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Clonación

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Lunes mañana, otro día más de trabajo. Había treinta años que seguía aquel ritual. Llegar, poner el uniforme, tomar datos, pedir partes, apuntar averías. Ese lunes no sería diferente de los demás. Todo eran pautas habituales. Conocía perfectamente cada rincón, cada recoveco de aquel hotel, no en vano, era el responsable de mantenimiento desde que se inauguró. Tantas habían sido las vicisitudes y las averías que a día de hoy, las situaciones más graves le parecían rutinarias.

A media mañana le pidieron que fuese ayudar a un cliente que había perdido la llave de su maleta y necesitaba abrirla. Aunque parezca raro, la situación era bastante común, o perdían la llave u olvidaban la combinación.

La puerta de la habitación se abrió y en el quicio apareció una joven menuda con pinta de adolescente sin acné. La notó nerviosa, acomplejada, como si no supiese explicarle lo que pasaba. Entró. La chica le señaló una maleta. A él le recordó las que utilizaban los viajantes hace años para los muestrarios, había visto muchas. Era más robusta que las habituales y por cerraduras tenía dos enganches de combinación numérica. Ella le explicó, un poco ruborizada, que la serie de números que siempre utilizaba no funcionaba hoy y que necesitaba cuanto antes el contenido de su interior.

Lo normal en estos casos es meter un pequeño destornillador plano en el bombillo de la cerradura y abre fácilmente, pero esta era diferente, habría que forzarla con más violencia.

-¿Está segura que no le importa que la rompa?

-No, tengo una reunión esta tarde y necesito tener el contenido de la maleta a tiempo.

-Le advierto que puede quedar inutilizada la cerradura y tendrá que tirarla.

La joven se lo pensó un momento, parecía que la perspectiva de comprar otra maleta tan robusta no era de su agrado, pero al final decidió que la reunión era más importante, y ya lo había intentado todo para abrirla.

El hombre fue a buscar unas herramientas, destornilladores, palanqueta y martillo.

Lo intentó por el método habitual de reventar la cerradura introduciendo un destornillador plano en el bombillo, pero, como había pensado antes, de esa manera no iba a ceder. Así que clavó la punta del destornillador en un pestillo golpeándolo con el martillo, mas solo cedió un poquito. Clavó otro destornillador en el segundo pestillo y consiguió separar lo suficiente las dos tapas de la maleta como para forzarla con la palanqueta. Le pidió a la chica que aguantase fuerte por que iba a meter una herramienta en la ranura para hacer fuerza y como los pestillos estaban un poco forzados, con suerte, se abriría, pero también podría ser demasiado brusco y caerse el contenido. Observó como la cara de la muchacha se volvía a ruborizar. Pensó, riéndose para si mismo, que unas bragas y unos sujetadores, no iban alterarlo a sus años.

Presionó de golpe con las dos manos y la tapa saltó como una catapulta. Fue imposible retener el contenido y el suelo de la habitación se llenó de objetos que conocía perfectamente, pero le resultó extraño verse rodeado de todos ellos.

No cabía duda, era un muestrario.

Con un tipo de muestras que no suelen verse en esas circunstancias. Juguetes y cachivaches sexuales, consoladores, cinturones con dildos, lubricantes y otras muchas cosas que no sabía identificar, ni para que se utilizaban, pero que estaba claro que función tenían.

Después del asombro inicial, miró a la chica. Estaba paralizada y completamente roja, iba a entrar en erupción de un momento a otro. Él trató de tranquilizarla.

-No te preocupes, todos tenemos que dedicarnos a algo, lo importante es ser profesional. ¿Se te da bien vender estos… objetos?

Ella recupero un poco de aliento.

-En realidad es una actividad secundaria, para sacarme un sobresueldo. Soy economista, pero en este momento estoy en paro.

Él echó una mirada a su alrededor como preguntándose  que hacía en un hotel. Ella lo entendió.

-La reunión de mañana la iba realizar otra vendedora, más veterana, han alquilado un salón para preparar todo esta tarde. Mandaron invitaciones a asociaciones de amas de casa, clubes liberales, organizaciones relacionadas con la mujer y el sexo y otros colectivos. Pero se puso enferma ayer y me mandaron a mí. Soy novata y sólo he hecho reuniones en casas particulares, con menos de diez personas. Lo cierto es que estoy muy nerviosa.

