Nuevos relatos publicados: 7

Pendoneando en Cuba

  • 16
  • 16.689
  • 9,58 (50 Val.)
  • 1

Para las vacaciones planificamos junto a una amiga, darnos unas ricas vacaciones viajando a Cuba. Sabíamos que ese país presentaba situaciones inmejorables tanto turísticas como económicas, para pasarla "a todo trapo", ya que algunas buenas amigas mías me habían contado los placeres que se habían dado en la isla, donde todo parece funcionar en torno a la sensualidad.

En ese momento tenia 34 años, mis cabellos eran cortos, mis pechos aunque pequeños son atractivos y mi trasero se mantiene aún duro, empinado y atrayente.

Sinceramente no hice mas que bajar en el aeropuerto y mi concha comenzó a vibrar, es que todo en ese lugar llama al sexo. Desde la primera noche que llegamos, ambas comenzamos a darle gusto a nuestro libido, ya que esa misma noche me entregue por entera aun brioso italiano que me la metió hasta por las orejas. A mi amiga no le fue mejor, "o peor", ya que el español que se la zumbo la dejo con una sonrisa que no se le borro en todo el día.

A la noche siguiente volví a disfrutar de las técnicas sexuales de ese maravilloso italiano cuarentón, pero que tenia la energía de un adolescente. Lamentablemente al otro día muy temprano en la mañana tuvimos que despedirnos porque él regresaba a su país.

Para fortuna de mi amiga, su español aún permanecería en la isla durante otros dos días, por supuesto que esos días se lo pasaron encerrados en la habitación "dándole como caja al asunto". Pero yo en la tercera noche me encontraba sola, triste y abandonada, y mientras cenaba recordaba a mi maravilloso amante europeo.

Esa noche fui hasta la playa del hotel, donde se celebraba una fiesta nocturna al aire libre. Ahí pude comprobar en vivo y en directo, lo atractivos y sensuales que son los cubanos, sus cuerpos en movimientos cadenciosos y brillantes por el sudor, eran una verdadera invitación al placer.

Habían muchos tipos varios de ellos muy atractivos, pero mis ojos se fijaron especialmente en negro de rasgos tipo mulato, que lo hacían lucir especialmente sensual. Además y para ser sincera, el volumen que guardaba en su entrepierna, era notoriamente impresionante.

Como todas las mujeres, yo había fantaseado hasta el cansancio con tener sexo con un negro, ya que todo el mundo hablaba de lo bien dotado que son los hombres de esa raza, era una de las fantasias más recurrentes mientras planificaba el viaje. A mí me fascina chupar y lamer hasta el cansancio un rico miembro, sobre todo si es enorme, grueso y cabezudo. Los hombres dotados de penes grandes, me fascinan, sobre todo me encantan los muy miembros muy gruesos. Aunque estoy convencida que el tamaño solo esta relacionado con el morbo y no con el placer. La verdad que ambas cosas juntas son dinamita para mí.

Le hice sentir mi agrado por él, con provocativos gestos y miradas sensuales. No paso mucho tiempo hasta que él estuvo sentado a mi lado. Como todos los cubanos, Pepe era muy alegre, divertido y liberal, pero por sobre todo muy sensual. Después de conversar y coquetear largo rato, fue él el que rompió el hielo diciéndome francamente:

-¡Mira cariño, por un regalo o una atención, puedo hacerte todo lo que quieras!

La frase fue mágica, mi cabeza se lleno de fantasías. No podía apartar de mí, la idea de tener esa noche un esclavo sexual y para colmo era un "negro", tal como deben ser los esclavos.

Siguiendo el hilo de mis fantasías le respondí:

-¿Y de que tipo de regalo, estamos hablando?

En sonrío y muy suelto me contesto:

-¡Mira chica, con US$20, yo mismo me compro el regalo que necesito!

No lo podía creer, por apenas US$20, podía hacer realidad, todas mis fantasías con un recio macho negro. Intentando controlar mi lujuriosa sonrisa, le dije:

-¡Bueno, acompáñame a mi habitación a buscar tu regalo!

El me explico, que no podía subir junto conmigo, pero que si le daba el N° de mi habitación, él muy pronto se reuniría conmigo.

Apenas entre a mi habitación, mi entrepierna se encontraba tan excitada, que mis bragas recogieron todas las húmedas pruebas de mi calentura. Decidí darme una ducha y prepararme para recibir a "mi negro".

No había alcanzado a vestirme, cuando sentí que llamaban a la puerta. Apenas abrí lo encontré ahí frente a mí. Me quedo mirando y me dijo:

-¡Por lo que veo chica, ya adelantaste trabajo!

