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24.1 La esperanza está en París I

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Lunes, martes, Miércoles, Jueves y Viernes

Esta mañana de lunes me despierto muy temprano, quizá la responsabilidad de que Nico debe coger su tren me mantenía intranquilo, su brazo pasaba por mi cintura, se mantenía muy pegado a mi cuerpo, notaba las caricias que el vello de su pecho producían en mi espalda, y su miembro viril algo hinchado en mis nalgas, queriendo introducirse entre ellas.

Me doy la vuelta para encararle, dormía plácidamente, me quedo observándole, volviendo a grabarme la perfección de sus rasgos y su barba tan cerrada que tanto me raspaba pero me encantaba vérsela. Procuraba no moverme y él buscaba la proximidad de mi cuerpo, el acercamiento con contacto.

¿Qué es lo que me estaba sucediendo?, llevo unos días en que los recuerdos me asustan y me matan. Vuelvo al pasado continuamente y sé que debo mirar el presente, ni el futuro está muy seguro.

Cuando cerramos la puerta del estudio Nico vuelve a señalarme las flores que lucen preciosas, marco y fijo en mi cabeza el comprar unos bombones o algo por el estilo para regalar a la madre de Rayhan, su padre nos abre la puerta, que hombre más serio aparenta y siempre me sigue con su mirada, es guapo como su hijo pero ya un hombre maduro hecho y perfecto.

Recibo una llamada de mi madre para decirme que ha fallecido un primo suyo al que no conozco, que se encontrarán a la tarde con algunos de mis tíos, se ven en contadas ocasiones y mamá necesita saber sobre su familia. Lo cierto es que yo les veo muy poco, recuerdo los juegos de pequeños en la grandísima y vieja casa de la calle de Espartero, la locura de los niños que éramos y a la abuela que nos dejaba y permitía hacer de todo, inclusive el abuelo disfrutaba viendo como le destrozábamos la casa, hasta que se cansaba y se retira a sus habitaciones cerrando tras él la puerta.

A la vuelta del trabajo paro en una gasolinera para llenar el coche de gasoil, en la tienda compro una enorme caja de bombones para la madre de Rayhan, lucho con el dependiente para que busque un papel de regalo y me la envuelva.

Anochece ahora tan pronto…, las luces del jardín están encendidas aunque aún no es del todo de noche, no veo a Rayhan por parte alguna, dejo mis cosas en el coche y con el paquete de regalo voy a buscarle hasta el local de los edificios altos, siempre los señalo como altos pero tienen solo tres alturas incluyendo la planta a ras del suelo, una más que los estudios donde tengo mi casa.

Por una de las ventanas, la más alejada y situada más alta que las personas, se ve la claridad de una lámpara, golpeo en la puerta y no tengo contestación, el picaporte está libre, no está cerrada con llave, penetro en la oscuridad de su interior, al fondo, de una de las puertas existentes es de donde procede la luz, pronuncio en mi interior el nombre del chico y sigo avanzando hasta llegar a la puerta entreabierta.

A la derecha, debajo de la ventana, apoyados los codos en un pequeño pupitre se encuentra Rayhan; o el pupitre es muy pequeño o sus espaldas son muy anchas, me detengo un momento a observarle, no se ha dado cuenta de mi presencia enfrascado en atender lo que tiene sobre la mesa.

Al mover la puerta para acceder produce un ruido con sus goznes, en el silencio que reina me asusta y también Rayhan se alarma, provoca que repentinamente se levante y la silla caiga estrepitosamente para atrás con un tremendo ruido metálico. Nos quedamos paralizados mirándonos fijamente.

-No quería asustarte, no contestabas mis llamadas. –no me apercibía de que mi voz no sonaba, fue la disculpa que encontré en mi enloquecida cabeza.

-No le escuché, perdone que no le oyera, estaba entretenido estudiando.

Seguimos con nuestras miradas estudiándonos hasta que el chaval baja la suya como si estuviera  avergonzado. Avanzo hacía él, la luz que se proyecta sobre su cuerpo agranda aún más su figura, parece un oso, lleva una camisa de cuadros con las mangas subidas hasta los codos y muestra unos fuertes brazos, su grosor es el doble que los míos, y sin embargo, su rostro es el de un inocente niño de catorce años.

