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Un trío de todo terreno

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Por Werther el Viejo

 

PUES, imagínate, yo tampoco me lo creía. 

Jessica me lo planteó mientras desayunábamos en la cafetería en la que, desde hacía meses,  coincidíamos a menudo.

-Estoy buscando voluntarios para un trío -me dijo inesperadamente, en medio de una charla trivial como de costumbre.

-Cuenta conmigo -le repliqué, siguiendo la coña.

-¿Seguro?

-Claro.

-Ya... Te estoy hablando muy en serio -aseguró y, por su tono de voz, me pareció que decía la verdad-. Lo que pasa. Bueno, verás, mi marido también quiere disfrutar de la orgía.

Después de tantos días de proposiciones subidas de tono por mi parte, que ella frustraba, ahora me salía con esas. 

-Bien, para eso son los tríos -sentencié.

-Pero Jonás, sexualmente, es un todo terreno y quiere un tío también todo terreno.

-Vaya.

He aquí un dilema. Al fin, se me presentaba la gran oportunidad de tirarme a Jessica, a la “calientapollas”, como la apodábamos en la cafetería. De disfrutar de sus tetas sugestivas, de su trasero provocador, de su coño seguramente muy volcánico. Pero, a cambio, tenía que aceptar que un tío me mamase la polla (o chupar yo la suya ) y follar un culo macho (o que él me follase el mío). 

-Después de todo, me parece que tú sabes muy bien como van esas cosas -expuso, con cierta seguridad, como si lo conociese todo de mí.    

Le dije que tenía que pensarlo, porque realmente tenía que pensarlo... Pero lo pensé deprisa.

-Acepto.

-De verdad. 

-De verdad -le confirmé.

-Vale... Hoy es viernes... Quedamos aquí, a las cuatro.

El resto de la mañana me lo pasébuscando una excusa convincente para decirle a Jessica que me echaba para atrás. En realidad, ahora sin ella allí delante, ya no tenía esa calentura absurda para creer que, después de tanto tiempo, podría volver a mamar una polla y a dejarme que me diesen por el culo otra vez. (Lo de permitir que me chupasen la mía o de sodomizar un culo macho, siempre me parecía más aceptable), Me imaginé la situación. Me imaginé a un tío cachas (no conocía al marido de Jessica), con una polla de  22 centímetros, empalmada,  con el capullo armado. Me imaginé a mi mismo a cuatro patas, en posición de perro, ofreciéndole humildemente mi culo. Me imagine esa polla gorda abriéndose paso por mi ano, alojándose dolorosamente en mi recto y follándome el culo sin piedad durante cinco, diez o quizá cien minutos. Me imagine las embestidas salvajes, interminables, rasgándome las entrañas hasta llenarlas de sangre y semen.

Bien, lo cierto es que Jessica estaba muy buena y, seguramente, era una tía muy cachonda. Lo cierto es que me moría de ganas por meterle la polla en cualquiera de sus agujeros, para disfrutar como un loco. Me moría de ganas por correrme dentro de su boca, o de su coño, o de su culo, hasta quedar exhausto de tanto placer. 

Pero la contrapartida era arriesgada. 

Pensé que si sólo fuese mamar esa polla de 22 centímetros, se podría estudiar. Pensé que, con  empeño y sin tragarme su leche, seguramente podría... La verdad es que, después de todo, algunas tías me habían hecho tragar la mía, besándome tras una felación. Y para ser más exactos, alguna vez tampoco era la mía. Sin embargo, lo de tomar por el culo, ya era otra cosa. Recordaba que dolía. Sobre todo, hasta que lo tenías definitivamente abierto, con el ano dilatado. Lo sabía por experiencia, porque en algunas “orgías locas” me había follado el culo de tías, tíos y de un par de transexuales. Pero también algunas veces  me habían sodomizado... Aunque de eso ya hacía bastante tiempo; o al menos, me parecía que hacía bastante tiempo.

