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Juegos maternales

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Me llamo Luís, tengo 20 años, de estatura normal, delgado, moreno y pelo corto, de carácter algo retraído y aspecto de estudiante sumamente “aplicado” a causa de las gafas que me han acompañado durante años. Soy hijo único, y resido en el domicilio familiar con mi madre.

Rosa, o Rosi, como es conocida habitualmente mi madre, separada desde 5 años atrás, se trata de una señora de 48 años, morena, media melena, pechos voluminosos y caderas algo anchas, de rostro dulce y risueño, su carácter siempre fue de lo mas cariñoso conmigo, atosigándome con toda clase de cuidados y atenciones.

A mi edad,  a causa de mi carácter retraído, mis relaciones con el genero femenino, mas que escasas, podrían definirse como nulas. No obstante, como podréis imaginar, las hormonas juveniles provocaban en mi cuerpo un deseo y excitación enormes e imposibles de apaciguar, sin que ni siquiera la masturbación, pudiera aplacar aquellas ansias de sexo.

Mis “referencias” mas cercanas, habían sido las amigas de mi madre que la visitaban frecuentemente, haciéndolas “victimas” de mis fantasías mas obscenas.

  Aquello se me quedó “corto”, y para mi vergüenza o desconcierto, comencé a ver a mi propia madre de forma “diferente”.

No cabía duda de que sus voluminosos pechos se mostraban mucho mas firmes que los de sus amigas, o que su culo, mas que grueso, le daba una apariencia sumamente femenina y atractiva, resultándome esta “atracción” sumamente embarazosa, chocando frontalmente con mi incondicional amor filial por la misma.

Poco a poco derribé aquel muro de vergüenza provocado por el tabú incestuoso, y me auto disculpé diciéndome que solo se trataba de fantasías que difícilmente podían hacer daño alguno, y mucho menos al tratarse obviamente de algo secreto e intimo, por lo que mi madre jamás podría enterarse u ofenderse.

Así llegue a perder cualquier tipo de reparo en imaginarme a mi madre en todo tipo de situaciones eróticas y a masturbarme fantaseando con ella.

Aquel morbo fue creciendo, y aunque con la mayor cautela por mi parte, llegué a hacerme el “encontradizo”, aprovechando cualquier excusa para intentar sorprenderla mientras se cambiaba de ropa, y verla en ropa interior.

Por supuesto, por prudencia, evitaba hacerlo demasiado constante o descarado, pero aun así, pude conocer la preferencia de mi madre por la lencería blanca y sumamente ajustada a su cuerpo.

Si sus pechos se mostraban voluminosos vestida, en ropa interior se realzaban mucho más,  y las braguitas se ajustaban a sus caderas de una forma enormemente excitante, debiendo hacer verdaderos esfuerzos para que mi mirada no se “clavara” demasiado evidentemente en el abultamiento que insinuaba su sexo bajo las  braguitas, o en aquellos pechos que parecían desafiar la gravedad.

  Alguna vez, llegué a creer que mi madre me había sorprendido mirándola demasiado “atento” tratándome de su hijo, y que en su rostro se dibujaba una sonrisa “cómplice” o de “halago”, totalmente contraria a su expresión de desaprobación, la pocas veces que me había sorprendido embobado con la mirada en el escote de alguna amiga suya demasiado atrevida, pero lo achacaba a mi propia imaginación calenturienta.

Todo cambió cuando asistí al cumpleaños de un amigo y regresé a casa con alguna cerveza de mas.

A pesar que mi ingesta de alcohol tampoco había sido nada excesiva, mi madre lo notó nada mas oler mi aliento, y mostró su absoluta oposición a que volviera a salir de casa, cuando recibí la llamada telefónica de mis amigos, para ir a “tomar unas cervecillas” ya que habían decidido proseguir la fiesta.

―He dicho que no sales otra vez, Luís, ya te has divertido bastante.

―Pero mamá, si todavía es temprano….

―Cuando digo que no, es que no.

―Pero mamá…..

Esta “conversación” prosiguió durante minutos, en la que ambos demostramos cuan cabezones podíamos llegar a ser.

Mi madre, viendo que no atendía a razones, cerró la puerta con llave, y al mismo tiempo que exteriorizaba una enorme sonrisa en los labios y expresión pícara se la “escondió” bajo su vestido, aparentemente en el sujetador.

―Si tienes “pelotas” me la quitas, hijo mío.

―Mamá, no seas tonta que te la quito, dámela.

