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La jovencita

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Os voy a contar una historia realmente difícil de creer, una historia que narra como logre convertirme en el señor, dueño o amo, llamenme como mejor gusten, de la única y preciosa hija de mis jefes, una jovencita que apenas contaba con 18 años al inicio de la historia, el día de su cumpleaños, para ser exactos.

No entendía porque me habían invitado a la fiesta, la verdad. En esa casa yo era el jardinero, el manitas, el portero, el que limpiaba cuando las señoras de la limpieza no estaban. Un hombre mayor (tenía 58 años) que había aceptado el trabajo porque era incapaz de encontrar ninguna otra cosa y el paro no me llegaba para mi, mi esposa y el hijo que vive aun con nosotros al estar separado de su mujer. Y no lo entendí hasta que lo vi con mis propios ojos.

Los padres de Clara, pues así se llamaba mi perra antes de aceptar su nombre de esclava, habían preparado una magnífica y enorme fiesta, pero se olvidaron de un detalle sin importancia, y es que con todos los amigos de Clara en otra ciudad, y todos sus amigos, familiares y conocidos viviendo lejos, nadie se había presentado a la misma. Por no estar, no estaban ni sus padres. ¿Os podéis imaginar a una chica celebrando su cumpleaños acompañada única y exclusivamente por un viejo como yo?

-Aún es muy pronto -dije por animarla un poco tras estar con ella una hora esperando -Ya vendrá alguien

-No va a venir nadie. Lo sé.

Estábamos sentados juntos en el sofá de la casa. Ella se había quitado los tacones y yo los zapatos. Apoyaba su cabeza en mi y yo la abrace para consolarla.

-No pienses eso, verás como si

-No me mientas, ya me mienten suficientemente.

En ese momento sonó el teléfono.

-Mira, seguro que son buenas noticias. -dije todo

Pues no, no lo eran. Al menos, para ella. Eran sus padres informando que no podían ir y que cuidara de su hija lo mejor que pudiera en el día de su cumpleaños, que me darían un extra en el próximo sueldo. Mi cara tuvo que decirlo todo, porque Clara salió corriendo a su habitación. Me quede en el salón y me tome un copazo de Whisky, del caro. Y cuando estaba por mi segunda copa y apunto de servirme otro, se me ocurrió que Clara podía estar haciendo alguna gilipollez, como intentando cortarse las venas o algo. Corrí escaleras arriba muerto de angustia.

-¡Clara¡- grite -¿Dónde te has metido? -Porque nunca había estado en la casa por dentro.

-Estoy bien, señor González

-Sal de donde estés, quiero verte.

Se abrió una puerta. Se había quitado el vestido blanco que llevaba y se había puesto una camisa que dejaba su ombligo al aire y claro que no llevaba ningún tipo de sujetador. Una minifalda, negra como la camisa, para resaltar aun más el color dorado de su larga melena. También se había pintado lo labios de rojo. Tenía las piernas cruzadas, de forma que una adelanta y las manos agarradas en su espalda.

-¿Te gusta lo qué ves? -me pregunto.

-Eres una chica preciosa, Clara. -Estaba totalmente empalmado.

-Puede ser tuyo si lo deseas. -Me dijo sin más

-Tienes dieciocho años, Clara

-¿Y no merezco pasar un buen rato el día de mi cumpleaños?

Esa primera vez le voy a echar la culpa al alcohol. Me acerque a ella y la desabroche la camisa. Comencé a sobarla y besuquearla sus preciosas tetas, un poco pequeñas, pero adorables. También metí mi mano en su entrepierna, que como había imaginado estaba libre y totalmente expuesto. No me costo demasiado que clara se corriera en mi mano hasta tres veces a base de simples caricias en su coño al tiempo que me comía sus pezones. También la bese. Empezaron siendo besos simples y sencillos, se notaba su total falta de experiencia en el terreno, pero al cabo de un momento, y mientras más caliente se ponía, fui capaz de meterla la lengua y comerme toda su boca tirar dentro de ella todas las babas. Fue en ese momento cuando rompí el beso.

-No podemos seguir haciendo esto.