-He venido a traerte unos bombones para que le lleves a tu madre, para agradecerle el detalle de las flores que por cierto eran preciosas, también tengo que volver a darte las gracias a ti por traerlas.

He llegado hasta él y levanta su mirada del suelo, sonríe con dulzura, no sabe dónde colocar sus enormes manos y danzan incontroladas tocando distintas partes de sus pantorrillas y el aire. Su varonil voz suena grave.

-Gracias se los llevaré y seguro que le hará mucha ilusión.  –alarga su mano para recoger el paquete, nuestras manos se rozan involuntariamente, a pesar de la poca luz existente noto como enrojece.

-Bueno, te dejo para que sigas estudiando. –pero sigo sin moverme observando su linda cara, como si estuviera en trance, doy media vuelta y me encamino hacia la puerta.

-Espere, tengo algo para usted.  –deja el paquete sobre la mesa y busca en un cajón, me acerco, estamos muy próximos, me llega su olor dulzón de joven sudoroso, me embriaga y envuelve. Encuentra lo que buscaba y me tiendo unas llaves.

-Estuvieron los de la inmobiliaria para dejarle las llaves del buzón que les había pedido.  -extiende su mano para entregármelas, al recoger las llaves tomo su mano y la sostengo un momento, el chico tiembla pero no la retira, parece como si una corriente eléctrica nos mantuviera unidos y repeliera a la vez.

Entro en el estudio asustado, me recrimino mis reprobables deseos. Hubiera querido que el contacto de nuestras manos se mantuviera más tiempo, seguir sintiendo las sensaciones extrañas que me inspiraba el contacto.

Voy olvidando el incidente a medida que me centro en las cosas que tengo que hacer, y vienen a mi memoria como martillazos las palabras de Nico. No puede ser que Rayhan esté enamorado de mi, tengo, al menos, ocho años más que él y apenas nos hemos tratado, podría decirse que no nos conocemos.

**********

 

Las enormes piedras a lo largo de la carretera de acceso a la fábrica, colocadas a ambos lados, no pueden ocultar el blanco brillante de la escarcha que hay sobre la hierba y los árboles del fondo. El frío es espantoso y lo primero que hago, después de dejar mi bolso en el despacho, es llegarme al laboratorio.

Algunos de los jefes están charlando, y como es propio, hablando del frío que congela los cuerpos y el aliento. El té está riquísimo y caliente, hablo un momento y me voy con mi taza al despacho. Elie me está esperando, le pido que vaya ella a la planta de pruebas y atienda la recogida de datos, tengo que acercarme a la depuradora para estar con los operarios que han comenzado a desmotar la maquinaria que habíamos decidido reemplazar.

Meto mi mano en el bolsillo y encuentro el detector de presencia, avanzo por el camino hasta las instalaciones de la depuradora, las tuberías vuelan sobre mi cabeza con sus brillantes colores, se me ocurre pensar lo que sucedería si alguna de ellas reventara encima de mí, la de agua hirviendo o la del vapor de agua a presión y elevada temperatura que nos envían desde la cercana fábrica. Un estremecimiento  sacude mi cuerpo, no sé si es producido por el intenso frío o al miedo debido a la excitación de mis pensamientos.

El paisaje es sublime todo blanco, los árboles en las márgenes del  río brillan como si estuvieran nevados, mi aliento parece congelarse golpeando mi cara, y a pesar de la belleza del entorno, agradezco llegar a las oficinas del complejo y refugiarme en su ambiente cálido.

A la tarde, cuando aparco el coche en el patio, procuro pasar desapercibido y que Rayhan no me vea, no le detecto por las cercanías y rápido me meto en el estudio. No puede ser  real, pienso para mi, tengo miedo de encontrarme con un niño, de enfrentarle y saber dirigirle. ¿De qué estoy atemorizado?

Veo una nota que tengo pendiente de la inmobiliaria, les llamé para pedirles que pasará un fontanero, el agua que cae en el mostrador resbala por detrás de los muebles y puede llega a estropearlos.

