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Aprendí a ser concubina. I

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Cuando cumplí quince me consideré adulta y convencí a mi madre, que era muy devota, para que me consiguiese hacer de una orden con misiones y al poco era novicia en marruecos, sería la envidia de mis hermanos pequeños. El convento tenía una escuela, íbamos por la mañana y por la tarde, siempre a la misma hora, y como nunca había pasado nada, sin ninguna precaución. Recuerdo el día que me secuestraron, ni siquiera usaron violencia, me engatusaron para subir a un jeep, después por mucho que lloré ya no pude bajar. Pasé dos meses de viaje entre barcos y coches. Dormí con otras chicas en la misma situación pero no me dejaron hablar con ellas. Al final, completamente desorientada y famélica, terminó mi viaje, creo que en un país árabe. Los últimos hombres que me compraron eran negros, salieron de una limusina blanca en medio de una ciudad desconocida. Regatearon el precio, fueron a consultar algo a la limusina y volvieron a por mí. Me dirigieron a una camioneta con cestas de fruta. Me senté sobre unas sandías y miré el cielo azul. Dos horas más tarde llegamos a un palacio de paredes de adobe en mitad de ninguna parte, rodeado de rocas y arena.

En el pórtico, que conducía a un patio, nos esperaba una mujer alta con un tipo de ropa negra que la cubría completamente. Ordenó algo a los negros que empezaron a descargar cajas de alimentos, uno de ellos, el más joven, me puso una de las cajas en las manos –yo, tu señor- dijo y a empujones me dirigió hacia la cocina. En la cámara refrigeradora fuimos dejando las cajas. Cuando terminamos, la mujer me cogió cuidadosamente del codo y me dirigió a otra sala contigua con alfombras en el suelo. En un español perfecto dijo –estas son las habitaciones, tú aun no puedes dormir aquí, tampoco debes hablar. Si te oye tu amo puede enfadarse- . En ese momento se quitó la especie de manta que la cubría. Era una mujer muy guapa. Estaba prácticamente desnuda a excepción de unos pañuelos de seda que cubrían completamente su vulva. –Fuera de la casa siempre debes llevar el traje completo y aquí dentro siempre estarás desnuda, quítate la ropa-. Era muy amable y pensando que fuera nos vestíamos porque estaban los negros me desnude. Dijo –completamente- y me quite las bragas y el sujetador. Me acompañó a la siguiente habitación que era un pasillo donde dormían tranquilos algunos perros castrados. En un lado había una sala grande, un comedor y al otro lado un patio con animales. Tiritaba por el miedo y el frío de la noche. La acompañé en silencio hasta una sauna donde seis mujeres completamente desnudas con sus hijos se lavaban, eran morenas, creo que árabes o persas. Me saludaros y abrazaron en un idioma que no comprendí, bellas como seleccionadas en un casting.  Tenían pechos grandes y menos una, que estaba embarazada, eran delgadas. Sin ningún pudor una comenzó a depilarme y rasurarme completamente menos las cejas y el cabello. Tuvo mucho cuidado con mi vulva y mi ano y noté que desaprobaba algo con las otras mujeres. La mujer europea dijo –piensan que no vas a tener buena higiene si sigues así-. Me atreví a preguntar –¿seguir cómo?- Ella sonrió, me besó en la frente, las otras se secaron y fueron a dormir a su habitación. A mí me pusieron una manta junto a los perros entre el corral y el comedor y con los modales más tiernos me dieron, creo, las buenas noches.  La mujer occidental se quedó hasta las tantas hablando con migo entre susurros y finalmente fue a dormir. Cuando casi conseguí dormirme entró el negro más joven despreocupadamente, estaba desnudo y con una erección tremenda,  me abrió de piernas para violarme, yo no conseguí ni articular un grito cuando al verme abierta de piernas con mi vagina rasurada, puso cara de asco, perdió la erección, se levantó y se marchó.