En fin, eso de montarse un trío con Jessica y su marido tenía, como todo, pros y contras. El anuncio de un Jonás bisexual era realmente una contrariedad.  Pero nada que, con un cierta determinación, yo no pudiese resolver. Después de todo, me parecía un precio razonable  por tener acceso al coño de la calientapollas. Bien mirado, las cosas hasta tenían un morbo especialmente libidinoso. La verdad es que, en las orgías locas en que había participado, tampoco me había ido tan mal.  Además,  a lo mejor Jonas  sólo quería que su mujer disfrutase de dos pollas a la vez...  Finalmente, decidí que todo iba a depender de lo flexible y caliente que me encontrase yo en el momento de darles la respuesta definitiva.

Pues bien, la respuesta definitiva me la  pidieron a las cuatro de la tarde, en la cafetería. Jessica y su esposo, me esperaban. Naturalmente ya lo habrían hablado entre ellos, porque Jessica se había cambiado de ropa antes de venir. Verla con las tetas casi afuera del escote y con su apetitoso culo tan ceñido por un vestido rojo, me puso a cien y tuve una erección tan rápida como hacía mucho tiempo no me ocurría.

En cuanto a Jonás, no era el cachas que había imaginado, si no un tío normal como yo. Más o menos de mi edad, no parecía ser un tipo agresivo. Reconozco que eché una ojeada furtiva al bulto de sus pantalones y no me pareció excesivo. La verdad es que él también me miraba valorándome. Es posible que se hubiese  dado cuenta de mi erección, porque me pareció que sonreía comprensivo. Automáticamente me invadió una tranquilizadora sensación de empatía, que me pareció mutua.

Así que acepté formar parte del trío y pregunté cuándo lo íbamos a organizar.

-Son las cuatro de la tarde. Es temprano -señaló Jessica-. ¿Te va bien ahora mismo?

Con lo rijoso que estaba, me iba muy bien “ahora mismo”. O sea que telefoneé a casa para avisar que iba a llegar tarde y, sin más, nos fuimos hacia su apartamento.

Por el camino, en el coche, Jonás me confirmó que a ambos les gustaba follar sin distinción de géneros.

-Somos gente pervertida. Muy indecente -ironizó.

-Jessica ya me lo ha dejado muy claro.

-Mira, si en algún momento tienes algún problema, nos lo dices y aquí paz y después gloria.

-Si no hay violencia, no habrá ningún problema -establecí.

-No habrá violencia -sentencio Jessica.

Tenían un ático coquetón, con una decoración muy funcional, y una terraza que ahora  estaba soleada. Precisamente el dormitorio tenía un amplio ventanal que daba a esa terraza. Es decir, no íbamos a fornicar a media luz o en penumbra, sino en medio de una descarada claridad.-El sexo a plena luz nos pone cachondos a tope, a Jessica y mí -comentó Jonás- Contemplar con todo detalle culos, pollas, coños, follados, masturbados y comidos, nos excita un montón... ¿A tí, no?

Antes de desnudarnos, Jonás se empeñó en que teníamos que brindar con whisky.

-Por nuestra lujuria  -recitó histriónico. “Menuda chorrada”, pensé mientras me bebía  de un trago el dedo de whisky que me había servido. 

Y después, a toda prisa, no me preguntes cómo, nos quedamos en pelota viva, en un tiempo récord. 

Inevitablemente, de inmediato le eché una mirada lasciva a Jessica. Desde luego, tal como sospechábamos los de la cafetería, desnuda era una mujer impresionante. Guapa, atractiva, muy sensual, con una boca de labios mullidos y apetitosos, con una tetas firmes de pezones como frambuesas oscuras, con un trasero de nalgas densas y retozonas, con un coño depilado, exhibiendo una  raja abierta de labios mojados. Como era de esperar, con esta visión se me levantó enseguida la polla, encendida de golpe. 

Cuando pude apartar la vista de Jessica, descubrí que la verga de Jonás, a Dios gracias,  no tenía 22 centímetros. Más o menos era como la mía: empalmada, de unos 15 o 16 centímetros, aunque más delgada. 

De pronto, me invadió una furia libidinosa desconocida y la picha se me puso tan dura que casi me dolía. 

-¿Qué has puesto en whisky, cabrón? -pregunté a Jonás.

Por toda respuesta soltó una carcajada. 

-Ven aquí -oí que decía detrás de mí, mientras me agarraba por la cintura y se pegaba a mi espalda.