―Ja, ja, ja, yo no pienso dártela, así que ya sabes, aquí te quedas.

   La sonrisa de mi madre, junto con el ambiente desinhibido en el que nos encontrábamos “discutiendo”, y por que no decirlo, el “impulso” de las cervezas de mas, me hicieron perder los “reparos”, y fingí ir a por ella para “quitárselas” estuvieran donde estuvieran.

Mi madre siguió con el “juego”, y fingiendo huir aterrorizada, corrió por el salón intentando escapar de mi.

Entre carcajadas de ambos, la alcancé antes de llegar al pasillo, haciendo como si la registrara en busca de las llaves, sin atreverme a tocar en las zonas intimas.

―Ja, ja, ja, ahí no están, tonto.

―Ya veras como las encuentro, mamá.

Me sorprendí por mi atrevimiento, cuando mis manos se posaron sobre sus pechos,  y más cuando esto provocó las carcajadas de mi madre.

Sin llegar a pensar en ningún momento en el tabú de estar haciendo algo “malo”, poco a poco mis “tocamientos” se fueron haciendo mas intensos, sobando sus pechos de  forma tan descarada como para proseguir las caricias “sin encontrar” las llaves.

  Mi cuerpo respondía de forma automática, sin que mi mente, que empezaba a avisarme de que me estaba “delatando” en exceso, pudiera hacer nada por evitarlo.

―Mamá, no las encuentro, ¿no las habrás escondido aquí?.

Manteniendo la hilaridad, le levanté el vestido y le posé la mano sobre sus suaves bragitas.

―Ja, ja, ja, ¡no hijo mío!, ¡ahí no están!, ja, ja,ja.

Mi excitación al sentir el calor procedente del coño de mi madre, fue de tal calibre como para asustarme, y decidí terminar “el juego”, temeroso de que mi madre terminara enojándose ante mi excesivo atrevimiento, y me las ingenié para quitarle las llaves del sujetador, no sin dejar de aprovechar para sobar sus pechos nuevamente.

―Ja, ja, ja, ¡por fin las has encontrado!

―Es que las habias escondido muy bien, mamá, ja, ja, ja.

 La excitación que ponía de manifiesto mi miembro erecto era tan brutal, como para perder cualquier interés en hacer uso de las llaves e irme con los amigos, pero el miedo a reconocer abiertamente a mi madre aquellos deseos inconfesables, me paralizaban por completo.

No obstante, noté que también mi madre comenzaba a titubear, reflejando su rostro cierta perturbación por lo sucedido.

―Entonces……. ahora que tienes las llaves…. ¿te vas a ir?.... con lo bien que lo hemos pasado, ¡hace años que no me reía tanto¡.

―Ja, ja, ja, no puedes ni imaginarlo mamá, me lo he pasado genial contigo, si quisieras………. seguir “jugando”…….. me olvidaba de los amigos……

No podía creer haber sido capaz de decirle aquello a mi madre y me puse colorado instantáneamente.

―Ja, ja, ja, ¡me parece que eres un aprovechado, hijo mio!, ¡menos mal que soy tu madre!, si llego a ser otra a saber como hubierais terminado.

―¿Otra?, te prefiero a ti mamá, contigo me siento muy “unido”

―¿Unido”, ¡pero has visto como vas!, yo mas bien diría otra cosa, ja, ja, ja. (Dijo señalando la evidente erección que abultaba mi pantalón).

―Ha sido….. un acto “reflejo”…… no quería….. (Dije terriblemente avergonzado).

―Ja, ja, ja, no te preocupes hijo mío, estamos en familia, siempre que me “respetes”  como madre, nada de lo “que te pase” me puede molestar, además…… he disfrutado muchísimo viendo tu cara de felicidad……

―Mamá……… me gustaría…….. seguir “jugando” contigo………. (Dije agachando la cabeza, sin atreverme a mirar a mi madre a la cara)

―…….. Hijo mío……. siempre que jures mantener unas reglas……….

―¿Reglas?.

―Semejante erección asustaría a cualquiera, soy tu madre……….. pero si prometes que hagamos lo que hagamos……. no nos quitaremos la ropa interior……… y no intentarás……..

―Por supuesto mamá (contesté rápidamente, habiendo aceptado cualquier norma, ante la posibilidad de participar con mi madre en cualquier otro “juego”).

―Siendo así…….. si quieres……. no se…… podemos bailar……. en ropa interior…… así nos sentiríamos mas unidos…….