Me desperté en cuanto salió el sol. Para tratar de calentarme salí al corral, el sol me dio de pleno. Al otro lado había más casas. Desde la ventana de enfrente alguien cerró las persianas. Me metí rápidamente en el pasillo de los perros y me acurruqué allí. Los tres  negros, grandes fuertes, jóvenes y desnudos pasaron al lado mío, el de la noche anterior me apartó con unas patadas suaves como las que les dio a los perros para que se quitasen de en medio.  Yo me eché en una esquina tapándome los pechos, casi inexistentes aun y mi vagina. Olí a leche caliente, seguí a los negros que se sentaron en el suelo junto al comedor. Algunas de las mujeres, también desnudas, les sirvieron atentamente el desayuno. Tumbados me fijé en los negros. Eran muy jóvenes, uno de ellos de menos de veinte seguro. Pero eran imponentes, muy grandes y musculosos, sin nada de pelo. Me fije en sus flácidas pero enormes vergas, reconozco que me mojé al verlas. Me parecieron una pollas perfectas, completamente circuncidadas lo que hacía que tuviesen dos colores, uno muy oscuro hasta la mitad del pene y a partir de ahí mas clarito. Me di cuenta que el más joven se había empalmado y se puso de pié estirándose, le sobresalía la polla enormemente, ahora me arrepentía de que no me hubiesen considerado apta para follar por la noche. Una de las mujeres, al verle, se arrodilló frente a él mostrándole su culo. Puso los codos contra el suelo para aguantar las envestidas. El negro, para romper bien a gusto el coño de mi compañera, se abrió mucho de piernas, era evidente que no le iba a entrar entera. Entonces me di cuenta del otro motivo por el que esas pollas parecían tan grandes, ninguno de los tres negros tenían testículos. Tardo unos dos minutos en comenzar a gemir lo que dejó indiferente a la mujer. Un minuto más tarde el joven saco su polla flácida y arrugada del coño de su amante. Ella se puso de cuclillas, salió algo de flujo, muy poco, que se secó con un trapo. Me señaló con una mano y fui. Me dirigió hacia la polla de otro de los negros y me explicó con señales como masturbarle y que usase el trapo para evitar que la corrida manchase nada. Comencé a hacerle una paja, al poco la tenía bien dura y latía. Se reclinó hacia mi espalda, me miro el culo. Dijo algo a sus amigos por lo que me observaron con detenimiento. Las otras dos mujeres recogían. Mi coñito virgen estaba brillante por el flujo, el negro posó una de sus manos sobre mi coño tapándolo. Olió el ojo de mi culo. Eso hizo que no aguantase más y se corrió sobre el trapo, un chorro de un líquido parecido a agua. Después, el negro que quedaba sin correrse, dirigió una de mis manos a su polla y la otra a la pared arrugada donde antes estuvieron sus cojones. Le masajee, dejando el trapo a un lado. En diez minutos me echó encima un chorro caliente  en la cara que terminó de ponerme cachonda, de rodillas sobre mis talones mi propio flujo era un moco denso que me había manchado hasta los tobillos. En ese momento entró la mujer rubia, imponente como era. Sentí mucha vergüenza de haber hecho lo que la árabe me ordenó. No sabía si era adecuado o no. Estaba cubierta del líquido seminal que expulsaban los negros y de mi propio flujo. No quería decepcionar a esa mujer mayor que yo, tan cariñosa y que tenía que enseñarme todo lo que debía aprender.

 Cuando ella entró  bajé la mirada y me puse de pie. Extendió la mano para que le diese el trapo con la leche de negro y lo uso para secarme el cuerpo. Asique todo mi cuerpo olía a semen y flujo. Me miró muy seria pero con tono maternal me dijo –te advertí que tenías que vestirte para salir, el amo te vio y ha pedido un castigo para ayudarte a aprender rápidamente, él pidió diez latigazos, pero eso puede estropear tu piel blanquita. Le he rogado y se va a conformar con dos latigazos y raparte la cabeza-. Yo la miré con ojos como soles, al borde del llanto la conteste abrazándola –perdóname-.  Me abrazó juntando completamente su cuerpo semi desnudo con el mío. Las dos olíamos a lágrimas, a mi coño y a lefa de negro. Y mientras me besaba en una mejilla para romper el hielo me susurró –tu olor a polla negra te queda divinamente-. Reí como pude. Al rato toda la familia de mujeres estaba en la sauna lavándose y lavando a la pequeña camada de niños pequeños. En un extremo a la vista de todos había un agujero donde las mujeres y los niños ayudados por estas meaban y cagaban. Una de las chicas más jóvenes, dos o tres años más pequeña que yo se situó al lado de ese agujero y a cada mujer o niño que vio defecar le lavó el orificio con sus manos y con jabón. A las mujeres que menstruaban también las limpiaba sin complejos. Al rato se hizo evidente que solo faltaba yo, la occidental se me acercó y despreocupadamente me ordenó –ve a cagar que solo podemos en las horas del baño-. Me acuclillé frente a la muchacha e hice todo el esfuerzo que pude pero delante de tanta gente era imposible.  Ella sonriéndome y con toda la naturalidad del mundo se enjabonó las manos y con mucha experiencia y afecto mientras miraba  lo que hacía me introdujo el dedo en el culo. El resto no le dio importancia alguna y fueron dejando el baño. Me metió expertamente dos dedos hasta la mano, llegó a tocar las heces y en lugar de sacar los dedos abrió mi esfínter, comencé a cagar, ella me sacó los dedos que los tenía llenos de mierda y con las palmas de sus manos y mucho cuidado para no ensuciarme apretó mi vientre rítmicamente ayudándome a expulsar todo lo que tenía dentro desde hacía varios días. Se lavó las manos con esmero en uno de los chorros de agua caliente y volvió a limpiarme a fondo el ano. Nos pusimos de pie con complicidad y me dio un cachete en el culo para que me fuese donde las demás, según salí entraron los negros sin hacerme caso, desnudos y uno de ellos, el joven, con su pene nuevamente erecto me hizo a un lado de un empujón.

