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Putito para todos 08 Fin de trimestre, Andrés me deja solo…

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¿Cómo  explicarle y decirle ahora a mi querido Andrés que mi sonrisa de bobalicón de ese día era debida a los dos pollas que había tenido en mi culo y a lo que me habían hecho gozar?

¿Cómo hacer que me entendiera para comprender los gritos de placer que salieron de mi cuando don Sabino pudo meter ese raro, curioso, magnífico, sublimeinstrumento de placer en mi culo?

Logró que me corriera dos veces sin tocarme, no sé lo que rozaba dentro de mí, que sensaciones de divino placer despertaba en mi vientre, las dos pollas que creía tener en la boca y que se convertían en realidad en mi recto cuando la tenía allí, me anchaba por dentro hasta llevarme al delirio del placer.

Ese rato sería uno de los más gratos que disfruté en ese centro y los responsables fueron Pedro y don Sabino, sobre todo éste. Lo sentía por don Francisco, él tenía la polla más grande y gorda, los huevos más deliciosos que haya lamido pero todo ello estaba sin vida, muertos e inservibles al lado de lo que ofrecía don Sabino.

Me hubiera gustado compartir con Andrés todo ese sentido placer, que entendiera que yo lo necesitaba, explicarle que empezaba a quererle mucho, a dolerme profundamente no poder entregarme a él, pero para mí no bastaba un querer sin contacto sexual, era superior a mi voluntad, si él me diera lo que me ofrecían los demás no los necesitaría, o eso era lo que yo creía.

Algo me pasaba, yo no resultaba normal como los demás chicos, aunque muchos hicieran lo mismo que yo, no era el único al que los mayores follaban en el centro.

Me lo guardé para mí y estaba serio y reservado durante el repaso de los deberes que llevaba para hacer en su clase.

Pasaba el tiempo, los exámenes se aproximaban, mis encuentros con don Francisco no pasaban de una mamada bien hecha para dejarle contento y recibir sus besos de agradecimiento.

Carmelo, un día me propuso que dejara a otros chicos que se habían hecho sus amigos que me dieran por el culo, pero en unos días dejó de hablarme y el tiempo en la clase lo pasábamos callados. No llegué a saber si Pedro o don Sabino hablaron con él.

Seguramente se enterarían de su idea por alguno con los que había hablado, yo no les dije nada ni le dejé en evidencia, Camelo me caía bien y no deseaba que saliera perjudicado. Cuando don Sabino quería estar conmigo, solo o con la compañía de Pedro, me lo hacían saber al final de la clase.

No sucedía todos los días, solo un par de ellos a la semana, había otros chicos a los que también les daban su verga, me daba cuenta al ver que otros días don Sabino se llevaba a su despacho a distintos chavales, o se los procuraba el diligente Pedro a cambio de participar en el banquete de sexo.

Los exámenes salieron bien, tuve suerte y papá felicitó a Andrés, no sabía las cosas buenas que decir de él poniéndole de ejemplo ante mi hermano.

Llegaron las mini vacaciones de Navidad, en el centro eran de tres semanas y Andrés dejó de acudir a casa, tampoco venía cuando Joky hacía fiesta con sus otros amigos. Le echaba mucho de menos, aunque no me hablara quería tenerle a mi lado, cuando lo tuve quería algo más y ahora me conformaba con poderle ver.

Andrés me estaba volviendo un poco loco y no terminaba de aclarar mis ideas. (Si me quisieras todo sería diferente, dime qué quieres que haga para tenerte contento, para poderte tener a mi lado aunque sea un momento). Formaba frases que me gustaría decirle y no hubo oportunidad de momento.

Uno de esos días papá me llevó a una gran superficie, quería que compráramos los regalos de Navidad. Habíamos pasado una buena y agradable aunque fría mañana con comida incluida, en uno de los restaurantes que allí había. Los regalos estaban en el coche y salíamos ya para el parking.

No le vi, fue un presentimiento que cegador me asaltó. Giré un poco mi cabeza y lateralmente Andrés salía de una de las calles del parking, venía acompañado de un chico agarrados de la mano y hablando animadamente.

 Lo primero que sentí fue rabia, luego una amarga tristeza que me rompía el corazón, cuando nos vio enfrente de él soltó la mano del chico, ¡la envidia envenenó mi mente y mi lengua!

