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Hipnotizando a Marta (3)

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Vamos, anímate amiga, no sabes lo que te pierdes – dijo Marta

No sé, me gusta estar consciente en todo momento – dijo Susana con desgano.

Los últimos días, Marta llevaba insistiendo a su amiga que se deje hipnotizar. Susana no daba su brazo a torcer. Ella tenía una personalidad dominante y no tenía la menor intención de que alguien escarbase en su mente. Pero por otra parte le atraía Alvaro. Quería encamarse con él.

Marta guardaba discreción pero Susana sabía que se acostaban. Era vox populi en la facultad. Inclusive habían circulado fotos en los correos y teléfonos móviles donde se veía a una pareja en complicadas poses amatorias. Los rostros estaban ocultos pero era evidente para quienes los conocían, que eran ellos dos. Susana le había mostrado las fotos a Marta pero ella a pesar de sonrojarse como nunca antes en su vida, lo negó todo con la voz entrecortada.

Ambas estaban en la piscina de la casa de Susana. A salvo de miradas indiscretas gracias a las altas paredes, ambas se lucían en topless. Los hijos adolescentes de Susana estarían fuera todo el fin de semana así que ella invitó a su amiga a hacerle compañía. Dio días libres a la servidumbre para poder disfrutar de privacidad.

La casa había quedado con ella y sus hijos luego del divorcio. Su marido poseía varias propiedades así que no hizo mucha resistencia para dejarle esa amplia residencia donde Susana se aburría sobremanera cuando quedaba sola.

Mientras Marta dormitaba, Susana la observó. Su amiga había tenido un cambio radical esos últimos meses. Ahora vestía provocativamente y le gustaba coquetear con los hombres. Siempre había cuidado su figura pero ahora le dedicaba mucho más tiempo. Además había algo que su amiga ignoraba, Susana estaba descubriendo su lado lésbico. Ya había tenido un par de aventuras y se sentía atraída por Marta. Quizás con la excusa de la hipnosis podría gozar con ella y por qué no, un trío con Alvaro.

Media hora más tarde le dijo a Marta que no había problema en que invitase al muchacho para que al día siguiente intentase hipnotizarla. Marta aplaudió y fue a llamar de inmediato a su amigo.

Alvaro llegó cuando estaban desayunando. Le invitaron un vaso de jugo de naranja y charlaron un buen rato sobre los últimos chismes de la facultad. Él habló poco, Marta acaparó casi toda la conversación.

A media mañana pasaron a la piscina. Susana se puso una tanga cortísima para divertirse con Alvaro. Quería provocarlo y al mismo tiempo jugar con su mente a ver si era capaz de hipnotizarla mientras se lucía casi desnuda frente a él.

Marta no se quedó atrás. Se puso un micro bikini que apenas cubría sus pezones y su sexo depilado. Hasta la misma Susana se sorprendió. Si bien Marta antes usaba bañadores de abuelita y el día anterior se había puesto un bikini normal. La prenda que llevaba era muy distinta.

A Alvaro le brillaban los ojos mientras les iba explicando lo que haría. Susana le hizo un par de preguntas y luego empezaron con la inducción.

Marta solo participaría como observadora, pero Alvaro podía ponerla en trance solamente con una frase gatillo así que no le dirigió la mirada. Empezó una inducción lenta y progresiva con Susana que se había tendido en una tumbona.

Susana no tenía la menor intención de entrar en trance hipnótico pero Alvaro era hábil. La saturó con historias encadenadas y comandos subliminales que en quince minutos la colocaron en un trance leve. Fue profundizando paulatinamente y en media hora Susana estaba completamente hipnotizada.

Alvaro hizo un par de pruebas más y luego le indicó que se quitase la tanga. Susana se tardó unos segundos en reaccionar y luego obedeció torpemente.

Marta seguía consciente pero cuando Alvaro le susurró su frase gatillo entró en un profundo trance. Él también le ordenó que se desnudase.

Alvaro se quitó la ropa y les indicó a ambas que le hiciesen una mamada. Las dos mujeres empezaron una sana competencia de lamidas y chupadas. De cuando en cuando sus bocas coincidían y Alvaro notó que se besaban sin ningún problema. Así que les ordenó besarse y luego acariciarse. Finalmente terminaron en un 69 donde ambas se lamieron sus conchitas hasta terminar mutuamente con el muchacho como espectador privilegiado.

Sin sacarlas del trance ni ponerles la ropa, las llevó a la recámara principal. Ahí jugó con ellas un buen rato antes de volver a tener sexo. Fue un trío muy ardiente. Alvaro gozó de los seis agujeros que tenía a su disposición. No dejó de gozar de ninguno. Ambas estaban convertidas en ávidas putitas cuya única meta era satisfacer a su macho.

Alvaro tomó fotos que luego de editar los rostros envió por correo y a algunos teléfonos móviles. Ahora en la facultad tendrían otra fuente inagotable de chismes.

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