Nuevos relatos publicados: 7

La chica del parque

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DEDICATORIA:

A mis muy buenas amigas, Natalia y Clara, ángeles de esta Web, que hacen posible que los autores veamos publicados nuestros relatos de la mejor manera.

Luego ya lo sabéis, mis queridas amigas Natalia y Clara, Clara y Natalia… “Va por Uztede”, bellísimas damas, la “lidia” de “ezte buré”… Y hacia vosotras, en volandas, por el aire, hacia ese tendido bajo que señoreáis, va, en un vuelo, mi torera montera

 

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Javi era, con sus veintitrés años y metro setenta y cuatro de estatura, más resultaba un chaval casi alto que casi bajo, casi atractivo que casi no, casi fortachón que casi enclenque… Vamos, que como representante del masculino género humano no estaba del todo mal el chico, aunque tampoco fuera la cosa para tirar cohetes o salvas artilleras de ordenanza en albricias… Normalito tirando a bien, y gracias… Lo malo era que, lo que es de “labia”, más bien andaba justito y en tocando al negociado “nenas buenorras”, ni a lo justito solía llegar… O sea, que el pobre mío no se “comía” un “rosco” ni de chiripa o casualidad. Y claro, el pobrecito, en asunto de faldas, lo normal es que anduviera a “ramal y media manta”; o, lo que es lo mismo, compuesto y sin “rosco” que llevarse a salva sea parte

En fin, que el buen muchacho andaba mustio cual maceta sin regar en ni se sabe cuántos días, cuando un buen día se metió en una de esas redes sociales de “chico busca chica” y viceversa, cosa a la que era la mar de aficionado pues, ya se sabe, la esperanza es lo último que se pierde. Y, hete aquí, que ese día encontró una “Noviembre88” que prometía lo suyo… Aunque, también es justo reconocerlo, en tal “otoñada” encontró  un “no sé  qué” o un “qué sé   yo” que, a los días de “messengearse” con la “prójima”, ésta le atrapó, y algo más que por la bragueta… Porque “Noviembre88” no es que sólo fuera simpática y sencilla como ninguna chica de las que hasta entonces conociera, sino que, en añadidura, se adivinaba en ella una sensibilidad, una dulce ternura, que le llenaba de apacible gozo cuando “chateaba” con ella… Era una sensación muy difícil de explicar; de explicarse él, mejor dicho, la que sentía cada vez que se conectaba con ella… Era algo así como una inmensa, arrobadora, paz… No; paz no; era más que eso; mucho más… Era… Era… Sí; eso es… Dulzura… Una inmensa, enorme, dulce tranquilidad apoderándose de él, de todo él, en cuerpo y alma… Era como una suave, dulce, ensoñación que le llenaba de paz y tranquilidad mientras, digamos, hablaba con ella

Y Javi empezó a sentirse distinto; su vida, de manera imperceptible, fue variando; aquellos anhelos de escaso tiempo atrás por comerse un “bollito” bien calentito, se fue apagando de día en día, sustituido por la ansiedad de conectarse con su “Novembre88”, que ya no era tal, sino Gema, de 22 añitos, la mar de floridos en su suponer. Y lo que tenía que pasar pues acabó pasando, que una tarde quedaron para conocerse en persona. Fue más que nada la insistencia de Javi en conocer a Gema lo que acabó por decidir la cita, pues ella se resistía, casi, casi, que como gato “panza arriba” a dar tal paso, pero acabó por ceder a los insistentes ruegos del vehemente mancebo. Quedaron en el monumento a Alfonso XII, en el Retiro, junto al estanque, al lado de uno de los cuatro leones que adornan el monumental conjunto arquitectónico, por el frontis que da al estanque, justo, de los dos que quedan al centro, flanqueando la ancha escalinata que baja hasta el agua, el que queda a mano derecha, según se mira al estanque.

También habría que reconocer que la actitud de la tal Gema era, cuando menos, extraña; y no sólo por ese afán de que no se conocieran, no se vieran bis a bis, en vivo y en directo, sino por otros detalles muy “sui géneris”, cuando menos. Como, por ejemplo, la rotunda negativa a que se vieran mediante la “cam”, que podría tener un pase por lo de que, a lo mejor, él se “embalara”, viendo, viendo, y volviendo a ver y, ante tanta “visualidad”, intentara ver más y más… Y, además, lo que, al parecer, la muchacha, modosita y recatada ella, en modo alguno estaba dispuesta a dejarle ver…salvo con, al menos, ya señalada la fecha exacta del “casorio”…cuando no, con todas las bendiciones encima, tal cual manda y ordena la Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, por más señas, qué narices… Bueno, pues es que no fue eso sólo, sino que Dios y ayuda le costó al bueno de Javi que le enviara, vía correo electrónico, una foto, que ni a busto, realmente llegaba, pues no salía más que desde la parte alta, muy, muy alta del pecho, bastante más allá del margen superior, muy, muy, superior, de las “domingas” hasta arriba del pelo… Claro que la tal foto, al menos a Javi, le pareció de perlas…

Y es que, reconozcámoslo también, de una vez por todas, el rostro de la muchacha era lo más parecido a un ángel que en este terrenal y material Mundo de nuestros pecados podría encontrarse… Carita de ángel “nimbada del oro pálido” de sus cabellos ([i]) Un rostro que, como el refrán dice, era pura imagen de un alma límpida; un rostro que, palmariamente, hablaba de casi infantil inocencia, casi infantil candorosidad… Un rostro que a gritos hablaba de bondad más infinita que caducante… De tremenda ternura, de dulzura sin par en esa chica… En esa mujer… Y qué decir de su belleza… De esa belleza serena, en un rostro lleno, además, de vergonzante modestia… Sí; Gema era un ángel… Un ángel puro, toda ella espiritualidad, sentimiento, honestidad, franqueza… Lo que ya no hay, vamos… Lo que ya es más difícil de encontrar que gemas finas en un estercolero…

Al verla, al ver esa foto, a la mente de Javi se le vino un “post” encontrado una vez, no hacía tanto, “zascandileando” por el Facebook: “Desde que el sexo se hizo fácil de conseguir, el amor se trocó en casi imposible de encontrar”… Le llamó la atención esta especie  de sentencia de un moderno Séneca de la Filosofía, pero es que entonces, a la vista de la foto de Gema, le pareció una “cuasi”, “cuasi”, verdad Evangélica… Él no era todavía absolutamente consciente de ello, pero lo cierto es que Gema se le había metido ya de tal manera en el corazón, en el alma, que ya nunca podría librarse de tan dulce yugo… Sí; inconscientemente, sin darse cuenta de ello, sin enterarse plenamente de la cuestión, Gema le había enamorado hasta las trancas… Como nunca, nunca, ninguna mujer lo había hecho… Como nunca, nunca, ninguna otra mujer lo haría jamás, por, incluso, miles, millares de años que viviera… Enamorado de Gema como un verdadero ceporro… Y sin remedio…sin posibilidad de vuelta atrás…sin vuelta de hoja que valiera, “per in sécula, seculorum.”