A media tarde todas estaban fuera, sentadas en alfombras junto a sus hijos. Yo salí acompañando a la occidental que me ató las manos a los tobillos con mucho cuidado. Me ayudó a arrodillarme, mi frente tocaba el suelo. Aunque estábamos denudas en el exterior había sombra porque el patio tenía echada una lona a modo de toldo, ni podíamos ver el cielo. Ella me abrazó el cuello arrodillada con migo y me dijo –puedes llamarme Sara-, le contesté –¿puedo llamarte tía Sara?, -No cielo, soy la señora de este harén, me puedes llamar Ama si quieres y los días tristes como hoy por mi nombre-. Puso mi frente sobre su regazo. Podía oler su coño. ¿Estaba cachonda? En ese momento noté un golpe en mi espalda. Apenas me dolió pero el segundo casi me mata. Me dolieron los riñones durante días. Al rato la voz de un desconocido que no había visto dijo algo y una de mis compañeras me cortó el pelo con unas tijeras. En ese momento la mano de un hombre que no era negro me pellizcó los labios de mi vulva sin hacerme daño pero sin demasiado cuidado dijo algo y se marchó. Dos mujeres me curaron en el baño. Pasé el resto de la semana aprendiendo a hacer pan, limpiar el suelo de rodillas y masturbar negros sin manchar nada, lo que se convirtió en mi trabajo diario durante el desayuno y después de la cena.

Ama estuvo observando mi espalda toda la semana. Estábamos en el baño cuando Ama entró y nos fue llamando una a una durante casi toda la mañana. Cuando me tocó a mí entré en el comedor donde estaba un hombre con traje y guantes de latex. Sin mirarme me dijo algo señalando el suelo. Me puse delante suyo desnuda. Comenzó a explorarme.  Me ayudó a tumbarme y siguió explorándome la vagina con varios aparatos. Dijo algo a Ama. Tumbada de espaldas me terminó de curar las heridas de los latigazos. Ama me ayudó a levantarme y me acompañó al pasillo de los perros para que no estorbase mientras terminaban con los demás. Desde allí se veía el comedor, a los tres niños que aun estaban sin circuncidar les extirpó el prepucio con un bisturí, sin hacerles daño gracias a una pomada. Las madres parecían muy contentar y les animaban. Por la tarde cuando ellas comieron me dejaron las sobras como siempre y empecé a alimentarme. Ama se sentó a mi lado –El doctor dice que estás muy sana, que recomienda ponerte un aparato en los dientes para que les tengas algo más rectos aunque yo no me había fijado en que no estuviesen bien. Dice que hubiera estado bien ponerte unos puntos cuando el latigazo pero que no se preocupe tu dueño que no quedará marca. Y también a dicho e… ¿que eres virgen?- yo asentí. –Supuse que no lo eras, si no no te hubiéramos dejado el peligro de dormir al alcance de los muchachos negros.- Afortunadamente dicen que les das asco- Yo pregunté – Ama ¿por qué les doy asco? Por ser blanca?- ella se apresuró a decirme –no, no es por eso. Es que tu coño tiene clítoris y labios y eso a nadie le gusta por aquí-. Se me erizó el vello de la nuca. - Le he pedido que aunque aun no eres de la familia el amo consienta que duermas con nosotras para que no te folle nadie. ¿Quieres?- Asentí ilusionada por compartir todo el día con unas mujeres que me tenían enamorada.

Por la noche ayude a limpiar a los niños nos lavamos y orgullosa me metí en el dormitorio junto a las demás. Me hicieron un hueco en el suelo a los pies de la mayoría en una estancia que llena de mujeres y niños era pequeña. Todos estábamos acurrucados. Me tape con una manta. Traté de fijarme en los coños de mis compañeras pero eran difíciles de ver y desistí. No conseguía dormirme y con mucho cuidado para que nadie lo notase me masturbé en silencio. Tenía el clítoris duro y grande como pezones y otra vez el flujo me manchó las piernas. Tardé más de una hora en correrme tratando de no hacer ruido pensando en pollas de negro y coños húmedos. Dormí sin taparme de lo caliente que estaba. A la mañana una de las mujeres me dio a su niño de unos tres años, uno de los pequeños recién circuncidados y le puso a amamantar de mi pezón que no tenía leche pero tranquilizó mucho al pequeño. Me senté contra la pared y otra madre hizo lo mismo en mi otro pezón. Tenía dos críos recién circuncidados amamantándoles. Otra dijo un comentario inoportuno que provocó las risas de todas. Le pregunte a Ama inocentemente que de que se reían. –Ilma dice que del pezón que tienes en el coño puede amamantar otro hijo.- Me reí con ellas avergonzada. Amamantar por la mañana a los niños me liberó de todas las tareas. Observé sus cuerpos desnudos. Estaba enamorada de ambos, eran tan ricos.  Sus enormes testículos en comparación con un pene minúsculo y circuncidado me hicieron gracia. Tenían unos pitos bonitos. Dormidos de vez en cuando alguno tenía una erección. Me llenaron de ternura.

