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El amargo sabor de la venganza

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Son las siete de la mañana y el teléfono no ha parado de sonar desde las 6:30. Es sábado y a pesar de la almohada en mi cabeza alcanzo a escuchar los mensajes que me deja esta insistente persona en la máquina contestadora…

…Marcela, si estás ahí contesta… es urgente… llamo mas tarde… soy Fernando…

Nada que hacer… se me ha ido el sueño por completo y ni modo desconectar los teléfonos pues podrían hacer alguna llamada verdaderamente importante. Me levanto y constato que este hombre ha dejado ocho mensajes con su voz desesperada y tono insistente. Los escucho uno por uno bajando el volumen para no despertar a nadie.

Decido preparar café mientras pienso en Fernando con preocupación. Fernando es un hombre que ya bordea los 60 años, ingeniero civil muy rico y poderoso en la época de bonanza de la profesión pero que hoy en día vive prácticamente de la caridad en una pieza alquilada en un barrio central de Bogotá. De su pinta de hombre elegante ya no queda nada, con decir que anda con los zapatos rotos, ya ni dientes tiene… Cualquiera podría pensar que a este hombre solitario le pasó algo muy grave y así fue… cayó en las garras de una mujer y digo las garras porque esta bruja acabó con el, con su dignidad y con su dinero. Si por lo menos fuera una mujer que lo amara, que valiera la pena…

El saludo de buenos días de mi esposo me saca de mis pensamientos por un instante…

Andrés: Buenos días, madrugaste hoy…

Marcela: Escucha los mensajes en la contestadora y sabrás el motivo…

Mi esposo escuchó uno a uno los mensajes con preocupación y casi con irritación pues Fernando llamaba casi a diario, ya fuera a pedir plata prestada o para auto invitarse a almorzar pues su inanición llegaba a tal punto que la mayoría de los días se alimentaba solo de pan y agua.

Andrés: Qué hacemos?. Le decimos que venga?

Marcela: No, no te preocupes, yo me voy para su casa, lo invito a comer algo y de paso averiguo todo sobre esta famosa mujer que lo tiene así.

Andrés: O.K. como quieras…

Otro fin de semana arruinado por esta causa pero en fin… primero los amigos.

Una hora después salí a encontrarme con mi amigo, después de llamarlo para avisarle que llegaría. Nos encontramos en un restaurante central y después de desayunar algo Fernando comenzó a relatarme con detalles su triste historia de la cual yo solo conocía una parte. No lo interrumpí ni una vez mientras duró su narración.

Fernando: Todo comenzó hace 9 años. Me había salido un contrato para la estabilización del cauce de un río por ser un experto en hidráulica fluvial del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets). Dicha estabilización era en una lejana vereda de un municipio cuyo nombre no viene al caso.

Contaba yo en esa época con 50 años, llevaba 7 divorciado, sin hijos, sin responsabilidades salvo las que el trabajo demandara. El trabajo era corto pero arduo, a lo sumo tres meses durante los cuales tendría que estar allí de residente, disponible las 24 horas del día para lo que se ofreciera.

En esta vereda como cosa lógica, los únicos lugares para hospedarse eran las casitas aledañas, sin embargo yo me iba todas las tardes a las 5 en mi camioneta hasta la cabecera municipal para quedarme en el hotel pues por esa época no podía dormir en cualquier catre.

Un día en el cual llovió durante toda la mañana se nos atrasó bastante el trabajo. Envié a los obreros al pueblo en la volqueta para que se devolvieran al día siguiente con unos materiales y yo me quede tomando unas medidas de la corona de la protección del estribo del puente a eso de las 6 de la tarde. En esas estaba cuando ví a una muchacha cerca al río. Estaba en la flor de su juventud, de aproximadamente 18 años, una completa sirena que parecía de otro planeta… tan hermosa era…

Aunque toda mi vida me había codeado con gente de "alta sociedad" en este momento todos mis escrúpulos se fueron al piso. En la vida había visto muchas mujeres hermosas, pero ninguna como ella, su sencillez y naturalidad me impactaron.

Me senté en el piso tras una roca, oculto entre los matorrales para que no me viera y poder contemplarla a mis anchas. Justo antes de llegar a la orilla y completamente ajena a mis miradas se despojó de un pequeño vestido de flores que tenía, algo roto por cierto, y de unas braguitas percudidas por el uso y que en una época fueron blancas. A pesar de su pobreza y su facha la muchacha se veía muy limpia. Liberada de la ropa dejó ver su escultural cuerpo, moreno y delgado. Entró en el agua y al contacto de esta con su piel su rostro tomo una expresión deliciosa, de deleite total y frescura. La lozanía de su piel me tenía embelesado… podía ser mi hija, pero en ese momento todas esas consideraciones poco o nada me importaron, solo deseaba embriagarme con la vista de su cuerpo mojado, de su cabello enredado, de su sonrisa. La luna hizo su aparición iluminando aún más su ya iluminado rostro.