Él se apiadó y la vio como a una hija a la que era necesario echar una mano.

-No te preocupes, venga, que te ayudo a recoger.

Y se pusieron los dos a intentar atrapar todos aquellos trastos eróticos que parecían revelarse a su destino, volver a la maleta. El de mantenimiento trataba de bromear para hacer más llevadera la violenta situación. “¿Qué coño es esto?” Una vagina de látex. “¡Joder! Que tamaño, casi se puede utilizar de cayado.” Un enorme pollón. “¡Ostia, se mueve!” Un vibrador. Consiguió que la muchacha se relajase un poco y que esbozase una leve sonrisa. Por fin, todo volvió a su lugar y fue recuperando su sitio en el muestrario.

Cuando ella se disponía a cerrarla de nuevo vio como aquel hombre sostenía un cilindro en sus manos y leía lo que estaba escrito en el lateral. Era un Kit para clonar el pene masculino. Parecía muy concentrado y no se atrevió a pedírselo.

Acabó de leer y la miró.

-Nuca había visto esto, no sabía que se podía hacer una réplica de la polla.

Ella inclinó la cabeza con expresión de niña vergonzosa. No era muy difícil dar explicaciones a las mujeres de las reuniones de taper-sex, pero a un hombre maduro… resultaba tan extraño.

-Ya ve, inventan de todo.

La miraba serio, expectante, con el cilindro en la mano, a la altura de la cara. Una idea empezaba a formarse en su cabeza. Ella notó que quería más información.

-Verá, como le he dicho antes, soy novata en esto, nunca he tenido que explicar como se utiliza. Puede que mañana sea la primera vez.

Él pensó, “ahora o nunca”.

-Mira, pequeña, no quiero que me tomes por un pervertido, pero mi mujer siempre a bromeado con la posibilidad de tener una copia de… ya sabes… mi miembro. A veces dice que si muero antes, me lo corta y lo diseca. Yo le he seguido la broma todos estos años, más de treinta de casados, pero nunca imaginé que fuese posible. ¿Cuánto me costaría quedarme esto?

A ella también se le formó una idea en la mente. Aquel hombre era honesto y sincero. Ella no tenía mucha experiencia sexual, pero sabía que era necesaria si quería medrar en la empresa. Vio una oportunidad de aprender. ¿Por qué no intentarlo?

-Y si hacemos un trato. –Le dijo.

Él no comprendió.

-Yo tampoco soy una pervertida, para mi sólo es un trabajo. Como en todos los trabajos la experiencia es importante y necesito cogerla para ser más creíble en las reuniones con clientes. Mañana me reúno con mucha gente y sería muy importante poder explicar las cosas como si los hubiese realizado alguna vez.

Le miró esperando una respuesta. Él pensaba en todos aquellos consoladores. Si tenía que probarlos todos para decirles a amas de casa frustradas como funcionaban y que sensaciones transmitían. ¡Pobre chica! Iba a necesitar un litro de lubricante y toda la noche sin dormir.

Se hizo un largo silencio. Ella comprendió que no la había entendido.

-Que le parece si le ayudo a hacer una copia de su pene erecto para que le dé una sorpresa a su mujer. Así yo aprenderé como se usa y no le cobraré nada.

 La cara del hombre se crispó, entre el asombro y la incredulidad.

¿Y ahora?

Ahora lo había entendido perfectamente. Pero aún quedaba algo.

-Usted me cuenta lo que siente, o como hacer para mantenerlo erecto y yo lo puedo explicar con mayor precisión.

“¿Esta chica no tiene un novio?” Pensó él.

Ella puso carita de perro abandonado y él de “me voy a arrepentir.”

Otro largo silencio.

Los pros y los contras de aquella situación se movían de un lado a otro en el cerebro del maduro hombre.

-¡Por favor! –Dijo ella.

Nuca supo a ciencia cierta por que aceptó el trato, pero antes de darse cuenta de lo que ocurría, se vio con los pantalones bajados, de espaldas a la chica, mirándola de reojo e intentando que su pene cogiera rigidez. Ella, mientras, leía las instrucciones e iba sacando el contenido del cilindro. Bolsas de plástico con polvos, goma líquida. No le quedaba claro para que servía exactamente aquello, ni su función. Lo que más le llamó la atención fue un pequeño vibrador blanco.