Pero antes hablábamos de cosas raras, incomprensibles, casi incongruentes en ella, en Gema. Digamos ahora que Javi, al recibir la foto de Gema, no paró en barras para mostrarle sus masculinos encantos, pues a sí mismo se grabó un video que, la verdad, dejaba más bien poco a la imaginación. Comenzó por colocarse, por todo atuendo, un pantalón, o bóxer, de esos deportivos, de nadador o culturista, con todos sus pectorales, bíceps, tríceps, y toda esa pesca muscular más que al aire, sin olvidarse realzar ese “piazo e paquete” que Dios, en su  infinita sabiduría, y para su buena suerte, le otorgara en el “reparto de paquetes” ostentosos y ostensibles… Aunque tampoco se le fue de la memoria montar mil y una de “posturicas” y medias “vueltecicas”, al más puro estilo de “culturista” o “guaperas“, “ligón”, de piscina y playa… Lo cierto es que, tan pronto como Gema recibió el susodicho video, le respondió diciéndole

―¡Pero qué tonto eres, Javi!... ¡Y qué “bueno” que estás, también!...

Tan  pronto recibió Javi esta respuesta, retrucó con un “Que se vean tus gracias, guapísima”, a lo que Gema ni contestó; luego, cuando la cita, finalmente, quedó concertada, el joven se despepitó en descripciones del atuendo que vestiría para tan señalado evento, sin olvidarse de mencionar el ramito de flores que su mano luciría, respondiendo a esto la muchacha que sus flores preferidas eran las lilas, con lo que él le confirmó que tal flor sería la que constituiría el ramo… Pero tampoco hubo forma de que ella soltara prenda sobre cómo iría vestida, obviando señal alguna por la que él pudiera reconocerla… Simplemente, le dijo que ya le reconocería ella, aunque no llevara signo distintivo alguno, pues su rostro lo llevaba grabado, como a fuego, en la mente… En el alma le faltó por decirle… Que su amado…su querido rostro, lo llevaba grabado, indeleble por siempre jamás, en lo más profundo de su corazón… De su alma, pero no se lo dijo… No se atrevió a semejante osadía, pues sólo con pensarlo, se le enrojeció hasta la punta de las orejas… Hasta la raíz misma del cabello… De sus cabellos…

Y, por fin, llegó el gran día… El tan soñado momento de conocerse… De, finalmente, verse frente a frente… De bis a bis… Encarándose de una vez por todas… Para bien, o, para mal… Con no poca antelación, Javi, más nervioso que un flan, hecho más manojo de nervios que el consabido rabo de lagartija, estaba al pie del gran león de piedra, donde concertaran verse, desojándose mirando a cuanta chica joven diera la casualidad de que anduviera por allí, especialmente a las sospechosas de estar aguardando a alguien… Apenas haría un momento que allí estaba cuando escuchó una voz femenina a su espalda, hacia su izquierda 

―¡Hola!...

Javi, distraído, tendió la vista hacia donde partiera la voz

―¡Hola!...

Respondió sin parar mientes en la propietaria de tal voz… Sin verla… O, mejor sería decir, sin querer verla… Sin que su subconsciente permitiera que su mente lúcida advirtiera lo que esa parte inconsciente del cerebro humano, aterrorizado, sí que percibe… Y de sobra… Así que, Javi, siguió paseando, infatigable, su vista, su mirada, por todo aquél entorno de aquella soleada tarde cualquiera de la primavera madrileña, hacia fines ya de Mayo, hasta que de su ensimismada abstracción vino a sacarle una mano, llamándole la atención, tirándole del borde inferior de la americana del traje que, para tal ocasión, comprara y se vistiera, al tiempo que la misma voz repetía

―¡Javi, Javi!... ¡Que soy yo!… ¡Gema!...

Entonces sí; entonces sí que el joven reparó, lleno de terror, en la chica que, sonriéndole llena de cariño al tiempo que toda ella anhelante, le miraba desde aquella horrenda silla de ruedas… Sí; era Gema… Una Gema que le miraba arrobada, enamorada de él hasta el tuétano de sus huesos, esperanzada, o, más bien, anhelando que aquella tremenda barrera que entre ellos se interponía… Que entre ella y el resto del mundo, el resto de las personas, se interponía: Su traumática paraplejia…su terrible parálisis de cintura para abajo, expresada por esa silla de inválido… inválida, no fuera obstáculo insalvable para que él, en verdad, la quisiera… La quisiera como ella le quería a él… Con toda su alma…con todo su ser… Con toda su “alma, corazón y vida”, como dice la letra de un bolero… “Alma para conquistarte, corazón para quererte, y vida, para vivirla junto a ti”… 

Pero Gema, enseguida, vio que sus esperanzas quedarían, una vez más, defraudadas… No… Tampoco Javi era distinto a los demás chicos… También él se desfondó al comprobar la triste realidad de su inveterada circunstancia… De su invalidez…  De su tremenda, su terrible desgracia… Lo vio claramente en su rostro, demudado, desencajado al verla, al comprobar  lo que era… Al ver esa horrenda silla de ruedas, a la que por siempre, para siempre, estaría atada… Sin remedio… Sin ningún Dios que se apiadara de ella… Pero también tuvo la suficiente presencia de ánimo para mantener el tipo, a pesar de todos los pesares… A pesar de su alma destrozada…derruida…hecha polvo…

―Ya… Ya… No te preocupes, Javi… Lo comprendo… Cómo no iba a ser así… No pasa nada Javi… No pasa nada… Ya, ya me voy… Adiós… Adiós… Que seas feliz, Javi… Muy… Muy feliz…

Y, dándose la vuelta, dándole la vuelta a esa su silla, esa especie de maldición bíblica, empezó a alejarse de él, rumbo a la salida de monumento… Javi se quedó donde estaba… Observándola, viendo cómo se alejaba de él… Dentro de sí mismo, en lo  más hondo de su espíritu, una tenue vocecilla le decía: “No la dejes ir… Ve tras ella… Retenla contigo”… Pero no hizo nada; no se movió… No pudo; le fue imposible… Fue superior a sus fuerzas eso de ir tras ella… ¿Cómo, cómo iba él a hacer eso?... ¿Cómo ligarse a una inválida, a una baldada para toda la vida?... La realidad, es que lo sentía, lo lamentaba con toda su alma… Se sentía roto… Roto por dentro… Pero no pudo… No podía… En forma alguna… Era lo dicho… Superior, sí; superior a sus fuerzas… Era demasiado el horror sentido ante la visión de aquella horrible silla…De aquella horrenda verdad de la invalidez de esa chica, de esa mujer en la que tantas, tantas ilusiones había cifrado

