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Un día como cualquier otro

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Siempre llegas tarde, tal vez sea una forma de torturarme, de dejarme pensar en que cosa estarás planeando el día de hoy para mi, para hacerme llorar, no sé por que razón continuo contigo, no te amo, no me amas, me torturas sin piedad, física y mentalmente...

Llegaste con un poco de mal genio, ya no me asombra tu carácter, me extrañara el día que no estés así, no sé por que el mal genio siempre trato de complacerte, aunque sé que no soy perfecta y no puedo cumplir con algunas cosas que me propones y... y que al final tienes que forzarme. Me besaste bruscamente, a veces pienso que ni siquiera me quieres como tu amiga; me tocaste, como de costumbre fuerte sin preocuparte si me lastimas o no.

–¡desnúdate, ahora mismo!- no tardaste en decirme, te mire con vergüenza, aun no puedo vencer la vergüenza que me da desnudarme a mi misma delante de ti, y de cualquiera. –¿que esperas? No tengo toda la tarde, no me hagas perder la paciencia, hoy no es un día ideal para que estés rebelde.- eso me hizo sentir temor, demasiado temor, sentía que temblaba todo en mi interior, sin embargo, sin perder tiempo comencé a desnudarme, con paciencia, lentamente, tratando de no hacer nada que te hiciera enojar aun mas, me temblaban las manos, era casi imposible desabotonar mi camisa y mi jean.

Al fin lo logre, me miraste de arriba a bajo –ven aquí- dijiste sin prisa pero con voz severa –separa las piernas y levanta los brazos- metiste dos dedos en mi vagina sin dejar de mirarme a los ojos, eso me avergüenza aun mas, lo hiciste tan fuerte, me dolió, aunque se que no puedo quejarme ni gemir tan siquiera, por que te gusta la expresión de mi rostro cuando intento ahogar los quejidos.

Metiste otro dedo mas, me dolió, de veras –veo que estas muy lubricada, y que no te duele, sabes que eso no me gusta. Para empezar tráeme un poco de agua, con bastante hielo, tengo sed- sabia en mi interior que él podía tomar el agua sin hielo, no hacia mucho calor e igual el agua estaba helada en la nevera, pero los hielos eran para mi –y también trae algo de mi crema favorita y unos cuantos pañuelos desechables- antes de que pudiera darme la vuelta para traer lo que me pediste me pellizcaste los pezones con tal fuerza que pensé que te ibas a quedar con ellos en la mano.

Trate de ir a la cocina lo mas lento que pudiera quería retrasar el hielo y la crema todo lo que pudiera, pero era ineludible que pasara. Cuando regrese tenias cara de tener aun mucho mas mal humor del que traías al entrar. Te tomaste el agua del vaso rápidamente –acuéstate en la cama boca arriba, con las piernas bien abiertas, rodillas dobladas y tus brazos extendidos, ¡ya!- lo hice, con ese temor que solo tu me inspiras.

Pusiste una toalla debajo de mi, luego me metiste dos dedos abriéndome lo que mas pudiera, mientras yo trataba de relajarme, como siempre me decías, aunque esto no funcionara para evadir el dolor. Metiste uno por uno los cinco hielos que había en tu vaso, luego te quedaste callado y quieto, los minutos se hacían interminables, mientras los hielos se derretían lentamente y el dolor que produce el frió intentaba desvanecerse sin resultado positivo alguno.

Luego con la toalla me secaste, incluso metiste parte de la toalla dentro y me frotaste fuerte, me lastimabas. Comenzaste a echarme la crema, dolía, sentía como mis músculos se tensionaban, y trataban de cerrar el paso, pusiste demasiado, dolía, nunca he podido saber que cosa es esa crema, al contacto con esa parte tan sensible parece que te quemara y que estirara tus músculos, cuando en realidad lo que hace es estrecharte, al máximo, y dejarte aun mas sensible; nuca olvidas ponerme un poco en el clítoris, es una de las sensaciones mas terribles que me has hecho sentir, parece que lo estuvieran arrancando.

Mientras hacías todo eso recordé la primera vez que estuve contigo, también era mi primera vez, en realidad se podría decir que me violaste, me forzaste, primero me desnudaste, casi desgarrando mi ropa, comenzaste a tocarme por todas partes, fuerte, con mano dura, abriste mis piernas sin miramientos y comenzaste a penetrarme con todas tus fuerzas, fue terrible el dolor pues no me excitaba la situación y no estaba bien lubricada, al terminar, dejaste pasar unos minutos, mientras disfrutabas viendo como corrían pequeños hilitos de sangre, decidiste volver a empezar, me pusiste de esa crema, llore muchísimo, y volvió el dolor, el dolor de antes no se podía comparar sentía como la crema me quemaba, mientras me decías –me gusta que te duela!-y luego comenzaste a penetrarme muy fuerte, sentía que me desgarrabas.