Avanzo hacia mí, cerrando la puerta de la habitación y me abrazo besándome en los labios. Comenzamos a darnos una rica agarrada, me tenia atrapada entre sus brazos, mientras con sus manos recorría mis intimidades lascivamente.

Todo comenzó a hacerse muy vertiginoso, en medio de los besos y caricias él se fue desprendiendo rápidamente de sus ropas. Me hallaba de pie, desnuda, frente a mi se encontraba el hermoso cuerpo casi desnudo de ese hermoso hombre negro. Su miembro estaba absolutamente erecto, apuntando amenazante hacia mí, me impresiono su tamaño y grosor, pero por sobre todo me excitaba el color de su verga, el tronco era muy negro y la cabezota relucía en un intenso color púrpura. Era el primer

pene de un negro, que yo veía en vivo y en directo, y sin duda tanto su tamaño como su forma y color me excitaba.

El se agarro el miembro con una mano y comenzó a refregársela, eso fue demasiado para mí y me acerque inclinándome hacia su miembro, lo tenia muy grueso y largo. Y un extraño olor a macho emanaba de el. Se la aferré con mi mano y sentí su calor y textura, fue tan divina la sensación que me pareció casi como si por primera vez en mi vida agarraba un pene masculino.

Me arrodille ante él y me la metí en la boca. Increíblemente su aparato reacciono, creciendo aún más entre mis labios y comencé a sofocarme en mi intento de absórbela lo máximo posible. Súbitamente fui atraída hacia esa estaca de ébano, obligándome a tragármela, casi hasta embutirla en mi garganta, Me la saque de la boca, bastante molesta y le dije:

-¡Tranquilo tesoro, tienes que hacerlo a mi manera!

Yo pensaba que por el hecho de pagarle, era yo quien debía manejar la situación, pero me equivoque rotundamente, ya que en ese mismo instante él me agarro de los brazos levantándome casi en vilo y me dijo:

-¡Mira putita blanca, yo sé lo que les gusta a las perras como tu!

Acto seguido me lanzo sobre la cama y se me echo encima, al instante me sentí ensartada por ese poderoso miembro, sin darme tiempo casi ni a respirar, me la metió entera de un solo envión, machacándome el útero. Su reacción animal me sorprendió, pero a la vez me calentó al máximo, era casi como una violación, fantasía largamente añorada por mí, a pesar que yo misma había contratado sus servicios.

El seguía enterrándome su oscuro falo sin cesar, totalmente ajeno a mis sensaciones, mientras me decía:

-¡Te gusta blanquita, lo que te hace sentir mi verga!

-¡Seguro que nunca habías sentido algo tan rico en tu concha de puta!

La verdad no sé si era su inmenso miembro el que me hacia gozar tanto, o era la manera como él me trataba, de verdad es que yo en ese instante era su puta. El me cabalgaba con briosas embestidas, metiendo su miembro gasta el fondo, para luego retirarlo casi hasta sacármelo de la concha, para volver a embutírmelo hasta los huevos. Mi única reacción fue cooperar enlazando mis piernas a su cintura estrecha, firme y musculosa.

Cuando ya me preparaba para soltarle mis jugos en una exquisita corrida, él de pronto interrumpió la cacha, desenvainándome el negro y brillante miembro. Me agarro con sus manos y me giro en la cama, acomodándome a lo perrito. El negrazo con su mano guío el terrible falo a mi dilatada concha y me la enterró de un fuerte empeñon. Mis rodillas flaquearon y comenzaron a ceder a cada embestida, pero el negro no cesaba en sus profundas penetradas. Hacia mucho tiempo que una pichula no me hacia sentir lo que en ese momento estaba sintiendo, mientras él me desfondaba, entrando y saliendo en rápido y sostenido vaivén dentro de mi concha con increíble dureza y potencia.

Gocé con ese inmenso miembro hasta que sin poder soportar más el exquisito martirio comencé a correme como una loca, en medio de histéricos gritos y jadeos. En ese momento y para mi sorpresa, el negro me saco su verga de la concha y tomándome de los cabellos condujo mi boca hacia su oscuro aparato, casi al instante comenzó a explotar en sucesivas descargas sobre mi rostro, intentando apuntar los sucesivos chorros de moco a mi garganta.

