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Me convertí en la amante del jefe de mi marido

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Tengo 36 años y llevo cinco casada con un hombre que me hace feliz. Trabaja en una empresa importante a nivel nacional, donde es considerado profesionalmente y gana lo suficiente para que llevemos una vida desahogada.

D. Miguel es el Director General de la empresa, de unos 55 años, atractivo, educado, culto y con gran fortuna. Casado con una señora de edad similar,  de buena familia.  Su relación sentimental es de conveniencia,  para mantener  las apariencias  ante la sociedad.

Conmigo ha sido siempre atento y diría que se fijó en mi desde el primer día que asistí a una invitación  de un evento de la empresa.  Las pocas veces  que hemos coincidido, observo que me mira a hurtadillas.  La intuición de mujer  sabe cuando gustamos a un hombre.

En la última celebración de Navidad, bailó conmigo y me abrumó de halagos y palabras  bonitas, algo que siempre me hace sentir bien. Llevaba un vestido de noche, con la espalda completa al aire y una abertura en un lado casi hasta la ingle que permitía ver mi pierna,  Sé que llamaba mucho la atención  por las miradas y  comentarios disimulados de los hombres. Me apretó contra él y su mano en mi cintura desnuda me producía sensaciones  cálidas y  su bulto, que notaba en mi bajo vientre,  era síntoma de que la excitación era mutua y compartida, medio en broma me dijo era la mujer perfecta y la amante que él desearía tener.  Eso me excitó mas.

A los pocos día  nos encontramos casualmente en una calle comercial céntrica , me saludó muy efusivo  e insistió en tomar un café.  No me pude negar y entramos en una cafetería próxima, nos sentamos en una mesa para charlar un rato, tenía una hora de tiempo y  quería aprovechar la ocasión para concerme mejor.

Fue atentísimo y cercano conmigo, me dedicó todo tipo de lisonjas y de forma directa me pidió una cita, me dijo que desde el primer día que me conoció  sintió una atración irresistible y deseó acostarse conmigo.  Aclaró no deseaba romper su matrimonio y nuestra relación sería solo de sexo, de forma que tampoco debería afectar a mi pareja, que no debería enterarse de nuestros encuentros.  Me hice la huidiza y traté de dar largas y evasivas a su propuesta para no desagradarle con una negativa, dejando en el aire alguna posibilidad.  Me cogió la mano durante  la conversación y me besó en la boca en dos ocasiones correspondiéndole. Me pidió el teléfono a lo que no me pareció prudente negarme y se despidió con un "ya te llamaré".

Mi marido había salido de viaje de trabajo un par de días. Sonó mi móvil, era D. Miguel que me invitaba a almorzar.  Conocedor de la ausencia de mi marido no dejó escapar la oportunidad para tener la cita que tanto deseaba, tenía la tarde sin agenda y quería pasarla conmigo, pidiéndome fuera a un restaurante conocido donde había reservado mesa. Un escalofrío  recorrió mi cuerpo y no podía negarme. El futuro profesional y nuestro bienestar podía venirse al traste si desairaba a D. Miguel, que por otra parte me atraía y me parecía un hombre fascinante.

Llegué puntual a la cita y ya estaba esperándome. Sentado en la mesa ojeaba una revista bursátil.  Se levantó a mi llegada, me dio dos besos y apartó la silla para que me sentara.  La comida trnscurrió de forma agradable, abundó en halagos hacia mi, no faltaron comentarios picantes y se extendió en explicaciones de la falta de relación sexual con su mujer y su necesidad de encontrar una amante que complementara su carencia de sexo. Alguien casada como yo que asegurara una total discreción,  en una  relación como concubina. Solo me pedía unas horas por semana y excepcionalmente en alguna ocasión que me rquiriera.  Había previsto para la ocasión acondicionar un apartamento que tenía vacío en un barrio de lujo de la Ciudad, cercano a su despacho, donde nos reuniríamos con total discreción.  Mi condición de casada era una garantía y me aseguró que mi marido tendría una buena progresión en la empresa y su remuneración se vería incrementada de forma considerable, con lo que pasaría a tener una posición económica privilegiada.

No dejaba margen para la negativa.  Salimos del restaurante para iniciar ya mismo nuestra relación de amantes, se le veía apresurado, paró un taxi que nos llevó al apartamento que sería nuestro nido de amor.

Era una casa con solera, donde el apartamento en un cuarto piso había sido restaurado convenientemenete, mas bien pequeño pero con todo lujo de detalles.  Me dio un juego de llaves que incluían las del garage, donde había dos plazas para facilitar nuestro acceso por separado, para nuestros encuentros  de forma discreta. Si esto va bien como espero, pondré el apartamento a  tu nombre, me dijo.