Papá y él se saludaron y cuando me miró a mi no supe contenerme y meditar antes de hablar.

-¿Ahora tienes novio?, creía que los chicos no éramos de tu gusto. -me miró unos segundos y el dolor que vi en su mirada me asustó.

-No es mi novio, Luca te presento al chico de que te he hablado y al que ayudo en sus estudios. Luca es mi primo.  –el chico extendió su mano para saludar a papá y luego a mí, que tonto había sido dejándome lleva por los celos, si además eran muy aparecidos, su primo se dio cuenta de mi confusión y me hablo para aliviar el momento.

-Ángel, ¿así te llamas?, no tienes que preocuparte, tienes razón al pensar cómo has hecho, soy muy impulsivo y a veces le cojo de la mano a mi primo, siempre hemos estado muy unidos.

Papá les invitó a una fiesta que estaban preparando en casa, y además quería hablar con Andrés sobre el programa de clases del próximo trimestre.

Quedaron en verse antes de la fiesta y entonces se despidieron. Seguí sus figuras cuando se alejaban, si yo pudiera ir a su lado de la misma forma que iba con su prime, me sentiría muy feliz.

Llegábamos al coche y papá me cogió del hombro, lo estrechó y me abrió la puerta para que entrara, luego dejó las llaves en el contacto y se giró para mirarme.

-¿Qué te sucede con Andrés y a que ha venido esa salida de tono?, ¿no te guste como te imparte las clases o es otra cosa?  -me le quedé mirando, no tenía una respuesta para darle, o no lograba formularla en mi cabeza.

-No sé lo que sucede papá, no lo sé, es algo muy raro.  –se aproximó y me estrecho entre sus brazos, hacía mucho frío ese día, el cielo estaba de color gris y se esperaba la nieve. El calor de su abrazo me tranquilizó.

-¿Le quieres pequeño?  -asentí con la cabeza escondida en su pecho.

-Creo que sí, no lo sé, pero él no me quiere, nunca me toca como hacéis vosotros, ni me da un beso.  –lo cierto es que no sabría analizar mis sentimientos y saber lo que sentía exactamente, ¿le quería como lo hacía con papá o con Joky?, ¿o era diferente? La verdad es que no quería que se separara nunca de mí, que siempre estuviera a mi lado como fuera y eso no lo sentía así hacia mi hermano o papá.

-¡Vaya, vaya con Andrés!, se ve que es un tío entero, le llamaré para ver si podemos tener una conversación más amplia.  –sonrió misteriosamente y puso en marcha el vehículo para volver a casa.

Carmen había salido de viaje para pasar unas cortas vacaciones de invierno con su nuevo amigo, que a Antonio no le hacía gracia y Jesús se había venido a la casa de su padre.  Aunque no vivía lejos de nosotros había hecho nuevos amigos más cercanos y pasaba el tiempo con ellos en sus casas.

Tenía tiempo para jugar conmigo también, en mi casa o en la suya no obstante pasar mucho tiempo con sus amigos. Hacía días que llevaba sin tener sexo, papá estaba entretenido con el cierre de año y ocupado en su trabajo, Patricia se había reconciliado con Joky y se metían en la habitación de mi hermano siempre que podían, el padre Sabino y Pedro quedaban olvidados hasta después de las vacaciones, no tenía a nadie que me atendiera en mi necesidad de practicar sexo y sentía mi culo hambriento.

No fue extraño que terminara en la habitación de Jesús, estaba deseando que me dijera algo sobre repetir lo que hicimos, se lo hubiera pedido yo pero recordaba cómo me había dicho que era un puto, y eso pudiera ser que no le gustara.

Era tarde y estaba anocheciendo, ahora la noche llegaba pronto y solo veía brillar la nieve sobre el césped de los jardines de nuestras casas. Llegó Antonio para beber unas cervezas con papá, fumar y hablar de sus cosas.

-Ángel, me ha dicho Jesús que te espera en nuestra casa, quiere mostrarte uno de los nuevos juegos.  –fue suficiente que me calzara, cogiera una prenda de abrigo y saliera corriendo hacia la puerta al encuentro de la fría noche.