La simple idea de quitarme los pantalones y que mi madre pudiera comprobar de forma “tan directa” la enorme erección de mi polla, me avergonzaba brutalmente, pero aun así, apoyado por aquel ambiente de familiaridad y cariño en el que nos encontrábamos, me desnudé (manteniendo el slip), aceptando inmediatamente aquel “juego” propuesto por mi madre.

―Ja, ja, ja, ¡como te has puesto hijo mío!, ¡un poco mas y desgarras el slip!.

 El rostro de mi madre, mas que lascivia observando semejante erección, mostraba cierto “halago” por ser ella la causante de la misma, y se quitó el vestido para quedar en igualdad de condiciones.

   Sus inmaculadas braguitas blancas se ajustaban a sus caderas de una forma enormemente sugestiva, llegándose a intuir el triangulo de su sexo. Sus voluminosos pechos apenas podían ser contenidos por el sujetador a juego que portaba.

La devoré con la mirada, sin avergonzarme de ello por primera vez, provocando una leve sonrisa de satisfacción en mi madre.

En unos instantes, a los sones de una inexistente canción romántica, nos abrazamos como una pareja de enamorados y comenzamos a bailar lenta y acompasadamente.

Apreciar el calor de su cuerpo me provocó tanto placer como sentir mi erección frotándose sobre sus braguitas, o la dureza de sus pechos sobre el mío.

De forma automática, mis labios buscaron los de mi madre, compartiendo en principio un pequeño beso, que en unos segundos se convirtió en una verdadera fusión de lenguas ansiosas de placer.

Mis manos acariciaban su espalda, bajando repetidamente hasta su culo, el cual sobé con deleite inmenso.

Mis caderas se apretaban rítmicamente, buscando un mayor contacto de mi miembro sobre sus braguitas.

―Ja, ja, ja, hijo mío, que sobón que eres, pareces un pulpo.

―Mamá, te estoy “respetando”, no incumplo ninguna regla del “juego”, ja, ja, ja.

―Me estarás “respetando”, pero te estas poniendo morado, menudo golfo estas hecho, quien lo diría con esa cara de bueno, ja, ja, ja.

“Tontamente” y sin dejar de “bailar”, paso a paso la fui dirigiendo hacía su dormitorio.

―¿Qué pretendes?, ya sabes en que hemos quedado.

―Tranquila mamá, solo es para “jugar” mas cómodos.

 Nada mas llegar a filo de la cama, la “empujé”, de forma que al estar abrazados, caímos sobre la misma uno encima del otro.

Nos revolcamos como en una lucha de felinos, besándonos con ansia  infinita.

Tras unos segundos, quedé tumbado sobre mi madre, la cual, con las piernas abiertas sentía la dureza de mi polla sobre su sexo, apenas “protegido” por las finas telas de sus braguitas o mi slip.

―¿Por que me miras así?, ¿no pretenderás………?, ya sabes lo que dijimos.

Presioné las caderas como si quisiera desgarrar la lencería que nos “separaba”, provocando que con aquel contacto, mi madre gimiera de placer.

Inconcientemente, comencé a bombear las caderas como  si realmente me encontrara penetrando a mi madre, frotando mi polla sobre su sexo de forma intensa y rítmica.

Mi madre se mordía los labios intentando ahogar los gemidos de placer, pero su rostro reflejaba que aquel frotamiento sobre su sexo le provocaba unas sensaciones sumamente placenteras.

Durante unos minutos, “erosioné” las braguitas de mi madre golpeando y frotando mi polla sobre las mismas, logrando que sus gemidos afloraran de forma tangible y evidente.

―Ummmmm, hijo mio, eres un cabroncete…… ummmm, como sigas así…….. ummmm

―¿Qué pasa si sigo así, mamá?

―Agsss, ya lo sabes…… ummmm, vas a hacer que……

―¿Qué, mamá?

―¡Que  me corra!

Aumenté el ritmo y la presión de mi polla sobre su sexo,  y a pesar de las “quejas” de mi madre, que vociferaba de forma poco convincente “No, no, hijo mío, no, para, para ya”, su cuerpo comenzó a temblar poniendo los ojos en blanco, dando un alarido de placer que llegó a asustarme, corriéndose de una forma brutal entre mis brazos.

―Mamá ¿te has corrido?.- (La pregunta no podía ser mas tonta).

―¡Serás cabrón¡, ¿no te he dicho que pararas?

―No he podido evitarlo, mamá.

