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Putito para todos 07 Don Sabino se cobra el favor

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Me dejó desnudo a su vista, su mirada se detenía en cada detalle de mi pequeño cuerpo y acercaba curioso su mano pasándola con suavidad por las curvas de mis caderas, por mi vientre, hasta llegar a mi pene y cogerlo entre sus finas manos.

Me refugié en sus brazos esperando recibir la protección del hombre mayor, y besé esos dulces labios que conocía desde pequeño. Le encontraba tan delicado a pesar de ser un viejo ante las caricias de un chico como era yo.

En lugar de mamarle la polla como hacía en otras ocasiones, estando él sentado y yo de rodillas entre sus piernas, le pedí que se desnudara del todo y se colocara tumbado en el sofá que tenía en su despacho.

A pesar del paso del tiempo que había destrozado su cuerpo resultaba digno y venerable, delgado y lleno de nieve espesa y suave cubriéndole todo, le separé las piernas para tener todo su aparato genital a la vista, y solo imaginar lo que aquello pudo haber sido en sus tiempos de macho en sazón, se encogía el estómago de placer, estaba ante un hombre que seguía estando apetecible y soberbio como todo un macho aunque algo vencido y humillado por los años.

Con una mano sostenía su polla lamiéndola poco a poco sin prisas, el padre tenía sus ojos cerrados pensando en alguna joven lozana de su juventud siendo follada por su verga, o en el culo de uno de sus abundantes caprichos, enseguida comenzó a reaccionar, también le acariciaba sus gordos huevos o los chupaba ensalivándoles abundantemente.

La saliva que sobraba y escurría por su perineo la llevaba hasta su escondido ano y se lo acariciaba intentando meterle mi dedo. De vez en cuando me entretenía penetrando mi culo con los dedos para tenerlo preparado. No descuidaba un segundo su polla y chupaba goloso su glande gordo y rojo.

Llegó un momento en que temí que se corriera y la magia terminara, le monté a caballo dejando la punta de su verga muy cerca de mi ano.

-Padrecito, ¿siente el calor de mi culo?

-Sí hijo, sí, quiero penetrarlo y ser dueño de él aunque sea la última vez.  –notaba que mis palabras le ponían más cachondo cada vez que le hablaba, la sentía vibrar poderosa en mi mano terriblemente gorda y larga.

-Me escurre el culito de ganas de tenerla dentro, la siento muy caliente en mi mano padrecito Francisco.  -¿a cuántos se habría follado con ella y cuanta leche habrá echado?, mi culito la esperaba para darle placer al padrecito. 

Comenzó a levantar un poco su pelvis buscando mi hambriento agujero y pensé que era el momento adecuado, apunté su glande en la entrada de mi culo con mi mano y apretando fuerte como había visto hacer a Antonio con su polla morcillona, empecé a dejarme caer, tuve que apretar su glande para que penetrara la resistencia de mi anito y suspiré aliviado cuando estuvo dentro, ya estaba hecho lo más difícil.

-Ya ha metido el glande padre, ahora será más fácil, ¿nota el calor de mi recto y como le oprimo la verga?  -abrió los ojos un momento y los volvió a cerrar.

-Lo siento precioso mío, angelito del cielo, tendrás algún día tu recompensa por lo que hacer por este viejo. –el querido viejito quería seguir y empujaba nervioso, le sujeté la verga más abajo y volví a empujar bajando mi cuerpo, entró otro trozo, relajé mis anillos y procuré no apretarle el tronco, así poco a poco la fui metiendo, aún faltaba un buen trozo de ella y la sentía en la boca del estómago empujando, me dolía pero no me importaba, tenía que conseguir que don Francisco tuviera su corrida en lo más profundo de mis entrañas, aunque me costara la vida o me rompiera el ano.

Cuando al fin noté mi culo en contacto con los pelos de su pubis suspiré. Era increíble mi sentimiento de preñez, estaba lleno, repleto de la masa que era su polla adaptándose a mi recto.