Recordar todo eso me puso el corazón a mil, tenia miedo y también, inexplicablemente, me excitaba, para eso eran los pañuelos desechables para no dejar que me lubricara. Al terminar de ponerme la crema estabas al máximo, me secaste con otro pañuelo desechable por ultima vez y te pusiste sobre mi, y empezaste a tratar de penetrarme, el dolor comenzaba a crecer cada vez mas, trato de que ningún sonido salga de mi boca, pero no puedo evitar que las lagrimas salgan y es cuando te oigo decir –me encanta que llores, y que sientas lo rico de ser mía- eso siempre me hace sentir humillada.

El dolor aumenta siento que me desgarras, y comienzas a salir y volver a entrar con unas embestidas terribles, tus manos se entretienen en mis senos, los pellizcas los estrujas con fuerza, los maltratas. Por fin siento como terminas dentro de mi, que me llenas y te quedas así, echado sobre mi, sin sacármelo de adentro, es terrible por que el dolor no cesa, al poco rato de estar descansando sobre mi llevas tu mano mas abajo, tratas de meterme dos dedos, no puedo evitar quejarme, entonces te detienes, siento temor y angustia, te levantas y me miras fijamente a los ojos –sabes que no me gusta oír tus quejidos, voy a darte algo para que aprendas a no quejarte antes de salir a comer algo- entonces me corres hasta le borde de la cama y corres también una silla, donde te sientas, me secas un poco con un pañuelito desechable, y comienzas a tratar de meterme tu mano, es terriblemente doloroso, sobre todo después del tratamiento con la crema.

Sé perfectamente que no vas a detenerte, entonces trato de pensar en algo mas, pero solo puedo recordar, en todas las veces que lo has hecho, en lo humillante que es, en la vez que me ataste fuertemente en la mesa del comedor, las manos estiradas a los lados y las piernas abiertas y en una posición similar a como si estuviera en la camilla del ginecólogo, me pusiste primero crema y luego metiste hielos, me secaste primero con una toalla y luego me frotabas con algo áspero que me irritaba y me ponía mas sensible, no dudaste en meter ese mismo material en el interior para irritarme también.

Comenzaste a meter tus dedos en mi interior, pero te percataste que empuñaba mis manos por el dolor, entonces los sacaste y pusiste mis palmas hacia arriba y un hielo en cada una y me ordenaste no empuñarlas mas y mantener mi boca entre abierta yo no dejaba de llorar y de sentir como mi saliva corría por las comisuras de mis labios.

Reaccione al sentir que pasan tus nudillos algo de lo peor ha pasado terminas de empujar y metes toda tu mano dentro de mi, y comienzas a moverla en mi interior, tocas, pellizcas, no tienes limites, no puedo decirte que no. Luego empuñas tu mano y tratas de sacarla un poco y vuelves a empujar, lo haces repetidas veces, es terrible el dolor, y no dejo de pensar que la noche apenas comienza...

Cuándo te aburres de hacerlo y de ver mi cara de sufrimiento me dices –viene lo que mas me gusta, siéntate que quiero verte, y por favor que sienta que aprietas tus músculos cuando trate de sacar mi mano- me siento no sin antes hacer una cara de dolor, trato de apretar mis músculos pero el dolor no me deja –bueno aprieta bien tus músculos sino luego vamos a hacer algo mejor, ¿ok?- me esmere lo mas que pude en apretar mis músculos, pero cuando sacaste tu mano, aun empuñada, instintivamente deje de apretar los músculos y claro como a ti no se te escapa nada te diste cuenta de ello –vale, me debes una, quédate así hasta que vuelva-

Te fuiste por un largo rato, y yo no pude evitar empezar a llorar, me sentía totalmente humillada y muy adolorida, cuando oí que regresabas me limpie las lagrimas y trate de relajarme un poco. Al regresar traías las pinzas metálicas, cinco en total, mentalmente hice la distribución correcta de cómo las ibas a poner, comenzaste con mis pezones una pinza en cada pezón, sentía como las pinzas se agarraban fuertemente a mi piel casi desgarrándola, te detuviste para mirar como las habías puesto –no, creo que puedo ponerlas mas bonito- y fue entonces cuando las tomaste y jalaste de cada una, grite todo lo que pude, claro para mis adentros no quería hacerte enojar, esta vez las pusiste mas en el extremo de forma que doliera mas, pusiste otras dos en cada labio de mi vagina, y la ultima en mi clítoris, todo el conjunto dolía terriblemente.

