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La mejor de las sorpresas

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Era un día normal, como cualquier otro. Acababa de llegar de la universidad completamente agotada y sólo tenía cabeza para pensar en dormir. Llegué a mi habitación, aventé mi mochila, me quité los zapatos, me tiré en la cama y me quedé profundamente dormida.

Un sonido fuerte y molesto me arrebató el sueño húmedo que estaba teniendo, desperté de golpe y reaccioné contestando el teléfono.

- Bueno…?

- Violeta, ¿estabas dormida?

Era Mariana, mi mejor amiga.

- Sí, llegué muy cansada – le dije con voz adormilada.

- ¡Ay, te desperté! Lo siento – contestó apenada.

- No te preocupes, amiga. ¿Qué necesitas?

- Quería invitarte a comer a mi casa, hice sushi, tu favorito.

- No tenías que molestarte – dije, la verdad no me sentía de ánimos para salir de casa – ¿Festejamos algo?

- En realidad nada, sólo quería que pasáramos un rato juntas. Aparte, te tengo un regalo.

- ¿En serio? ¿Qué es? – la curiosidad me mataba.

- No te puedo decir, es una sorpresa. Por favor, tienes que venir, no me vayas a dejar con la comida y la sorpresa botadas – me decía a modo de regaño – sé que te va a encantar.

- Está bien – ya no tenía otra opción.

- Anda, date un baño y ponte muy linda porque mi hermano está aquí.

Y de repente me dieron ganas de ir corriendo. ¡Su hermano! Hace semanas que no lo veía. Era un hombre tan elegante y distinguido, un poco arrogante pero muy inteligente, era muy guapo, bueno, seguramente era de familia pues Mariana era una mujer muy hermosa. En ese instante recordé el sueño que me fue interrumpido y empecé a temblar, recordé aquellos labios que me besaban tan apasionadamente, esas manos que aprisionaban a las mías, ese cuerpo que se juntaba al mío tan hostilmente y ese instante en el que me daba cuenta de que estaba con una mujer. Me encanta el cuerpo del hombre, pero desde mi adolescencia he tenido la curiosidad de estar con una mujer. Era un tema tabú que no me atrevía a comentar con nadie, sólo Mariana lo sabía, ella sabía todo de mí. Pero soy sapiosexual, aquella persona que siente atracción sexual principalmente por la inteligencia de las personas sin dejar de lado el aspecto físico, y no había conocido ninguna chica que me gustara para tener una experiencia de ese tipo, pero Mariana era diferente, era muy inteligente y muy guapa, tenía un cuerpo muy bonito. Una hora más tarde llegué al departamento de Mariana que era grande y lujoso. Me recibió Marcos, el mejor amigo del hermano de mi amiga, me ofreció una copa y comenzamos a platicar sobre las clases y los maestros de la universidad. Después de unos minutos Mariana y su hermano salieron de la cocina para saludarme e inmediatamente me perdí en los ojos de él. Fernando era un hombre tan atractivo que era difícil que pasara desapercibido.

- Fernando, tanto tiempo sin verte – lo saludé intentando esconder mi nerviosismo.

- Buenas tardes señorita Violeta – él siempre tan educado y frío a la vez, ya me había acostumbrado a su indiferencia pero aun así me encantaba.

- ¡Violeta! Qué bueno que llegaste – me decía Mariana mientras me abrazaba – Ya está todo listo, pasemos al comedor.

Era una mesa bastante grande llena de guarniciones para acompañar la comida. Comí bastante a gusto contemplando el gesto tan serio de Fernando y su cabello negro y alborotado que me volvía loca. Al terminar, Marcos y Fernando se retiraron de la mesa y se fueron a jugar videojuegos a la sala.

- ¡Es tan guapo! – dijo Mariana con la mirada perdida – No descansaré hasta que Marcos sea mío.

- Es lindo, pero sinceramente tu hermano está mejor, y es más inteligente. ¿Cuándo será el día en que se fije en mí por sólo un momento?

- Mi hermano es raro, muy reservado. Nunca habla de mujeres, sólo le he conocido una novia, pero hace años que no lo veo con nadie.

- Osea que hay posibilidades de que sea… ¿gay?

- ¡No! No exageres, es sólo que es muy selectivo, sus gustos van más allá de lo físico, y cuando le gusta una chica no suele comentarlo con nadie.

¿Será que no soy lo suficientemente inteligente para gustarle? Eso me desanimó pero Mariana interrumpió mis pensamientos.

- ¿Vamos a mi habitación? Te espera tu sorpresa.

- ¡Vamos!

La habitación era grande y agradable. Me senté en un sillón y Mariana me ofreció un cigarro que acepté.

- Tienes que relajarte para que estés preparada – me dijo con mucha seguridad.

Cuando terminé de fumar mi amiga me pidió que me sentara en la cama, yo la obedecí mientras ella me cubría los ojos con una mascada. Después me acarició las manos y las puso detrás de mí para ser amarradas por otra mascada. Por alguna extraña razón me puse muy nerviosa, empecé a sentir que mi cuerpo vibraba como cuando me excitaba.

