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Tres sumisas para mí en una casa rural (Cap.4 Fin)

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PRÓLOGO: (Esta historia termina donde comenzó, en la casa rural donde se conocieron. En este capítulo vuelven a dar rienda suelta al deseo,  ¡intensamente! Los protagonistas se verán en la ciudad, pero yo me despido de ellos en este último capítulo. Puede que los encuentre en el futuro, pero eso ya sería otra historia.)

 

(Capitulo 4. Final)  

Salimos del hotel en el que hacía unos minutos me había follado a las dos señoras casadas, delante de sus esposos; con el visto bueno de ellas ¡Y de ellos! Al decirnos adiós observe como una gota de mi semen se deslizaba por el muslo, aun desnudo de la que recibió  ¡El premio dentro de su vagina! Un gran chorro de mi semen.

Nos subimos en el coche y salimos camino a la casa rural, dejando atrás aquel precioso pueblo pesquero del norte de España; llegamos al anochecer y descansamos toda la noche.

Al día siguiente fuimos a una playa muy bonita que nos recomendaron, estaba a unos quince kilómetros de la casa rural y el camino para llegar a ella era una senda costera junto al Mar Cantábrico, por donde se podía transitar con el coche y que bordeaba un buen trecho de la costa.

Al llegar aparcamos junto a un letrero en el que ponía «playa nudista», visto el cual nos desnudamos y dejamos nuestras ropas en el maletero, llevando encima solo nuestras chanclas, unas toallas y botellas de agua.

Lo de «playa nudista» no sé, no sé; solo estábamos desnudos nosotros y alguna mujer en topless. Me acerque a un hombre para preguntarle si sabía el porqué de que pusiera en el letrero «nudista» y en cambio fuera todo el mundo con bañador a esa playa.

El hombre me dijo que había playas nudistas de más difícil acceso que esta y a los nudistas ver tanta gente en bañador les resultaba molesto y cada vez venían menos. Por eso venía gente sin hacer nudismo, por los pocos nudistas que se acercaban hasta aquí, además de por lo fácilmente que se accedía a ella  (Esto lo dijo mirando de reojo mi pene ya bastante gordo).

-Gracias buen hombre, a nosotros no nos resulta «molesto», más bien «interesante» -le dije al hombre mientras este miraba atentamente los culos desnudos y rotundos de mis sumisas, que se mostraban saltarines a su vista cuando ellas se giraron para dirigirse a la orilla del mar.

-Chicas nos vamos a divertir ¿Qué os parece? -les dije a las tres.

¡Bien! –dijeron mientras caminábamos hasta la orilla. Ellas sonreían con una sonrisa de complicidad, al llegar salieron corriendo dejando el conjunto (Chanclas y toalla) en la arena y se tiraron al agua poniéndose a juguetear en el rompeolas.

Yo deje las botellitas de agua junto a sus toallas y estire la mía echándome encima boca arriba, disfrutando de un baño de sol, mi pene «bastante crecido» se mostraba rotundo a la mirada lujuriosa de una señora que estaba sentada a unos cinco metros, junto a una especie de tienda de campaña. Su marido hizo como si no me viera y se fue a nadar, la mujer siguió mirándome mientras se daba crema solar en los pechos desnudos, «mi pene seguía creciendo peligrosamente» bajo la atenta y morbosa mirada de ella.

La señora tendría unos cincuenta años, era un poco más mayor que yo pero muy bien conservada, tenía una expresión en la cara como de gustarle una buena polla más que a un candado una llave; «la mía por lo menos se la estaba comiendo con los ojos».

Mientras tanto su despreocupado marido nadaba cada vez más lejos, tan lejos que ya ni se le veía. 

Miré a la señora directamente a los ojos y le pregunte amablemente.

-Señora, ¿me podría usted hacer un favor?, no hemos traído crema solar y creo que me estoy tostando, nos la dejamos olvidada en el alojamiento con las prisas ¿Podría usted dejarme un poco de crema solar?, prometo no gastarla, «solo un poquito» –dije a la vecina mientras ella se relamía los labios sonriendo y mirando mi pene con cara de viciosa.