Más o menos, era lo esperado, después de lo pactado con  Jessica. Aunque no lo aguardaba tan pronto.  Así, los dos de pie, me sentí incomodo. Me molestaba el calor de su cuerpo y me agobiaba la `presión de su verga sobre mis nalgas. Pero el tío, sin soltarme, se apoderó de mi polla y se puso a masturbarme. Y, de golpe, todo cambio. Ni te imaginas con que arte me la pelaba. Enseguida, arrancó de mi polla un increíble placer progresivo que se iba apoderándose de todo mi cuerpo. Un placer que se ampliaba con los esporádicos pellizcos que me daba en los pezones. Es decir, me había hecho suyo en un momento. Ya no me importaba que, en compensación, refregase sin tregua su polla contra mi trasero. Fíjate tú que hasta comenzaba a parecerme algo agradable, casi entrañable.

-¿Qué has puesto en el whisky? -se ocurrió soltarle de nuevo

Desde luego, era una pregunta retórica que no respondió. Y siguió pegado a mí, pajeándome y acercándome sin pausa a un orgasmo que se me figuraba de lo más voluptuoso.

Jessica, sentada en el borde de la cama, apenas a un par de metros frente a mí, parecía disfrutar del espectáculo y se reía excitadísima.  

-Te gusta esta polla gorda, ¿eh, putarrona? -le espetó Jonás, sin dejar de meneármela-. Fíjate qué dura ¡Chúpala, guarra! ¡Mámala! -le ordenó.

Jessica, primero, se entretuvo en lamérmela; luego me la sorbió y la ensalivó; y, al fin, se puso a mamármela magistralmente. Tanto que comencé a perder el dominio sobre mis genitales. Sabía que aquello era el preludio del orgasmo.

-¡Para! ¡Para! ¡Paraaaa! -le grité a Jessica, mientras le arrebataba mi picha- No quiero correrme tan pronto...

-Vale, vale -admitió Jessica y, luego, dirigiéndose a su marido: -No te quejarás, cariño. Te he conseguido un bonito culo, mariconazo.

De pronto, me di cuenta que, mientras ella me la chupaba, Jonás me estaba magreando el trasero, con maniobras lascivas.

-Un gran culo -comentó él con un cierto tono retórico, mientras con cuidado me metía un dedo en el ano, para explorar.   

Debí poner cara de desconfianza, para que Jessica, de inmediato, intentase tranquilizarme.

-No  va hacerte daño, tío. ¿Verdad Jonás? Sabe muy bien como hacerlo sin que duela. ¿Verdad, cariño? 

-No te han follado mucho, ¿verdad, tío? -advirtió Jonas.

-Bueno, solo en alguna orgía loca -admití-.  Pero hace tanto que casi no me acuerdo.

-Vale. Mejor... Aunque si no quieres, no pasa nada... -esperó un instante por si yo abandonaba  y, al comprobar que no me arrepentía, continuó-. De lo contrario, nos tomamos otro whisky especial, le comes el coño a mi mujer y, entretanto, yo te voy preparando.

La verdad es que tenía tantas ganas de tirarme a su Jessica que, todo lo demás, me pareció superfluo e insignificante.

-De acuerdo, lo dejo en tus a manos -ironicé.

Así que volvimos a brindar con whisky los tres. Luego, Jessica se tumbó de espaldas en la cama, con las piernas bien separadas y el chocho bien abierto. Y yo, urgentemente, comencé a lamer los labios de ese coño depilado.

-Ya era hora -soltó Jessica -. Sí, sí... Así, así, tío

Le penetré el chocho con la lengua, tan adentro como pude, y la saqué empapada, con el sabor algo ácido y salado de su flujo vaginal. Me puse a chuparle lentamente el clítoris y aumentaron sus gemidos y derrame de jugos. Se agitaba, se estremecía, pero a veces se quedaba quieta, como obnubilada. Entonces, le atrapaba una teta y le retorcía suavemente el pezón y enseguida la sentía gozar intensamente.

-¡¡Así, así, hijo de puta! -me pedía a gritos.