Así que, cuando ya Gema apenas si era un recuerdo en su retina, viéndola alejarse…alejarse de él para siempre…para siempre jamás, con la cabeza gacha, los hombros hundidos, casi, casi, que llorando, también él emprendió más que la marcha, la huida del lugar… Aquella noche fue terrorífica para el amigo Javi; comenzó por dejarse caer por una de las zonas más cutres de la prostitución madrileña, la calle de La Ballesta y adyacentes, paraíso de clubes y bares de alterne de baja estofa, donde se mezclas las meretrices de barra de bar con las “trotonas” callejeras a todo ruedo, las “cenicientas de saldo y esquina”, como Sabina las llama en su “19 días y Quinientas Noches”, para acabar por tener que ir a recogerle su padre a la comisaría de policía de la zona, tras ser detenido por la “poli”, por daño, perjuicios y escándalo público, ya que, en un momento dado de aquella noche, hasta “er culico” de alcohol de garrafón, “fartabe” más en tan “selectos” antros, empezó por echar por su boca hasta los primeros calostros que la teta de mamita metiera en su estomaguito, víctima de las excelsas arcadas que le provocara el “aroma” a sudor rancio, humo de tabaco y perfume barato, reunido todo ello en “totum revolutum”, de una de tales “prójimas” que, en un sí es no es, casi logra “ligárselo”; lo malo fue que, cuando, más menos, se dirigían a la salida del local, en súbito ataque de “pasión” por besarlo en “to’l morro”, al joven le llegaron, de sopetón y en plena cara, los “dulces” efluvios de la “cenicienta”, con las fatales consecuencias antes descritas que, para más INRI, le acertaron a la sufrida “trabajadora del amor” casi, casi, que en “to’l” rostro, lo que provocó que, de no menos sopetón, le soltara la “nena” al Javi un monumental guantazo con su cortejo de “recuerdos a la familia”, incluido en el lote hasta su más ancestral antepasado…

Pero claro, también sucedió que el mancebo tampoco era tan manco, de manera que le arreó a la ramera una ensalada de ”hostias”, que para ella se quedó; aunque, como era de esperar, la sufrida “cenicienta” tampoco se quedó corta en seguirle zurrando la badana al pobre Javi, con una lluvia de mandobles, puñadas, bolsazos y demás yerbas, que me río yo de la Margarita Seisdedos, la “dulce” mamá de la cantante Tamara, la del “No Cambié”, y su ladrillo en el bolso, con el que enfrentaba a los malévolos periodistas del “cuore” que asediaban a preguntas improcedentes a su “retoña”, aunque para aquellos entonces, años ochenta, más o menos, la nenita tuviera ya más años que Matusalén cuando murió… Pero es que, tampoco ahí quedaron las cosas, pues ya se sabe cómo son de suyas las “trabajadoras” de Eros, con lo que, en un pis pas, Javi se vio tomado al asalto por una nube de tales “trabajadoras”, auténticas Furias del Olimpo griego, sin que tampoco faltara algún que otro “chulo”, echando su cuarto, no a Espadas, gracias excelsas sean dadas al Altísimo,  pero sí a Bastos, y, “a més, a més”, como “disen” “les cataláns”, con el As de tal palo, para que nada faltara… Y, menos mal, que en un momento dado apareció la “bofia” o “pestañí”, cual “disen” los “calés”, que le rescató de semejante hecatombe, que si no, sabe Dios qué hubiera sido “der probe”…

A partir de ese día, la vida de Javi pegó un cambiazo que vamos, ni cuando se le da la vuelta a un calcetín. Por de pronto, se hizo devoto seguidor del dios Baco, convirtiéndose en asiduo frecuentador de bares y tabernas, enganchando monumentales borrachera día sí, día también, con el correspondiente “gozo” tanto de su señor padre, que agarraba cada cabreo en verdad homérico, y de su señora madre, que no cesaba de llorar y gimotear a cuenta del más que querido fruto de sus entrañas más entrañables… Pero aquello no duró tanto tiempo, algunas semanas, algún que otro mes, en todo caso, pues, a la práctica, eso lo único que, por finales, le reportaba, eran unos resacones de Dios es Cristo, con sus consiguientes y mañaneros dolores de cabeza, que más de una vez hasta amenazaban con partírsela en, por lo menos, dos señores “piazos”… No; aquello no era de recibo, acabó por concluir, aunque tampoco eso significó, en modo alguno, que se trocara en eminente abstemio, pues de eso ni hablar dela peluca, aunque por finales, sus excesos alcohólicos, que en modo alguno acabaron, de momento, siguieron dentro de un orden… Hasta lo que tal cosa cabe, claro está.

En fin, que desde que recapacitó sobre la inutilidad de lo de la “tranca” suya de cada día, puso sus expectativas en sus viejas ansias de “comerse” cuantas más “rosquillas” femeninas, mejor… Y hete aquí que en esa más que nueva, renovada, faceta de su vida, se obró el milagro de que empezó a obtener un éxito que ya hubiera querido para sí el archifamoso Giacomo Casanova… vamos, que, un tanto inexplicablemente, las “nenas” que antes pasaran de él como de deglutir excrementos humanos, como aquél que dice, empezaron a rifárselo, para mayor honra y prez de sus masculinas prendas… Cosa mala, vamos, pues si se descuida, hasta me lo dejan consumido al sufrido mocer…

Pero esa inexplicabilidad, indudablemente, tenía su razonable explicación: Sencillamente, en él también se operó un cambio bastante notable tanto en sus más recientes costumbres, harto libidinosas y de excesos alcohólicos, como en su dejadez estudiantil. Porque Javi, que de siempre había sido modélico estudiante, sacando con holgura los cursos de Ingeniería química, cursando por cuando lo del fatal encuentro con Gema el penúltimo año de la carrera, de la noche a la mañana, a partir de tan infausto evento, empezó a cosechar “cates” a mansalva… Él, que en la convocatoria de Marzo había sacado adelante del primer al último crédito de la convocatoria, en la posterior del siguiente Junio, no aprobó ni una; pero no fue eso lo peor, sino que en la “repesca” de Septiembre volvió a “catearlas” todas… Ni una logró poner a salvo para el curso siguiente, por lo que en Octubre de tal año sólo se matriculó de la mitad en los créditos del último año de la carrera… Pero es que tampoco quedó en eso la cosa, porque en la primera convocatoria del siguiente año, en Marzo, ídem de lienzo es lo que pasó, que de nuevo los créditos pendientes del pasado año volvieron a quedar “colgados” para Septiembre y de los del nuevo curso, el último de la carrera, pasó tres cuartas de lo mismo, que todos pendientes para Septiembre

En casa las cosas se pusieron de rojo subido, con su señor padre subiéndose a las paredes de cólera… La cosa llegó al punto de que, si a Javi su “papi” no lo puso de “patitas” en la calle, y ahí te las compongas como puedas, fue porque mamá se puso algo más que terne con su señor marido, amenazándole con que si su hijo iba, por fin, a la “rue”, ella se iba con él, y  allí se la compusiera su señor marido en casa, más solo que la una… Pero el que “papuchi” acabara por “envinársela” respecto a lo del hijo, dado el plan “Agustina de Aragón”, casi que con cañón humeante y todo, de su señora esposa, tampoco quería decir que le volviera a dirigir la palabra ni a al hijo ni, siquiera, a su bravía madre…

Pero es que, para entonces, Marzo-Abril de ese siguiente año, Javi varió como un día soleado cambia respecto a la noche anterior… Cesó, absolutamente en su más reciente vida de crápula, enfrascándose en los libros como nunca antes lo hiciera… Dejó de salir con esa panda de amigotes con quienes últimamente se juntara, para dedicarse a vivir casi, casi, que cual eremita del desierto… Casi, casi, que como San Jerónimo y demás, limitándose cada mañana a asistir a las clases en la universidad, sin siquiera arrimarse en todo el día por la cafetería o bar, en tanto que las tardes las pasaba en su habitación, dale que te pego a los libros…