–ponte tu ropa que vamos a salir- que tortura ponerme la ropa sobre las pinzas, pero no puedo darme el lujo de desobedecerte. Al fin salimos, sentía que el jean me clavaba aun más las pinzas, pero tenia que caminar normalmente y no hacerte enojar. En el camino constantemente me tocabas fuertemente, para que se clavaran mas las pinzas, en cada semáforo me besabas, metías tu lengua muy adentro, casi ahogándome y me mordías los labios y la lengua.

Fuimos a un restaurante cercano y allí ordenaste para los dos, lo que más me sorprendió es que pediste una bebida muy fría para mi, y con el frió que hacia y con el que traía ya desde mi casa, no reproche nada y simplemente me dedique a comer, mientras comíamos me apuraste a tomar demasiados líquidos, DEMASIADOS, tampoco desaprovechabas la ocasión para tocarme los senos y hacerme sentir las pinzas.

Camino a tu casa sentía como todas esas bebidas y el frió hacían su respectivo efecto en mi cuerpo, mas exactamente en mi vejiga, sentía terror, no sabia por que pero lo sentía. En el ascensor comenzaste a tocarme sobre el jean, y sentía como las ganas que tenia de ir urgentemente a un baño crecían en cada "caricia".

Me desabrochaste el jean, que ascensor tan eterno, y metiste tu mano para jalar un poco las pinzas. Al llegar a tu puerta, te mire para decirte –necesito ir al baño urgentemente—urgentemente???- dijiste, afirme con la cabeza –ya comienzas a pagarme la de la tarde- me dijiste con una sonrisa sarcástica en tu cara y sin dejar de mirarme a los ojos.

Al entrar al apartamento volviste a mirarme –desnúdate rápidamente, ¡ah! Y recuerda que las niñas buenas solo hacen pis en el baño- volví a sentir terror, pero esta vez era algo así como terror patológico, comencé a temblar y a sentirme algo mareada. Abriste la puerta del balcón y pusiste una silla ahí afuera en el frió, e hiciste un ademán para que me sentara ahí.

Ahora temblaba del frió y del temor, las ganas de ir al baño ya no eran urgentes eran de vida o muerte, te veía ir y venir, prender el Tv. , quitarte la camisa y sentarte en tu sofá –pon la silla de frente a la ventana, abre las piernas y comienza a masturbarte fuerte, que te duela, que te vea sufrir, que vea correr tus lagrimas, hasta que me canse de verte, y recuerda no correrte por que esto es parte de un castigo-

Comencé a hacerlo, no tenia que hacer mucho esfuerzo para que me doliera, las ganas de ir al baño, y las pinzas hacían un efecto altamente doloroso, estuve así, infligiéndome a mi misma una tortura terrible por mas de media hora, ya no aguantaba las ganas de ir al baño, pero el temor me ayudaba a no dejarme vencer.

Al fin me dijiste -ven aquí- cuando fui tenias el cierre de tu pantalón a bajo y tu miembro afuera, me arrodille frente a ti y comencé mi labor pero los ganas de hacer pis no me dejaban hacerlo bien, entonces sentí tus manos en mi cabeza y hacerme seguir el ritmo, pronto fue creciendo tu miembro y tu ritmo también, casi me ahogabas.

Terminaste en mi boca, sin dejarme que lo tragara inmediatamente, me hiciste abrir la boca para ver tu semen, trascurrieron unos minutos, largos minutos –ya puedes tragarlo y que te vea disfrutarlo- casi no puedo pasarlo, lo tragaba y se me devolvió, ahora quería vomitar, pero tenia que poner cara de que me encantaba y que disfrutaba muchísimo tragarlo, con el mayor de los esfuerzos lo logre, lo trague todo.

–ponte de pie vamos a quitarte esas pinzas que tanto te incomodan, inclínate un poco hacia a mi- me incline y jalaste la primera pinza, luego mordiste mi pezón fuerte para incrementar el dolor, luego seguiste con el otro haciendo lo mismo. –abre las piernas- las abrí lo mas que pude, jalaste sin medir fuerzas las tres al mismo tiempo, un dolor insoportable se apodero de todo mi cuerpo y nuevamente no pude evitar llorar.