-Es para meter al final, si lo desea y que la copia sea también vibrador.

Hizo un ademán con la cabeza en sentido afirmativo y siguió manoseando su miembro viril. Sin mostrárselo a la joven.

Ella se dirigió al cuarto de baño.

-Necesito agua caliente para diluir la pasta de moldear. Además, no es conveniente que esté fría, usted ya me entiende.

La entendía, claro, pero eso no será un problema si no consigue que se le ponga duro. La situación y los nervios jugaban en su contra. La chica le informo de algo más.

-Es preciso que consiga mantener la erección al menos dos minutos o más. Sólo tenemos una oportunidad, no hay más producto. En cuanto considere que está preparado, túmbese en la cama y yo podré el cilindro alrededor de su pene presionando contra la base, vaciaré la pasta de moldear dentro y esperaremos los dos minutos.

Casi tenía el preparado listo. Él no conseguía la erección. Se arrepentía de haber aceptado. Más aun cuando se ofreció a ayudarlo.

-Deje que lo acaricie yo un poco, es que si no lo consigue pronto, lo que si endurece es la pasta y lo perdemos todo.

Parecía tan profesional, pero era tan joven, podría ser su hija, o su nieta. Aquello era esperpéntico. Intentó concentrarse en las fotos y dibujos de tipo sexual que había en el muestrario, pero sólo conseguía una erección a medias, no se ponía dura del todo. “Como voy a conseguir aguantarlo dos minutos, si ni siquiera se me levanta.”

A ella se le iluminó el rostro, él lo notó, tenía una idea. Buscó en la maleta. Encontró lo que quería. Una anilla. El hombre no comprendió que era aquello, ni por que la muchacha parecía haber encontrado la solución al problema, pero no se atrevió a preguntar. De pronto, la joven tomó sus genitales y comenzó a acariciarlos. Se humedeció la mano con la lengua y le masturbó. De rodillas, delante de él, levantaba la cabeza y le miraba, lasciva. Consiguió lo que pretendía. La erección fue total, a pesar de la vergüenza que estaba pasando.

Justo en ese instante, incrustó la anilla en la base del pene y lo estranguló. ¡Ahora ya sabía para que servía aquel aro! ¡Y como dolía!

-Túmbese, rápido.

Obedeció.

Ella le colocó el cilindro y vertió la pasta dentro. La notó muy caliente, quizás demasiado. Recordó que cuando el cemento, el yeso y en general, los productos de obra, fraguan, emiten calor. Ese no iba a ser diferente, aunque nunca supo de qué naturaleza era aquel que rodeaba y oprimía su virilidad.

La anilla que estrangulaba su pene evitó que la sangre saliese y lo mantuvo erecto. Al mismo tiempo le produjo una molestia y un dolor que durarían varias horas. “Creo que se equivocó de tamaño, tenía que ser más grande, el metal terminará por cortarme la piel. La verdad es que no se la ve muy experta. Que largos son dos minutos.”

-¡Ya está! –Dijo la joven.

-¡Que alivio! –Contesto el hombre.

Al intentar sacarlo surgió un problema con el que no contaban. Ella se rió.

-Bueno, con esto he aprendido algo. Es mejor recomendar utilizarlo con los genitales depilados.

¡Y tanto! Retirar el molde supuso un doloroso tirón de pelo y también un recorte. Fue necesario ayudarse de unas tijeras para soltar completamente el cilindro endurecido.

La chica miraba el agujero que había quedado como si acabase de hacer una obra de arte. Nunca había visto algo así. Él la golpeo suavemente en el hombro y con un rictus de dolor le señaló su entrepierna.

-¡Perdón! Ahora se lo quito.

Librarse de aquel aro opresor fue como quitarse una camisa de fuerza. Notó que la sangre volvía a fluir y la tensión se relajaba.

Al levantar la cabeza observó que la muchacha estaba absorta mirando como su miembro viril se deshinchaba. Instintivamente y sin poder remediarlo, lo cubrió con las manos, profundamente avergonzado.