Mi boca, lengua, garganta y todo mi rostro fueron recibiendo uno a uno los potentes chorros de su blanquecino semen, que saltaban sin cesar sobre mí. En un acto de suprema lujuria le agarre el miembro con mi mano y mientras se lo refregaba, me metí todo el glande entre los labios u chupe de manera frenética, igual que una tragona enamorada de aquel inmenso y azabache miembro. Y ya no me detuve hasta que por mi garganta corrían sin cesar los flujos de sus oscuros testículos.

Cuando el negro ceso de eyacular, con mis manos comencé a esparcir por mi cara, mis tetas, mis brazos todo el abundante moco que encontraba sobre mí, quede totalmente encremada con su esperma. El me miraba con una expresión da lascivia incontenible, mientras me decía:

-¡Yo sabia que eras muy puta!

-¡Y te voy a dar lo que mereces perra!

Recién en ese momento caí en cuenta que a pesar de la terrible chorreada que me había pegado, su miembro seguía totalmente enhiesto. Sobre la púrpura cabezota y el negro tronco de su verga, aún chorreaban restos de esperma mezclados con mi saliva, pero lo que más me sorprendió fue la mirada lujuriosa que sus profundos ojos de daban.

Acerco su rostro al mío y su lengua intruseo mi boca, recogiendo los restos de moco que aún existían allí, enseguida comenzó a chupar mis tetas, humedeciendo mis pezones y liberando un consistente olor a semen. La visión de su oscuro rostro, contrastando con la blancura de mis senos me provoco una irrefrenable y morbosa excitación. Mis pezones al contacto con sus gruesos labios, adquirieron una gran elevación y dureza; a la vez el negro manoseaba con sus dedos mis entradas sexuales, enbadurnardolos con mis espesos y abundantes jugos vaginales.

Entreabrí mis piernas, para permitirle que sus dedos me intrusearan aún más profundamente, él no tuvo reparos en avanzar y en un instante me tenia clavados dos de sus gruesos y negros dedos en la concha, en tanto por el culo me penetraba con un dedo de su otra mano, refregándomelos deliciosamente. En ese momento yo tenia verdaderamente encharcada mi golosa concha.

Aquel hirviente juego se prolongo por espacio de largos minutos. Cuando a él le pareció que ya me había intruseado lo suficiente mis entradas, se acomodo arrodillado entre mis muslos y comenzó a refregarme la dura protuberancia de su glande, justo a la entrada de mi vulva, me froto deliciosamente mi gruta, mientras por momentos daba algunos pequeños enviones había adelante insertando toda la cabezota de su aparato en mi concha, enseguida me lo extraía y lo cargaba sobre mi clítoris con movimientos del coito.

Aquello le dio el resultado que deseaba haciéndome aullar de placer, en ese instante dirigió su potente verga hacia direcciones más recónditas, colocándomelo justo sobre mi ano que palpitaba bajo mi chorreante vulva. Era obvio lo que él deseaba hacer, y ¿Quien era yo para impedírselo?.

El tomó mis piernas y las acomodo sobre sus firmes y fuertes hombros, dejando mi culo totalmente expuesto y en posición. Acomodo con la mano el brillante glande, justo sobre mi arrugado agujero y comenzó a golpetearlo en un rítmico y lascivo movimiento.

En mi cabeza fluían ardientes y desafiantes pensamientos, "dale no más que te lo voy a aguantar entero por el culo". Sin despreocuparse de sus preparativos, me miro y me dijo:

-¡Te la voy a clavar hasta llenarte el estomago!

-¡Te voy a pegar la follada, que andas buscando desde que te parieron!

Espere aguantando mis temores. Algo me decía que solo debía dejarlo hacer sin resistirme a lo inevitable. Me agarro por la cintura, y encajo su bestial miembro justo en mi abertura anal. Yo solo estaba a la expectativa. Sentirlo en mi portón anal empujando con fuerza, me causo una serie de escalofríos. Cerré los ojos y espere el ataque decisivo, intentando prepararme para resistir aquellas terribles embestidas, que buscaban encajar el oscuro glande en mi ojete anal.

Entonces dirigió su ataque ajusto al medio de mi trasero. Empezó poco a poco a introducirme el aparato entre mis nalgas, mientras sonreía con una lujuriosa expresión en su rostro. Finalmente separo mis nalgas con sus manos y me penetro el culo por completo con aquel terrible aparato, con vehemencia introdujo la totalidad de su estaca entre los pliegues de mi orificio trasero.

Comenzó a darse el gusto, empujando decididamente y proporcionándome una entrada a fondo. Solté un irreprimible quejido y mis nalgas se tensaron en un vano intento por ofrecer resistencia al voluminoso invasor, pero lo único que logre al apretar mis glúteos, fue aumentar el placer que él sintió, pues la sodomitica unión se hizo aun más estrecha. El desgraciado totalmente ajeno al dolor que me pudiera provocar sus clavadas comenzó a bombear en mi culo, intentando profundizar en mi recto en cada embestida.