-¡Sobre todo se está tostando la mazorca! Jajajaj ¡Venga vale!, se la presto pero solo porque está usted muy tostado jajajaj –dijo la señora riendo, mientras miraba más en dirección a mi pene que a mis ojos, «se la notaba caliente como a una perra en celo».

Sara salió del agua luciendo su brillante pelo y su media cabeza rapada, después se sentó junto a mí.

-Sara por favor dame crema, ¡que me estoy tostando!, sobre todo el pene, que desconocía lo que es tomar el sol y se está poniendo como un salmonete -le dije tumbado en la arena. 

(Diecisiete de los diecinueve centímetros de mi pene ya estaban mirando al mar, «como el periscopio de un submarino varado en la arena». Para entonces ya estaba yo muy excitado).

Sara cogió el tarro y se echó crema en su mano derecha y después comenzó a untármela en los hombros y en el rostro con suavidad, después fue bajando por mi pecho peludo hacia mi vientre, para terminar cogiendo mi pene con fuerza y comenzando a moverlo con lentitud, pero apretándolo con fuerza mientras me miraba «insolente» a los ojos, dejando salir la crema entre sus dedos; bajó la mano y agarró mis testículos apretándolos un poco, después su mano se deslizó hacia mi culo rozando el ano con las uñas, al pasar de los huevos a las nalgas, yo di un suspiro de placer.

Me gire hacia la señora y la vi tocándose el coño por encima de su bikini verde, con media lengua fuera y mirándonos con deseo, escondida bajo la lona de su carpa playera (la señora estaba muy cómoda allí debajo, era casi una tienda de campaña, solo abierta mirando al mar); entonces le hable.

-¡Señora gracias por dejarme la crema! -le dije.

-Es un placer, no había visto ningún pene, «aparte del de mi marido» desde hace mucho tiempo y el suyo en manos de la señorita se ve muy grande ¡Y gordo! Yo soy «muy abierta» y no me molesta, al contrario  me están poniendo muy, pero que muy caliente -dijo la vecina.

-Señora ¡Necesito penetrar ahora mismo a Sara!, ¡porque estoy que no aguanto! Pero este no es el mejor sitio; con la gente a escasos cien metros ¡¡¡Por favor señora!!! Mientras su marido nada tan lejos y no nos ve ¿Nos dejaría usted echar un polvo rápido ahí debajo?, bajo su lona ya sería otra cosa, además si le ha gustado ver cómo Sara me da crema ahora puede explayarse –dije con cara de súplica y con mi cuerpo ladeado hacia ella, mi pene en esa posición la apuntaba «como si fuera un revolver carnoso y amenazante».

-Qué nerviosa me pongo con solo pensar en lo que me dice, de mirona a «cómplice», se me acelera el corazón ¡Con mi marido en el agua! ¡Y aquella gente tan cerca! Pero a la vez lo que me propone ¡Me excita mucho!, ¡qué emoción y que excitación! Me gusta la aventura y el riesgo ¡¡Vale!! Vengan aquí, que voy a poner una sábana que traigo ahí delante y yo me quedaré vigilando «y mirándolos»  –dijo bastante alterada y excitada la señora.

Dentro de la carpa con la sábana blanca que puso la señora delante tapando la abertura no se nos veía, Sara se arrodillo delante de mí y yo comencé a penetrarla por detrás «poniéndola en pompa», y dándole con ímpetu en su coño, se la metí hasta los huevos, Sara gemía de placer. La señora estaba sentada junto a la entrada mirando alternativamente al mar y a nosotros, se la veía tras la sábana, la señora metía la cabeza bajo la sábana de vez en cuando para vernos follar.

Le saque a Sara mi pene de la vagina y se lo introduje en su boca, yo de rodillas y con la espalda recta y Sara arrodillada e inclinada hacia mí, con los brazos extendidos y apoyados en la arena, con la boca llena de pene y con su culo apuntando hacia la señora.

Vi una mano con uñas largas y pintadas de rojo introducirse bajo la sábana y agarrar mis testículos, clavando levemente esas uñas en mi escroto y en mi ano ¡Era la señora! Su mano también rozaba la barbilla de Sara cada vez que esta se introducía mi pene a fondo en la boca, después esa mano furtiva comenzó a acariciarle la mejilla a Sara mientras está chupaba mi polla con devoción.  