-Padre, ya está dentro de mí, le siento y es delicioso.  –cogí su mano y a llevé a la parte superior de mi abdomen.

-Toque, sienta como se mueve en mi vientre, padrecito es usted maravilloso. -me incline para besar su venerable frente y después sus abiertos labios.

-Usted no se preocupe ya me muevo yo. -comencé a mover mis caderas en círculos procurando no apretar mucho su polla con mi ano, apoyando mis manos en sus aun tiesas tetillas.

-Angelito, es lo más lindo que alguien ha hecho por mí, gracias, gracias hijo mío.  –mi venerado confesor suspiraba sin abrir los ojos, continuaba soñando con sus aventuras que tanto placer le han dado.

Para mi resultaba extraordinario, era la verga más grande que había tenido en mi culo hasta hora y no me causada daño alguno, más bien era un placer exquisito sentir ese gordo reptil palpitando dentro de mí.

Procuraba ir lento para alargar su placer, pero sus manos cogieron mis caderas y las subían y bajaban con fuerza, clavando su polla como un joven que follara a su hembra en un intento supremo de dejarla preñada y perpetuar la especie.

-Padre, folla usted como un torito joven.  –balbuceaba palabras que no entendía y el sudor bañaba su frente.

-Me corro Ángel, me corro mi niño. –me senté con fuerza tragando toda su virilidad por mi culo, lo apreté y seguí con movimientos muy cortos hasta que sentí los chorros de su esperma brotar y comenzar a llenarme por dentro.

Mi culo mamaba su polla ordeñándole para que me dejar todo el valioso regalo de su leche, y en ese momento me corrí yo también violentamente, bajando y subiendo de su miembro que comenzaba a aflojarse.

Bañé su noble y blanco pecho con mi esperma, entonces el padre Francisco me miró, yo le miré y nos regalamos la más tierna sonrisa que pude soñar en él.

-Padrecito, ha estado muy rico, es la verga más grande que me ha follado, y lo ha hecho usted, el mejor. –me abrazó sobre su pecho untándome de mi semen que tenía esparcido sobre él.

-Mi niño, si te hubiera tenido hace años no hubiera dudado en dejarlo todo por ti.  –sus labios besaban mi rostro haciéndome gozar también por su amor desinteresado y sincero.

Llevaba el recuerdo de lo sucedido con don Francisco en su despacho y sonreía satisfecho, me lo había hecho pasar muy bien,  gozar una burrada de su polla, ¡qué gran pena sentí cuando salió de mi!, quedó como una ave muerta entre sus piernas, ni palpitaba siquiera, la intenté besar y chupé de ella en un acto de agradecimiento, pero no respondía a mis deseos, y tuve que conformarme con los besos y caricias a lo que me había dado el placer más grande que haya podido sentir al ser poseído por un hombre.

Papá había entregado las llaves de nuestra casa a Andrés, para si me retrasaba  que no tuviera que esperarme en la calle. Entré y estaba en el salón leyendo, yo seguía con la estúpida sonrisa de satisfacción en mi cara.

-Vienes muy contento hoy, algo bueno te ha pasado para que estés así.  –se puso en pie y vino hasta mi para ayudarme a bajar mi mochila de la espalda. Entonces le abracé.

-Estoy muy contento Andrés, don Francisco me ha confesado hoy después de follarme el culo y he conseguido que me penetrara a pesar de que decía que no podría.

Por la cara que puso comprendí que no había dicho lo correcto, me miró como a un bicho raro y tartamudeó al hablar.

-¿Qué has dicho?  -parecía que estuviera viendo un espíritu del mal.

-Que hoy me ha confesado el padre Francisco como todos los jueves. –se iba a desmayar ante mí de un momento a otro.

-No, eso no, lo otro que has dicho, que te ha follado el culo.  –era eso lo que le preocupaba y hacía que estuviera nervioso, temblándole las manos, tenía que encontrar la forma de suavizar lo que diría.