Realizo mis faenas de casa mientras pienso, luego apunto mis observaciones sobre lo que debo hacer al llegar al trabajo mañana, la música me envuelve a un volumen un poco alto, espero no molestar a mis nuevos vecinos de arriba y de al lado. Al dejar descansar mi cabeza vuelven los recuerdos.

**********

 

Retrospectivo: Doce años antes.

Mi autobús es otro diferente al que lleva a Gonzalo al Liceo, cuando bajo es a él lo primero que miran mis ojos, parado esperando la llegada de mi autobús, le veo yo y los dos chicos que me han estado molestando todo el viaje, agachan sus cabezas y marchan hacía la entrada del colegio, saben que ahora no pueden meterse conmigo.

-Te veo serio, ¿te sucede alguna cosa?   -en lugar de contestar pasa su brazo por mis hombros y me empuja para que vayamos hacia la entrada principal.

-Tengo que contarte una cosa.  –su voz suena triste pero sonríe para no preocuparme, su varonil voz no logra que me tranquilice. A pesar de ser de la misma edad ya es más alto y fuerte que yo, puede pasar perfectamente su brazo por encima de mi mochila y apretar mi hombro con su mano.

-Dime, cuéntame lo que sucede.  –mi voz debe sonar angustiada porque se detiene y me mira.

-Luego, en el primer recreo, espérame en el patio trasero.  –no dice más que adiós y se encamina hacía su aula, hoy le toca a esta hora una clase diferente a la mía.

La espera se me hace eterna, han sido unos minutos que me han parecido siglos, cuando llega no se detiene, continúa su camino, me indica con la mano que le siga, vamos bajando y pasamos el campo de fútbol y la zona de deportes, salimos al camino que nos lleva al colegio de al lado, con el que compartimos las instalaciones de piscinas. Cada pocos minutos un aeroplano pasa sobre nuestras cabezas, al cercano aeropuerto no dejan de llegar vuelos de todo el mundo. Se desvía y se introduce en el pinar, toma asiento en el suelo y yo a su lado, no puedo soportar su silencio, puede con mis nervios y exploto.

-Venga Gonzalo, ¿vas a hablar?  -me mira y la pena empaña su mirada.

-Van a cambiarme de colegio, este es el último curso que estaré aquí.

Se me paraliza el corazón y me falta la respiración, no puede ser, van a separar a Gonzalo de mi, las lágrimas se agolpan en mis ojos y no logro  ver nada, arrastra su culo sobre las púas caídas de los pinos, parecen agujas que se clavan en la carne de mis manos, hasta pegar su cuerpo al mío.

-Mis abuelos y mi tutor han decidido que debo cambiar de colegio.

-Pero…, pero no pueden hacer eso, yo quiero estar a tu lado, te necesito.  –permanece un momento callado abrazándome.

-Al menos el colegio al que me van a llevar está aquí y no marcharé lejos, podremos vernos cuando queramos.

-¿Pero les has dicho que no quieres ir?

-Ya lo he discutido con mis abuelos y no ha habido forma de convencerles, yo también lo siento, no me lo hagas más difícil.

Me ahogo por la congoja que nace en mi pecho y hondos suspiros de pena salen de mi boca. Gonzalo me abraza mas fuerte e intenta limpiar mis lágrimas con su mano y de repente me besa, como no lo había hecho antes, en la mejilla derecha,  por la que se derraman las lágrimas, posa sus labios unos segundos y yo abro mucho mis ojos. No me da tiempo a reaccionar, vuelve al abrazo.

Este será el primer año que mis padres me enviarán a pasar el verano en Canadá. En la fiesta de fin de curso del colegio tengo que decir adiós a la persona que me ha protegido durante diez años de mis enemigos, curso tras curso, en todo momento, al que ha sido mi compañero inseparable y al que quiero con locura, más que si fuera un hermano.