Pase algunos días liberada de mi trabajo amamantando a los niños de las demás. Un día sin previo aviso tuve de nuevo que trabajar incluso más duramente que antes. Noté que realmente no era una más, por algún motivo me trataban algo peor y ahora me daba cuenta. Me esforcé más que nadie para que trabajasen menos y me quisiesen más. Una vez, una de ellas que estaba limpiando el suelo de rodillas como las demás, se apartó de mi diciendo en el idioma que empezaba a entender. –Me quito por si me follas con tu pene de bebe- Todas rieron a carcajadas incluso Ama, que al notarme tan ruborizada me acompaño al dormitorio y me puso a amamantar a los niños. En el dormitorio estaba Dilsa acurrucada con los niños dándoles de mamar leche de verdad, de sus pechos. Era una imagen soberbia, en la oscuridad parecía una diosa de la fertilidad. Imponente. Me invito a que me tumbase con ella y juntas hablamos un poco y amamantamos a los niños. Como me perturbaba mucho al poco me levante y le enseñe, estirando de los labios, mi coño. –¿Porqué os reis de mi coño?- Dilsa me hizo arrodillar delante suyo. –Pequeña nos reímos de tu coño porque es muy feo. Tiene una polla pequeñita y piel a los lados que no sirve para nada y coge suciedad. Pero tú eres guapa, te irá bien.-  añadió- Mira este es el coño de una mujer de verdad- se abrió de piernas y estiró su vulva para que se viese bien. Era bonita, lisa, sin cicatrices, donde estaba mi clítoris solo había piel lisa, un poco debajo estaba un agujerito muy visible. Sin labios mayores ni menores y una entrada húmeda y rugosa que era su vagina. Mi coño en comparación parecía una herida. Acercó una mano y metió sus dedos dentro de mi coño, y dirigió mi mano dentro de ella. –Por dentro son muy parecidos, pero el mío es de mujer.-Mi clítoris se puso duro y empecé a mojarla la mano.-Mi coño es bonito, se lo han follado muchas veces, y nuestro amo me ha preñado varias veces también.- Gemí un poco. – ¿Qué te pasa?- le contesté – Si me frotas por fuera me corro-. Ella se sorprendió. Orgullosa dijo – Mi coño solo se corre cuando le meten una buena polla, grande y gruesa. Cuando me monta un macho. El resto del tiempo siempre estoy cachonda, amamantar me alivia un poco, hasta me corro cuando tengo un parto. Dentro de poco veras como una niña se vuelve mujer.-

Era cierto, al par de semanas la chica que nos ayudaba a cagar fue llamada por el médico. Como sabía lo que iba a pasar le pedí a Ama verlo. Me dijo que con mucho cuidado ayudase a sentarse entre mis piernas a la futura mujer, ambas las abrimos. Ella estaba delante de mí. La abracé por la espalda. Ella sonreía, estaba eufórica. Su coño era muy parecido al mío. El médico la acaricio con una pomada durante un largo rato. –Novocaina- dijo. Sin hacerla daño la pincho con una aguja en los labios y el clítoris, ella no parecía sentir nada. Sacó un bisturí y unas pinzas, le introdujo una pajita de goma en el agujero por donde se mea y comenzó. Le quitó los labios y completamente el clítoris, tardó unos quince minutos. Los puso en el guante de látex y se los mostró. –Ya puedes parir sin dificultad-.  Ama los tiro a los perros que se lo comieron encantados. Ella se fue con el resto de mujeres que también estaban muy contentas y le hablaban de cuando se convirtieron ellas en mujer. Ama me miró y acarició el pelo. Ella es más joven que tú y ya es mujer cuando el amo disponga la preñara. Va a ser mama. Tu como eres la niña más grande te ocuparás de su trabajo.-

Por la mañana bien temprano me despertó Ama y me enseñó a preparar la sauna. Cuando empezaron a entrar las mujeres me dirigí al wáter. Ayude a todo el mundo a hacer sus necesidades con la normalidad con la que me ayudaron a mí. Al final vino Dilsa estreñida por su avanzado embarazo. Me unte los dedos de jabón y le metí los dedos en el culo, estuvimos un rato, se puso de rodillas y siguió esforzándose un poco alejada del agujero en el suelo.  De pronto se cago sobre mis manos que utilicé como cuenco para que no ensuciase el suelo. Estuve así un ratito cogiendo las heces con las manos y tirándolas al agujero. Me dio dos golpes en la cabeza cariñosos y se fue. Me empecé a limpiar de los brazos la mierda de Dilsa cuando entraron los negros. Detrás apareció Ama. Les he prohibido follarte porque eres una niña. Si alguno te penetra dínoslo, su castigo será su último castigo. Asentí. Lávales. Tienen trabajo. Les lave e hice el resto del trabajo. Antes de irse dos de los negros me abrazaron y se masturbaron contra mí y me obligaron a lamerles el escroto vacío y su culo llenándome, de su flujo estéril, la cara. Así estuve un mes. Dilsa se puso de parto por la noche en la habitación. Todas la ayudamos pero fue muy rápido. En quince minutos parió una niña guapa que hasta que el amo no la viese no sabríamos como se llamaba. Limpiamos y tratamos de dormir emocionadas. Me fui a hacer el baño y en general el resto del día fue bien. Por la tarde entró un varón que no conocía. Delgado y moreno, quizás indio, con ropa occidental. No muy alto, guapo y parecía inteligente. Tendría unos treinta y cinco o cuarenta años. Ama que iba detrás me hizo un gesto para que me arrodillase delante de él. Me dijo susurrando, él es tu dueño.

