Nuevos relatos publicados: 16

Mamada entre machos

  • 8
  • 15.427
  • 7,50 (4 Val.)
  • 0

Hola, soy Alberto, tengo treinta y algún años, vivo en Madrid y me acaban de hacer una mamada monumental, pero dejen que se lo explique desde el inicio, no sea la cosa que se pierdan los detalles y no valoren la historia en toda su magnitud.

Verán ustedes, por razones ya explicadas en anteriores relatos, mi adolescencia y mi juventud, sexualmente hablando, se esfumaron tras mi militancia en una orden religiosa que mantenía el principio de la abstinencia sexual como una extraña forma de alcanzar la excelencia, claro que tras muchos años lo único que alcancé fue una especie de represión sexual que me estaba volviendo loco, de modo que tras mandarlos al diablo me propuse recuperar el tiempo perdido, y en esas estamos, y con esos precedentes deben interpretar esta extraña experiencia sexual llevada a cabo entre machos, algo que desde hacía tiempo venía acariciando y por fin la acabo de llevar a la práctica.

En mis muchos años de militancia en esa orden religiosa, siempre se había dejado traslucir por sus miembros que el sexo entre hombres es comprensible, porque la carne es débil y hay que atender las necesidades del cuerpo, en cambio el sexo con una mujer es sucumbir a la tentación del diablo. Menudos hijos de puta, la orden estaba llena de maricones aprovechados que se camuflaban como fervientes seguidores, para, en cuanto se les presentaba la ocasión y el candidato propicio, hacerles una mamada o incitarles a que se los follaran según fuese su inclinación.

Pero el caso es que tanto manosear el tema que me llegue a interesar por averiguar por mis propios medios qué tan satisfactorias eran las relaciones entre machos, eso, claro esta, después de mis innumerables experiencias llevadas a cabo entre diferentes miembros de la orden y en especial, un alto y sobradamente reconocido ejecutivo de la empresa española, que a nada que me descuidara, siempre encontraba la oportunidad de cogerse a mi polla y enterrarla entre sus generosas y hambrientas nalgas.

Y decidido como estaba a recuperar el tiempo "no vivido", cierto día me deje caer por uno de esos locales de ambiente de la movida madrileña que se anuncia como poseedor de uno de los mejores cuartos oscuros de la ciudad. Nada más entrar al local a una de las mejores horas del día, es decir, a medianoche de un fin de semana, el trasiego de clientes que dirigían sus pasos hacía una esquina apartada del local eran más que evidentes, de modo que, después de hacer el paripe un rato en la barra y después de intercambiar insulsas palabras entre algún cliente curioson, encaminé mis pasos hacía "la tierra del paraíso", perdón, hacía lo que parecía la entrada al cuarto oscuro del local.

En efecto, nada más traspasar unos vetustos cortinajes que dejaban bien a la vista un ancho y poco iluminado pasillo, me encontré con una puerta con un cartel más que insinuante: "sólo machos" y allí me colé, dispuesto a catar las delicias que allí, en la más profunda oscuridad, se ocultaban. La entrada al cuarto oscuro era auténticamente oscura, uno podía dar rienda suelta a sus más íntimas y ocultas pasiones, porque el anonimato estaba más que garantizado, aquí nadie sabía quién era quién, ni su estatus social, ni su estado civil, ni su edad, ni siquiera sus hermosas o ajadas facciones, aquí lo único que importa, y de eso te das cuenta nada más traspasar la puerta de acceso, son las medidas de tu polla, porque te aseguro que te la van a sobar de principio a fin.

Nada más penetrar en el interior del cuarto oscuro, surgen los primeros tocones y las primeras insinuaciones: "Quieres que te la chupe", o su más próxima variante "me la quieres chupar", aunque uno estaba decidido a vivir en plenitud esa noche oscura y no caer en las primeras tentaciones, claro que de inmediato te encuentras con otras algo más sugerentes: "Me la quieres meter" o también su más próxima variante "quieres que te la meta".

Y así, entre oferta y oferta, fui ganando el interior del cuarto oscuro y ya, en sus confines, uno empieza a participar y a tocar la mercancía que se oferta por cada rincón del cuarto: Chico es sobado por chico, chico es sobado por chicos, chicos son sobados por chicos, y todas las más variantes que uno se pueda imaginar: pajas a dúo dedo, pajas a tuta mano y pajas a capullini, mamadas al estilo sorbete, mamadas a todo capullo, mamadas a boca entera y mamadas a garganta profunda, y claro no podía desmerecer las tomas por culo. Aquí el recital es para matricula de honor, aquí te la meten con preservativos, pero se prodigan más las metidas al natural, sin aderezar, sólo bien regadas con cremas suavizantes.