En esas estaba cuando escuché un ruido entre los arbustos, a pocos metros de donde yo me encontraba. Por lo visto no era el único que observaba tan bello espectáculo; un fulano entrado en los veinte, de mirada lasciva observaba a la muchacha, y no contento simplemente con observar se la estaba meneando allí mismo sin el menor pudor. Tan concentrado estaba aquel en tan importantes menesteres que ni cuenta se dio que yo me encontraba casi a su lado increpándolo a que me dijera que diablos estaba haciendo. El tipo brincó como si hubiera visto un espanto y solo atinó a guardarse la verga entre el pantalón rápidamente. Al vernos ambos descubiertos decidimos hacer un trato; ninguno de los dos diría nada de lo ocurrido y el me presentaría a la muchacha esa misma noche. Ella resultó ser una de las primas del desvergonzado pajuelo, cosa que no me sorprendió del todo pues al ser una vereda pequeña casi todos tenían algún grado de parentesco.

Una hora después estaba en casa del pajuelo, cuyo nombre es Sixto, el cual me presentó con sus padres quienes estuvieron de acuerdo con que yo pasara allí la noche pues ya eran casi las 8, algo tarde para coger camino.

A las 8 en punto nos fuimos con Sixto a la única fonda del lugar a tomar un par de cervezas, y lógicamente a presentarme a su prima de nombre Sara pues la fonda era propiedad de su familia.

Sixto: Ven Sarita te presento… el ingeniero Fernando… mi prima Sara.

Sara: Mucho gusto señor.

Fernando: El gusto es mío y por favor llámame Fernando a secas.

Conocí después a sus padres y a sus hermanos, una partida de vagos y flojos que no hacían mas que beber cerveza todo el día y rascarse las pelotas sentados en aquella sencilla fonda… y a ver que lograban con las escasas ventas de alcohol y cigarrillos.

Quien lo diría, a mis años y enamorado de nuevo como un muchachito, a primera vista y de una mujer que apenas había dejado la adolescencia. Enseguida la invité a tomar algo y hablamos hasta muy tarde, no se como pero encontramos temas de conversación en común.

Ya entrados en copas Sara me dijo que le gustaba leer el futuro inmediato en la mano así que sin cohibirse ni un poco tomó la mía con la palma hacia arriba y pasó sus dedos por ella provocando en mi sensaciones que creía olvidadas. No le creí ni un poco lo de leer el futuro pero dejé que fuera con su picardía hasta donde quisiera.

Sara: Harás el amor y llegarás al clímax, sentirás una especie de embriaguez que te invadirá por completo. Irás más allá de tu cuerpo, tu energía y la de tu pareja se fundirán en el infinito y los dos alcanzarán el éxtasis...

Sus palabras me dejaron mas que excitado, esta mujer sin duda me estaba seduciendo y a mi me gustaba que tomara la iniciativa.

Luego miró la palma de su mano…

Sara: Mira lo que dice mi mano… Vas a demostrarle que la boca sirve para muchas cosas y que se adapta a todo cuando la ocasión lo requiere... Eres capaz de hacer virguerías con la lengua y él te lo agradecerá. Puedes ir variando el ritmo, así le pillarás por sorpresa y las sensaciones serán mucho más fuertes. Deja que se derrita de placer...

Si lo que había "visto en mi mano" me había gustado, lo que vio en la suya mucho mas, mi excitación era tan grande que tuve una erección. Me sentía como un cohete a punto de despegar. Presentí que esa noche tendría que hacer algo que no hacía hace rato: pajearme.

Por suerte no tuve que recurrir a esos menesteres, esa misma noche tenía a esa hembra en mi cama, no se en que momento al despedirnos su boca buscó la mía y yo ni corto ni perezoso le entregué mis labios, mis besos, mi cuerpo y mi vida entera.

No se por qué pero sentí como si fuera mi primera vez, a pesar de tener 50. Le llevaba 32 años, eso me parecía increíble y al principio mi mente trató de resistirse pero después simplemente me dejé llevar por la pasión.