Jesús acudió para abrirme la puerta, llevaba una camiseta floja de color negro con letras plateadas, sin mangas y suelta, con un pantalón azul de deporte, me le quedé mirando sin entrar.

-¿Quieres que me hiele?, pasa rápido.  –me había quedando mirando su ropa y a él mismo, fue verle, sentir su ligero olor a sudor, ver la picara sonrisa en su boca y mi polla respondió al instante poniéndoseme dura.

-Quítate la ropa y ponte cómodo que vamos a mi habitación.  –al principio no le entendí, pensé en que querría hacer pidiéndome que me desnudara ya, me di cuenta de que llevaba el abrigo puesto, y mis zapatos con la nieve que había pisado en el camino y entendí lo que me quería decir, solté una risa nerviosa, mis deseos me traicionaban.

En su habitación no tenía juegos nuevos que enseñarme, estaba el portátil encendido sobre la cama y apretó los botones del reproductor para que comenzara a verse un video muy fuerte, lo tenía que haber estado viendo antes de que yo llegara, estaba en la mitad de la reproducción.

Lo tenía colocado a los pies de la cama y se notaba que él había estado tumbado en ella, papá y Joky me decían siempre que no hiciera eso, que no dejaba respirar al portátil y lo quemaría.

Lo empujó hacia el extremo y se tumbó boca abajo con sus manos sosteniendo su barbilla y mirando la pantalla donde las escenas se sucedían, me le quedé mirando y mis ojos se incendiaron de deseo por su juvenil cuerpo donde se notaban todos sus músculos colocados en sus justos lugares.

-¿A qué esperas?, ponte a mi lado, se va a pasar todo el video.  –hice lo que me pedía separado unos centímetros de él, quizá fue nuestro peso o un movimiento voluntario de su parte pero nuestros costados entraron en contacto.

Antes de centrar mis ojos en la pantalla le miré, tenía el perfil perfecto de Carmen, su pelo húmedo adherido a la frente, los omoplatos sobresaliendo por la postura, la curva de su espalda enlazando con sus gordas nalgas, redondas, perfectas, totalmente diferente a Antonio y Tomás, Jesús resultaba un quinceañero sensual y perfecto que se parecía muy poco a su padre y hermano.

Me puso nervioso el olor que me llegaba de la mata de pelo que salía de su axila, abundante, negro, largo, me estaba poniendo a cien y miré la pantalla.

-¡Joder!, se la van a meter los dos a la vez.  –un chico que aparentaba ser muy joven, de pelo rubio corto y un poco rizado, de cara no muy agraciada pero con un cuerpo cimbreante blanco y perfecto, se retorcía entre los brazos de dos inmensos negros, muy negros, con dos pollas inmensas, muy largas.

Una de ellas la tenía en el culo cabalgando encima del moreno, la otra era masturbada por su dueño, la tenía depilada y muy brillante, quería que se endureciera para meterla donde la tenía su compañero que le invitaba tirando de las nalgas del muchacho para abrirle el culo y viera por donde tenía lugar para meterla.

El chico se dejaba follar sin decir una palabra ni hacer un gesto hasta ahora, como si la cosa no fuera con él, como si no notara la polla inmensa que el moreno sacaba un poco y metía elevando sus caderas porque él no se movía.

El rubito esperaba a su segundo penetrador que se colocó sobre él apoyando sus manos sobre los hombros de chico, el negro que la tenía dentro gruñía y se quedo quieto tirando con sus manos de los laterales del culo para abrirlo.

El moreno que le iba a penetrar cogió su verga en su mano y la encajó en la entrada, por encima de la que ya ocupaba el terreno conquistado y empujó haciendo que entrara el glande. El chico se arrugó, encabritó la espalda, no sé si de placer o dolor y escondió la cabeza en el pecho de su amante colocado debajo de él.

Esperó sin intentar seguir metiendo su polla hasta que el chaval se relajó y perdió la postura de yegua a la que están domando, la postura con las piernas flexionadas no debía ser muy cómoda para el negro follador y ahora apoyaba sus manos en la espalda, antes de las caderas del chico, haciendo presión para que su culo subiera y se le ofreciera a su nabo en mejor posición.

En un minuto tenía los dos negros rabos metidos en su culo, bastante más fino el inferior comparándolo con el que compartía el agujero. Era un emparedado perfecto de carne blanca hasta el punto de la nata batida cubierta por el ébano de sus amantes.