- Mariana, ¿qué haces? – pregunté indecisa.

- Tranquila, no pasa nada.

Ella empezó a tocar mi cabello, mis orejas, mis mejillas, acarició mis hombros y brazos y sus manos fueron bajando poco a poco hasta llegar a mi estómago. A los pocos minutos me destapó los ojos y descubrí su intensa mirada frente a mí, esa mirada que tanto me gustaba. Se apartó un poco y me di cuenta que solo vestía ropa interior, me puse más nerviosa pero me quedé helada al ver su cuerpo tan bonito. Abrió sus piernas y se sentó en las mías de frente a mí, hacía a un lado su cabello rizado que le estorbaba para verme fijamente. Puso sus manos en mi espalda y acercó su boca a mi oído.

- He notado que últimamente me has visto de una forma especial – susurró de una forma muy sexy – hoy se te va a hacer.

Y antes de que pudiera asimilar sus palabras me besó apasionadamente, no lo podía creer, era como un sueño hecho realidad. Sin dejar de besarme acariciaba mi espalda lentamente y pegaba sus pechos con los míos. Bajaba sus manos hasta mis nalgas y volvía a subirlas, pero no tardaron en llegar a mis pechos, los masajeaba dulcemente y me encantaba. De repente se arrodilló y metió una mano por debajo de mi falda acariciando mis muslos hasta llegar a mi sexo, lo cual fue verdaderamente emocionante. Jugó con mis sensaciones por un rato y después me quitó la falda con todo y tanga. Miró mi sexo desnudo y sin pensarlo tanto acarició mi clítoris con su lengua mientras introducía dos dedos en mi vagina.

- ¿Te gusta?

- ¡Si! ¡Si! – gemía como una loca, frustrada por tener las manos atadas y no poder tocarla.

Desamarró mis manos para quitarme la blusa y el sostén, y besó mis pechos dando pequeños mordiscos a mis pezones al mismo tiempo que se quitaba la ropa interior.

- Tienes que pagarme igual, corazón – me dijo mientras jalaba de mi mano y me tiraba al suelo.

Se acostó con las rodillas levantadas y entonces besé su vagina como siempre había soñado hacerlo, introduje mi lengua en ella una y otra vez y ella gemía cada vez más y más fuerte. Después besé sus pechos que tanto me gustaban, no quería despegar mi boca de ellos, siempre había soñado con esto. Entonces sentí que alguien me agarraba de los brazos y me levantaba del suelo con un solo movimiento.

- ¡No! ¡No te la lleves, por favor! – gritaba Mariana desesperada tratando de levantarse, pero antes de que lo lograra entró Marcos a la habitación en ropa interior y se tumbó sobre Mariana besándola y tocándola.

Yo no entendía qué pasaba. ¿Por qué me habían interrumpido de esta forma? ¿Quién me está agarrando de los brazos por detrás mío? Esas manos misteriosas me llevaron a atravesar la habitación y me aventaron al sillón donde minutos antes había fumado el cigarro que Mariana me ofreció. Cuando logré incorporarme me encontré con un cuerpo masculino ligeramente musculoso, perfecto para mi gusto.

- ¡Fernando! – logré decir en tono de suspiro.

Él me aventó nuevamente al sillón, caí sentada frente a su miembro que crecía frente a mi cuerpo y de sorpresa me lo introdujo en la boca. Entraba y salía y yo quería parecer una profesional en esto, lo miraba con ojos seductores que había sacado improvisadamente y al parecer eso lo excitaba aún más. Su cara de placer me encantaba, pero no hacía tanto ruido como otros hombres con los que había estado. Después me agarró nuevamente de los brazos y me levantó de golpe, me abrazó bruscamente y me besó. ¡Wow! ¡Me está besando! ¡Otro sueño hecho realidad! Siento desmayarme ante esta situación.

- Me encantas, Violeta. Desde ese día que te vi salir de la facultad por primera vez, siempre tan profesional, tan inteligente y tan hermosa – me dijo mientras acariciaba mis pechos.

Me empujó otra vez al sillón y se tumbó sobre mí, me besó el cuello, mis pechos, mi vientre, todo tan tierno y brusco a la vez. Cuando sentía que me derretía empezó a introducir su miembro en mí, su respiración se agitaba y mis gemidos subían de intensidad al ritmo que Fernando entraba y salía de mí. A lo lejos escuchaba los gemidos de Mariana y Marcos que hacían coro con los nuestros.

- Creo que voy a terminar en ti – me dijo Fernando con voz entrecortada.

Traté de estimular más a ese hombre besándole el cuello y las orejas, con el fin de que llegara a su ansioso final. En unos minutos sentí su líquido dentro de mí, no me puede resistir, me excitó tanto que al momento me vine explotando debajo de él. Todo fue perfecto y la sorpresa de Mariana resultó aún mejor de lo planeado, le agradeceré por siempre.

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