Yo permanecía tendido a lo largo de la cama, desde el coño de Jessica, boca abajo y con el culo levantado en pompa. Mientras le daba gusto a su mujer, Jonás me trasteaba el trasero aplicadamente. Logró que me abriese de piernas al máximo y me estuvo lamiendo y ensalivando el ano, mientras yo hacía lo mismo con la vulva de su mujer. Luego, noté que me echaba abundante espray, fuera y dentro del ojete. A continuación, me separó las nalgas, despejando el canalillo,  y sentí como si tuviera el ano abierto, al descubierto. Me mantuvo así, varios segundos, y seguidamente me lo untó con  alguna crema. 

Entretanto, Jessica me había aprisionado la cabeza entre sus muslos y gritaba, o blasfemaba, o me insultaba, o me estimulaba, sumida en una especie de delirio pacífico.

-Tranquilo -me pidió Jonás, porque, por lo visto, para librarme del yugo de los muslos de Jessica, intenté enderezarme.

Así que me quedé quieto. Más bien, volví a la posición anterior, aprovechando que Jessica distendía los muslos y me pedía  reiteramente que le lamiese el clítoris. Y en esas estaba, cuando sentí que Jonás me penetraba el culo con los dedos. Debía haberme anestesiado el ano, porque no sabía si me había metido uno, dos o más dedos. Debían ser más, porque notaba que a veces abría poco a poco la mano para forzarme a mantener el ojete dilatado. La verdad es que no me dolía. Tenía el culo como aletargado. Apenas sentía ligeras molestias que yo atribuía a la falta de costumbre.

Jonás estuvo un par de minutos maniobrando con las manos en mi culo, supongo que hasta conseguir una dilatación anal estable. Me dio manotazos cariñosos en las nalgas. Y, otra vez, pegado a mi espalda, se apodero de mi polla para masturbarme. En tres o cuatro meneos, se me volvió a poner dura.

-Bueno, tío, tírate a mi mujer. ¿No la ves? Está a punto de caramelo -me dijo, mientras me empujaba hasta ponerme encima de Jessica, más o menos, en la postura del misionero-. ¿No la ves?... Tío, necesita un buen polvo... ¡Mira que chocho! ¡Vamos, vamos, fóllatela!

Lo cierto es que Jessica, no sé si a mí, estaba pidiendo un buen polvo. Tenía el coño, las ingles y los muslos chorreando saliva y fluidos vaginales. De esta manera, mi polla entró en su chocho como un brasa caliente en una barra de mantequilla.

-¡Oh, sí! -gritó-. ¡Fóllame! ¡Fóllame! ¡Fuerte! ¡Fuerte! ¡No pares! ¡No pares!

Pero paré de golpe, porque el cabrón de Jonás, aprovecho mi posición encima de su mujer para hundir su cipote en mi culo; eso sí, con habilidad y sin lastimarme, porque, no sé cómo, mi esfínter estaba bastante relajado. Lo acomodó profundamente y, a continuación, inició un “mete y saca”; al pricipio despacio y, poco a poco, aumentando el ritmo. De momento, no me hacía daño; sólo ligeras molestias. Quizá, por eso, y porque Jessica me gritaba furiosa (“¡Hijoputa! ¡No Pares! ¡No pares ahora! ¡Hijoputa!”), reanude mi jodienda.

La verdad es que me sentí muy extraño. Mi pija comenzaba a gozar dentro del chocho de la calientapollas. Aunque, algo de placer, se me escapaba cuando notaba mi ojete taladrado por Jonás. 

-¡Te jodo, tío...! ¡Te doy por el culo...! ¡Por el culo...! ¡Por el culo...! -iba soltando con cada embestida de su dura polla.

Poco a poco, mi culo se fue haciendo insensible a ciertas molestias difusas. Comencé a sentir una extraña sensación por todo mi cuerpo, principalmente centrada en los genitales. Noté como si el pene se me endureciese como un palo y se hiciese sensible a un placer incontrolado. Y aceleré mi fornicación.

Jonás, con su experiencia, debió reconocer estas circunstancias.

-¿Te gusta, tío? La próstata... -me espetó, mientras aumenta alegremente el ritmo de su enculada y sus jadeos -. ¡Aaah, qué bueno, qué bueno...! ¡Joder, tío, qué gustaaaazo...!