-Es la primera vez que lo hace, yo se lo he pedido, hasta ahora solamente se la mamaba.  –creí que se pondría a llorar al verle brillar los ojos.

-¿También el cura?, por favor Ángel no me cuentes más sobre esas cosas, resérvalas para ti.  –se había enfadado y cogiendo mi mochila subió las escaleras con ella.

-Merienda o haz lo que tengas que hacer, te espero en tu habitación para estudiar.  –esa tarde no me habló más que lo imprescindible y todo ello sobre los deberes que tenía que preparar.

Estaba tenso y no se aproximaba a mí como hacía otras veces, había empezado a pasar su brazo por mis hombros mientras estudiaba y tenía que señalarme algo. Me gustaba mucho cuando me tenía así era como tener el ángel de mi guarda para protegerme, sosteniéndome para que no cayera, y eso lo había perdido por contarle que el padre Francisco me había dado por el culo.

El viernes estuvo de la misma forma. Y el lunes y los restantes días de la semana, habíamos perdido nuestra confianza y me daba cuenta de que no podría contarle lo que me pasara. Quizá si hubiera sido de otra forma hubiera podido pedirle ayuda para un problema que me había surgido.

Un día sí y otro no, o en días seguidos, Carmelo me llevaba al baño, me pedía lo de siempre, primero que le chupara su verga y después me la metía por el culo para que yo lo pasara bien. Estaba aprendiendo rápidamente distintas formas de follarme y su imaginación le hacía buscar nuevas maneras, de rodillas en el suelo, inclinado apoyando mis manos en la taza del wáter, con una pierna sobre la taza, sentado en el lavabo, no le faltaban ideas y le sobraba la indiscreción.

Había hablado con algún chico de lo que pasaba entre nosotros, yo sé que otros también hacían lo mismo al verles salir de los baños juntos, la picardía de sus sonrisas y otros detalles que nosotros compartíamos me lo revelaba.

Ese mediodía cuando salimos, en la puerta principal de los aseos estaba Pedro, éste no participaba en nuestras clases, solo en alguna que tenía como repetidor, a Carmelo no le pareció raro el encontrarle ni que nos parara para hablar. Fue rápido y directo en pedir lo que quería.

-Mañana me harás lo que haces con Camelo, yo también quiero darte por el culo, te espero como hoy aquí.  –miré a Carmelo en silencio reprochándole el que hubiera contado nuestro secreto.

-De verdad Ángel, que no tuve otro remedio.  –le creí y confié en él.

-Vale, no importa, lo haré con él como quiere.  –se quedó pensativo un momento mientras caminaba a mi lado.

-¿Y yo qué?  -me reclamaba su parte en el festín al que había invitado a otro, o eso creía yo, después sabría que otros deseaban lo mismo.

-Lo siento Carmelo, no hay tiempo para que lo haga con dos, tendremos que dejarlo para otro día.  –dio una patada en el suelo expresando su frustración.

Querría haber hablado de esto con Andrés para saber lo que él pensaba, no es que no quisiera estar con Pedro, éste era más guapo y más grande que Carmelo, y aunque nunca me había hablado me caía muy bien su cuerpo y la bonita sonrisa que tenía a veces cuando le veía en el patio.

Al día siguiente nos llevaron a una visita fuera del centro y no  pude acudir a la cita que me había propuesto Pedro, me esperaba a la salida cuando fui a coger el minibús que me llevaría a casa.

-Te estuve esperando ayer y no llegaste como te había pedido.  –me lo dijo de malas maneras pero me gustó el tono que empleó conmigo, como él fuera dueño de mi.

-¿No quieres hacerlo conmigo?  -parecía haber amenaza en su voz y no tenía que preocuparse.

-Quiero hacerlo, no te enfades que no fue culpa mía, si quieres lo hacemos mañana.  –me miró más relajado.