Cenó en el harén, los negros esperaban fuera. Como no podías mirarle si no se dirigía a ti todas hablábamos y hacíamos la vida normal mirando al suelo. Le presentaron a su nueva hija, le hizo muy feliz, era un tipo agradable y simpático. La chiquita que el mes pasado fue circuncidada estaba extasiada. Cuando cayó la noche Amo la cogió en volandas como si fuese una novia y se la llevó. Al par de horas oímos los gemidos de la otra casa. La chiquita estaba corriéndose como una salvaje, unos gemidos sinceros e intensísimos. Parecía mentira que esa cosa tan dulce pudiese decir las guarradas que estaba gritando a pleno pulmón. Una vez que empezó a encadenar orgasmos estuvo una hora corriéndose. Las chicas en el harén se reían, todas más cachondas que hienas. Ninguna intentamos ocultar como el flujo nos manchaba las piernas. Sinceramente mi virginidad estaba dejando un charco en el suelo. Los negros de vez en cuando entraban a aliviarse pero ninguna de las chicas se corrió en los escasos minutos que aguantaban. La joven desposada volvió al harén muy de noche cuando todos dormían menos yo. Estaba exhausta le temblaban las piernas. Su coño estaba rojo e irritado. Con una sonrisa tonta en la cara se tumbó a mi lado y me susurró. -Amo dice que duerma con el culo en alto para que su leche me entre bien dentro-. La deje apoyar su culo en mi pecho. Olí su ano que me puso cachonda y un poco su coño y sobre todo el olor a semen con esperma de su vagina. Mi coño se volvió a mojar. Yo no podía ser una mujer y solo las mujeres se corren de verdad. Me desperté muy pronto y vi como un chorro de lefa se había escapado del coñito infibulado de mi amiga. Con un dedo lo metí en mi boca. Sabía bien. Amamante a alguno de los críos antes de que hiciesen ruido al despertarse. Y me fui a hacer los baños.

Cuando solo quedó Ama me puse a su lado para ayudarla a cagar. La ayude a apartar sus duras cachas y empezó a orinar y luego soltó una mierda marrón que me recordó a una de las pollas de los negros. Calló parte fuera del agujero y con el dedo le empujé dentro. La pregunté – Ama, como es vivir sin un hombre.- Me miro y hizo gesto de no entenderme. –Quiero decir, tu no follas-. Se echó a reír. –Follo como todas-. Sorprendida la contesté – pero si a los hombres le dan asco los coños occidentales, ¿Cómo follas?- Me ayudó a tumbarme y en cuclillas se apartó los pañuelos. Al principio solo vi su culo algo manchado de caca. Me fijé más. Su coño era un agujero redondo y carnoso, rosáceo y lleno de flujo. No tenía labios ni clítoris y unos puntos suturados y simétricos le subían en una hilera hasta donde una vez perdió el prepucio y el clítoris. –Mi coño estuvo cosido para que no me follasen los negros pero se infectaba. Al final el pañuelo, símbolo de la horca les aleja. Someterme a nuestro amo ha sido la mejor decisión que he tomado-  Completamente mojada la contesté. –Ama quiero ser Madre y mujer-. Se puso a llorar de alegría, me levantó y nos abrazamos. La limpié. Y dijo. -Si se lo digo al Amo, no hay vuelta atrás.- Completamente feliz la dije -Quiero que me preñe.- Me besó y se fue. 

Pasaron dos meses y yo ya llevaba secuestrada un año. Frie, la chiquita circuncidada y desposada se había quedado preñadita, estaba muy contenta y el amo seguía follándosela por las noches para que se corriese a gusto.  El médico la examinó a fondo y dictaminó que estaba perfecta y que esperaba que el bebe fuese sano. Después, Ama, me sorprendió llamándome. Entré, me puse de rodillas como había que hacer delante de un hombre que no fuese un castrado y aguardé mirando el suelo. Ama dijo cómplice. –Dile al señor doctor lo que me dijiste.- Contesté tiritando de la tensión y el estrés. –Quiero circuncidarme-. El doctor asintió diciendo –Normal niña, todo el mundo quiere crecer. Se tarda poco pero duele mucho. Sin anestesia los hombres lo valoran más porque tus hijos serán fuertes, creen. Con anestesia es lo más habitual.- Dije – Señor doctor, quiero complacer a mi Amo lo máximo posible. Córteme sin anestesia- Esto sobrecogió a Ama que estuvo un rato disuadiéndome. Como no había forma de que entrara en razón Frie me sujetó una mano y Ama la otra y comenzó a intervenir. Me desinfectó bien. Me metió una cánula dolorosa en el agujero por donde orino y por el que sin poder evitarlo oriné toda la intervención. Cogió varias pinzas y apretó fuertemente y dolorosamente mis labios menores. Como el primer latigazo el primer corte no me dolió, solo fue una intensa sensación de frío. El segundo corte casi me desmalla. La tortura fue salvaje. Conseguí no gritar. Las otras dos mujeres me abrazaban con fuerza. Dejó mis labios en el suelo. Primero me extirpó el prepucio y después hizo una incisión profunda a ambos lados del clítoris. Un tercer corte me quitó lo que quedaba de genitales. Sangré bastante pero no fue necesaria sutura. No podía cerrar las piernas por el dolor. Con una mano cogí mi clítoris y mis labios y los acerque a uno de los perros. Se los di de comer, empezó lamiendo mi mano y después de dos bocados se los tragó enteros.