Poco a poco comenzaron a moverse y a dejar escuchar sus fingidos sonidos de satisfacción, jadeos confundidos y no sincronizados en el tiempo de la grabación.

-Vaya culo más hambriento, tragarse esas dos polla y entran sin dificultad, ¿te han metido alguna vez dos vergas así?  -Jesús señalaba con su dedo, tocando en la pantalla en el lugar donde las pollas penetraba el culo, su dedo era en la pantalla más gordo que cualquier polla, y hacía como si quisiera participar en la fiesta que los actores representaban y su dedo fuera la tercera polla que faltaba por meter.

Nunca me habían metido dos vergas y sin embargo recordé la de don Sabino, tenía que ser muy parecido lo que sintiera el chico rubio con las dos vergas negras en su culo, ya que la de don Sabino parecían ser dos en el extremo curvado.

-Lo tiene que estar disfrutando a tope el maricón, mira que cara pone.  –él se fijaba en la cara del chico y yo en la de los dos machos que se lo estaban gozando.

-Yo le haría gritar con mi polla como un loco, me tiene a mil y esta buenísimo.  –me miró y vi reflejada su hambre y ganas de sexo, de la misma manera él lo debía de haber visto en mis ojos.

-Tú eres más guapo que él y estas mucho mejor, seguro que estas deseando cambiarte por él, ocupar su lugar y tener esas dos vergas en tu culo.  –yo no decía nada, solo quería que él comenzara a actuar, a besarme y que metiera su joven y potente polla en mi culo.

Se dio la vuelta colocándose mirando al techo y dejó de ver la pantalla, como no la iba a mirar y para evitar que se cayera baje el portátil y lo dejé en el suelo al lateral de la cama, ahora solo se escuchaban los gritos de los actores.

Tiró de su pantalón y se lo quitó en un segundo, su bonita polla salió al aire y me llego su profundo olor, nada que ver con las de los dos morenos,  ni en longitud ni grosor y el presumía de que arrancaría gritos de satisfacción al rubio actor, pero para mí era lo que llamaba mi atención en ese momento y no podía despegar la vista de ella.

-¿Te gusta puto? ¿A qué esperas para atenderla?, quítate toda la ropa, te voy a romper el culo maricón.  –estaba sin control, excitado al máximo por las escenas que había visto, me desnudé, no me ayudó, solo miraba mi cuerpo como se iba mostrando ante él.

-Estas más bueno que una tía, eres un maricón de capricho. –ninguno de mis amantes me había tratado así, con tan crudos epítetos o insultos, nada importaba, mi fijación era su polla y el placer que me podría dar.

-Ponte de rodilla, te la voy a meter ya, me calientas más que las chicas maricón de mierda, no sé que tienes para calentarme así y desearte de esta manera.

Me hubiera gustado que me besara, estaba excitado igual o más que él y mi culo se abría sin que yo se lo pidiera, en un acto reflejo que no podía controlar por las ganas de tenerlo lleno, lejos se quedaba lo que pudiera sentir por Andrés, ahora lo primordial era que me llenaran el culo, aunque fuera el guapo chico que me trataba de puta maricona a la que, a pesar de lo que pensaba, quería follarse.

Su polla entro en mi interior sin pena ni gloria, traspasó mi ano y en un segundo la tenía latiendo en mi recto, solo hubo un ligero escozor, sin sentirla en su recorrido por mi ano, ese roce que me lleva al cielo cuando noto como mi culo se abre para recibir las vergas de mis amantes en su avance hasta tomar posesión de mi y hacerme de su propiedad.

Su primera muestra de cariño fue cuando estuvo dentro, se dejó caer sobre mi espalda abrazando mi vientre y colocó su mejilla sobre ella, me besó, primero un corto beso y luego me lamió besando y disfrutando del sabor de mi piel y prolongando su beso.

-Estás muy rico Ángel, eres divino y tu culo es tan caliente, tan suave.  –su finura terminó cuando comenzó a bombear mi culo con su verga entrando con fuerza y profundo, estaba pasándolo muy bien con su bravura y su fuerza, sintiéndome dominado por un joven chico loco de deseo que no sabía o podía controlar, Terminó encogiendo su cuerpo y metiendo su verga hasta el fondo, apretando sus riñones con la intención de romperme y comenzó a eyacular lo que me parecieron enormes cantidades de leche.