Ella se dio cuenta de su turbación y le confesó que había mantenido muy pocas relaciones. Que tampoco habían sido muy satisfactorias y que nunca se había parado a observar un pene real con detenimiento.

-Lo siento, no pretendía ofenderle. Es bonita, no envejece como el resto del cuerpo, se mantiene joven.

Llamarle viejo no fue el mejor halago que podían decirle en aquel momento irreal y absurdo. Tirado sobre la cama, con la polla sucia y dolorida mientras una hermosa jovencita intenta opinar objetivamente sobre tu virilidad.

¡Estaba de manicomio!

Sin decir nada se levantó y trató de ir al cuarto de baño a lavarse. Cuando se dio cuenta que tenía los pantalones en los tobillos ya era demasiado tarde. Desde el suelo podía oír como la joven intentaba no reírse para no herir aun más su deteriorado orgullo.

¡Nada podía ser más humillante ni más ridículo!

Fue al baño, se lavó, se secó y se subió los pantalones. Para cuando volvió, ella ya había rellenado el molde con el látex y estaba introduciendo el vibrador en el centro.

-Creo que a su mujer le gustará mucho más con vibración. Hay que ponerlo bien centrado para que no toque los bordes.

Se lo mostraba al tiempo que le daba explicaciones como si todo lo ocurrido anteriormente no tuviese importancia. Todo muy didáctico, una profe y su alumno en una clase práctica. A él sólo le importaba marcharse, salir de aquella habitación cuanto antes.

-Como tiene que cuajar y endurecer, es mejor que vuelva mañana por él, por la mañana lo tendré ya preparado. Así también aprenderé como se saca.

-Vas a ser toda una experta.

Lo dijo sin ironía ni sarcasmo, sólo por decir algo, sin convencimiento, sin saber si se atrevería a venir a buscarlo al día siguiente.

Por la mañana, a las nueve estaba a la puerta de la habitación, llamando.

Ella se asomó vestida con un picardías y unas bragas transparentes. Tenía unos rosetones colorados adornando su cuello y mejillas. Tampoco pudo evitar fijarse en sus pezones que amenazaban con rasgar la tenue gasa del mini camisón. El hombre pensó que quizás si que había pasado la noche probando las herramientas que tenía que vender. Y esbozó una sonrisa pícara.

-Aguarde un momento, ahora se lo traigo.

Volvió con la copia en látex sosteniéndola por un lacito rosa como si de un regalo se tratase.

Él no pudo evitar la carcajada.

La miró detenidamente mientras la sostenía la joven y le defraudó un poco. Vista así, no parecía tan grade como él siempre había pensado.

La cogió y se la metió en el bolsillo, tampoco era cuestión de ir con ella a la vista de los compañeros de trabajo. Saludo a la ninfa y trató de irse, pero ella le agarró del brazo y le atrajo hacia si para darle un suave beso en los labios.

-Gracias, me ha sido usted de mucha utilidad.

Se despidió y cerró la puerta. El hombre quedó un instante sin moverse rumiando las últimas palabras de la muchacha. Parecía que le había querido decir algo que no comprendía. ¡Era igual! Tenía que desprenderse de las ridículas sensaciones del día anterior. Echó a andar por el pasillo mientras se palpaba el bolsillo. Estaba seguro de que a su mujer le encantaría el regalo, más aun cuando le contara como lo había conseguido. Ya la estaba viendo tirada en el suelo, meándose de la risa y diciéndole. “Hubiese pagado lo que fuese por poder ver tu cara en esos momentos”

La muchacha se tumbó en la cama a reflexionar un instante. Pronto tendría que vestirse y bajar a desayunar. Su reunión comenzaba en una hora. Estaba eufórica, con plena confianza en que saldría bien y lograría destacar en la empresa.

Lo que el hombre nunca sabría es que su mujer no sería la primera en estrenar aquella copia de la polla de su marido. La joven la había probado por la mañana, antes de dársela. “Para experimentar y asegurarse que los resultados eran óptimos” se decía a si misma.

Cuando acabó, pensó en el maduro hombre y en que era una pena que no tuviese veinte años menos, por que entonces hubiese probado directamente el original.

 

Marcos L P.    6/10/2013

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