Estuve un mes sin fuerzas y sin salir de la habitación de mis hermanas amamantando a nuestros hijos. A las dos semanas empecé a ponerme cachonda habitualmente, siempre sentí el flujo, que nada le detenía, escaparse de mi vagina, me di cuenta que parte del agradable olor de la casa lo producíamos nosotras al no conseguir controlar nuestros flujos. Sin nadie que me follase solo me aliviaba “limpiándome” el culo, amamantando a nuestros hijos o durmiendo muy apretada a las demás. Una noche me frote las cicatrices pero ya no sentía nada. Al cavo de ese mes Ama trajo un espejo para que viese mi coño. Era perfecto, precioso. Ya no era un rosetón como antes, ahora era liso por fuera, el coño me hacia un rombo de frente que no se podía esconder entre labio alguno, era de una carne bulbosa y rojiza completamente mojada. Se veía al final de esa carne a la perfección el orificio por el que meaba. Luego mi coño se adentraba en una gruta roja con mocos blancos dispuestos completamente a una buena polla. Llena de bultitos rosas. Después, ese espectáculo tan hermoso, terminaba en mi prieto ano. Mire a Ama. –Ya no puedo correrme y siempre estoy cachonda- Ama me abrazó y dijo –Ya eres mujer cielo, necesitas una polla que aguante bien para preñarte-. Mientras tanto deja que tus pezones los succiones los críos, alivia un poco. Pero conserva tu virginidad para tu Amo.- Me besó y se fue. Al cavo de un mes ya podía hacer tareas sin molestias y exhibía mi coño todo el rato para presumir delante de mis hermanas que ahora me trataban completamente como una más. Los pobres negros andaban empalmados todo el día por mí aunque yo no les hacía ni caso. El más joven me trataba peor y me exigía mas masturbaciones y lamidas de polla. Convencida de que mi coño era para mí amo deje de meterme los dedos por si rompía el himen. Por la mañana salí a preparar las duchas, algo que hacía la que le tocase mientras no hubiese niñas mayores que lo pudiesen hacer. Era muy de mañana y aun faltaba un buen rato para que se despertasen las demás. Entonces entraron dos negros. Los dos más jóvenes de unos diecisiete, el que me odiaba y otro de veintiuno o veintidós. Estaba cachondísima. Tenían sus pollas como barras y querían follarme. Me exigieron que les comiese las pollas, les lamí y de rodillas frote la polla de uno contra mi culo. El miró al otro y empezó a lamerme el coño y el ojo del culo. Intentó penetrarme el culo y con mucho esfuerzo y dolor metió la cabeza de su polla. No pudo más y se corrió. Yo echaba flujo del coño como si escupiese. Entonces el chico joven consiguió meterme todo el pollón en el culo y follármele unos minutos hasta que, en silencio, se corrió. Qué cachonda estaba. Ellos salieron orgullosos. Yo regresé al dormitorio. Ama que se acurrucaba entre los niños tenía pipi en el vientre y estaba secándose. La mire muy seria, la llevé al baño me puse de rodillas en el suelo y le mostré mi culo reventado. Con sinceras lágrimas en los ojos le dije, los dos negros jóvenes me han violado el culo de mi Amo. Ama palideció. Estaba blanca de ira, de furia. Metió sus dedos en mi culo para sacar el semen de negro, me lavó y me puso una túnica negra, ella se puso otra y me acompañó a la casa del Amo.