No había un solo día en que no le recordara y soñara con él, la belleza de Montreal ese año me pasó desapercibida. Mis viajes en autobús desde la casa al colegio eran nostálgicos, con la cabeza y el corazón puestos en España. Aquel año de 2002 había comenzado a funcionar el Euro en Europa y me resultaba menos costoso, por el cambio monetario, poder llamar a España, no había los medios de comunicación de ahora y el uso de los móviles era un sueño. Adquirí una tarjeta de crédito para usar en las cabinas públicas y solo podía hablar con mis padres.

No voy a decir que lo pasé mal porque no es cierto, la casa donde me alojé era muy bonita y sus habitantes, el matrimonio y sus hijos, me recibieron muy bien, era una pareja joven y tienen un niño y una niña más pequeños que yo. Mi catorce cumpleaños lo celebré con ellos y me hicieron una fiesta donde invitaron a sus vecinos y algún familiar, no tienen muchos, el es de origen francés y ella húngara, tienen poca familia en Canadá.

Cuando volví en Septiembre, lo primero que hice al entrar en casa fue llamar a Gonzalo por teléfono, recogió la llamada el mayordomo de la residencia de sus abuelos, me comunicó que estaban fuera, no llegarían hasta el inicio de los estudios y no pude verle y estar con él hasta después de comenzado el curso escolar.

Desconocía el motivo pero se trasladó a vivir a la casa de su tutor, me alegré porque así estaba más cercano, estábamos a una distancia de quince minutos andando.

**********

 

La llamada de Natalia me rescata de mis pensamientos, acordamos vernos y encontrarnos en el lugar habitual, paseamos aunque está anocheciendo y hablamos de las diferencias que había de la enseñanza entre el Liceo de Málaga y el mío.

El miércoles, cuando me llama Nicolás me dice que los chicos han llegado ya, que están instalándose en la casa, Lorian y Alan quieren saludarme, les escucho, su voz suena entusiasmada, están encantados de lo que ven, tienen cada uno su habitación y su baño. Nico se despide pronto, va a sacarlos para cenar en algún lugar cercano y enseñarles los alrededores, ha faltado a su trabajo ese día para atenderles, pero mañana deberá dejarles solos.

-Te quiero Nico, cuida de ellos y gracias otra vez por atender a mis amigos.  –me interrumpe jugando con las palabras.

-Que también lo son míos ahora, no lo olvides. Por que estés contento haría cualquier cosa.  –me lanza sonoros besos y los chicos deben estar cerca, escucho sus risas ahogadas.

Estos tres días consigo evitar el encontrarme con Rayhan, el viernes le busco para decirle que voy a estar fuera de viaje, se comporta con normalidad y muestra su manifiesta timidez mirando a veces hacia al suelo, le observo con detenimiento aprovechando esos instantes en que él no me mira.

-Mi madre le agradece los chocolates.  –en ese momento se encuentran nuestras miradas, sus profundos y negrísimos ojos brillan como encendidos luceros.

-Igual necesitarás las llaves del coche, ¿quieres que te las entregue?

Me pide que las deje visibles en el estudio y nos despedimos, permanece quieto sin moverse y soy yo el que tengo que dar la vuelta para encaminarme a recoger mi maleta de fin de semana, me detengo y vuelvo donde permanece sin moverse.

-Rayhan, tienen que enviar un fontanero de la inmobiliaria.  –le explico en qué consiste el problema.  –¿No te importaría estar atento y comunicárselo a tu padre?

Sonríe mostrando sus blancos dientes y el contraste entre la parte oscura de sus labios y el rojo fucsia de la parte interna, tiene una boca muy grande, muy bonita, boca tierna de niño.

-No se preocupe les atenderemos y arreglarán la avería.  –ahora sí que doy la vuelta para llegarme hasta la estación, no voy con mucho tiempo de sobra.

Unos señores trajeados se sientan a mi lado, hablan de sus negocios, cierro los ojos y recuesto mi cabeza, deseo ver a Nico con unas ganas locas, no sé lo que me sucede, no es normal en mi pero tengo ganas de sexo, así como suena, me siento hasta nervioso, algo se me está descontrolando, intento pensar en otras cosas, en mi trabajo, en analizar lo que ha ido sucediendo en las distintas cosas que mi jefe me encarga y los resultados que doy. Mi impresión es que voy bien desempeñando mis labores, aprendiendo de mis fallos. Mi pensamiento vuelve recurrente a Nico y pienso en obscenidades que me excitan.