Los hay que se esmeran e intentan metértela parsimoniosamente, con delicadeza, para disfrutar de la metida, para que dure toda la noche, pero también se prodigan los que te la meten sin contemplaciones, a lo macho, hasta la culata, sin remilgos pero con un sugerente recital para deleitarte los oídos, pura inspiración, poesía en la oscuridad, algo así como: "trágatela toda maricona", "te voy a encharcar el culo de leche","te la voy a estar metiendo toda la noche" y a fe que lo consiguen, porque al cuarto no paran de entrar voluntarios y apenas notas que salga nadie, se ve que aquí el que coge ya no suelta.

Y puestos a coger, pues terminé en un rincón agarrado a una buena polla que andaba perdida por el cuarto, de modo que ya en mi mano la acaricié, me bajé hasta su altura, la metí en mi boca y la saboreé bien saboreada. Quise prolongar la incipiente mamada, pero pronto me di cuenta que al propietario de mi polla se lo estaban trajinando para metérsela por el culo. El tío se aprestó para lo que se le venía encima y se agachó ligeramente para favorecer la metida de polla en su más que lubricado culo, de modo que no me quedó otra alternativa que sujetar bien su polla entre mis manos y esperar la embestida.

El hombre parecía un caballero maduro, un tanto entrado en carnes y en años, pero se portaba como un chavalote, se abrazó como pudo a mi, yo como pude le resguardé su polla entre mis manos y enseguida empecé a sentir las primeras embestidas. Al tío se la estaban metiendo con decisión y con precisión. El de atrás apretaba, el enculado aguantaba y recibía y yo no me perdía ni una sola de las embestidas sobre mi cuerpo. Sentía como se la metían y sentía sobre todo como la recibía. Pronto las embestidas se fueron haciendo rítmicas y potentes y pronto empecé a percibir como el enculado disfrutaba como un poseso, porque a la vez yo le estrujaba su polla entre mis manos y los jadeos se fueron prodigando por todos los participantes, el que daba gemía, el que recibía soplaba y yo, que los sujetaba a los dos, les animaba a que prosiguieran sin desfallecer.

No tardé en percibir que el enculado se me estaba corriendo entre las manos, palpé como pude sus agitadas nalgas y la carne de gallina delataba lo inminente de la corrida, de modo que sin poder hacer más en su favor, las manos se me llenaros de leche y el enculador suavemente retiro su polla de aquel culo, pero no crean que la cosa terminó ahí, de hecho yo les diría que justamente ahí empezó mi sesión.

El enculado desapareció de escena casi sin darnos cuenta, pero enseguida pude apreciar que algo nuevo estaba a punto de empezar, porque alguien se apresuró en sacarme mi polla del pantalón y noté que a nuestro alrededor había un auténtico gentío, porque mi polla empezaba a transitar de boca en boca. No podría precisar a ciencia cierta cuantos tíos me chuparon mi polla, pero no me equivocaría demasiado si les digo que no menos de una docena de lenguas saborearon mi empalmadísima polla.

Aquello era como un torbellino. Mi polla estaba de boca en boca, pero no crean que la cosa estaba descontrolada, porque desde el principio noté claramente que el enculador, sí, el que se la había metido al caballero maduro, controlaba en todo momento mi polla y era él quien dejaba a los participantes en el festín que probaran mi polla, pero de soltarla, de dejársela al gentío, nada de nada, él se la metía a los participantes en la boca y enseguida se la sacaba, hasta que pronto se la enfundó en su boca y mi polla desapareció en una profunda y calida oquedad.

Yo no sé hasta donde se la metió, pero les aseguro que mis 23 centímetros de largo de polla y mis 10 centímetros de grosor estaban al completo dentro de su boca. Yo recordaba las embestidas que hacía un momento había endilgado al enculado y les aseguro que me desquité a gusto. Se la metí hasta la garganta, con rabia, con furor, sin contemplaciones y sin contemplaciones me corrí en su boca. Aquello no era una corrida, aquello era un vendaval, la leche se le salía por los labios, pero no se la saqué tan pronto, esperé pacientemente a que mi polla diese el último latido y que expulsara la última gota de semen sobre su boca, después le descabalgué y me la enfundé a la vez que hice intención de abandonar el lugar.

El hombre aún tuvo aliento para acercárseme al oído y musitarme un número de teléfono, el 626.8…bueno, mejor me escriben y con mucho gusto se lo haré llegar. Les aseguro que si quieren recibir, si quieren que se la metan, si quieren que cabalguen sobre su culo no saldrán defraudados, pero si lo que quieren es que les hagan una mamada, eso amigos, eso es rozar la perfección, puro manjar, capricho de los Dioses del Olimpo. Hasta la próxima.

(7,50)