-Métemela de una puta vez -me dijo sin contemplaciones.

-No estoy tan jodidamente borracho como para engañar a mi mujer con una niña.

-No soy una niña, soy una perra. Te lo demostraré.

Note como me había desabrochado el cinto y el botón del pantalón con sus manitas. Incluso llego a arrodillarse. No la detuve, no tuve fuerzas. Hacía años que mi mujer no me la chupaba y cuando note la lengua de Clara en mi, me morí de placer. Ella se metió hasta donde pudo mientras jugaba con su lengua, hasta que termine explotando en su boca.

-No podemos repetir más esto. -la dije mientras me vestía -Y ponte algo decente.

Baje de nuevo al salón. Estaba claro que necesitaba otro trago. Y limpiarme la mano, que aún tenía húmeda y pringosa. Clara no tardo mucho en llegar, y de nuevo llevaba el vestido blanco de la fiesta. Un vestido recatado, que la llegaba hasta sus rodillas y dejaba los hombros al aire. Estaba preciosa. Y mirando fijamente al suelo

-¿Le gusta así, mi señor?

-Si, así esta bien. -¿A qué coño había venido eso de mi señor? - ¿Qué es lo que normalmente haces? -la pregunte. Quería que sus padres nos encontraran haciendo cosas normales

-Le miro a usted mientras trabaja, mi señor.

-¿Qué me...? ¿Y te masturbas mientras me miras? -El alcohol, de nuevo

-Nadie había tocado el coño de esta perra hasta que lo ha hecho mi señor hace un momento.

-¿Ni si quiera...? -No termine de formular la pregunta cuando ella negaba con la cabeza. Yo creía que mentía, pero otra parte, se había corrido tres veces con solo tocarla... -Esta bien, juguemos algún videojuego.

-Están en la habitación de la perra, mi señor. -

No sabía a que estaba jugando, pero no iba a conseguir nada de mi. La indiqué que guiara hasta allí. Pasamos de largo la habitación donde habíamos mantenido la relaciones y di un suspiro de alivio. No quería entrar ahí.

-Espera, ¿dónde esta el cuarto de baño? Tengo que limpiarme la mano. -Y mear, de paso, pero eso no se lo podía decir.

-Por aquí, mi señor.

El cuarto de baño estaba dos puertas más allá. Clara abrió la puerta y se echo a un lado. Era grande y hermoso. No me di cuenta, pero Clara se había colado dentro. La vi reflejada en el espejo del lavabo, y era tristísimo. Y lo peor de todo, es que sabía exactamente lo que quería.

-De acuerdo, puedes lamerme la mano. -Empezó a recorrer con su lengua uno a uno mis pringosos dedos de sus propios jugos. A chuparlos y a meterlos en su boca. No voy a negar que era un gustazo. Tampoco negare que me daba asco a mi mismo. Y aun y con todo, la cachee su culo por debajo de la falda. Lo tenía duro y firme. Y no llevaba ropa interior -Esta bien, estate quieta ya. Necesito mear.

-Puede hacerlo dentro de su perra, mi señor.

-No pienso hacer eso.

-A mi no me importa.

-No pienso tratarte como un retrete, por Dios. El juego ya ha durado demasiado.

-No es ningún juego, mi señor. -Me dijo al tiempo que se retiraba de mi lado. Y comenzó a quitarse el vestido, quedándose totalmente desnuda en el cuarto de baño

-No he dicho que te desnudaras. -estaba enfadado

-Lo siento mi señor.

-¿Es así como piensas obedecerme? ¿Haciendo lo que te venga en gana?

-Esta perra creía...

-Las perras no creen, obedecen. Sal fuera de una puta vez y déjame mear a gusto. -Salió al pasillo sin decir ni una palabra. Yo me saqué la polla fuera y... fui incapaz de sacar ni una gota. Me sentía horrible conmigo mismo. Salí al pasillo, y vi a Clara, en cuclillas, totalmente desnuda a excepción de las zapatillas que llevaba. -Abre la boca -la dije sin más rodeos.