Jadeaba cabalgándome, dando sus últimos movimientos de cadera para dejarme toda la semilla que tenía en sus testículos.

Durante el rápido coito lo había pasado bien, no me había corrido, todo resultó muy rápido, escuchaba a los negros gruñir como cerdos follando a su marrana, Jesús no había conseguido lo que dijo que haría, hacerme gritar. Esto no se lo iba a decir, le podría ofender y esa no era mi forma de ser.

Su verga terminó de salir y detrás de ella los chorros de su semen expulsados por mi culo, se tumbó boca abajo y yo mirando hacia él, tenía su cabeza girada sin mirarme y ahora la volvió, su cara roja por el esfuerzo transpiraba y su pelo se le pegaba en la frente y el cuello.

-Y tú, ¿tú no te has corrido?  -parecía avergonzado y confuso, llevé mi mano hasta su frente y aparté su cabello.

-Lo he pasado bien, no importa y no tienes que preocuparte.  –seguía mirándome sin que yo comprendiera lo que podría estar pasando por su cabeza, tuve el impulso de besar sus labios rojos y brillantes, me acerque y uní nuestros labios, podría pasar cualquier cosa, que me rechazara o que le gustara como la otra vez.

Sus labios comenzaron a moverse frotándose contra los míos, su lengua me los acarició y ahora si volvía a ser el Jesús dulce que me encantaba, tan parecido  en su dulzura a Carmen, me separó de él sujetando mi cabeza.

-Haces que me sienta bien, eres diferente Ángel tan dulce, tan…  -no sabía seguir y quise gastarle una broma recordándole sus palabras.

-¡Tan puto y maricón!  –la pícara y edulcorada sonrisa desapareció de su cara.

-No te quería ofender, perdóname, si al final yo voy a resultar tan maricón como tú, pero a mí no me gustan los hombrees, tú eres el único chico con el que he hecho estas cosas y que me gustas y me excitas, el que…, no se Ángel que me pasa contigo.

Ahora era mi Jesús, dulce como cuando éramos niños, aquel pequeño que me adoraba y que me llevaba de la mano mientras nuestras madres nos observaban divertidas.

Sus labios eran una delicia, sus abrazos me transportaban en sueños inimaginables de placer por el cariño que encerraban, esa era la manera en que me gustaba que Jesús me quisiera, y chuparle su dulce polla, darle placer era un trabajo delicioso sin posible recompensa, pero él me la entregó en su máxima plenitud.

Me follaba con dedicación exquisita, se entregaba todo él e hizo lo imposible para volverme loco, más aún de lo que estaba. El amigo de mi infancia me robaba el corazón, los sentidos y lo que no tuve hace unos minutos ahora lo recibía sin reservas, consiguió que tuviera un prologado orgasmo que me llevo a eyacular prodigiosamente y llenarle de mi semen su cuerpo hasta hacerle reír gozoso por lo que su hombría conseguía de mi.

A partir de aquel momento Jesús estaba más cerca de mí para tenerme contento y entregarme su boca, su verga, todo su delicioso y juvenil ser. Un día sí y otro también solicitaba mi entrega, no se cansaba de hacerme el amor y eso para mí era un regalo del cielo.

Aquel día papá me sorprendió.

-Andrés me ha llamado y antes de hablar de tu nuevo periodo de clases quiere estar contigo, cambiar impresiones entre vosotros, que paséis el día juntos.  –se quedó callado observándome, había pasado una semana y no tenía noticias de él.

-Puede pedírmelo el mismo, ya soy mayor.  –sentía una extraña satisfacción al conocer lo que papá me decía y también decepción, ¿cuándo dejaría de ser un niño para ellos?, papá se echo a reír y me abrazó levantándome en el aire.

-Lo va a hacer, solamente quería que yo lo supiera mi amor.  –me dejó en el suelo y presentí que entre Andrés y papá había algo convenido de antemano.

Efectivamente me llamó y me pidió que pasara el día con él y así podríamos hablar de muchas cosas. Mi imaginación se disparó pensando para qué podría Andrés querer estar conmigo, sentía pajaritos volar en mi pecho y solo me molestó el que a Jesús no le pareciera bien.