El negro se sentía feliz y lo reflejaba en su rostro, era obvio que estaba gozando a mares mientras su terrible aparato incursionaba en las profundidades de mi trasero. Mientras él intentaba profundizar en mi recto, me decía:

-¡Tengo que reconocer que tienes un culito delicioso!

-¡Me quema la verga y me la estruja!

-¡Tienes las carnes deliciosas y tu culito se ajusta a mi verga como un guante!

El temible aparato siguió taladrandome el culo, entrando un poco más cada vez y deslizándose en mi estrecha cueva, que cedía al paso de tan impetuoso visitante. Pasada la primera impresión, comencé a cooperar moviendo lo que podía mis caderas, mientras él seguía embistiendo con fuerza, mientras me decía:

-¡Eso es putita blanca, muéveme el culo para que te folle como se debe!

-¡Te lo voy a enterrar hasta sacártelo por la garganta!

No puedo explicar como, pero la verdad es que de pronto comencé a estremecerme en un infinito orgasmo. Me tensé de una manera incontrolable, intente olvidar las molestias que aún quemaban mi ano y me consumí en un terrible clímax. Mi cuerpo se curvo hacia el negro permitiendo que su estaca profundizara aún más en mi recto, en un gesto que parecía que deseaba fundirme con él.

Cuando él percibió que yo me estaba corriendo, me siguió embistiendo el culo mientras comentaba:

-¡Te estas meando de gustito putita rica!

-¡Ah, como me la aprietas!

-¡Eres una puta muy folladora!

Sus penetraciones se hicieron más lentas pero mucho más profundas, cargando hasta el fondo; el negro sudaba a raudales, goteaba como una regadera bañando mis tetas y mi pelvis con su transpiración. Era un polvo realmente salvaje, animal, en donde yo lo único que tenia que hacer era soportar sus apasionadas arremetidas, que golpeaban con fuerza mis nalgas, haciendo estremecer mis intestinos.

Desde mi posición podía apreciar, como me lo metía dejando apenas sus huevos afuera, me costaba aceptar que ese tremendo aparato sexual se pudiera enterrar en toda su extensión en mi agujero trasero, pero la realidad de lo que veía, era que eso era cierto.

A esas alturas el culo me ardía terriblemente, pero a la vez me sentía como hechizada por la lujuria de ese macho de ébano que me estaba dando con toda su pasión. Todo mi pelo pubico se hallaba mojado de caldos eróticos, y mi abertura vaginal rezumaba de manera increíble, haciendo deslizar por entre mis inflamados labios vaginales un constante hilillo de jugos.

Sus vaivenes anales eran cada vez más contundentes, en tanto sus manos se aferraban a mis esponjosas tetas, arremetiendo sin cesar en mi culo. En los pocos segundos y aunque parezca increíble, mi lujuria se apodero de mí, mientras sentía un masoquista placer, muy pronto otra vez mi clímax me consumió y me corrí febrilmente en un segundo orgasmo, que me hizo gritar, gemir, putear y revolcarme totalmente fuera de si.

Justo en ese momento, sentí que el negro empujaba todo su terrible miembro en mi culo y lo revolcaba en mis entrañas, mientras comenzaba a correrse. Pude sentir nítidamente como mis intestinos recibían sucesivas erupciones de semen, que me inundaban entera por dentro.

Se refregó dentro de mi ano, hasta que vació todo el espeso contenido de sus testículos, hasta la ultima gota, solo entonces, me lo saco del culo. Con aire satisfecho me quedo mirando y me dijo:

-¡Estas muy deliciosa chica!

-¡Me encantaría quedarme para gozarte otro poco, pero lamentablemente no puedo!

Se dirigió al baño y mientras yo intentaba recuperarme, todavía tirada sobre la cama, sentí como el se duchaba. En seguida salió radiante del baño comenzó a vestirse y mientras conversaba animadamente, de pronto me dijo:

-¡Tienes a la mano mi regalo!

De verdad que me sentí mal, pero no me quedo más alternativa que ir a buscar mi cartera y sacar los US$20, acordados, se los entregue y él mientras los recibía me dio unos cuantos manoseos a las nalgas y me dijo:

-¡Cuándo quieras más candela ya sabes donde encontrarme!

Me beso otro par de veces y salió tan alegre como había llegado.

 

Jacqueline - Chile

(9,58)