De inmediato, me sentí incontrolablemente excitado. Mi orgasmo, pues, era inminente e iba a ser imparable. Me sentía como si fuese a reventar de placer.

-¡Voy a correrme! -anuncié ruidosamente.

-¡No, no! ¡Espera, espérate! -casi me suplicó Jessica y empezó a masturbarse frenéticamente.  

Quise aguantarme. Hice un esfuerzo muscular para apretar los esfínteres. Fui capaz de costreñir ligeramente mi polla y comprobé que no tenía dominio sobre mi ano dormido. Me concentré en pensamientos desagradables, repulsivos, repugnantes. Pero sabía, por experiencia, que la batalla estaba perdida. Tenía los cojones muy tensos, llenos de leche. Una sensación de gozo carnal crecía por mi cuerpo y se agolpaba en mi pene, incitándome a eyacular.  

Ojalá Jessica estuviese más a punto de lo que parecía. Gemía, suspiraba y me insultaba continuadamente. Las contracciones de su coño eran cada vez más fuertes. Así que mi polla estaba siendo ordeñada enérgicamente, con lo que crecían mis ganas de eyacular y decrecía definitivamente mi voluntad.

A pesar de todos los esfuerzos, apenas resistí unos segundos. De golpe, dejé de dominar mi sistema nervioso. Me desplomé sobre Jessica paralizado por un placer insoportable. Y me corrí... Me corrri con la polla hundida en el coño de Jessica, eyaculando con sacudidas deliciosas.

-¡No, no... ! ¡No, ahora, no! ¡Hijoputa desgraciado! -se quejaba ella, mientras activaba su masturbación en busca del orgasmo.

Por su parte, Jonás intensificó su “mete y saca” sodomita.

. -¡Aaaah! ¡Qué gusto! ¡Por el culo...! ¡Por el culo...! ¡Mucho, mucho, muuuucho...! -iba  bramando, hasta que, de pronto, anunció gritando: -¡¡Que voy!! ¡¡Que voy!! -

Mientras yo acababa mi eyaculación, Jonás se corrió, con su polla convulsa soltando leche,  totalmente encajonada en mi culo:

-¡¡Qué riiiico, cabrón!! ¡¡¡Hostia, qué guuuustooooo...!!!! -aulló y, después de un par de estertores, se derrumbó sobre ni espalda.

Apenas, medio minuto más tarde, Jessica alcanzó su orgasmo. 

-¡¡Aaaaajjjj!! ¡¡Oooooiiiigg!! ¡¡Joooder...!! -exclamó, mientras su chocho se contraía,  exprimiendo  poderosamente mi picha que comenzaba a perder consistencia-. Hijoputa, podías haberme esperado -me riñó riendo.

-No sé cómo -comenté

Durante unos momentos, nos mantuvimos amontonados, quietos, sin aliento. metabolizando el placer alcanzado con el orgasmo. Hasta que Jonás se incorporó para sacarse la polla de mi culo.

-Tienes un puto culo fabuloso, tío -comentó, mientras me daba azotes agradecidos en el trasero-. Un señor culo de vicio.

Poco después,  Jessica, inesperadamente, me dio un buen morreo, antes de empujarme para que me quitase de encima suyo.

Me levanté. Jonás se sacaba el condón relleno de esperma. Tenía la polla embadurnada, igual que yo, con restos de semen.

-Venid, tíos -nos pidió Jessica, que estaba sentada, apoyada en la cabecera-. Vamos. 

Jonás se subió a la cama y se puso de pie frente a ella. Yo le imité.

-Sois unos tíos muy... pero que muy... sucios -dijo ella sonriendo-. Vamos, venid.

Nos cogió las pollas y, con una en cada mano, nos las fue lamiendo y chupando hasta dejarlas limpias de leche.

ANTES de irnos los tres a la ducha, vi la botella de whisky en una de las mesitas de noche y me serví uno.

-Te ha gustado el whisky, ¿eh, tío? -me soltó Jonas.

-Espero que algún día me digas lo que lleva.

-Te lo diré.

Nos metimos juntos en la ducha. Jessica, bajo el agua, mostraba un cuerpo soberbio, impresionante, voluptuosamente femenino. Era increíble que se hubiese fijado en mí para un trío. Confieso que, ahora que la contemplaba más objetivamente, me parecía lejos de mis posibilidades. Al menos, en circunstancias normales. 