-Ya te diré el día, mañana lo tengo ocupado.  –dijo el nombre de otro chico que no conocía, parece que Pedro se aprovechaba de otros chicos o les daba su verga cuando podía.

Ese jueves en mi visita al padrecito don Francisco iba muy ilusionado para repetir lo que tanto me había gustado, me recibió como siempre, con su amor y maneras de expresarlo, con sus besos siempre tiernos.

Lo intentamos con toda nuestra buena voluntad, pero la maravilla que era su polla no se levantaba y cogía consistencia, casi lloro al ver su triste cara de impotencia.

-Lo siento Angelito, me hubiera gustado volver a repetirlo y llenarte con mi verga, pero ya ves, no es posible.  –la chupé y la daba todo mi inmenso cariño sin resultados, me tuve que conformar con lamer su glande, debajo de él, en el frenillo que le gusta tanto y recibir su dulce semen en mi boca sin que su polla llegara a hincharse y ponerse dura.

Haber probado una cosa que te gusta, que te da placer a tope y que desparezca de repente es terriblemente decepcionante, ese día llegue triste a casa pero Andrés no me preguntó por lo que me sucedía.

Lo pasaba mal con este estado en que nos encontrábamos, estaba cogiendo un cariño muy especial a mi profesor particular, a sentirme muy bien a su lado, pero tenía la impresión de que yo no le gustaba, nunca me pedía nada de lo que otros hombres deseaban de mi.

La semana había transcurrido sin mucha actividad, solamente había mamado dos vergas, la de Carmelo y la del padrecito Francisco y recibido en mi ano la verga de Carmelo, Pedro no me volvió a pedir que fuera a los baños.

Me sentía inquieto, necesitaba más acción,  no sé lo que me sucedía pero esa falta de verga me mantenía nervioso. Eso se solucionaría este día. Estaba en mis clases con Andrés en mi habitación cuando llegó mi hermano, no venía solo, le acompañaba Martina, la chica que yo creía que se moría por Tomás.

Subieron entre risas las escaleras, mi habitación está situada en el pasillo antes que la suya, la puerta estaba abierta ya que Andrés quería que estuviera siempre así, al pasar nos vieron y Joky tiro de la mano de la chica para meterla en mi habitación.

 Martina se quedó sorprendida al ver a Andrés  y se puso rígida. Mi hermano se acercó para abrazarme y darme un beso, también abrazó a Andrés riendo jovial, la chica no se movía y miraba a Andrés continuamente, luego se fueron a la habitación de mi hermano y continuamos repasando los deberes.

Escuchábamos risas ahogadas y grititos de mujer, también la voz ronca de Joky, Andrés suspendió un momento el trabajo y mirando a la pared expelió el aire de sus pulmones con fuerza.

-No he visto nunca una familia como la vuestra, se folla a las novias de sus amigos, te comparte a ti con ellos, no le importa que te den por el culo, no soy capaz de entenderos.  –calló un momento mientras yo intentaba comprender sus palabras.

-Será mejor que lo dejemos para el lunes que avanzaremos más. -comenzó a recoger su material de trabajo  en ese momento Martina asomó su cabeza para despedirse, era evidente que quería mostrar ante Andrés que se marchaba.

-Espera Martina, me voy contigo, por hoy el estudio ha terminado.  –se despidió con un frío adiós, me dolía esa forma que tenía al dirigirse a mí. ¿Qué podría hacer yo para que me quisiera?, me gustaría tanto un beso de sus labios, una caricia de sus manos o por lo menos que volviera a pasar su brazo por mis hombros cuando me explicaba algo.

Me quedé tumbado en mi cama hasta que mi hermano vino a buscarme para bajar a cenar, se escuchaban las voces de papá y Antonio en la cocina, tendrían preparada ya la cena. Se acercó a la cama, vio como retorcía mi cuerpo con mis manos sobre mi pene.

-No te preocupes pequeño, hoy te daré lo que necesitas.  –me cogió en sus brazos y beso tiernamente mi boca.