Con su cuerpo fue llevándome, empujándome lentamente hacia el interior de la habitación que los dueños de casa me habían prestado amablemente por esa noche. A la vez iba despojándome de la ropa lentamente, como una verdadera experta, botón por botón hasta que llegamos a la cama donde caí de espaldas y ella encima de mí. Se separó un poco y ví su rostro iluminado únicamente por la luz de una vela.

No podía ni moverme, solo me dejé hacer… ella se sentó sobre mi a horcadas y me bajó el cierre del pantalón; mi verga salió disparada, prácticamente saltó de su escondite y ella se lanzó a besarla empleando manos, lengua, labios... Fue delicioso, hacía tiempo no me atendían de esa manera y menos una mujer tan bella y joven. Crucé los brazos bajo mi cabeza y me dediqué a disfrutar, mi cuerpo era suyo a partir de ese momento y podía hacer conmigo lo que quisiera.

Era rápida para todo, estaba desesperada por "hacerme suyo". Se desnudo en un santiamén y se sentó sobre mi verga que suplicaba sentir su cuerpo, el calor de su vagina, sus movimientos acompasados sobre mí. Todo era como un hermoso sueño del que no quería despertar, pero era real, una diosa de carne y hueso, en la flor de su juventud y todita para mí.

No me preocupaba derramarme en su interior, no temía un embarazo no deseado pues desde recién casado descubrí que soy estéril, nunca tuve hijos en mi matrimonio y me habían hecho todos los exámenes de rigor. Así pues me derramé en un orgasmo deliciosamente largo y violento que me hizo atraer su cuerpo hacia el mío para abrazarla en señal de agradecimiento y devoción.

Le retribuí los favores recibidos devorándome su chochito juvenil, lamiendo palmo a palmo la hermosa rajita, mordisqueando su clítoris hasta que apretó mi cabeza entre sus piernas. La penetré de nuevo sin esperar que se repusiera y así estuvimos toda la noche probando todas las posiciones habidas y por haber.

Desde ese día me volví un adicto a sus caricias, como otros al alcohol o a las drogas. No había nada que yo le negara… y nuestras vidas cambiaron…

Literalmente me enloquecí por ella, estaba encoñado, enamorado, tragado… no lo sabía…. A partir del día siguiente me mudé a esa casa, pagando el hospedaje claro está, y por supuesto la llevé a vivir conmigo casi sin conocerla, cautivado por todo lo vivido la primera noche.

Sentí que era una nueva oportunidad que la vida me brindaba, para amar y ser amado, para vibrar de emoción con el calor de unos brazos y recordar cosas que no sentía hace años. Era prematuro para hablar de amor pero que puedo decir… fue un flechazo.

No se si ella alguna vez me quiso o no pero preferí pensar que sí en ese momento y hasta ahora. Me aferro a este sentimiento como un náufrago a su última posibilidad de sobrevivir.

Una semana después compré dos casas en el pueblo, una para nosotros y otra para sus padres y hermanos. Dos semanas después le compré carro, computador, ropa, joyas, viajamos (con familia incluida) y además le dije que buscara la manera de terminar el bachillerato y luego una carrera profesional que fuera de su agrado, que yo cubriría todos los gastos.

Así estuvimos, de luna de miel como un año, hasta que comenzó a hablar mas de la cuenta con un amigo, pelirrojo él, de su edad. Yo herví en cólera y le prohibí verse tanto con él; el demonio de los celos me estaba carcomiendo el corazón.

Esto coincidió con mi regreso temporal a la capital durante dos meses. Separarme de ella fue como si me quitaran parte de mi vida, esos meses se me hicieron eternos, un infierno; pero nada comparable con lo que me esperaba en casa. Al llegar, mi mujercita me recibió con la noticia que estaba embarazada pues no sabía de mi esterilidad. Yo solo callé pero ese día mi corazón se rompió en mil pedazos. Ni aún así abrí los ojos, decidí seguir con la farsa y todo por amor o por estupidez o una mezcla de los dos.

Comencé a perder dinero, ya no tenía casi trabajo por mi falta de seriedad pues no quería separarme de ella ni un día para impedir que se viera con el otro. Era una obsesión para mí. A veces quería echarle en cara su traición pero la miraba a la cara y todas mis intenciones se desvanecían como por arte de magia.

Pasaron los meses, largos y lentos hasta que el niño nació y como me lo esperaba era pelirrojo como su verdadero padre. El verlo me recordaba su traición, cada vez que lo miraba sentía como si me pincharan el corazón y lo peor era que no me atrevía a decir nada. Durante los meses de su embarazo y después de el no permitió que la tocara.