Ahora si me salió y Clara se lo trago todo. Con ansias y con gusto. La acompañe a su habitación donde se tumbo como vino al mundo. Y me la folle. Su coño era maravilloso, era lo más húmedo, apretado y caliente que había tenido en años

No fue fácil dejarla y volver de nuevo esa noche con mi mujer. Pero lo más terrible de todo, era que al día siguiente tenía que volver a verla y no estaba preparado para nada.

Clara venía del instituto todos los días a las 15:35 de la tarde. Nunca me había fijado en como le quedaba su uniforme escolar hasta ahora. Una chica alta, de metro ochenta de estatura, con su camisa blanca, su falda de cuadros, sus medias negras, su coleta rubia y sus hermosos ojos azules, mi perra estaba bellísima. Ya había adoptado una posición bastante sumisa, con las piernas abiertas, manos atrás y mirada al suelo. Sólo que eran las nueve de la maldita mañana.

-Nos vas a meter en un buen lío si no vas al instituto.

-No me dio ninguna orden, mi señor.

Era cierto, no la dije lo que tenía que hacer

-Aun así pensé que estaba claro, joder. ¿Y ahora que hago yo contigo?

Me senté en el sillón de su padre. Hice un gesto para que viniera y se sentará en mis rodillas. Comencé a meterla mano por la rodilla y fue subiendo poco a poco a lo largo de su muslo. También me di cuenta que estaba más nerviosa que ayer. Era posible, reflexione, que lo de ayer lo hubiera hecho por despecho, y esto por puro orgullo.

-Bésame -la ordene. Ella tardo en responder, y cuando lo hizo, me dio un casto beso en los labios -Con lengua -especifique

El beso no tardo en llegar. La estaba comiendo su boca mientras no paraba de sobar sus muslos. Tenía la piel más suave que había tocado en años.

-Cómeme la polla.

Metió su pequeña cabeza entre mis piernas y comenzó su trabajo. Tenía que reconocer que su trabajo con la lengua resultaba espectacular. El resto del día me lo pase trabajando y sobandola. Y si, cuando tuve que orinar, lo hice dentro de ella. Me acosté de nuevo con ella en su habitación, a poco menos de una hora de que regresaran sus padres.

Esa fue nuestra rutina durante todo un mes. Ella llegaba del instituto, me la chupaba, yo la sobaba, luego me acostaba con ella, y a esperar al día siguiente. Los fines de semana, que libraba, se me hacían muy largos.

El día que nuestra rutina cambió fue el día que la pille hablando con un chico. Yo estaba preocupado porque se estaba retrasando y me la encontré en la calle. Era un chico normal, algo mayor que ella pero no mucho. La vi riendo todos sus chistes, coqueteando de forma descarada con él. Volví a la casa echo una furia. En cuanto me vio, adopto la posición sumisa de siempre

-¿Te gusta ese chico?

-Si, mi señor -respondió totalmente sincera

-¿Quieres acostarte con él? ¿tragarte su semen y beberte sus meados? -Clara no contesto así que hable yo por ella- ¿Quieres qué lo llame para que vea lo guarra que eres?

-Las perras obedecen, no deciden, mi señor.

Me sentó como una bofetada la respuesta. ¿Decidir? ¿Qué diablos había yo decidido en nuestra relación? Era ella la que en todo momento llevaba las riendas de todo esto, desde el principio. Era yo el que volvía a su casa todas las noches con su esposa y la culpabilidad en la espalda, y volvía a caer al día siguiente.

-Eres libre de hacer lo que te de la gana, Clara, como siempre has hecho.

-Yo solo quiero pertenecer a mi señor.

Decidí en ese momento que ya estaba bien de gilipolleces, que uno tiene un límite y ya lo había superado. ¿Quería pertenecerme? Lo haría. Cogí su manita y la guie hasta el sótano de la casa, un lugar oscuro y escondido, perfecto para mis planes. Hice que mordiera una pelota de goma y ate sus manos a las cuerdas de tender de la ropa, dejándola completamente expuesta.