-No ha querido hacerlo al estar aquí Andrés y no se lo volveré a pedir, la próxima me lo pedirá de rodillas.  –por supuesto se refería a Martina, soltó una alegre carcajada y me cargo en sus espaldas para bajar las escaleras.

Como había supuesto la cena estaba en la mesa, Antonio y papá bebían una cerveza hablando entre ellos, después de la comida se pusieron en pie.

-Por favor recoged la mesa vosotros, Antonio y yo vamos a salir unas horas.  –Tomás había ido a pasar el fin de semana con Jesús y Carmen, Antonio marchó a su casa, papá se puso muy guapo vestido con unos ajustados pantalones vaqueros y no quise mirar más porque estaba para comérselo y me excité pensando en la suerte que tendría la mujer que esta noche estuviera en sus brazos.

-Venga pequeño, te has quedado atónito mirando al aire, ¿o era al cuerpo de papá?  -me dio una pequeña nalgada en el culo empujándome para que comenzara a trabajar recogiendo los platos.

No habíamos terminamos y me mando al baño para que me duchara y lavara la boca.

-Límpiate bien el culito, yo termino de recoger y subo ahora mismo.  –me abracé a su cintura, tenía su polla dura y salí corriendo, me espera una noche especial con Joky, le iba a tener para mí y ya me emocionaba y sentía temblar mis sentidos y mi cuerpo.

Le esperé en la cama como él deseaba que estuviera, limpio, oliendo a colonia de bebé, con la cremita bien aplicada en mi cuerpo, sobre todo en la zona de mi ano, cuando subió llegó directamente a mi habitación sin pasar por la suya, se quitó la ropa despacio exhibiendo su cuerpo para mi, sabiendo cómo me gustaba verle estirase felino y poderoso marcándoselo todos sus músculos.

No se entretuvo mucho y cayó a mi lado, no se había duchado y olía a sudor del día, me encantaba su olor a macho joven y potente.

-Enano estoy loco, esa tía me ha dejado con unas ganas tremendas, te la voy a meter y dejarte mi leche, necesito descargar o no duraré, luego te hago lo que tú quieras.  –no necesitaba darme explicaciones, el temblor de su poderosa y erguida verga hablaba de su deseo, cogí con mis dedos el precum que salía abundante de ella, lo lamí un poco y luego lo llevé a mi culo.

Me situé de rodillas sobre la cama y él ocupo el lugar del macho colocándose entre mis piernas, dispuesto a comenzar la monta, follarme y dejarme el culo lleno para tranquilizarse y gozar más tranquilo de mí el resto de la noche.

Metió su verga con dificultad pero sin dolor y enseguida comenzó a bombear hasta que abrazó mi tripa pasando sus brazos por debajo de mí y se clavó hasta los huevos dejándome todo lo que había acumulado pensando en el coño de Martina.

No me soltó hasta que quedó satisfecho, moviendo con fuerza sus caderas para entrar profundo y dejar todo su semen en el fondo de mi culo, quedamos unidos aunque ahora tendidos de costado, él detrás de mi respirado ansioso.

-Mariconcito, es una suerte tenerte, tan guapo y dulce hermanito.  –comenzó a dedicarse a mi después de haber descargado la desazón que el pobrecito sentía.

Comenzó a besar mi cuello y mi oreja, mis susurros de placer no tardaron en escucharse en la habitación, arañaba con suavidad mi espalda sin apretar mucho para no dejar marcas.

-Eres un putito precioso, si tuvieras un coño no necesitaría a nadie más, serías mi mujercita para hacerte mis hijos y que fueran tan bonitos como tú.  –me sentía muy dichoso con sus caricias y palabras, escuchando sus íntimos y lujuriosos deseos.

Volvió a la postura anterior pero saco su verga, abrió bien mi ano y comenzó a comer la leche que antes me había dejado y ahora poco a poco salía de mi culo.