Por un lado hubiera querido estar solo con él y me recrimino mis pensamientos egoístas y ruines. Cuando llego a la estación de Paris Norte recibo su llamada para decirme que me está esperando, los trámites se me hacen eternos hasta que le tengo delante de mi sonriente, me abrazo a su cuerpo y me pego como una lapa mientras pronuncio repetidamente su nombre, él eleva mi cara y me besa, no quiero que termine el beso. Me coge la maleta y vamos hacia la parada de taxis.

La Av Foch aparece tranquila, durante el viaje me dice que estaremos solos, los chicos están en su trabajo, me emociono y meto mi mano bajo su camisa para acariciarle.

-Me alegro, quiero estar contigo, ya sabes para qué.  –acaricio su entrepierna, su pene que esta flojo.

-¿Daniel te sucede algo? Pocas veces te muestras así, pero me gusta, sigue. Luego me cuentas el por qué de este cambio que me alegra.  –me besa intensamente sin importar que el chófer nos mire a través del espejo retrovisor y hace una mueca compresivo.

Como he sido yo el que lo ha iniciado, Nico se ha envalentonado y faltado tiempo cuando hemos accedido a su casa, para abrazarme y besarme con desesperación, me quito los zapatos con los pies y me coge en sus brazos, me lleva como si fuera una novia a su…, nuestra habitación.

-Quiero, necesito que me hagas tuyo, joder Nico, estoy desesperado.  – le grito, mientras hablo, con palabras que nunca he empleado, beso cada centímetro de su piel, todo lo que encuentran mis ansiosos labios, tiemblo cuando sus manos abrazan mi cuerpo ya desnudo, lo exploran como si fuera un desconocido, gimo de gusto y placer desmedido y me retuerzo queriéndolo abarcar todo.

Por descontado él es el que domina y poco a poco me vence, se ha sentido provocado por mi inusual postura y besa y muerde mi cuerpo, me retuerzo como una serpiente atacada, mi cuerpo rebota en la cama, alargo mi mano para cogerle su miembro y no permite que cumpla mi deseo, sujeta mis manos por encima de mi cabeza, me mira y le tiembla la boca.

-Aquí mando yo, la tendrás cuando yo quiera. –su boca cae sobre la mía, nuestros dientes chocan, lastima mis labios y sangro, muerde mi labio inferior, ahora sujeta mis manos con la suya izquierda, su otra mano busca mi  sexo y aprieta mis huevos hasta que arranca mi grito de dolor, afloja su mano y me ahoga con su lengua dentro de mi boca.

-¡Fóllame!, ¡hazlo ya!   –mi voz suena rabiosa, recojo mis piernas dejando el camino expedito, suelta mis mano y busco con ellas su polla, la noto rígida, impresionante de caliente y vibra imponente, tiro de ella para dirigirla a mi entrada y empujo mi cuerpo para hacer que establezcan contacto nuestros cuerpos. Mi culo está ansioso por recibirla, empuja con fuerza y penetra, el dolor es lacerante pero no me importa, penetra ininterrumpidamente, sin parar hasta que noto sus huevos que hacen tope.

Me mira extasiado parando sus movimientos, las gotas de sudor perlan su frente, sonríe con suficiencia y pega su rostro al mío para susurrar como un general vencedor.

-Te la he metido, ya la tienes toda dentro.  –mis brazos atraen su cabeza y le beso desbordado.

-Dame, dame fuerte Nico, rómpeme.  – se eleva sobre sus codos y eleva el cuerpo para extraer su polla de mi interior, luego se deja caer con fuerza, así una y otra vez, dolor, placer, dolor placer; dolor cuando llega al fondo y aprieta, placer todo el resto.

Me proporciona un gusto increíble y no puedo controlarme, desborda la saliva de mi boca y el la lame en sus impulsos de bajada, cuando me entra más profundo.