Mientras yo movía el culo para introducir mi pene entero en la boca de Sara, la señora agarro mi miembro, una de las veces que recule para coger impulso. Lo apretó «fuerte» impidiéndome seguir penetrando la boca de Sara; la cual viendo que no podía seguir «tragando polla» comenzó a absorber mis testículos, introduciéndose los dos en su boca.

La señora comenzó a meneármela con intensidad, golpeando suavemente con su mano el rostro de Sara, que estaba debajo con mis huevos apresados en su bella boca ¡Las venas de mi pene querían estallar! La señora introdujo medio cuerpo dentro de la carpa, dejando la sábana de la entrada sobre sus espaldas; y se metió mi polla entera y de golpe en la boca, provocándole una arcada, la cual no pudo impedir que siguiera chupándomela con gran ímpetu, mientras Sara seguía abajo con mis testículos en su boca ¡Las dos bocas se besaban cada vez que la señora se tragaba el miembro entero!

El marido salió del agua y se dirigió a la carpa, viendo el culo de su esposa con el bikini color verde pistacho asomar bajo la sábana de la entrada, que reposaba sobre ella, con la espalda bajando y subiendo; la sábana le impedía ver a su esposa de hombros hacia arriba (él pensó que ella estaba vomitando, por la postura y por el movimiento), aceleró el paso y nada más llegar alzó la sábana preguntando a la esposa ¡Qué te pasa!... 

El marido vio la estampa completa bajo el toldo playero; «se quedó de piedra». No dijo nada, solo tardó tres segundos en reaccionar y salir corriendo, gritándole ¡¡Puta!! Por la playa.

La puta (La señora) se sacó mi pene «de golpe» de la boca, dejándolo como mástil sin bandera y goteando su saliva.

Ella corrió tras su marido gritándole que volviera, que había sido «sin querer».

¡«Sin querer»! –repetí en mi mente sonriendo para mis adentros al pensar en la pobre excusa de la señora.

Acto seguido Sara y yo salimos de la carpa y nos dirigimos a la orilla, donde nada más llegar nos tiramos al agua, junto a Virginia e Ingrid que nadaban desnudas y relajadas, el agua estaba estupenda y mi pene «inconcluso» menguó en pocos minutos.

Nadamos y tomamos el sol toda la mañana y  al medio día nos marchamos para ir a comer. Pasamos cerca de la pareja, que estaba en su carpa; el marido me miro al pasar junto a ellos con odio mientras abrazaba a la señora; la cual volvió la cabeza y me miró con una mirada a la vez  llorosa y ardiente y abrió un poco los labios instintivamente, mientras nos alejábamos de la playa.

Almorzamos en la casa rural, Paco el casero nos atendió tan bien como siempre, comimos con ganas «todo estaba riquísimo», subimos a las habitaciones y les dije.

-Ducharos y después os dais crema aftersun unas a otras, que estáis coloradas como tomates de estar al sol y en pelota toda la mañana ¡Después dormís la siesta!, ¡que no quiero escuchar «ni una mosca» desde mi habitación! Nada más levantaros de la siesta os afeitáis los chochos las tres a fondo, solo dejaros la rayita estrecha de pelos que tenéis en el pubis; que esta mañana Sara pinchaba cuando la penetre en la playa.

A las seis en punto vendré a veros, para entonces quiero que estéis perfumadas y con solo la camiseta corta, que deje a la vista vuestros bollos recién rasurados (como las vi por primera vez) ¿Entendido?

-¡Sí señor Antonio! -dijeron las tres a coro.

Cuando desperté eran las cinco y media y estaba lloviendo, había una tormenta encima del lugar; salí de mi habitación y baje a recepción. Tomé un café con tranquilidad acompañado por Paco, el dueño de la casa.

-¡Nunca vi a nadie ligar como usted! Fue llegar y besar el santo –me dijo Paco el casero mientras tomábamos café.

(Le conté a Paco toda la historia desde que llegué a la casa rural, con pelos y señales; no me deje un detalle si contar. Paco me juro previamente que lo que yo le contara ¡Iría con él a la tumba!, sin decirlo nunca a nadie)

-¡Ha sido usted muy atrevido!, ¡y muy afortunado! ¿Cómo se le ocurrieron esas actividades? -me pregunto Paco, visiblemente impresionado por la historia que le acababa de contar.