Se relamía ruidoso del gusto que tenía, follaba mi culo con su legua de una forma magistral, divina y me hacía ser especial.

Hermanito, me voy a correr que gusto me das, es terrible.  –no pude decir una palabra más, me convulsioné enterrando mi cara en la cama, mordí la sábana y de mi salió mi vida. Era tan espectacular, tan maravilloso el placer que su lengua me daba follando mi culo, mis piernas se abrieron y caí rendido en el lecho.

-Te quiero hermanito, me encanta como te corres y tus gritos. –había hablado de gritos y recordé el alarido que salió de mi garganta, gritaba como un cerdo cuando le llevan al matadero instantes antes de correrme.

Descansamos entre caricias y besos y volvió a metérmela de nuevo, volví a sentir su potencia de incansable macho, sus gritos no menores que los míos al volver a llenarme de su semen y entonces, vencidos por el sueño nos dormimos.

Desperté cuando unas manos me apartaban de mi hermano tirando de mí, me sujetaron y sin despertar del todo sabía que era papá que había vuelto de su nocturna búsqueda de una hembra a la que follar. Tenía aún la polla de Joky en mi recto y salió de sopetón, intentó sujetarme pero ya estaba en el aire.

-Papá déjale esta noche que duerma tranquilo.  –a pesar de su petición Joky volvió a caer en su sueño mientras papá me transportaba a su lecho.

-Te necesito hijo mío, no hemos encontrado algo de nuestro gusto, ¿quieres pequeño?  -¿qué le iba a decir yo? , abracé su cuello y le besé.

-Papi haz lo que quieras.  –le sentía mugir mientras mi culo volvía a ser atravesado por un pene conocido.

Le tenía entre mis piernas abrazando su cintura, aunque hubiera querido que no fue así, quien podría parar a un macho con ganas de vaciarse, a un hombre que necesita a alguien para sacar toda su leche acumulada en sus testículos.

-Folla a tu nene papi, tu verga me da mucho placer papi mío.  –mi pene no llegó a sentir una emoción y no se me puso rígido, ni necesitaba correrme, ya lo había conseguido con Joky dos veces, el placer me llegaba de ver a mi papi gozar de mi, de sus mordiscos en mi cuello, de su lengua queriendo penetrar mi oído, de sus chupeteos en mi boca, de sus palabras que sonaban a música en mi cerebro.

-Mi amor, mi niño bueno, alegría de su papá, te adoro mi pequeño. –todo dulce y lleno de amor de un padre por su hijo.

Me folló hasta correrse dos veces en mi culo, me sentía agotado, rendido, destrozado pero contento y satisfecho de mi deber cumplido con mi familia, con los seres a los que más quería. El recuerdo de Andrés llenó mi mente, ¡cuánto pensaba últimamente en mi joven profesor!

Andrés, Andrés, por favor dame tu amor, bésame, hazme tuyo. Y entonces me dormí envuelto en los brazos de papá, escuchando sus jadeos mientras terminaba de llenarme con sus preciosos jugos.

Pasaron algunos días y el miércoles tuve noticias de don Sabino, y por él, del mismo Pedro. Estábamos terminando una de sus clases y se aproximó donde yo estaba con Carmelo y otros chicos acabando el trabajo y recogiendo los útiles que habíamos empleado.

-Cuando termines de recoger te espero en mi despacho, tengo que hablar contigo.  –le hice un gesto de asentimiento, Carmelo me miraba sin querer marchar de mi lado, al final lo debió de pensar mejor y cogió sus cosas para ir al recreo que había hasta la siguiente clase.

Llegué tranquilo a la puerta del despacho que tenía don Sabino al final de los talleres, llamé con los nudillos y la puerta se abrió, Pedro apareció delante de mí, me sorprendió que estuviera allí pero solo le miré, tenía una extraña sonrisa en la cara.

-Pasa Ángel, entra, y tu Pedro cierra la puerta.  –me encontré a don Sabino sentado detrás de su mesa, la tenía ocupada con maderas y otros elementos de su taller. Me quedé allí de pie ante él y con el enorme Pedro a mi lado.