Grita, arquea su cuerpo y me penetra frenético hasta que se queda parado, quieto, clavado, solo le tiemblan las piernas y noto como se le hincha la verga y discurre la leche por su uretra, me inunda, me llena y mi cuerpo convulso entre espasmos explota. Alguna gota de mi semen llega hasta mi cara, mis abdominales se agarrotan de la tensión contenida pero tiemblan haciendo vibrar el semen depositado sobre ellos.

Estiro mis piernas exhausto, abrazo muy fuerte su cuerpo, acaricio su cuello y cabeza y resbalan mis manos por sus costados hasta caer a los lados de mi cuerpo.

-Joder, joder Daniel, como me has puesto.  –jadea mientras habla y le sale una risa nerviosa.

-Calla, espera un momento.  –coloco mis pies cruzados detrás de sus nalgas, para evitar que salga de mi interior y mis brazos vuelven a abrazar su espalda para que no se mueva.

-Ha sido fenomenal.  –intenta elevarse sobre sus codos.

-Shiss…, calla, para unos segundos.  –quiero disfrutar de las sensaciones que siento, como poco a poco su verga va perdiendo consistencia, como mi ano siente que se afloja la presión soportada y se relaja y como discurre en regueros su esperma que escapa de mi recto.

Aflojo un poco el abrazo, le miro a sus ojos que brillan de gozo y beso sus labios que están rojos a punto de sangre. Vamos recuperando la tranquilidad y la cordura, su polla se mantiene aún dura dentro de mí.

-¿Qué es lo que te ha pasado?, bueno no importa porque ha sido fantástico, nunca te había visto de esta forma.

-Luego te lo digo ahora bésame.  –sus labios son hierro candente, su aliento fuego, besa, muerde mis orejas, mi cuello, mis pómulos y llega de nuevo a mi boca, chupa mis labios doloridos, siento el escozor de la herida aunque creo que ahora no sangro e introduce su lengua, jugamos con ellas y pelean, a veces suavemente para sentirse y otras con fuerza para ver quién puede más, quien la puede meter más profundo, quien arrebata más sabores de la boca del otro.

Su polla está creciendo con una velocidad de vértigo, vuelve a llenarme de caliente carne, su volumen va llenando mi recto, atraigo con mis piernas sus nalgas para que penetre del todo y vuelve a empezar de nuevo, su polla discurre en mi interior con suavidad, ahora golpea en el fondo de mi sin causarme dolor, roto mis caderas para sentirle más, se da cuenta y riendo hace círculos con su culo mientras entra y sale, sus abdominales aprisionan mi verga y resbalan por ella suavemente por el semen derramado en mi anterior corrida, sus movimientos se aceleran, mis piernas bailan en el aire una danza frenética, me ahogo del placer que me produce, cierro mis ojos con fuerza, me contraigo al notar una estocada muy fuerte suspiro sin aire cuando vuelvo a eyacular sin tocarme siquiera.

Mi culo se cierra y aprieta su polla, y convulsiona dejando toda su carga en lo más profundo de mí ser. Pasa un tiempo hasta que nuestras respiraciones vuelven a un ritmo más normal.

-Te quiero Nico, te quiero mucho.  –mientras le hablo le beso, y retiro el sudor que no le permite abrir los ojos porque le escuece cuando entra en ellos.

Su verga va resbalando y liberando mi culo, el ano me hierve pero me produce un bienestar exquisito el notar cómo va resbalando en mi interior y saliendo junto con su semen.

-Tenemos que ducharnos rápido, nos van a encontrar en la cama cuando lleguen.  –habla y se ríe a la vez nervioso, resbala de encima de mí y cae a mi lado mirándome.

-Ha sido prodigioso Daniel, quisiera verte y sentirte siempre así, tan caliente y atrevido, ¿he sido yo el causante de este cambio?  -acaricio sus labios, que los debe de tener doloridos, con la yema de mis dedos.

-Vale, te lo contaré, la culpa de esto la tienes tú, sí, tú has sido el causante.  – permanece sin hablar, sonriendo como un tonto, mirándome con su ojos de perro apaleado por su amo que me derrite el corazón.

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