La casa del Amo era hermosísima por dentro, con mármol y oro por todas partes. Me di cuenta de la miseria en la que vivíamos. Tenía televisión y muebles. Allí no se sentaban en el suelo. Nos quitamos las túnicas y me pidió que me sentase sobre mis talones. Pasaron dos horas y finalmente apareció mi amo con lágrimas en los ojos. Me abrazó. –Se por lo que has pasado, niña-   Me acompañó al baño que tenían en la segunda planta. Y me ayudó a bañarme con sales y burbujas. Por primera vez en un año me lave con algo que no fuese jabón de sebo. Olía muy bien y me relajé. –Preciosa, cuidado no te duermas en la bañera, ¿vale?- y se marchó. Yo, en la bañera, como siempre, estaba más mojada por dentro que por fuera. Disfruté el baño. Cuando mis dedos estaban tan arrugados como coños sin rasurar salí. Me sequé y me senté en la cama de la habitación. Volvió mi Amo. –Voy a follarte antes de que se pierda algo tan tierno como tu virginidad, con un poco de suerte te preñare a lo largo de la semana, ¿de acuerdo?- Yo sin contener la emoción me abrí de piernas completamente. Se desnudó delante de mí. Era atractivo. No estaba rasurado pero apenas tenía pelo. Su pene erecto era más bien como una lata de cerveza. Muy, muy grueso y no muy largo. Olía tanto a polla, era increíble, se me endurecieron los pezones al momento. El no estaba circuncidado y su glande asomaba entre la piel tersa. Pero lo que más llamaba la atención eran sus dos cojones, gordos y llenos de leche. Yo estaba completamente mojada, más mojada de lo normal, aun así, mi Amo untó con una pomada mi coño y su polla. Ama llamó a la puerta y sin esperar permiso pasó y se arrodilló al lado de mi Amo. No tenía los pañuelos de seda. Comenzó a sorberle y lamerle los huevos. La erección de mi Amo era rotunda. Ama comenzó a masturbarle un poco y él la besó en los labios. Entonces Ama arrodillándose comenzó a lamerme el ano. Yo me metí los dedos, pero Amo me les sacó argumentando que las mujeres no se tocan, esperan a su dueño. Me miré en los espejos de la habitación, estaba famélica después de un año comiendo sobras de arroz. Mi pelo había vuelto a crecer largo y el resto de mi cuerpo estaba afeitado permanentemente. Me atreví a coger la polla de mi Amo y la restregué sobre mi liso coño con la esperanza de que me follase. El se molestó un poco. –Niña tienes que aprender a obedecer, el sexo no es para cumplir tus deseos, sino los de tu Amo- Me dio un beso en la boca muy tierno y con lengua. Me dio la vuelta y Ama le ayudó a que me follase el culo. Me abrió el orificio al extremo. Estuvo así veinte minutos. Mi coño rosa burbujeaba líquido. Solo de que me follasen el culo creía que podía llegarme a correr. Me abrazó. –Lo siento, tienes que aprender un poquito más, hoy no puedes correrte y preñarte, no estás madura- Decepcionada se me escapó alguna lágrima. Me tumbé a un lado y observé como Amo intentaba preñar a Ama. La abracé triste mientras se la follaban. Nos besábamos. –Sara ¿porqué Amo no me folla?- Respondió tiernamente entrecortadamente por las sacudidas de nuestro propietario. –No te preocupes, el quiere follarte, nos preñará a ambas durante la semana. Te tengo que enseñar algunas cosas primero, tú observa- Las duras pelotas de mi Amo sacudieron el ojete de Sara durante veinte minutos. En un momento se disculpó y sacó la polla. Ama se puso de rodilla y él la orinó en la boca en lugar de perder un rato en ir al baño. Atónita vi como Ama se lo tragaba todo.  El Amo recuperó rápidamente la erección y continuó fallándosela. Estábamos abrazadas, yo sobre ella exhibiendo mi coño delante de Amo por si había alguna esperanza de que me follase. Ama empezó a gemir. –Me corro Amo. Gracias por follarme. Solo soy tu coño y útero- gritaba. Yo desde atrás me colé para lamerle los huevos a mi Amo, que empezaron a bombear. Estuvo un rato corriéndose y mi Ama empezó a tener espasmos involuntarios en la pelvis e intentar aguantar los alaridos. –Mira-.Decía Ama- Así se corren las mujeres. Tu clítoris hacía que te corrieses muy pronto. Ahora te vas a correr con tu Amo en el momento más oportuno para quedarte preñada.- El terminó de correrse, exprimió su polla dentro de Ama y se marchó a ducharse. Ella levantó un poco su coño para que no se saliese nada y yo para taponárselo usé la mano. Apoye mi cabeza en su regazo y hablamos durante horas.  Cuando se puso de pié aún salió algo de semen. Lo agarro de su coño con la mano y me lo untó en mi coño y mi boca. Tenía una buena corrida en la cara y salimos orgullosas.

En el patio de la entrada habían vuelto a echar el toldo asique podía pasear desnuda. Allí estaba una de las mujeres mayores, Dilsa, recuperada del parto amamantaba a su hija. Y atados en cruz los dos negros que me follaron el culo. Dilsa me acercó una caja. La abrí y tenían una espada muy afilada. Amo me ha dicho lo que han hecho mis hijos y ha sentenciado su muerte.  Tenían las piernas abiertas en aspa y sus penes atados al suelo. Que grandes eran. Ama me ayudó a tener la fuerza necesaria. Pusimos la espada justo en el nacimiento de sus penes y sin ejercer mucha fuerza con el píe, solo de apoyar el peso, se los corté que quedaron como serpientes en la arena, menguando. Ellos gritaban a través de las mordazas. Ama me ayudó a cortarle la cabeza al chico de veinte y después al más joven. El tercer negro les cargó en una furgoneta. Menos los penes que cogió Dilsa. Yo cogí la cabeza del primer chico que había sido mi amante pero ya no era tan guapo, la puse sobre mi regazo cerca de mi coño que tanto anheló. El tercer negro la agarró y tiró dentro de la furgoneta. Dilsa y Ama me abrazaron. Con cuidado de no herir al bebe que Dilsa estaba amamantando. Por la noche dormí abrazada a Dilsa. No dejábamos de llorar y ella me pedía perdón porque sus hijos me hubiesen violado. Y me daba las gracias por ajusticiarles. Ama durmió en la casa del Amo y este se empleó a fondo porque la oímos gemir durante un buen rato. Al final nos dormimos. Por la mañana, cuando me desperté amamante a los más pequeños de hasta siete años y fuimos a desayunar. Ama había cocinado algo muy rico. Todas lo probamos, pregunté que era y Dilsa me dijo. –Las pollas de mis dos hijos- Eran grandes y dio para que todas comiésemos un poco. Sabían bien, a cordero o así.