A pesar de que mi polla no podría encontrarse mas erecta y que se mantenía en contacto con su sexo, casi no podía creer haber logrado que mi madre se hubiera corrido en brazos de su propio hijo. Hubiera dado cualquier cosa por arrancarle las braguitas y sentir el calor de su sexo envolviendo mi miembro, pero mi amor filial por ella me impedía faltar a mi promesa.

―¿Qué te pasa hijo mío?, te has quedado embobado.

―Mamá…… es que…… me gustaría…… poder……. ¡metértela!.

―Ja, ja, ja. ¿Estas loco?. ¡que soy tu madre!.

―Y seguirías siéndolo, mamá, ¿Qué tiene de malo?, ¡nadie lo sabría!.

―No pongas esa cara de pena, que me “consigues”.

―Anda mamá, por favor…. Te quiero con toda mi alma….. “solo” esta vez……

―Uffff, no puede ser….. lo sabes, soy tu madre, una cosa es “jugar”….. y otra…..

―Te prometo que si me dejas…. ¡lavaré los platos todos los días!

―Ja, ja, ja,

- Mamá, te quiero y nunca me he sentido tan unido a ti como ahora, hagamos lo que hagamos, seguirás siendo mi madre………

Interpreté su silencio como un sí, y tras despojarme del slip, hice lo propio con sus braguitas, contando con su “ayuda”, que alzó las caderas para facilitar la labor.

Su sexo peludo se encontraba afeitado en forma triangulo, pero apenas tuve tiempo a deleitarme mirando, ya que temiendo cambiara de opinión, coloque mi polla en la entrada de su sexo.

―¿De verdad lo vas a hacer?. Pregunto mi madre con rostro de no terminar de creerse que su propio hijo se encontrara a punto de penetrarla.

―Si no te la meto, reviento, mamá.

    Aún así, me recreé restregándole la punta de la polla sobre su sexo, notando como el cuerpo de mi madre palpitaba de deseo.

Por fin, y sin previo aviso, empujé las caderas de forma suficiente como para penetrarla unos centímetros.

―Ahhh, ¡me la estas metiendo!.

―Joder que gusto, mamá, que calentito lo tienes….

―Sácala, ya me has probado…. Y……

Hice caso omiso a sus “ordenes” maternales, y empujé de nuevo introduciéndole por completo mi polla hasta la base.

―Ahhhhhhh, ¡te has pasado!

Sentí su húmedo y caliente sexo envolviendo completamente mi polla, volviéndome loco de placer hasta tal punto que durante unos minutos me limité a mantener la posición sin bombear las caderas, mientras la besaba en la boca para acallar sus “quejas”.

Sabía perfectamente que aquel coño ardiente pertenecía a mi madre, pero aquello solo me provocaba más placer y un morbo brutal.

―Te siento muy dentro de mi, hijo mio…… ummmmmm, nunca te avergüences de mi, por lo que estamos haciendo…..

―¿Avergonzarme?, con quien mejor para perder la virginidad que contigo, mamá, jamás te he amado tanto como ahora, ummmmm

Poco a poco, comencé a bombear las caderas, sacando e introduciendo mi polla en aquel jugoso sexo, sin dejar de abrazarnos y besarnos efusivamente.

―Para ser virgen…. Ummmm ……. Lo haces muy bien, hijo mio….. ummmmm, te siento muy dentro…… la tienes….. ummmmmm…….. muy dura…. Ummmm

―Estas buenísima, mamá…….. joder, que gustazo.

―Estas pensando en alguna amiga….. mientras….. me penetras?. Ummmmm

―No mamá, lo que mas me gusta de “esto”….. ¡es que eres tu!.

Loco de placer, aumenté el ritmo de las sacudidas, haciendo que mi madre gimiera de forma ostentosa con cada golpe de caderas sobre su cuerpo.

Tras un largo y brutal forcejeo, en el que mi polla no cesó de intentar penetrar con más intensidad a mi madre, ésta comenzó a temblar de forma alarmante, y poniendo los ojos en blanco, se corrió entre mis brazos de forma grotesca y desacompasada.

―Ahhhhhhhh, hijo mio………!me coooooooooorro¡, ¡me coooooooooorro!.

Intenté aguantar unos segundos más para saborear aquel instante, pero no pude evitar inundar su coño de leche, casi de forma instantánea.

  Permanecimos abrazados durante horas, siendo aquel día el inicio de una complicidad sin límites entre madre e hijo.

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