A la mañana siguiente, hacia la mitad de la mañana esperaba nervioso la llegada de Andrés, Jesús se encontraba a mi lado cuando llegó, nos saludó a los dos y fue a la cocina donde papá se encontraba.

Jesús no hablaba y estaba molesto, hasta papá se dio cuenta.

-Va a ser un solo día Jesús, Andrés no nos raptará a nuestro Ángel.  –no fue suficientemene convincente la broma y Jesús continuaba enfadado, Andrés abrió la puerta y me pidió que le siguiera con la mano.

Le habían concedido la licencia para conducir hacía poco tiempo y tenía a la puerta un pequeño coche. Hacía un par de días que dejó de nevar y las calles estaban libres de problemas para la circulación.

Condujo hasta la costa en silencio y detuvo el coche en un lugar donde había distintos bares y restaurantes, salimos a la zona de aparcamiento que estaba libre de nieve.

-Si no hubiera nieve te llevaría hasta el acantilado, es muy bonito lo que se ve desde el borde.  –me había quedado quieto mirando el nevado paisaje, los montes lejanos blancos y refulgentes, los prados que bajaban con suavidad hasta el acantilado, y los que ascendían entre separaciones de zarzas marcando las diferentes fincas de praderas, que cuando la nieve se fuera aparecerían verdes y jugosas.

-Llévame Andrés, no pasará nada.  –no sé porque sujeté su brazo al hablar tan espontáneo. Miró mi mano sujetando su brazo y nunca había visto esa sonrisa llena de tanta luz en otra boca.

-Volveremos a venir y te prometo que bajaremos a las playas que hay abajo para jugar con las olas y coger conchas de mar.  –¡buff!,  que forma de hablar tan bonita y sensual, sentía que sus palabras encerraban un doble sentido, una promesa que iba más allá de lo escuchado.

Entramos en uno de los bares, estaba con poco público, en su mayor parte padres con niños que les había sacado para jugar en la nieve y no tenerlos encerrados en casa, nos sentamos en una mesa al lado de un ventanal que daba a las suaves laderas que bajaban blancas hasta el mar.

Pidió dos batidos de chocolate caliente, y mientras calentábamos nuestras manos con el calor del vaso mirábamos el plomizo cielo que unía en la lejanía el mar con el cielo.

-Ángel, quiero pedirte una cosa.  –desvié mi mirada para mirarle, parecía tan preocupado, tan serio, esperé a que continuara.

-Espero que confíes en mí, quiero que te dejes ver por un doctor.  –el temor me estremeció, siempre he tenido miedo a los médicos y todo lo que esté vestido de blanco y huela a clínica u hospital.

-Es un tío mío, el papá de Luca que ya conoces y puedes estar tranquilo, no te causará daño, en realidad es un hombre muy bueno.  –le miré sin decir sí o no, recordaba aquella vez que me caí del columpio y me rompí el brazo, me prometieron que no me harían daño, pero ahora era Andrés quien lo decía.

El momento en que cogí su brazo en el parking había pasado, no hubo otro contacto, quería que ahora me transmitiera su confianza agarrando mi mano, él no lo hacía y acerqué la mía para coger la que él tenía libre.

-¿Por qué te preocupas por mi?, no me sucede nada malo, si lo hubiera mi padre me llevaría al doctor como otras veces.  –no apartó su mano y apretó la mía estrechándolas.

-Esto es un poco especial, tu padre lo sabe y me ha dado su permiso, falta el tuyo, el más importante para mí.  –era un momento de emoción para mi tan grande, ver su interés hacia mi persona que no entendía.

Andrés no era familiar mío y pensaba llevarme al doctor su tío, no sabía que pensar. No dejaba de apretar mi mano animándome a darle mi aprobación.

-Si te dijera que no voy, ¿me obligarías?  –me miró abriendo mucho los ojos.

-Nunca, nunca te forzaría a hacer algo que no quisieras, si dices que no quieres ir no lo haremos, puedes estar tranquilo. -su mirada era limpia, pura como la nieve que veíamos a través de la ventana.

-Si tu quieres iremos…  -volvió a envolvernos el silencio, pero sentía un lazo de unión con Andrés que nunca sentí hacia algún otro ser.