Me jalaste de la cintura y me hiciste sentar sobre tus piernas, estabas ya muy excitado, y comenzaste a penetrarme muy fuerte, dolía por la crema que me habías aplicado en la tarde, por las pinzas que había soportado durante dos horas, y por las inmensas ganas de ir al baño que tenia. Para no hacerme pis sobre ti tenia que apretar mis músculos con toda mi fuerza –ahora si aprietas bien, vamos a tener que hacer esto mas a menudo para que aprendas la lección- me sentía mareada, eso sucedía cuando me enfrentaba aun dolor muy fuerte, era la antesala a un desmayo, tenia miedo de perder el control, desmayarme y hacerme pis encima

–por favor no tan fuerte, siento como si me fuera a desmayar- entendías que quería decirte y te pusiste mas suave. Era un pequeño descanso. Paraste por un momento y me hiciste poner en cuatro, comenzaste a penetrarme como una bestia, mientras torturabas mis senos terriblemente, aunque yo jadeaba, no te dabas cuenta por lo concentrado que estabas. Estaba excitada, es cierto, pero no podía dejarme llevar por eso pues perdería el control y me haría pis.

Cuando terminaste y descansaste un rato sobre mi, me dijiste –ahora puedes ir al baño, yo te acompañare, luego a dormir- fue un descanso poder ir al baño, aunque me estuvieras viendo y eso me cause mucha vergüenza. Luego fuimos a dormir, me ataste a la cama, las piernas bien separadas y mis brazos arriba, en el espaldar, lo hicimos de nuevo, al terminar te quedaste sobre mi, penetrándome, no pude dormir en toda la noche, por tu peso, por la incomodidad y la humillación que sentía de que estuvieras sobre mi, sabia que eso te hacia sentirte aun mas mi dueño.

En la mañana al despertarte empezaste a besarme, y yo empecé a sentir dolorosamente como tu pené comenzaba a crecer dentro de mi, al levantarte te apoyaste sobre mis senos, estaban adoloridos aun de la noche anterior, cuando sacaste tu pené de mi vagina, se apodero de mi un dolor terrible, estaba hipersensible y me ardía todo, se me escapo un gemido, pero vi en tu cara como lo disfrutabas, te pusiste a un lado mío y metiste tres de tus dedos en mi interior, jalaste y pellizcaste mis pezones fuertemente.

No dejaba de pensar en que querías para el día de hoy, me desastaste y me ayudaste a levantarme, me llevaste al baño y abriste la llave del agua fría y me metiste en la bañera, el agua estaba heladísima, me ayudo a despertarme, saliste del baño y tardaste un tiempo fuera, el cual aproveche para asearme un poco con el jabón, al regresar vi que traías toda una bolsa de hielo, los echaste en la bañera y te sentaste en el borde de esta a observarme.

–ahí te quedaras hasta que tu cabecita entienda que es mejor el calor de mi cuerpo a cualquier otra cosa- sabia que no ibas a dejar pasar el gemido que solté a primera hora en la mañana. Paso un largo rato hasta que decidiste que podía salir de la bañera. No dejaba de pensar en que me harías el día de hoy, temblaba no solo de frió sino de miedo.

Te recorde que debía ir a la facultad a entregar un trabajo, entonces vi como una idea brillaba en tus ojos. –para que me recuerdes mientras estés en la U vamos a hacer algo- mi cabeza no dejaba de pensar en que se te había ocurrido ahora.

-recuéstate en la cama, con las piernas abiertas- así lo hice, aun estaba un poco mojada y sentía mucho frió. Cuando pude verte de nuevo vi que traías un consolador algo grande. Lo metiste en mi vagina tan fuerte que sentí que me iba a desmayar de dolor, lo moviste por unos instantes y luego dijiste –ya puedes vestirte, y no la vayas a sacar hasta que no vuelvas a casa-.

Me vestí lentamente, me dolía hacer cualquier movimiento, sentarme, agacharme, solo podía pensar en entregar ese trabajo rápido y volver, aunque sabia que no iba a descansar de tus torturas, por lo menos esta iba a terminar cuando regresara a la casa. Caminaba como si estuviera aprendiendo a caminar –camina con elegancia, con soltura- así que empecé a caminar como me ordenabas a pesar de la tortura que ello significara.

Espere unos momentos, pensaba que como cualquier día me ibas a llevar a la facultad –y que esperas para irte? No tenias tanto afán. Hoy no puedo llevarte quiero ver televisión- esas palabras me hicieron sentir fatal, aparte de todo tenia que irme en un bus, seguramente con un trayecto tortuoso, que horror.

Al abrir la puerta del apartamento, saliste tras de mi, pensé de pronto que habías cambiado de opinión –sabes? Te voy a acompañar hasta abajo, pero por las escaleras- que tortura, una mas, 12 pisos escalas abajo, como en el sexto piso hiciste que me agachara para amarrarte los tenis, gozabas con solo ver la tortura que me estabas aplicando. Fue un día demasiado largo.

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