-Ya sé que sigues con ese chico haciendo lo que no debes en los baños, y no han sido dos o tres veces, te han visto en varias ocasiones cada semana.  –miré compungido a Pedro, el causante de que don Sabino supiera lo que pasaba.

-No tienes que tener temor, Pedro y yo seremos discretos y no quiero que vuelvas con otros muchachos al baño, vas a tener nuestras pollas únicamente y para ti serán bastantes, te lo puedo asegurar.  –don Sabino había dejado su asiento y se colocó delante del escritorio, se apoyó sobre él y cogió mis brazos para acercarme.

Su redonda cabeza sin pelo relucía sudorosa, volví a jugar con mi imaginación y la convertí en un redondo balón que me hizo sonreír. Pedro me quitó la bolsa que llevaba en la mano, me sujetó por detrás arrimando nuestros cuerpos y me besó en el cuello.

-Padre, este puto es excepcional, su piel sabe a canela y está bien rico.  –Pedro se rió como si fuera un chacal ante su presa indefensa.

Don Sabino me abrazó, encerró mi cuerpo entre sus piernas abiertas, podía sentir la humedad de su sudor a través de su camisa de tela oscura, y el enorme bulto que aprisionaba en su bragueta.

-Ahora vas a ver dos vergas que gustan a todos los putos como tú niñito, mejores que la del viejo don Francisco, disfrutarás de lo que vas a tener para ti.  –sus blandos labios se posaron en mi boca, no olía mal el hombre y sabía besar, vaya si sabía, su boca atrapaba la mía y quería meter todos mis labios en su hambriento y enorme agujero.

Lamio mis labios y metió una enorme lengua en mi boca hasta el fondo, ahogándome como solo podía hacer la verga de don Francisco.

-Tienes razón Pedro, el puto sabe delicioso.  –Pedro abrazaba mi pecho y se apretaba contra mi trasero, sentía dos vergas enormes, una por delante y otra por detrás, transmitiéndome sus ganas de llenar un agujero de putito voluntarioso de soportar lo que para mí era aún un misterio.

Pedro me iba retirando la camisa y bajando con prisas mi pantalón de trabajo, se sujetaba con una simple goma a mi cintura, tiró hacia abajo y se llevó el pantalón y el slip hasta que cayeron al suelo.

-¡Buua! ¡Qué culito don Sabino!, y esto es para nosotros.  –a la vez que hablaba me soltaba una fuerte cachetada en mis erguidas nalgas.

-Sácame la polla precioso.  –era don Sabino el que me lo pedía, para ese momento había olvidado lo feo que era, a algunos podría parecer hasta repulsivo, pero yo sentía el placer de sus besos, el movimiento de su enorme lengua dentro de mi boca, su fuerte y caliente aliento que me ahoga al devorarme con sus besos.

Torpemente intenté quitarle la camisa que llevaba, no acertaba y se la quitó él, sus tetas enormes aparecieron ante mí, parecían las tetas de una chica pero no estaban elevadas como las de Patricia y sus amigas, si que eran más voluminosas que las de ellas, llenas de ásperos pelo, con los pezones morenos y la aureola de color chocolate oscuro, al estar sentado pegaban en su panza también peluda, era feo pero resultaba muy varonil y atractivo sexualmente.

Impaciente se bajó él mismo su pantalón, no llevaba otra vestimenta debajo y apareció la herramienta de la que se sentía tan orgulloso.  Quedé impresionado, había visto muchos penes en mi corta vida, gordos, largos y de raras formas pero este, el suyo, era diferente.