-Verá usted Paco, yo llevaba «meses» sin echar un polvo y ellas se entregaron a mi sin condiciones, ¡bueno «solo una»! no hacerles daño, solo juegos sexuales ¡Cosa que me encantó! Porque yo no soy nada violento pero si me gusta el sexo con intensidad. Ellas tres me confesaron que deseaban ser sumisas desde hacía mucho tiempo, unos diez años atrás; cuando estudiaban en la universidad.

Cuando al fin se decidieron a hacerse sumisas fue estando planeando este viaje al norte de España, tomaron la determinación de entregarse a un hombre en esta casa y  ¡Se ofrecieron «a mí»! «Tres bellezas con ganas de que las dominen», la excitación ha sido tan grande estos días atrás que me he vuelto «creativo».

Ramona «mi ex mujer» quería muy poco sexo, ¡pero por lo visto solo conmigo!; lo supe cuando me dejo por otro. ¡Como usted entenderá!, siendo yo tan fogoso y no satisfecho junto a Ramona durante tantos años y después cuando me dejo, no buscar yo a nadie por cómo me sentía por dentro, ha hecho que esté mucho tiempo reprimido y que ahora con ellas tres me haya «desmelenado sexualmente» -le dije con sinceridad.

-¿Se harían sumisas de primer hombre que tocara a su puerta?, ¿y aceptara serlo?; excepto el casero le dijeron a usted las tres ¡Que mala suerte tengo!, llevo divorciado diez años y no me como una rosca hace ya «ni me acuerdo» –reflexiono el casero hablando conmigo.

(Paco tendría unos cincuenta y dos años, más o menos)

-Paco, ahora voy a subir a la habitación de ellas, estarán desnudas de cintura para abajo, como les ordene; si quiere venga conmigo, son mis sumisas y les puedo ordenar que «lo atiendan» -le dije con normalidad.

-Me da vergüenza, yo no me veo asomando allí de pronto, ellas son mis huéspedes -dijo Paco azorado.

-Les voy a preguntar si quieren que suba usted pero sin ordenarlo, que decidan ellas; ¿qué le parece?  –dije a Paco como si yo fuera «un alcahuete».

-¡De acuerdo! -dijo Paco moviéndose inquieto.

Subí a la habitación de ellas y al entrar las vi semidesnudas, llevaban solo las camisetas dejando ver sus pubis desnudos con sus rayitas de pelos, bajo los cuales asomaban sus palpitantes vaginas. Hable con ellas sin presionar, les dije que decidieran ellas solas yo esperaría en el pasillo su decisión.

-Pase señor Antonio que ya hemos decidido -me dijo Ingrid dejando ver su coño pelirrojo en el pasillo.

Dentro de la habitación fue Sara quien me habló en nombre de las tres.

-Señor nos parece bien satisfacer a Paco pero solo si usted nos lo ordena, si no es con una orden suya no nos excita. ¡A nosotras lo que nos excita es «la sumisión»! Para tener que decidir nosotras no nos habríamos hecho sus sumisas señor Antonio, con todo respeto se lo transmito –dijo Sara más altiva de lo acostumbrado.

-De acuerdo ¡Es una orden!  En cuanto suba con el casero lo voy a poner a acariciar vuestros cuerpos como primera tarea, después la tarde será «larga» -les dije a las tres y baje a buscar a Paco.

-Al verlo impaciente le dije ¡Vamos para arriba Paco que lo están esperando!

Al entrar en la habitación le dije al casero que las acariciara, que es lo que querían ellas para empezar.

Las manos grandes de Paco comenzaron a juguetear con los cachetes rotundos del culo de Sara y con los senos blancos de Ingrid, a la vez Virginia le acaricio el paquete y le desabrocho el pantalón, comenzando a bajárselo poco a poco  para meterle después la mano en los calzoncillos y juguetear con los testículos y el pene de Paco con suavidad, «Virginia era una maravilla manoseando», le saco el pene por un lado de los calzoncillos.

Ingrid dejó a sus dos amigas con Paco y se acercó a mí, al ver que la llame con la mano.