Y la di por detrás. Sin piedad ni compasión. Estaba decidido a romperla el culo. Cuando al fin la saque, tenía la polla llena de mierda y sangre. Ella, las mejillas enrojecidas y empapadas de tanto llorar y los muslos tiznados de rojo. No había terminado. Abrí su camisa y deje sus pechos al aire. Por primera vez en mi vida, coloque unas pinzas en los pezones de una chica. Y en su vagina.

Y ahí la deje unos diez minutos. Se alegro un montón de volverme a ver. Destense las cuerdas, de forma tal que Clara quedaba colgada por los brazos.

-Puedes escupir ya la pelota de goma -La dije al tiempo que ponía la polla delante de su cara

La perra obedeció sin rechistar. Y comenzó a realizarme la mejor mamada que había recibido en toda mi vida. Era la primera vez que sentía que era el dueño de verdad.

-Esta noche, cuando tus padres duerman a esto de las cinco de la mañana, quiero que te conectes la cámara de vídeo de tu habitación. Escucha lo que voy a decirte...

Tras liberarla, no estuve con ella más en toda la tarde. Había decidido dejar que ella sola se humillara para mi. La verdad, es que no tenía ninguna esperanza de que lo hiciese. Cuando llegue a mi casa, hice el amor con mi mujer. Hacía meses que nos tocábamos y fue un gustazo para los dos. Era algo diferente a lo que había tenido durante el último mes.

Pero como un pardillo, me levante a las cinco menos cuarto y conecte el ordenador. Ella no estaba, tal y como había sospechado desde el principio. Decidí esperar. Y obtuve mi premio a las cinco y media. Ella tenía el camisón puesto, y se encontraba en el centro de su habitación, en esa actitud sumisa que yo conocía tan bien.

-Me llamo Clara Torrejón. Tengo 18 y 31 días y hago esto por mi propia voluntad. Vivo en la calle...

Ella sabía que lo estaba grabando, quizá por eso la temblaba la voz. El paso que estaba dando era definitivo. Me estaba entregando su libertad. Cuando termino de hablar, se quito el camisón, quedándose completamente desnuda.

“Coge el pintalabios y escribe en tus pechos: “Soy Clara, la perra de mi amo y solo vivo para servirle” “hazlo mientras te masturbas” -la escribi

Con mano temblorosa, empezó a escribir. También se mordió los labios para no gemir.

“No, con letras grandes”

Al final, todo su torso estaba escrito, pero el mensaje se podía leer perfectamente. Lo mejor era que su entrepierna chorreaba y brillaba a la luz de la cámara. Tenía todo el muslo empapado

“Ve al baño de los sirvientes y trae las escobillas de limpiar el váter”

Ella dudo. ¿En pelotas al baño? ¿Y con lo que llevaba escrito? Tenía que salir a de la casa y volver a entrar.

“¿Qué demonios te acabas de escribir, maldita perra?”

Salió de su habitación. Se la notaba muy nerviosa cuando regreso. Y sudaba y jadeaba.

“Peínate con el más sucio”

Estaba lleno de mierda. De mi mierda para ser más exactos. Esto era superior a sus fuerzas. Se la notaba. No quería retregarse esa cosa llena de heces por su precioso cabello.

“¿He de recordarte lo que te haré si me desobedeces?” “Y métete el otro en la vagina” “Y muerde la pelota de goma. No queremos que tus padres te oigan ni estropear tus bonitos labios”

Uno de sus brazos comenzó a subir el otro a bajar. Se metió la escobilla metálica en su coño.

“Más dentro”

Hasta casi el fondo. Y se peino. La obligue a meterselo por el culo y a que se diera la vuelta para ver como la quedaba. Empezaron a oírse ruidos en al fondo. Sus padres se habían despertado. Así la mantuve hasta que oí el coche arrancar.

“Follate con ellos”

Apague el ordenador. La casa de mi perra no estaba demasiado lejos de la mía, a media hora escasa en coche si no me encontraba caravanas. Abrí la puerta, porque tenía las llaves, y subí directamente a la habitación de mi perra. En el vídeo solo se pudo ver como las manos de un hombre se apoderaban de sus tetas y la inclinaban hacía delante. Era bastante obvio que la estaban dando por culo al tiempo que la hacían lamer la escobilla que había llevado todo este tiempo dentro de si.

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