Guardé las llaves y aún no había dejado mi bolso en una mesa cuando ya me besaba y abrazaba con pasión.  Empezó a desabrochar mi blusa y a tocarme los pechos.  Se desnudó apresurado y se quedó en calzoncillos, sentado en la cama acabó por quitarme la blusa y el sujetador para  acariciar y comerme los pechos. Mis pezones endurecieron mientras los  succionaba y mordisqueaba. No tardó en desabrochar mi falda que cayó al suelo quedándome  en bragas  a un palmo de su cara.  Las lamió degustando la humedad que ya manchaba la tela y abriendo un costado con los dedos lamió mi sexo con la lengua. Me tumbó en la cama me besó excitado metiendo su lengua  para jugar con la mía en una comunión de salivas y empezó a disfrutar de mi cuerpo lamiéndolo centímetro a centímetro, su mano había entrado por la parte superior de mis bragas y me penetraba con sus dedos que movía dándome placer. Llegó con su lengua a mi entrepierna y me quitó las bragas rompiéndolas de un tirón, liberado mi sexo  me hizo el mejor oral de mi vida. Se regodeó disfrutando de cada centímetro de mi vulva, sin olvidar  mi clítoris que erecto y liberado de su piel, pedía a gritos caricias que me ocasionaran descargas nerviosas que me hacían temblar.  Mi coño ya era una fuente descontrolada manando sin cesar jugos que él  lamía y que ensalzaba como el néctar maravilloso que jamás había probado.  Aquel hombre educado y tranquilo, frío para los negocios,  lo tenía a mi merced, apasionado, probando mis intimidades y dispuesto a cumplir mis deseos con tal de obtener placer.

Me deslicé hasta su polla que oprimí con mis labios, lamiendo su capullo  limpié su gotas que salían abundantes y la metí entera en mi boca  haciéndole temblar de gusto. La saliva resbalaba hasta sus huevos que lami con fruición de puta, los meti en mi boca, uno y despues otro, volví a subir por su tronco con la punta de la lengua  y comencé un meteysaca  en mi boca con  aquel pollón a punto de explotar. No aguantó mas mi mamada y poniéndose de rodillas  sobre mí, cogió su polla para sobar con ella mi coño, repasando de arriba a abajo mi raja ya abierta deseando  abrazar aquel instrumento delicioso.  Frotaba su capullo en mi clítoris haciéndome estremecer, me lo hacía desear y eso aumentaba mi deseo.  ¡FÓLLAME! grité, no aguanto  mas.  Obediente introdujo su capulo entre los labios vaginales y fue metiéndola despacio aumentando mi deseo.  Notaba las palpitaciones de aquella verga  venosa en su máximo esplendor, de un golpe seco la noté conquistando mis entrañas y empezó un movimiento convulso que hacía temblar todo mi cuerpo, embestía como un poseso en un acto inconsciente de conquistar tesoros ajenos. Por mi parte me entregaba a aquel apasionado macho  que me cubría  de forma salvaje, haciéndome sentir sensaciones para mi desconocidas.  Rodeé con mis piernas su cintura,  en un gesto instintivo de posesión para asegurarme que aquella polla deliciosa me proporcionaría el placer que necesitaba sin huir antes de tiempo.

Embestía de  forma acompasada y sediento de mi, me besaba en la boca, cara, cuello, orejas,........  me lamía las tetas y todo era insuficiente para saciar su deseo.  Cambió de posición tumbádose en la cama boca arriba, con su miembro erecto como un periscopio, haciéndome sentar sobre su miembro que encontrando la raja se fue deslizando  suavemennte entrando hasta el fondo de aquel pozo lubricado por múltiples flujos.  Sentí morir de excitación y empecé a cabalgar sobre aquel miembro  que me proporciobaba un placer infinito.  Subía y bajaba deslizando  dentro de mi aquel  aparato enorme, lubricado con abundantes jugos que salían de mi coño y bañaban los huevos de mi amante.  Mi culo al caer chafaban aquellos deliciosos atributos y el chof, chof, chof, que se oía, nos  producía mas excitación.  Ya no podíamos mas y sentí su esplosión dentro de mi, una sensación caliente inundaba mis entrañas y hacía que me fundiera con él en un orgasmo jamás sentido.

Nos tumbamos boca arriba rendidos.  Sirvió dos copas  y  fumó un cigarrillo mientras recuperábamos el aliento.  Así estuvimos medio hora larga hasta volver a nuestras pulsaciones normales. Acariciaba su polla mientras hablábamos y descansábamos.  Su miembro empezó a dar síntomas de despertar y cogió un cubito de hielo para jugar con mi pezones, bajando por mi vientre hasta  disfrutar de la sensación del frío en mi clítoris.  Derramó un chorro de Cardú en mi coño que sorbió con delitación. Lo que vino despues nos llevó a otro orgasmo,  menos frenético pero mas sensual y placentero. 

Pasados unos minutos nos dispusimos a una ducha reconfortante, donde nuestros cuerpos jugaron y disfrutaron con caricias y roces.  Eran mas de la ocho de la tarde cuando se despidió hasta la próxima semana.  Me quedé recogiendo el desorden y salí del apartamento.

En el camino a casa pensaba en el riesgo de aquella relación nueva, apasionada, adúltera, excitante,  que podría cambiar mi vida para bien o para mal. Pensé en lo mejor que podía pasar y en disfrutar de las ventajas que podría reportarme aquella aventura.  Ya deseaba que el tiempo pasara rápido  para que llegara el próximo encuentro.

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