oso apretó con su mano la cabecita de la chica sobre el tazón e introdujo su pene largo y duro como una barra en la cavidad vaginal de Adriana. Bombeo su miembro en el interior de la vagina con una dura intensidad durante varios minutos envuelto en sonoros gritos de placer, saco su pene de la vagina y lo froto entre las nalgas intensamente, busco con su glande la expuesta cavidad anal de la chica y lo hundió en un lento pero incesante empujón en el ano de la joven.

Adriana noto dolorosamente como el tremendo pene la volvía a abrir su ano, pero esta vez no pudo gritar, el hombre mantenía su cabeza apretada contra los cereales. Intento removerse angustiada notaba como le faltaba el aire.

-"Plaaaff". "Plaaaff"

Sintió las dos nuevas nalgadas. El enorme pene de su amo la perforaba su agujero una y otra vez cada vez con más ímpetu y energía hasta que ceso de golpe en sus pollazos, pero Adriana no pudo relajarse, la fuerte mano masculina levanto su cabeza tirándola del pelo y rápidamente incrustó todo su pene en la boca de ella, ahora los terribles embistes del hombre eran en la boca, Adriana sentía todo el enorme pene penetrar prácticamente hasta su garganta para volver a salir, volver a entrar, el comisario la follaba la boca con terrible ansia y rapidez, casi a empujones; extasiado, pero sin llegar a correrse, tumbo al achica en el suelo y se coloco sobre ella aplastando sus pechos contra el suelo e incrustando su pene nuevamente en el agujero anal, hasta que el duro glande palpito violentamente y dejo escapar los chorros del liquido blanco.

El Oso se aparto de su esclava entre sonoros y agitados jadeos, su pene por fin perdía vigorosidad y su cuerpo chorreaba sudor por toda su piel.

Al igual que el cuerpo de Adriana, que se encontraba tirado en el suelo hecho una lástima.

-Incorpórate guarrita -La chica se encontraba exhausta, sin fuerzas, se sentía totalmente humillada y dolorida, pero aun así, se incorporó ante la orden de su amo mientras este se ponía ya un pantalón corto.

El Oso recorrió con su mirada y con su rostro cansado pero a rebosar de satisfacción, toda la cocina y a la chica.

-Está todo hecho un asco puta y claro está, tú debes de irte a tu cuarto por lo que me toca limpiar todo este desastre a mí -Adriana escuchaba las palabras de su amo ya arrodillada, sin saber muy bien lo que quería decir y que la esperaría con aquellas palabras-. No es justo que tenga que limpiar yo tus guarrerías ¿verdad putita?

El cuerpo de Adriana tembló ligeramente.

-¿Verdad? –insistió esta vez el hombre con un tono aun más severo y amenazante.

-Si... Si mi Señor –balbuceó la joven.

-Entonces comprenderás que no me queda otro remido que tener que castigarte, verdad mi putita -terminó diciendo mirándola con una cruel ternura y acariciando con fuertes pellizcos las enrojecidas mejillas de ella-. Contesta guarrita, ¿verdad que lo entiendes?

Los ojos de la chica se llenaron de dóciles lágrimas.

-Si lo entiendo mi Señor -Adriana a pesar de que su mente permanecía aturdida por la humillación y el castigo, comprendía que no tenía salida, que las primeras horas con aquel hombre cualquier negación o descuido habían servido para que la castigase, y ahora, aun obedeciendo en todo, su amo, expondría cualquier excusa para castigarla igualmente. Solo la quedaba acatar su suerte con resignación. Sintió como los poderosos brazos del policía la cogían en brazos y sin gran esfuerzo la trasladaba a su residencia del sótano, donde la dejaba en un rincón arrodillada.

Adriana esperaba inquieta los acontecimientos. Esta vez no la vendo los ojos. El hombre cogió sus brazos y se los ato a la espalda con una de esas tiras de plástico durísimo que se clavaban en la piel de sus muñecas ejerciendo una gran presión y dejando sus brazos totalmente inmovilizados y que él ya había utilizado con ella. Después, la puso la dura bola de plástico en su boca a modo de bozal y que también había probado, después, y fue cuando sus músculos se tensaron y temblaron de temor, el policía saco las finas pinzas metálicas que también había probado y que ejercían en sus sensibles pezones un fino pero continuo y doloroso cosquilleo que llegaba a hacerse insoportable.

La joven sintió los mordiscos en sus pezones hinchados. Lanzo un gemido a la vez que echaba una lastimosa mirada a su amo que no la prestaba atención, tan solo miraba las blancas tetas y los pezones y pinzados. Lo siguiente fue nuevo para ella. Vio como enganchaba unas cadenas a cada una de las pinzas de sus pezones de tan solo unos pocos centímetros, tiraba de ella obligándola a inclinar su torso hasta atar las cadenas a unas argollas incrustadas en el suelo. Adriana se sintió totalmente inmovilizada, cualquier mínimo tirón producían en sus pechos un intenso dolor. Y si se dejaba caer, las argollas se clavaban en sus pechos. La posición no era muy cómoda, tan solo podía descansar algo apoyando su frente en el suelo. Pero peor fue cuando sintió como las manos del hombre manipulaban sus labios vaginales hasta que sintió como eran dolorosamente mordidos seguramente por otro nuevo juego de pinzas. Intentó gritar nuevamente. Noto un fuerte cachete en sus nalgas y un hilillo de saliva se abrió paso entre la bola que cubría su boca. La primera idea fue que su verdugo la daría una fuerte paliza así inmovilizada a su antojo. Pero sus temores de paliza de esfumaron en el acto cuando sintió como la poderosa mano masculina tiraba de su pelo izando ligeramente su cabeza para que sus ojos pudiesen ver un tremendo falo artificial, el artefacto al menos media 20 centímetros, con una superficie tremendamente rugosa y seguramente más grueso que cualquier pene humano. Adriana intento removerse y un fuerte dolor en sus pezones la hizo permanecer quieta. El Oso la lanzaba insultos mientras notaba como colocaba la punta del tremendo vibrador en su orificio anal. El falso pene comenzó abrirse paso en su ano empujado por el hombre. La chica noto como la dureza del aparato abría su ano de manera dolorosa. Sentía como el semen acumulado en su recto era aplastado contra sus paredes rectales por el terrible rozamiento del aparato. Quería gritar pero no podía, tan solo conseguía que su boca taponada se llenase de saliva, empezaba a sentirse asfixiada hasta que comenzó a expulsar saliva por su nariz agónicamente.

El tremendo artilugio no freno hasta que lleno totalmente su ano. Adriana sintió un dolor insoportable cuando el vibrador quedo quieto y totalmente metido en su cuerpo.

-Putita te mereces esto -fueron las últimas palabras que su amo la dirigió aquel día, después, salió del cuarto del sótano apagando las luces y dejándola allí sola e inmovilizada, pinzada y con el tremendo aparato incrustado en su culo.

Adriana quiso llorar pero los focos de dolor en su cuerpo eran muy intensos, sintió como el aire llegaba con dificultad a sus pulmones hasta que consiguió expulsar gran parte de la saliva y respirar por su nariz.

Cerro sus ojos en la oscuridad e intento concentrarse en aguantar el castigo que su amo la había impuesto, rezando para que no durase excesivo tiempo.

 

FIN

(9,50)