Sara se giró, se arrodilló y comenzó a chupar el pene de Paco, Virginia se puso de rodillas y le saco por el otro lado de sus calzoncillos los testículos y se los absorbió los dos a la vez como si fueran una breva madura y gorda, haciéndosele a ella hoyuelos en los pómulos al succionarlos con su boca, con la misma rotundidad que succionan las ventosas de un pulpo cuando apresan una pieza. A Paco le temblaban las piernas, estaba muy empalmado y sudaba sonrojado.

Sara se sacó el pene de la boca y lamió el glande como si fuera un helado, con suavidad y lentitud, «en ese momento “Paco apretó el culo” y soltó gran un chorro de semen en el rostro de Sara», la cual no pudo esquivar «el golpe» y se tuvo que quitar la leche de los ojos con las dos manos, para poder ver algo.

Paco se marchó poco después de descargar todo su semen sobre el rostro desprevenido de Sara. Se subió el pantalón y miró a Virginia y a Sara con devoción, casi haciéndoles reverencias, se dirigió a la puerta y salió. Se le veía relajado y algo aturdido, pero con su rostro tan pletórico como si hubiera visto «la luz del universo».

Todo esto lo vi mientras penetraba a Ingrid en el sofá, sentada ella sobre mis muslos y dando sus pechos desnudos contra mi torso, a la vez que yo la rodeaba con mis manos agarrando fuertemente su culo blanco y poderoso.

Cuando salió Paco de la habitación yo saque mi pene de adentro de Ingrid antes de correrme y puse a cuatro patas a mis tres sumisas.

Empecé a penetrarlas alternativamente, Sara se situó en el centro, Virginia a la Izquierda e Ingrid a la derecha, alterne de coño varias veces; después de varios cambios de vagina me concentré en la de Sara, cuando note que mi eyaculación estaba próxima; yo no quería correrme en el aire «transitando entre sus coños».

Virginia e Ingrid, impacientes por volver a recibir mi «tajada» dentro de ellas comenzaron a darle «culazos suaves» a Sara, como apartándola instintivamente; yo al ver aquellos dos coños deseosos y que echaban fuego estire mis dos manos «a derecha e izquierda», introduciendo cuatro dedos dentro de la vagina de cada una de ellas, dejando solo los dos pulgares fuera de sus coños como «tope» de profundidad, de la penetración manual.

Mi movimiento era constante y simultaneaba manos y pene al mismo ritmo ¡¡Yo era un tridente carnal!! Dentro de las tres al mismo tiempo.

Al final saque las dos manos húmedas de los coños laterales y me centre en el de Sara.

La cogí fuertemente por las caderas, con ambas manos; acelerando mis embestidas «como un toro de lidia». Me corrí dentro de ella mientras la acariciaba, estando un poco inclinado hacia adelante, teniendo en esa postura mi pene introducido hasta el fondo de su vagina, sentí como dejaba dentro de ella todo el semen acumulado desde por la mañana, desde que me chupo el pene la señora en la playa. 

Me quede en el interior de ella unos minutos deleitándome, al sacar mi miembro Sara comenzó a soltar un chorro de semen desde su coño hasta el suelo, parecía un cartón de leche rajado por la base, tras soltar su contenido acabó la «extracción» de mi semen con unas contracciones vaginales que dejaron caer unas gotas espesas sobre el suelo; como si fueran perlas aplastadas...

El resto de las vacaciones siguieron con el mismo frenesí, al concluir las mismas quedamos en vernos los fines de semana en Córdoba, siempre que nos fuera posible; mientras tanto y entre semana les daría órdenes por teléfono sobre actividades «lúdicas» que tendrían que hacer.

Nos veríamos y les daría órdenes solo durante el «año de contrato de sumisión que ellas redactaron», a no ser que Sara, Ingrid y Virginia decidieran prorrogarlo cuando concluyera.

Al despedirme de las tres le di un beso muy apasionado a cada una de ellas, tras besarlas se montaron en su coche y se marcharon; desde la puerta de la casa rural las observe partir y tras los cristales del vehículo vi lágrimas en sus ojos.

Yo antes de partir di un paseo por las cercanías de la casa para tener siempre el recuerdo en mi mente de aquel lugar en el que fui tan feliz. 

-    FIN     -

TAHOTLO  

(A.L)

3 de octubre de 2015

(9,10)