No tan largo y gordo como el del padre Francisco pero tenía un cabezón prodigioso de grande, sobrepasaba el diámetro del tronco en un tercio, los pelos le llegaban hasta la mitad de su aparato, poseía unos huevos gordos rojos y con mucho vello, el principio de la verga tenía una curvatura muy pronunciada hacia abajo, como el mango de un paraguas y lo más extraordinario, que a diferencia de la de don Francisco, esta permanecía erecta, con la piel tirante de lo excitada que la tenía y cabeceaba al salir pidiendo que alguien se ocupara de ella.

Don Sabino se río como un conejo al ver mi sorpresa, con una risa que salpicaba su saliva sobre mi pecho y la cara.

-Te gusta, ¿eh?, te gusta, lo noto en vuestras caras de putos. –me abrazó hasta tener mi cabeza sobre sus enormes tetas, olían a sudor de hombre y las mordí con suavidad comenzando a mamar sus pezones.

Mientras tanto Pedro se debía haber desnudado, besaba mi espalda inclinada para llegar con mi boca a las tetas de don Sabino, de vez en cuando volvía a golpear mi culo que encogía ante el ligero dolor y la sorpresa del golpe cuando llegaba.

Sus dedos se metían en mi ano y al poco tiempo quería meter su polla, abrí mis piernas y miré un momento hacia atrás, lo que me encontré era tan digno como lo que tenía don Sabino entre sus piernas. La polla de Pedro era un cono, un cono alargado y puntiagudo, ancho en la base como no había otro y era largo muy fino en la punta, mi culo tembló de placer en espera de las sensaciones de estas dos vergas dentro de él.

-Se la meto yo primero don Sabino, para prepararle el camino como siempre.  –me incliné un poco más dejando de mamar las gordas y ricas tetas, para ofrecerle mi culo en todo su esplendor a mi primer follador.

Quedé un momento expectante, esperando el momento en que aquel cono comenzara a tomar posesión de mi anito, entró son suavidad al principio hasta encontrar el lugar donde ni ano tuvo que estirarse para irle acogiendo en mi recto.

Don Sabino no sabía del placer que experimentaba al sentir ese ariete entrando en mi seno, al sentirme chupando goloso y sujetó mi cabeza para meter el asa del paraguas en mi boca.

Lo voy a decir, su polla sabía deliciosa y sentía muy curioso como mi boca se iba adaptando a su rara forma, parecía que tenía dos pollas en ella, me las arreglé para que mis labios y lengua le dieran el placer que esperaba de una boca tan puta mamadora de pollas como la mía.

-Don Sabino me gusta mucho, si mucho su polla, está muy rica y sabrosa.  –don Sabino tenía al menos treinta años menos que don Francisco y eso se notaba en su fuerza y bravura de macho maduro, experimentado y en plena forma.

Pedro empujó muy fuerte y a la vez que su polla se incrustaba en mi culo, metía bruscamente la verga del padre hasta mi garganta, suspiré ahogado,  sin aire para aspirar, su verga hacía las veces de un tapón en mi culo y el otro pene no podía pasar de mi boca y atravesar la entrada de mi garganta.

Me follaron los dos, uno por detrás y otro por delante sin pausa hasta derramarse uno y otro en los huecos que mi cuerpo les brindaba. Mi boca estaba inundada de blanco y espeso esperma, no podía tragarlo por el tapón de su curvado pene y escurría saliendo de mis inflados mofletes. Su sabor me pareció delicioso y protesté cuando don Sabino me sacó su polla para besarme en la boca y compartir su leche.

-¿Qué te ha parecido Ángel? ¿Te ha gustado? – me separé para mirar sus ojos de cochinito perverso.

-Quiero más don Sabino.  –Pedro se echo a reír y su polla salió de mi, reían los dos mientras se reponían del esfuerzo, sujeté la cabeza sin pelo de don Sabino y la abracé contra mi pecho besándola desesperado.

-Sí, sí don Sabino, ahora quiero la suya dentro de mi culo.  –cuando descansaron cambiaron de posición, para que la polla que mamara fuera la de Pedro mientras el macho de don Sabino me enculaba arrancando gritos de mi garganta que se escucharían en todo el taller.

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