Hasta que ya, bien oscurecido, salía a despejarse un poco… Nadie sabía dónde iba, a dónde dirigía sus pasos… Realmente, parecía una sombra, deslizándose en silencio por las calles; cabeza gacha, hombros más hundidos que otra cosa, pensativo, ensimismado, en su propio interior… Vamos, que parecía, talmente, un alma en pena…Aunque, la verdad, ni Dios reparaba en él… Andaba y andaba, deambulando por unas calles atestadas de transeúntes, de tráfago de vehículos, de ruido y contaminación, despegado de todo cuanto no fueran sus tortuosos o, mejor, torturantes, pensamientos… Luego regresaba a casa, a seguir pie al cañón con los libros en  candelero…

Los fines de semana, sábados y domingos, el panorama variaba un tanto del de cada día, pues por las tardes, entre las seis y las siete, también salía de casa, pero esos días, invariablemente, se dirigía al Retiro, empezando por el monumento al rey Alfonso XII; allí se quedaba ratos y ratos, junto al famoso león que fura punto de encuentro entre él y Gema aquella tarde de marras, primera y única vez que la vio, como casi a diario, ensimismado, mirando ora al estanque, ora a su alrededor, aunque sin casi fijar la vista en nada, para después encaminar sus pasos hacia los paseos más o menos contiguos, aunque, comúnmente, más, cercanos que menos… Paseaba despacioso, siempre en silencio, siempre solo, por ese ancho, anchísimo, paseo que bordea el estanque, frente por frente, al famoso monumento al monarca borbón, el del Salón del Estanque, aunque también por los más estrechos, más umbríos, que al otro lado del estanque se abren al paseante…

Normalmente, acababa tomando el más que anchuroso de la Argentina, más popular por Paseo de las Estatuas, por las dos hileras que de varios de reyes de España, desde los visigodos hasta los Austrias, pasando por los medievales de Castilla, León, Aragón y Navarra, que se alinean a ambos lados del extenso paseo, con una amplia zona verde en su centro, una ancha franja de césped salpicada de macizos y parterres de plantas y flores, que recorre todo el centro del paseo de arriba abajo, desde el paseo Salón del Estanque, donde el de la Argentina o de las Estatuas empieza, hasta la puerta de Felipe IV, en la calle Alfonso XII, donde acaba, por lo que la zona peatonal, de firme de tierra, se divide en dos anchos paseos festoneando la zona verde central, entre las hileras de estatuas y dicha franja verde.

Por esa puerta solía abandonar el parque del Retiro, ascendiendo por la calle Alfonso XII hasta la plaza de la Independencia, la famosa plaza de la Puerta de Alcalá, donde tomaba el metro hasta el barrio del Niño Jesús, un pequeño barrio datado desde mediados-fines de los 50, construido por la empresa Urbis, la misma que luego levantaría el popular Barrio del Pilar y el muy populoso de Moratalaz, ya hacia inicios-mediados de los 60’s, con propósito de acoger, en régimen de alquiler, a familias de clase media acomodada, y que, aunque acabó en régimen de propiedad, siempre ha sido habitado más bien por ese tipo de familias, de clase media-alta, o clase media acomodada. Allí, en la calle de los Reyes Magos, -todas las calles, con nombres relacionados con la Navidad e infancia de Jesús- vivía él, con sus padres

¿Qué le había pasado para tal cambio en su forma de vivir, respecto al inmediato ayer? Pues que se había dado cuenta de que todo aquello era inútil. Si empezó con esa vida desordenada, fue intentando borrar de su mente, de su vida, a Gema, buscando remedio en el aturdimiento, adormeciendo mente y alma en una nube de alcohol,  y sexo, viviendo, más que depravadamente, en la inanidad de la mente, de los sentimientos… Pero, al final, con lo que se encontraba era, como por estos hispánicos lares solemos decir, con “los pies fríos y la cabeza caliente”… Vamos, que Gema no se le iba del pensamiento ni por lo que se dijo…

Antes de nada, antes de reencauzar vida alguna, antes de empezar a vagar por el Retiro en busca de lo que pudo ser y él mismo, inusitadamente cobarde, hizo imposible que fuera, lo que hizo fue buscarla; intentar volver a contactar con ella, volver a encontrarla, entrando en aquella página de Internet donde año y pico antes la encontrara, en el Messenger, posterior lugar de encuentro entre ambos cada noche; allí, en la dirección de“Noviembre88”, dejó mensajes y más mensajes, pidiéndole, rogándole, suplicándole más que nada, le perdonara… Le decía lo mucho que se arrepentía de lo tremendamente idiota y, sobre todo, cobarde que fuera aquél día, que pudo ser aurora en la vida de los dos y él lo mutó en trágica desgracia… Y cómo no, que, ahora lo veía, sin ella la vida apenas tenía valor ni sentido… Le declaraba su amor, un amor que sabía sentía por ella, pero que no supo defender como debía cuando se amilanó ante la tragedia de ella… Un amor que su cobardía, su falta de hombría de bien, había truncado, arrojado al wáter y tirado luego de la cadena  

Pero tales misivas se perdieron en el gran vacío de Internet, pues nunca obtuvo respuesta de ella… Gema había desaparecido, volatilizado en el éter de las ondas telefónicas… Se convenció, pues, de la inutilidad de empeñarse en buscarla… La había perdido “in aeternum”, y eso no tenía remisión alguna… Y lo aceptó como se aceptan las cosas inapelables, por odiosas que puedan ser… Con serenidad, sin desesperarse, pero con intenso dolor, con tremenda frustración también… Y, en vez de hundirse en la desesperanza, en la nada del doliente nihilismo, encaró, de nuevo, la vida, en decidido propósito de recuperar el pulso razonable, el sentido común que de siempre le distinguiera, con el resultado que ya sabemos: La vuelta a la vida ordenada, de estudio y responsabilidad, dedicando los sábados y domingos a esa especie de culto tranquilo, sosegado, al recuerdo de ella, de ese gran amor que pudo ser pero que, por su cobardía, nunca sería, en una especie de veneración cuasi religiosa

Los días, las semanas, hasta algún mes, habían transcurrido; fue un día cualquiera de allá por los albores de un Junio que empezaba a liquidar una primavera más cálida que templada anunciando la proximidad de un verano más que tórrido, durante el cual en Madrid se superaron, no pocos días, no ya los 40º, sino los 42-43º; Javi estaba, como casi siempre, en su habitación, enfrascado con sus libros y apuntes universitarios, tanto más en esas fechas, antesala directa de los exámenes de tal mes. Había entrado en Internet, buscando información de los temarios de que  en semana y pico tendría que rendir cuentas ante el tribunal examinador, cuando, sorpresivamente, le saltó la alarma de mensajería, surgiendo en la pantalla un aviso: “Tienes un mensaje nuevo”. Temblando, con el corazón en la garganta, abrió sus mensajes; sí, había un mensaje no leído, pero es que, para mayor INRI, lo remitía “Noviembre88”. Con el corazón trepidante, hecho un manojo de nervios, abrió el mensaje:

“No tengo nada que perdonar, mi querido Javi: Las cosas son como son, y mi personal situación es la es… Es normal que te  “acajonaras” al verme… La culpa fue mía: Debí advertirte mi paraplejia, pero no lo hice… No me atreví… Ya ves; yo también fui cobarde… Pero es que me he llevado tantos “palos” de los tíos desde lo del accidente…

Me dices que  me quieres, que deseas otra oportunidad… Pero… ¿Estás seguro de eso?... Mira Javi; te voy a ser franca… Nada me gustaría más que ceder a lo que dices, porque, ¿sabes?... Yo sí que te quiero a ti… Y con toda mi alma, pero también tengo miedo… te tengo miedo a ti, querido mío… Les tengo miedo a los hombres…a los tíos en general… No me fío de ninguno… De ti tampoco, mi amado Javi… Me habéis hecho tanto daño… Tú, particularmente, me hiciste tanto…tantísimo daño…

Gema acababa su mensaje recomendándole que saliera de su concha; que se relacionara con otras personas… Con otras chicas… Que buscara una muchacha, “normal”, que le mereciera y le quisiera… A Javi se le hizo como si el Universo entero se desplomara sobre su cabeza… había logrado asimilar bastante bien lo de que la había perdido, por idiota, tonto, cobarde…más que cobarde, pero esto otro, haberla encontrado pero, al propio, perdido más aún, si tal cupiera, que antes, esto no podía superarlo… Era superior a él mismo, a sus humanas fuerzas… Le faltó tiempo para responder a Gema, haciendo votos y más votos, por la firmeza de su amor por ella, un amor que, según él mismo, nunca, nunca… En jamás de los jamases, se extinguiría

Pero Gema era dura de pelar; para empezar, tardó días en responder a los nuevos mensajes que el chico le dirigiera, y cuando lo hizo fue para recomendarle que se centrara, más bien, en el estudio… Que, ante todo, acabara la carrera, y Javi le hizo caso a eso, aplicándose a los libros como, seguramente, nunca lo hiciera; aquí, cabría decir que, a raíz del imprevisto mensaje de la muchacha, Javi había dejado un tanto de lado lo del estudio, inmensamente más interesado en reconquistarla a ella que en sacar adelante el curso, pero eso quedó tan enderezado que los exámenes de fines de Junio le salieron a pedir de boca… Sí, con el título, la licenciatura en Ciencias Químicas, en el bolsillo y ocupado ya su primer puesto de trabajo, ejecutivo de medio-bajo nivel en una empresa petroquímica, gas natural argelino exactamente, cuyo vicepresidente era íntimo amigo de su padre, volvió a dirigirse a Gema, comunicándoselo, diciéndole, además, que sin más demoras empezaba, ya mismo, a “mover papeles” para casarse con ella… Que, por favor, no se negara… Que no fuera ahora ella la cobarde que diera al traste con la dicha de los dos…  

Gema le respondió a correó seguido, sin tardarse ni un minuto, como quién dice, diciéndole si se había vuelto loco de repente, y tal, y tal, y tal, pero Javi se mantuvo terne, firme en su decisión de matrimoniarse con ella. Por finales, Gema pareció dar su brazo a torcer, pues consintió en volver a verse con él, de modo que a la media tarde del mismísimo día siguiente, allí estaba Javi, junto a aquél león de piedra, o mármol, donde él quedara petrificado al verla casi dos años atrás… Y a Javi, en esta su segunda oportunidad, tampoco se le olvidó portar un ramito de lilas para ella…

Gema, por fin, apareció ante él… No había cambiado en absolutamente nada… Ese mismo rostro, esa misma carita de ángel celestial, ese mismo “oro pálido” nimbando su divino rostro, con sus destellos rojizos, pues Gema más que rubia era pelirroja… Esa misma trenza recogiéndole los cabellos por detrás… Se adelantó hacia ella, saliéndole al paso, tendiéndole las flores, mientras le decía

―Pero qué bonita… Qué bella… Qué deslumbrante que eres, mi amor, queridita mía…

Llegó hasta Gema, a su lado, frente a ella, y se inclinó, depositando un suave, dulce, beso en sus labios… Gema había salido de su casa con la intención de acabar con aquello, aquél casi acoso a que Javi la venía sometiendo, pero no pudo… Le fue imposible mantenerse impávida cuando Javi posó sus labios en los de ella. Ese sincero, más bien desesperado amor que él le inspiraba se sublevó ante el pragmatismo que su mente trató de imponerle; así, que lo que hizo fue rodear el cuello de su amado con sus brazos desnudos, vestía una liviana blusita de tirantes, abotonada por delante, completando su indumentaria un elegante vestido, en azul intenso, liso, sin dibujos, largo hasta los pies enfundados en zapatos de tacón ni muy alto, ni, desde luego, bajo… No le gustaba mostrar sus frágiles piernas, sus flácidos muslos, por lo que habitualmente lucía pantalones o vestido largo, nunca faldas…

Sí, se abrazó a su Javi y sus labios correspondieron al dulce beso de él… Un beso que en sus comienzos fue eso, tierno, dulce, pero como ni él ni tampoco ella, por cierto, eran de “fierro”, acabó siendo un beso de hombre y mujer enamorados, dominados por la libido, tan intrínseca, también, al sentimiento amoroso que, se mire como se mire, busca su trascendencia en el amor sexual, materialización culminante de un sentimiento que, como tal, es en principio potencia del alma humana, enteramente espiritual por lo tanto. No fue necesario que hablaran mucho para que todo quedara entre ellos más claro que el agua: Se hicieron novios, y más que formales, pues si no estipularon la fecha de su boda fue porque les era imposible hacerlo sin tener la documentación, los “papeles”, necesarios para contraer matrimonio, por supuesto, lo mismo civil como religioso.

Aquella tarde transcurrió en medio de la dicha y felicidad de ambos; pasearon por donde todas las parejitas de novios lo hacen, esos paseos anchos y polvorientos ya por aquellas fechas de inicios del madrileño verano, el más que recurrente paseo del Salón del Estanque o el las Estatuas, de Argentina por buen nombre… Aunque también anduvieron por la Rosaleda, los Jardines de Sabatini o los muy extensos del solar que antes acogiera aquella famosa “Casa de Fieras” del Retiro. También, y cómo no, por esos otros paseos o caminitos (“Caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar…”) mucho más estrechos, mucho más umbríos, y, sobre todo, muchísimo más solitarios, sin apenas viandantes, que los enamorados frecuentan para, sentados en un banco, darse cariñitos, a veces, muchas veces, hasta más allá de lo que aquellas buenas costumbres, hoy tan trasnochadas, consentían… Aunque, admitamos la verdad, esos, digamos, “excesos”, de siempre se dieron entre los enamorados, y si  no, que lo digan, lo digamos, los que, antaño, fuimos tan afectos a la “fila de los mancos”, en el cine… Aquellos cines de programa doble, dos “pelis”, dos, y sesión continua…

Pero la tarde dio para mucho; hasta para embarcarse en una barca del estanque. Cuando Javi le propuso a Gema montar en barca, ella, aunque se asustó un tanto, no le pareció tan mal al pensar en esas barcas grandes, con capacidad para decenas de personas, que por un módico precio te dan un par de vueltas por el estanque; pero cuando llegaron al embarcadero y se percató de que las intenciones de Javi no eran otras sino meterse en una barca de remos, casi, casi que se aterroriza…

―Pero… Pero, Javi… ¡Estás loco perdido!... ¿Cómo pretendes que me meta yo ahí?... ¿Te has olvidado de lo que soy?... ¡¡¡PARRAPLÉGICA, JAVI; PARAPLÉGICA!!!...