-¿Por qué te preocupas por mi? – volví a repetir mi pregunta anterior, seguía sin soltar su mano, como si fuera mi salvavidas, el cordón umbilical que me transmitía su seguridad y fuerza.

-Tu padre me paga para que me ocupe de ti.  –sabía que mentía, su mano se había vuelto fría de repente.

-¿No me quieres nada, nada?,  ¿todo es por el compromiso adquirido con papá?  -de pronto sus ojos le brillaron como estrellas, como si fueran a salir torrentes de lágrimas de ellos.

¿No te das cuenta Ángel? ¿No notas lo que puedo sentir por ti?  -dejó su vaso en la mesa y abrigó mi mano entre las suyas, la mía estaba caliente y las suyas frías como el hielo, a pesar de ello me transmitían un extraño sosiego y me daban calor.  Comenzó a hablarme escupiendo las palabras, como si sintiera rabia al tenerlas que pronunciar.

-¿Nunca te has dado cuenta de lo que siento por ti?, ¿nunca has visto en mi algo diferente?, ¿cómo te miraba adorándote desde que tenías menos de diez años y Joky te llevaba de la mano para entrar al colegio?

-Yo no te quiero Ángel, te adoro, te amo como un tonto que persigue un imposible desde siempre.  –parecía que iba a llorar pero se mantenía entero, mi corazón daba saltos cuando él me hablaba con ese sentimiento tan hondo, aunque no entendiera del todo el significado tan profundo de sus palabras.

Me lo había dicho de otra forma pero en resumen yo entendí que me quería y mucho, más de lo que yo podía asimilar en este momento. Creo que era la primera vez que me besaba, en la palma de mi mano aplastando su rostro en ella con sus labios muy calientes en contraste de sus manos.

Me le quedé mirando y analizando su expresión.

-Yo tambien te quiero Andrés. –tiré de sus manos para devolverle sus besos en ellas como él había hecho.

El público presente nos miraba y había niños delante, no hubo mas manifestaciones de cariño aparte de nuestras miradas, pero de momento fue suficiente.

Me invitó a comer en un restaurante de al lado, en el camino hasta él tuve envidia de unos niños que jugaban tirándose bolas de nieve, hice una y se la lancé, no golpeó a ninguno, pero la reacción fue ver llegar las bolas volando y golpear en mi cara y mi pecho entre las risas de Andrés y las mías que no pudimos contener. Tuvimos que escapar del bombardeo escuchando los gritos de sus papás pidiéndoles que dejaran de tirarnos las bolas de nieve.

Después de comer volvimos a la ciudad, me llevó hasta un edificio que resultó ser una clínica, sentía miedo a pesar de llevarme cogido del brazo, habló con una recepcionista en el mostrador y nos pidió que esperáramos. No dejaba de sostener mi mano hasta que nos avisaron para pasar a la consulta.

El doctor que nos recibió se parecía algo a su primo Luca y razoné que se trataba del tío de Andrés, me sentía bien ante él y sus brillantes lentes de cristal sin marco me hipnotizaban.

Recibió a Andrés con un ligero abrazo y a mí me dio su mano para que la estrechara.

-Tú eres Ángel, bueno muy bien, no estés preocupado, solo vamos a hablar. Por favor Andrés déjanos solos, ahora no te necesitamos, ¿verdad Ángel?  -sonreí a Andrés para que no se preocupara por mí, me dirigió una larga mirada y salió de la consulta.

Más de dos horas después salía para encontrar a un Andrés paseando ansioso por la sala de espera, estaba en un extremo de ella y rápidamente llegó donde nosotros. No habló pero su mirada interrogaba a su tío sin poder esperar.

-Tranquilo hijo, todo está bien, Ángel es un chico fuerte y sano, resistirá todo. Tengo que hablar con su padre, su hermano y contigo, llama a mi secretaria y concierta una entrevista para un día de estos. -nos entregó unas pastillas que debería tomar, tres de ellas al día siguiendo las instrucciones que contenía el envase.

Entonces nos despedimos de él, nos sonreímos, a mi me había encantado el padre de Luca y sin darme cuenta le había contado toda mi vida, o todo lo que podía recordar de ella.

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