La ejecución de sus hijos me hermanó con Dilsa y nos amábamos. Junto con Ama, nos hicimos inseparables. Cocinábamos, limpiábamos y hablábamos de sexo. Un día Amo decidió preñarme. Le pedí que me acompañasen Dilsa y Ama. El Amo accedió y aquella noche follamos los cuatro. Primero folló con Dilsa la cual no conseguía correrse pese a que la lamíamos el culo, la besábamos, la mordisqueábamos los pezones, agarrábamos los huevos de Amo para que le entrase toda la polla y todo lo que se nos ocurría. Al final Ama empezó a mearla en la cara porque, decía, eso siempre la ponía muy cachonda. Una hora más tarde Dilsa se corrió como una verdadera puta. Llenaba todo de flujo y hasta sus pezones lloraron algo de leche. Se retorcía mientras se corría y gritaba. Amo le dijo. – Te voy a dar un hijo para compensarte Dilsa, sabes que eres mi preferida- Y se corrió dentro de ella durante un buen rato. Efectivamente, supimos después, se había quedado embarazada. Nosotras la besábamos y acariciábamos contentas por ella. Unos quince minutos más tarde Amo estaba empalmado de nuevo. Ama empezó a mamarle la polla y los huevos. Dilsa le besaba. Yo me arrodille y con Ama empecé a lamerle los cojones. Seguí chupándoselos mientras de espaldas se folló a Ama. Dilsa, preocupada de que nada del semen se perdiese, nos miraba cachonda. Una hora después Amo se corrió pero en lugar de elegir el vientre de Ama, que aunque no lo supiésemos llevaba un mes gestando, lo hizo en mi boca. Yo, generosa, lo escupí dentro de la brecha roja y blanca que era el coño de Dilsa. Al hacer eso dejé mi culo al alcance de mi Amo y me montó. Metió su gorda polla sin resistencia, por lo cachonda que estaba, en mi dulce coño. Ama, cómplice, me apretó los pezones con unas pizas de metal. Me ataron los pulgares entre sí dejando mis brazos en mi espalda. Ama me agarró del pelo para que levantase la cabeza y se meó en mi boca. Con mucho cuidado empecé a besar y lamer los pies de Dilsa. Estaba muy cachonda por la fricción pero adivinaba un orgasmo imposible. Que me follasen no me estaba dando placer. Cuando llevábamos veinte minutos, sin darme cuenta, empecé a gemir. Algo en mi coño se estaba despertando. Estaba hinchado. Cuando le miré me di cuenta que había manchado la polla de mi amo, su vientre y las sábanas de sangre como si tuviese la regla. Ya no era virgen. Amo me susurró al oído. -Voy a preñarte porque eres my puta.- Y me abofeteó con fuerza. Yo no sabía a qué venía todo esto y grite.  Al cabo de varias horas mi excitación creciente explotó en una corrida como ninguna mujer occidental tendrá jamás. Y como si me estuviese esperando, mi Amo se corrió dentro, dejándome preñada en el acto. Con casi diecisiete sería mamá de un macho de verdad. Dudaba si quería darle un hijo o una putilla más para su harén. Amo y mis hermanas durmieron en la cama. Yo tapé con mi coño el coño de Dilsa para que nada de la leche se perdiese y dormimos haciendo la tijera.

Al día siguiente Dilsa dormía y ayude a Ama a hacer el desayuno de nuestro señor. Ama -¿Cómo has conseguido ser su primera esposa?- Me miró tierna. –Yo no soy la primera esposa de Amo- Amo tiene tres Harenes, yo soy el Ama de este Harén. La primera esposa de Amo vive en otro país. ¿Tú piensas en tu país de origen?- Contesté – Pienso en mis hermanos a los que me gustaría dar la vida que yo llevo.  

 

CONTINUARÁ

 

Espero que os haya gustado. Si no es así lo siento. Como son tiempos estúpidos me veo obligada a decir lo evidente. Este relato es una ficción y está escrito para ponerte cachonda/o, ni el relato ni yo misma defendemos los secuestros, las violaciones, los harenes, asesinatos, ejecuciones, incesto, estupro, ni amputaciones de ninguna forma.

Un saludo.

(9,03)