―Tranquila, Gema; tranquila… Confía en mí… Ya verás como no pasa nada…nada de particular… Confía en mí, cariño querido… Cariñito mío… Ya verás como todo nos va bien… Lo pasaremos estupendamente, ya verás…

Aunque no las tenía, ni mucho menos, Gema, hasta cierto punto, se confió a Javi… Pero sólo hasta donde era dable, Él la tomó en brazos y, haciendo equilibrios malabares, logró bajar a la barca sin provocar desastre alguno, depositando a la muchacha en uno de los dos asientos de la barca, dos simples tablas, a fin de cuentas. Seguidamente, fue él quien se sentó, frente a ella, y empezó a bogar, con fuerza pero también con elegancia, en lo que llama “boga limpia”, es decir, tratando de no salpicar al meter y sacar los remos del agua… Y Gema se confió enteramente a lo que su novio hacía, disfrutando d ello que era más ventura que otra cosa

―Ves, Gema, como no pasaba nada… Cariño, debemos tender a que vivas lo más normalmente posible… Creo que hay pocas, muy pocas cosas que no puedas hacer

Gema no respondió, pero sí que pensó que su novio tenía más razón que un santo… Por finales, las barreras se las pone uno; ella, como casi todas las personas que están en su caso, había echado valor y decisión al asunto, empeñándose en vivir lo más normalmente posible, pretendiendo que su minusvalía la frenara lo menos posible, pero sí, había muchas cosas que todavía no se atrevía a encarar, como eso de darse el placer de una tarde en barca… Al final, dijo a Javi

―Ven cariño; siéntate a mi lado…

Y Javi hizo lo que se le pedía, si bien que eso de levantarse y pasar al asiento que tenía delante lo hizo con todo cuidado, todo tipo de precauciones; el estanque cubre muy poco, creo recordar que su profundidad máxima, hacia el centro, no alcanza los dos metros, y por donde entonces ellos estaban, más próximos a uno de sus lados, al otro del embarcadero, apenas si llegaría al metro, pero mejor no andarse con bromas, que de volcar, ella lo pasaría mal, y lo que le faltaba… Ya acomodado al lado de su amada, se las apañó para abarcarla entre sus brazos, tomando el remo de su mano derecha de manera que mano y remo quedaron más allá del cuerpo de su nena, que se había recostado en él, abrazándole por la cintura y dejando que su rostro descansara en el pecho de él

―¿sabes Javi? Siempre te haré caso en cuanto me digas… Tenías razón… Lo estoy pasando muy bien… Fue muy buena idea lo de tomar  la barca…

Y sus labios buscaron los de su novio, para de inmediato arrimarse aún más a él, haciendo más estrecho el abrazo en torno a la cintura de su amor… Era dichosa… Muy, muy dichosa… Y esa dicha la hacía estar segura de que “liarse la manta a la cabeza”, aceptando, sin reservas, el galanteo de su amado, hasta constituirse en su novia, había sido el gran acierto de su vida…

Aquella noche hubo “movida” lo mismo en casa de Javi como en la de Gema, cuando los dos, pero cada uno por su cuenta, soltaron en casa lo de “tengo novia/tengo novio, formal, muy formal, y queremos casarnos ya mismo”. Claro está que hubo sorpresa en ambas parejas de parentales, pero en tanto que en los de Javi, de momento al menos, la noticia no cayó tan mal, en los de Gema, en cambio, casi hubo “toros” cundo la chica dijo que su novio era aquél Javi que tanto la hiciera sufrir dos años antes, cuando la vio en su silla de ruedas.

Porque lo cierto es que la muchacha las pasó entonces algo más que “canutas”, llegando a caer en una depresión de caballo, como suele decirse, de la que le costó Dios y ayuda salir, con lo que a sus padres, en especial a su madre, nombrar a Javi, era como enseñar un capote a un toro bravo, que se “arrancaba” con unos bríos, unas intenciones que me río de las de un miura de los clásicos, de esos de los que Rafael “El Gallo” decía que torear miuras no tenía importancia ninguna, excepto si aparecía uno d esos que hacen honor a la divisa, en cuyo caso el “Divino Calvo” decía: “Que me echen un galgo de aquí a la fonda”, porque el tío echaba a correr y a ver quién le echaba el guante…

En casa de Javi las cosas se pusieron asaz tiesas cuando el joven soltó lo de la silla de ruedas de su novia… A su padre por poco no le da una apoplejía, de lo acalorado que se puso, y su madre, al borde del síncope… Luego, cuando a papá se le pasó el riesgo de la apoplejía, éste se puso a rugir cual león furioso, que había que oírle diciendo lo de

―Pero, Pero… ¡Tú estás loco, Javi!… ¡Loco de atar, desde luego!... ¡A quién se le ocurre “liarse” con una paralítica!... ¡Sólo a un loco…sólo a un  loco!...

Y como está mandado y ordenado, “momó” se puso a llorar a moco tendido, soltando aquello tan bonito de

―¡Hay Javi, hijo; me vas a matar a disgustos!...

Y venga a llorar, que era lo suyo... Pero tanto Javi como Gema se mostraron irreductibles ante sus respectivos progenitores, con lo que los papis y las mamis, a ceder tocan; a ver qué se le hace cuando el nene, la nena, salen asaz respondones, que, como allá por el 76, 77 solía decir algún que otro probo ciudadano: “Esto, con Franco no pasaba”… Tan probos ciudadanos aquellos como en el momento de autos lo eran los padres y madres de ambos jovencitos… En fin, que encajado el golpe por los/las respetables se cayó en la cuenta de que lo urgente pus más bien era conocer a la “parte contraria”, de manera que un buen día, los padres de la muchacha invitaron a té con pastas a los de Javi… Y hete aquí que aquella “parte contraria” a papuchi y mamuchi del mocer les cayeron de maravilla y a qué decir de cómo les cayó su futura nuera que, enseguida, pasó a ser más hija que nuera, pues la muchacha se los metió en el bolsillo, en un pis pas, a los padres de su novio… Porque, la verdad, Gema era adorable… Tan sencilla, tan cariñosa, tan inocentemente candorosa, que se ganaba en un visto y no visto  las simpatías hasta del más cenizo de los cenizos, cosa que, por descontado, los padres de Javi no eran… Pero es que tres cuartas de lo mismo sucedió con los padres de la novia respecto al novio de su hija… En fin, que “tutti contenti”, como dicen que dicen los “italianinis”, que yo, HanibalBarca, a tales efectos, ni pincho ni corto…

