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Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 8)

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Capítulo 8

 

Quedé maravillada. Conocer al amor a los 40 años me provocó una serie de reacciones agridulces. Sin duda aquella noche llenó de felicidad mi alma, pero también de inquietudes; porque al mismo tiempo que me creó  sensaciones tan placenteras, me hizo conocer las penas que debe dar el desamor cuando el amor se acaba. Lo cual me demostraba que me había enamorado, y temía que acabara como se les había terminado a todos esos maridos desencantados que pasaron por mi cama.

Sabía perfectamente que el  amor muere tarde o temprano; y lo sabía porque estaba harta de fornicar con maridos aburridos de sus esposas. Pero una fuerza interior se negaba a admitirlo. Y me preguntaba.

--¿Cómo es posible que esto que siento ahora, y que lo han sentido la mayoría de los humanos alguna vez, no sea eterno?

Y me acordé de las palabras de Raúl:

--¿No crees que es preferible vivir una realidad truncada, que un sueño imposible? Por aquello que mientras duró fue maravilloso, y que el paso del tiempo, todo lo apaga. 

¡Dios mío, no! Y le pedía al Señor, que este amor fuera indestructible.

También me vino en mente, las palabras del párroco de mi pueblo cuando nos decía a las mozas en los sermones de la misa de los domingos:

Hijas mías: el amor, el verdadero amor es sempiterno e inmortal, pues no acaba en esta vida, ya que continúa para siempre junto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Pero para lograr ese estado tan glorioso, es menester que durante el tránsito por este “Valle de Lágrimas” seáis puras y castas hasta que Dios os designe el hombre al que deberéis amar y venerar.

Y si caéis en el pecado de la carne y la lujuria, arrepentiros como La Magdalena.

Y si la contrición es de corazón, no dudéis que El Padre Celestial, os acogerá en su seno.

Estaba navegando por un mar de dudas. La realidad de mis 40 años me demostraban todo lo contrario que las prédicas del padre Celestino; que el ser humano prefiere vivir esta vida a tope, y que no hace nada para ganar la eternidad. Pero... ¿Sería porque soy como "una bestia" que no distingue lo material de lo espiritual?

--¡Hola mi amor! La voz de Raúl me sacó del ensimismamiento. Habíamos quedado para comer en unos de los restaurantes típicos del puerto. Y me hallaba precisamente en la terraza del bar que le conocí. Estaba  tomando un vermouth con un poco de ginebra.

--¡Hola cariño! A la vez que nos besábamos. Aquí estoy, conmigo misma y mis pensamientos.

--¿Estoy presente en ellos, Manolita?

--Tú eres el centro de ellos. Todos gravitan a tu alrededor.

--¡Cuánto honor! Ser el centro de tus pensamientos es casi compararme con Dios. ¿Crees en Él?

Esa pregunta no me la esperaba de ninguna de las maneras, por lo que dudé unos segundos en responder.

--Tengo dudas al respecto, y precisamente estoy en este lugar tan paradisíaco para encontrarme conmigo y con mis creencias. Pero para darte una respuesta más clara que llegaras a comprender, tendrías que conocer mi vida.

--En lo que a mi respecta, tu vida empezó el día en que te conocí.

--¿Qué esperas de mí a partir de ese día?

--Espero lo mejor. Ayer hicimos el amor en el máximo grado de desesperación; parecía que nos íbamos a morir mañana, cómo si fuese la última noche de nuestras vidas.

--Fue la primera noche que hice el amor verdadero.

Quedó pensativo, como queriendo adivinar que significado tenían mis palabras. Que una mujer de mi edad dijera que ayer hizo el amor verdadero, ¿querría decir que nunca había amado?

--O sea, que nunca has amado a otro hombre.

--Como a ti te amé, puedes estar seguro que no.

Deseaba que supiera de mi etapa anterior, no quería empezar una nueva vida, (si es que pudiera ser), sin que supiera toda mi verdad.

--¿Me quieres decir que nunca has chingado sin amar?

--¿Cómo chingado?

--¡Disculpa! Sé que en tu tierra lo llaman de otra forma. Me refiero si te has acostado con otros hombres sin amarlos.

--¿Qué si he follado?

--Eso, eso... Follar lo llamáis vosotros.

--Pues sí, he "chingado" bastantes veces sin amar.

Esperaba que captara a través de mis respuestas la clase de mujer que era, pero no, a juzgar lo que me respondió.

--Llegan noticias aquí del movimiento de liberación sexual de las mujeres de tu país; que habéis roto todos los tabúes del sexo. Que en ese terreno os habéis equiparado a los hombres.

--No exactamente. Es cierto que la mujer española está rompiendo muchas barreras en todos los órdenes de la vida, pero todavía siguen vigentes muchos conceptos arcanos en torno a ella.

Quedó algo confundido, lo que dijo a continuación denotaba que no había captado mi verdadera señas de identidad sexual.

--A mí, me pasa algo parecido, he chingado muchas veces, pero sin la pasión y el deseo que tuve contigo, un orgasmo, y adiós.

--¡Pues yo ni eso! Pensé sin decir.

--¡Venga! Dejémonos de pláticas y vamos a comer que tengo hambre.

--¡Vamos! Que esta brisa del mar abre el apetito.

--Por cierto, después de comer he quedado con mis papás; les he hablado tan bien de ti, que quieren conocerte.

--¡Tan pronto! Dije un tanto sorprendida.

--¡Bueno! acá es muy normal que los papás conozcan a los amigos y amigas de los hijos. Eso no implica ningún compromiso.

Nada perdía con ello, y si les gustaba sus padres, pues podría ser el principio de lo que yo ansiaba: una familia tradicional. Lo que nunca tuve.

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