Cuando el niño tenía tres meses me salió un trabajo en Bogotá el cual no podía desaprovechar, ya me había ido a menos y el dinero escaseaba pues sus padres y hermanos, e incluso ella no perdían oportunidad de sacarme dinero con cualquier pretexto. Antes de irme me senté a hablar con ella seriamente en nuestra habitación y bajo llave.

Fernando: Sara, me voy a vivir a Bogotá indefinidamente pero te estaré enviando cada mes una cantidad de dinero suficiente para cubrir los gastos que puedas tener.

Sara: Me parece bien que te vayas, con eso nos damos un respiro.

Fernando: Sabes? Ha llegado el momento de confesarte algo. Soy estéril.

Ella se quedó muda, no podía esperar que un niño idéntico al vecino pasara por hijo mío indefinidamente pero lo que si esperaba era que yo viviera idiotizado por ella toda mi vida. El verla con esa cara solo me dio rabia.

Fernando: No me vas a decir nada? Llevo un año sin tocarte mientras otro disfruta de tus favores. No te imaginas la rabia que tengo acumulada. Callé hasta este momento, me aguanté y me mordí la lengua para no decirte en la cara lo desvergonzada que eres por respeto a tu embarazo… pero ya no aguanto más.

Sara continuó sin decir palabra aunque su expresión temerosa se tornó en una mucho mas desafiante haciendo que mi ira aumentara. No se que pasó, me cegué y le atravesé la cara con un golpe tumbándola en la cama. De inmediato comencé a desnudarme haciendo caso omiso a sus gritos y llanto.

Me volví loco, si me hubiera visto de seguro no me reconozco, parecía otro, un completo animal que solo se guiaba por sus instintos. Fue como si de repente toda la ira y los celos contenidos durante meses hubieran aflorado convirtiéndome en una especie de "Hulk" no porque se me hubiera vuelto la verga color verde o algo así sino por el ser en el que me había transformado.

Con una corbata ahogué sus gritos amordazándola fuertemente y con cinta sintética la aferré a los cuatro pilares de la que hasta ese día fue nuestra cama. Yo estaba desnudo, sudoroso y con la cara descompuesta, pasando mis manos por su cuerpo indefenso mientras ella trataba inútilmente de rechazarme y de soltarse.

Con las manos temblorosas le desapunté el vestido dejando a la vista su pecho que no olvidaba y luego bajé sus bragas hasta las rodillas. Comencé entonces a acariciarla torpemente, con rudeza, no de la cariñosa manera que siempre lo había hecho cuando era mi mujer. Ahora simplemente la veía como una cualquiera, como la mujer que le había dado un hijo a otro hombre. Todo el tiempo había estado durmiendo con el enemigo sin saberlo además de ser el hazmerreír de todo un pueblo que por delante me saludaba y por detrás se burlaba de los tremendos cuernos que me habían salido. Pero estaba dispuesto a cobrármelas todas ese día, una por una y con intereses.

Le metí la verga sin importarme si estaba lubricada o no y comencé a bombearla frenéticamente y a toda velocidad. Su resistencia solo aumentaba mi placer, me hacía sentir superior, un hombre de nuevo después de haber sido su títere.

Me derramé en su interior unas tres veces seguidas y mi verga continuaba parada. Fue entonces cuando se me ocurrió utilizar su entrada trasera, golpear por la puerta de atrás, sodomizarla, invadir su culito que seguramente otro ya había estrenado… la muy puta…. Para esto si usé condón no fuera que aparte de todo me infectara. Comencé a meterla despacio para que ella fuera conciente de lo que iba a hacer, para que se resistiera y por consiguiente le doliera más, y así fue pues las lágrimas escurrían por sus mejillas, especialmente cuando de un empujón logró entrar todo el glande. A partir de ese momento metí la verga lentamente de nuevo hasta que entró toda. No fue la primera vez que penetré un culito pero si fue la que más disfruté porque el placer era doble, por un lado la resistencia que ofrecía este apretado canal oprimiendo increíblemente mi verga y por otro lado el hecho de humillar a la causante de mis lágrimas y desvelos.

Para rematar derramé el contenido del condón en su cara. Empaqué mis cosas y me fui dejándola allí.

Por ella perdí hasta mis amigos, robé, mentí y ahora no me queda nada. Han pasado 7 años y no la he vuelto a ver pero cada mes le envío el dinero que consiga a pesar de no tener a veces ni para comer… tal vez por remordimiento o porque aún la amo.

Solo podemos odiar de corazón a quien con el mismo hemos amado.

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