Y, como quien no quiere la cosa, llegó el “Gran Día” en que ambos dos, mutuamente, se dieron el “Sí Quiero”. La cosa comenzó por la mañana, hacia, más menos, las doce del mediodía, con ese acto, para todos ellos, más protocolario que ninguna otra cosa, del matrimonio civil, pues lo “bueno”, que no lo “mejor”, sería más tarde, a eso de las dieciocho horas, cuando Gema, radiante, espléndida, en su níveo vestido de novia, en el que esa impoluta blancura, brillaba con un muy, pero que muy especial esplendor, pues con tal nitidez, símbolo de la femenina pureza, estaba enteramente en consonancia la íntegra, virginal, doncellez de la muchacha…

Gema entró en la iglesia sentada en su silla de ruedas, lo que en nada mermaba el inmenso atractivo de la novia, impulsándola con sus propias manos, con el ramo de novia descansando en su regazo, y su padre, padrino de la ceremonia, andando pausado, a su vera izquierda (los caballeros, de toda la vida, han dado el brazo derecho a las damas; por cierto, los hombres, en España al menos, hemos fumado, de siempre, con la mano izquierda, precisamente por eso, tener siempre libre, disponible, la mano y brazo derecho a cuanta dama pueda, pudiera, precisarlo…  Y reincido, al echar, ahora, la vista atrás, en lo de “Oh Témpora… Oh Mores”, las de aquél “In Illo Témpore”… Y a la mente me vienen, también ahora, echando, insistentemente, la vista atrás, la estrofa de una canción: “Soy Quijote de un tiempo que no volverá”)

Como de otra manera no podía ser, tras la ceremonia religiosa que, a más, a más, con más lustre y tronío no pudo ser, pues allí se juntaron tres curas, el celebrante y otros dos más, en funciones de diácono y subdiácono, llegó la cena-banquete, a eso ya de las ocho y pico-nueve de la tarde-noche, en un  más que selecto restaurante del centro de Madrid, el de los Austrias, para ser más exactos, no tan lejos del domicilio de los padres de la novia. Y como todo en esta vida hay un momento que llega, pues bien se dice que “No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”, también llegó el tan ansiado por la pareja del “Al Fin Solos”, cuando Javi, todo caballeroso con su dama, faltaría más, atravesó el umbral de la habitación reservada en un hotel de ni se sabe cuántas estrellas, con su ya esposa, que no novia, en brazos, ella colgada de su cuello, rodeado por los femeninos brazos… Vamos que, más romántica, la escena no podía ser…

Ya en la habitación, Javi depositó en la cama su preciada carga, saliendo de nuevo al pasillo para entrar la silla de ella, que allá, en el pasillo quedara cuando él tomara a Gema en sus brazos para entrarla en la habitación como los cánones de cualquier pareja de recién casados que se precie, mandan y ordenan… ¡Toma cha, cánones!... Así que Javi recogió la silla, la metió en la  habitación y, tras de sí, cerró la puerta… A cal y canto, como aquél que dice…

Y entonces, en tal momento fueron por entero conscientes los dos de lo que las cosas iban… De que, sin pamplinas que valieran, la “hora de la verdad” había llegado… Había sonado… Y allí fueron los nervios…los miedos, las inseguridades de los dos… Y coincidiendo los dos, cada uno por su lado, en el mismo matiz: El temor, la inseguridad de no saber, no llegar a poder ser la mujer/el hombre que ese ser tan querido, tan amado, tan idolatrado, quería, necesitaba, que fuera. Javi se acercó a la cama donde ella estaba y sentándose a su lado, se dejó caer, tumbándose junto a Gema; llevó su mano derecha al pelo de la que ya era su mujer, su esposa, despojándola del velo que, aunque echado hacia atrás, aún lucía en su cabeza, empezando a mesar esos cabellos, acariciándolos; luego fue su rostro, sus mejillas, las que merecieron las atenciones de la mano del hombre, en tanto los masculinos labios hacían los honores a los entrecerrados ojos de ella, a su jugosa boca, entreabierta para recibir las caricias de su ya marido… Gema temblaba, de emoción, de dicha, pero también de la tremenda nerviosidad que la dominaba… Y las manos de Javi tampoco estaban más templadas, más firmes que las de su amada… Buscó romper aquella tensión que entre ellos mediaba, diciendo

―¿Quieres  que te bañe…o te duche?

Y también Gema, al instante, percibió que aquello podía ser, cuando menos, una tregua a su nerviosidad

―Sí, cariño; me parece muy bien… (Se volvió hacia él, diciéndole) ¿Me ayudas…a…a quitarme…el…el vestido?…

Javi comenzó por descalzarla de los zapatos, para seguidamente, inclinar a Gema hacia un  lado, de manera que le diera la espalda, le bajó la cremallera; la volvió a poner boca arriba y le sacó la parte superior, sacándosela por los brazos; empezó a sacarle el vestido, empujando hacia abajo, alzándola un pelín, lo justo para despegar su culito de la superficie de la cama y poder salvar ese obstáculo, acabando por sacarle el vestido, piernas abajo, hasta dejarlo en el suelo, más al desgaire que otra cosa, pues bueno estaba él entonces para andarse con gollerías de haber dónde pongo estos trapitos, con el panorama que ante él acababa de desvelarse, con su mujercita en seductor conjuntito de sujetador y braguita, cómo no, un tanga, la mar de sugerente, en pura seda blanca con blondas y transparencias también de seda, que dejaban a la imaginación lo justito para entrever los pezoncetes de sus senos, pelín más grandes que pequeños, ideales a la vista, al deseo, y la linda “madriguera” de los mil y un placeres, algo más que velada por aquella pelambre, en “oro pálido”, perfectamente coordinado con el que nimbaba su divino rostro; y, completando el conjunto, las medias, también blancas, también con blondas en la parte alta, por donde ceñía los femeninos muslos… Muslos, desde luego,  flácidos, pero hermosos, mejor bien que mal torneados, y que a Javi se le hacían los más bonitos que jamás en su vida viera, sin faltar a tales medias el toque pícaro del más que erótico, erotizante, par de ligas…

Javi estaba boquiabierto ante el cuerpo semi desnudo de la que ya era su mujer, ante Dios y ante los hombres, embobado con ella, casi idiotizado… Por fin se decidió a acabar de desvestirla, comenzando por sacarle las medias… Seguidamente, con manos trémulas, temblorosas, como si tocara un objeto de extremado valor, una pieza de museo, única en el mundo, temeroso de romperla, volvió a ladear a Gema, buscando su espalda para soltar los enganches del sujetador; púsola de nuevo boca arriba y acabó de sacárselo por los brazos… Y los senos de Gema, tan turgentes, tan bellos, tan exquisitos, surgieron, briosos, ante él… ¡Dios!... ¡Dios!... ¡Dios!... ¡Qué cosa más bonita…más atractiva…más deseable!... Parecían pedirle a gritos: “Acaríciame, bésame, chúpame”… No pudo evitarlo porque, en verdad, tampoco supo cómo lo había iniciado; cómo y porqué llevó sus manos a esos senos, acariciándolos con una dulce suavidad que, la verdad sea dicha, llevó a Gema al “Paraíso Terrenal”, pero un Paraíso sin “Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal” y, claro está, sin “Serpiente”…