La observé mientras se estuvo besando apasionadamente con su marido. Luego, se colocó entre los dos y nos pidió que le chupásemos las tetas. Y mientras, nos acarició las vergas con cierta picardía. 

-Me ha gustado follar contigo -me dijo-. Aunque yo ya lo sabía... -añadió como si  poseyera información privilegiada sobre mi prácticas sexuales.

-Sí, tio, sí... -corroboró  él-. ¿Qué tal estás ahora?

-Bien -dije, aunque sentía extrañas molestias en el bajo vientre.

-Podríamos montar otro número...  -propuso Jonás-. Tengo ganas de follar con mi mujer. ¿Verdad Jessica? Y tú, tío, tendrías varias posibilidades al mismo tiempo. Por ejemplo, vengarte de mi culo, o disfrutar del de Jessica, o dejarte mamar la polla hasta correrte... ¿Te seduce?

-Sí, bueno, mejor otro día 

Seguramente el agua había comenzado a anular los efectos de  la anestesia. Notaba muy dolorida la zona del perineo y me escocía el ano. Sin embargo, tenía la sensación de que el pene se me podía empinar de nuevo (“Tal vez por el whisky”) fácilmente.

-Otro día -ratifiqué.

-Vale. Sí, otro día...  Muy pronto -corroboró con cierto tono enigmático Jessica.

AL LLEGAR a casa, encontré a mi mujer muy tranquila y especialmente cariñosa. Tuvimos una cena muy entretenida, riendo y conversando relajadamente. Y, cuando nos sentamos en el sofá para tomar café, me pidió que no encendiese todavía la televisión.

-Quiero hablarte de una cosa -especificó

-¿De qué?

-Esta tarde he visto una película y me ha hecho pensar en cosas de cuando éramos novios.

-¿Ah, sí?

-Si no te enfadas, te lo cuento.

-¿Por qué me voy a enfadar?

Calló y bebió un sorbo de café, como para coger carrerilla.

-He pensado... Bueno... He pensado. ¿Te atreverías a hacer un intercambio de parejas? -me dejó helado de golpe-. Cuando novios, lo habíamos hablado alguna vez 

-Pero ahora llevamos quince años casados.

-Por eso mismo. Yo... Lo he pensado. Creo que podría; que no tendría celos... ni nada de nada... ¿Y tú?... De novios lo habíamos hablado...

Me levanté para servirme un vodka con hielo. Al caminar hacia el mueble-bar, sentí el culo muy dolorido y el ojete algo hinchado, como si tuviese almorranas. Disimulé, porque mi mujer me estaba mirando expectante, mientras se acababa el café poco a poco.

-¿Lo dices en serio? -mascullé.

Por la expresión de su cara comprendí que, en efecto, lo decía muy en serio. 

Durante unos segundos guardamos ambos un tenso silencio, mientras yo me escanciaba el vodka. Al terminar, aparentando tranquilidad, le pregunté: 

 -¿Y habías pensado en alguien en especial?

-En una amiga, muy amiga, de “facebook”...  y su marido... Verás, medio en broma, medio en serio, hace tiempo que ella y yo venimos chateando sobre el tema -me explicó, mientras manipulaba su móvil-. Mira, son estos.

Volví al sofá con el vodka en la mano y mi mujer me mostró la foto del teléfono. Eran Jessica y Jonás, en una playa nudista. De pronto, sentí como si todo se parase a mi alrededor.

-Se llaman Jessica y Jonás -me informó, sonriendo nerviosamente-. Son majos, ¿no?

Me dejé caer en el sofá y el dolor del ano se agudizó. A saber qué habrían tramado mi mujer y Jessica chateando. Bebí un buen trago de vodka y puse en marcha la televisión, con el mando a distancia.

-¿Qué te parecen?

-¿Sabes qué?, vamos a pensarlo -le dije, fingiendo absoluta serenidad-. Estoy cansado... Me voy a la cama... Buenas noches.

Al acostarme, mientras analizaba cómo tenía que tratar la situación, tuve la sensación de que la suerte estaba echada desde hacía tiempo. 

Y yo sin enterarme.

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