Y si sus manos temblequeaban al quitar a Gema el sujetador, para qué las prisas al meter sus dedos entre la pretina de la braguita y la desnuda piel femenina… Casi conteniendo el aliento fue bajando esas braguitas, levantando tenuemente el culito de Gema, salvando así ese obstáculo, para finalmente sacar la diminuta prenda por los pies de la mujer… Se separó de ella, retrocediendo un par de pasos, para así, mejor admirarla… Sí, la admiraba como si estuviera viendo una obra de arte… La “Odalisca” de Ingrés, “La Italiana”, de Zuloaga, “La Venus del Espejo“, de Velázquez, “La Bacante”, de Corot… Exclamó

―Pero… ¡Qué hermosa eres, vida mía!... ¡Qué bella, qué preciosa, qué linda!... “Mira que eres linda/ qué preciosa eres/… Que sólo una rosa/caída del cielo/ fuera como tú”… Pero, más que nada… ¡Qué atractiva, qué escultural!… ¡Qué riquísima que estás, Gema, mi vida, mi amor…mi cielo!…

Le salió del alma el “palabro”; no pudo remediar decirlo así… Soltárselo así, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo… Se llegó junto a ella, que le miraba tan arrobada como él la miraba a ella, sólo que en los ojos de Javi aparecía la llama ardiente, el incendio arrollador del más acusado deseo por esa mujer que hasta ese mismo día respetara como a la Virgen en el altar… Esa mujer que, entonces, ya era su esposa… Su mujer… Y se empezó a desnudar… Allí mismo, frente a ella… Nunca persona alguna se desnudó tan rápidamente como entonces lo hizo Javi, pues en un visto y no visto estaba como su madre le trajo al mundo… Bueno, no tan así, pues el “soldadito” seguro que en aquellos principios de su vida no estaba todo lo “aguerrido” que en tal momento, presto a trabar reñido combate cuerpo a cuerpo, con la “bayoneta” bien, pero que bien “calada” Se acercó a ella y se sentó a su lado, tendiéndose enseguida junto a Gema, a su lado…

―¿No…no me llevas al baño? (Preguntó Gema)

―Cariño y si…y si… Y si dejamos lo del baño, la ducha, para… Para luego… Para más tarde…

―¿Nos acostamos ya entonces?

―Nos acostamos

―Como quieras mi amor… Anda, acércame el camisón… Ya sabes, está en mi maleta…

―Y por qué no olvidamos lo del camisón… Lo de mi pijama…

―¿Quieres que durmamos desnudos?

―Quiero…

Javi ayudó a Gema a acomodarse en la cama; estaba atravesada de lado a lado, con lo que Javi la ayudó a incorporarse y retreparse hasta dejar descansar la cabeza sobre la almohada; también retiró colcha y sábana para que ella se metiera en la cama…pero la sábana quedó en el suelo, a los pies de la cama, pues Javi deseaba ver a su mujer en todo su esplendor… Y hasta hartarse, además, de verla… Es un decir lo de hartarse, pues nunca, nunca se cansó, nunca se cansaría de verla y admirarla, en constante, perpetuo arrobamiento amoroso…

Desde que Javi le propusiera lo de bañarse y tal, Gema había ido tranquilizándose, sosegándose su nerviosidad, sus dudas, sus temores, ítem más con la pasión con que él respondía a sus gracias, mostradas a él en todo su esplendor, entonces; pero cuando vio que lo que ella pensaba se retrasaría un tanto, se le echaba encima de inmediato, y nunca mejor dicho lo de “echársele encima”, el manojo de nervios que antes la dominara, con su cortejo de dudas, miedos y demás, se acrecentó en un santiamén, y de qué manera…

Pero lo que sucedió es que todo fue como la seda; Javi supo estar a la altura de las circunstancias, siendo con ella no ya tierno, dulce, solícito, en todo momento, sino delicado, hasta mimoso. En modo alguno entró en ella “a saco”, sino que con paciencia, mimo, dulce atención, fue haciendo que las cosas vinieran por sí mismas; que, poco a poco, la libido de ella, que qué duda cabe que también jugó su cuarto a “sentimientos”, que no a ninguno de los palos de la baraja, fuera imponiéndose sobre nervios y tensiones malhadadas… Javi fue dosificando sus atenciones a su mujer con suma sabiduría traducida en cautela, para que la mano, y lo que no era, precisamente, la mano, se le fuera por los “cerros de Úbeda”, comenzando su especial “tratamiento” con caricias llenas de suavidad, de sentido amor, plenas de dulce ternura, de rendida solicitud hacia ella, pero enteramente hueras de carnal materialidad, acariciándola pelo y mejillas, besándola frente, ojos, mejillas, los labios, ligera, muy ligeramente, en dulces “piquitos”, y, un tanto más sensualmente, que no sexualmente, en el cuello, allá donde sabía que a ella tanto le gustaban esa caricias, detrás, justo detrás de las orejitas…

Y cuando juzgó que era ya el oportuno momento, mientras su lengua, la puntita, hacía los honores al hoyito auditivo de los oídos, las yemas de sus dedos comenzaron a acariciar los senos, sus pezoncitos, rozándolos tenuemente… Al poco, Gema comenzó a responder a esa suave aceleración, a esa, digamos, segunda velocidad que casi acababa de meter, con sus primeros gemidos de íntima dicha, lo que le indicó que el “motor” empezaba a estar presto para admitir la “tercera velocidad”, lo que se tradujo en que los masculinos labios y lengua fueron sustituyendo a las yemas de los dedos en su homenaje a tetitas y pezoncitos, pasando las manos a agasajar la divina grutita del más grande de los magnos placeres, buscando y encontrando el botoncito de la femenina “puesta en marcha”… Y había que ver cómo aquél “motor” arrancó, trepidante, poderoso, regalando a sus dedos la primera “fluvial avenida” que Gema, por vez primera en su vida, disfrutó… La primera, sí, pero no la última, ni muchísimo menos

Ya estaba todo como debía estar… Sin vuelta atrás, sino una placentera marcha para adelante, siempre, siempre, adelante, para siempre ya los dos juntos, aunados en su amor, enfrentando un futuro que, conjuntamente, afrontaron y vivieron, amándose, tal y como aquella su primera noche se amaron, hasta caer los dos, al tiempo y más, y más, tiempo, rendidos, derrengados, pero inmensamente felices, inenarrablemente dichosos, en una dicha, una felicidad que, a lo largo de los años, años y más, y más, y muchos más, años que vivieron, que vivirían en el futuro, un futuro que Gema y Javi, Javi y Gema, aunados en uno solo, “unidos en una sola carne”, porque así, cada día, cada noche, lo desean, todavía construyen y seguirán construyendo por los años de los años, amén, en su permanente, eterna, idílica, unión conyugal

 

FIN DEL RELATO

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