Nuevos relatos publicados: 7

Un trio de envergadura

  • 21
  • 31.643
  • 9,30 (60 Val.)
  • 4

El pasado mes  nos recluimos con mi marido en un hermoso complejo de cabañas. El mismo se encontraba emplazado en un paraje poco habitado dela zona montañosa de nuestro país. Las cabañas en cuestión eran súper cómodas, y el complejo disponía de piscina, cancha de fútbol, tenis y paddle. Sabíamos que era un lugar perfecto para descansar y desconectarse de todo.

Después de registrarnos en el complejo acomodamos nuestras cosas en la cabaña, luego nos dispusimos a almorzar y al finalizar fuimos juntos a disfrutar de la piscina. Al llegar a la misma, me instalé en una cómoda reposera al cobijo de una enorme sombrilla. El sol calentaba que daba miedo y debido a mi piel por demás de blanca, siempre tuve que protegerme más de la cuenta. Ya instalada me dispuse a leer un libro, el elegido fue 50 Sombras de Grey, ante su inminente estreno cinematográfico, quería saber que onda el libro del que todas mis amigas hablaban. 

Mientras tanto mi marido mucho más más valiente que yo, se daba un chapuzón en las aguas cristalinas de la pileta. Por más que el libro fuera por demás de interesante, el tiempo que estuve intentando amigarme con la lectura, lo conseguí poco y nada. No era una cuestión de actitud, y mucho menos de aptitud, pero había una razonable explicación para lo que me estaba sucediendo: "El musculoso guardavidas del complejo". Su bronceado y torneado cuerpo lograba distraerme de tal manera, que mi concentración brillaba por su ausencia. 

Escondidos tras unos oscuros lentes de sol, mis ojos recorrieron por completo la humanidad del bañero. En ese momento me auto sorprendí al tener pensamientos inmorales y lujuriosos con el hermoso joven. Encima las aventuras sexuales de Christian y Anastasia mucho no ayudaban, me imaginaba con los ojos vendados y atada mientras el bañero me dominaba con una fusta de cuero a su antojo, bien al estilo 50 sombras. 

Mi mente voló por las nubes hasta que la voz de mi marido la bajó de un hondazo a tierra firme. Lo escuché hablando con alguien y la verdad es que me llamó poderosamente la atención. No por el mero hecho de hablar con otra persona, Rubén es un tipo muy dado que tiene facilidad para caerle bien a la gente, pero si me sorprendió que la amigable tertulia tuviera como protagonista al bañero de mis sueños.

Durante largos minutos estuvieron hablando sin que mis aguzados oídos femeninos pudieran escuchar sonido alguno. Por más que intentaba leerles los labios me era imposible descifrar lo que decían. Soy tan chismosa que no saber de que hablaban, me convertía en un manojo de nervios. Lo que si se podía intuir a la distancia, era que ambos parecían congeniar a las mil maravillas. 

Después de unos cuantos y torturadores minutos, Rubén se acercó acompañado por el chico hacia donde yo me encontraba para ponerse un poco de protector solar, y no le quedó otra queproceder a las presentaciones formales del caso. Así me enteré que el chico se llamaba David. Había comenzado este año a trabajar como guardavidas en las cabañas y cuando cerraba la pileta era instructor de tenis en el mismo complejo, lo que se dice un todo terreno. 

Habían pegado tan buena onda que David, al tener libre la noche, lo invito a mi marido a jugar al tenis. La verdad que la idea me pareció genial. A Rubén siempre le gustó el mundo de la raqueta y yo al ser completamente nula en la materia, no podía corresponderle como él se merecía. Obviamente que no puse reparos y permití que mi marido fuera a quemar algunas calorías después de la cena. Eso si, mitad en broma, mitad en serio, lo condicioné a que se ocupara de mis necesidades maritales al retornar a la cabaña. 

Esa noche mientras esperaba a mi marido estaba más efervescente de lo normal. Es que la lectura erótica de 50 sobras, sumada a las imágenes del torneado y esbelto cuerpo del bañero, las cuales retornaban una y otra vez hacia mi turbada mente, me provocaban un calorcito fuera de lo normal. En ese estado de extrema necesidad, me recosté en ropa interior, y esperé ansiosamente el retorno de mi amado esposo.

Por suerte al llegar a la cabaña, Rubén cumplió con la pactado y se ocupó de satisfacerme. Llegó limpito porque se había duchado en los vestuarios del complejo, así que rápidamente se sacó la ropa y se metió en la cama como Dios lo trajo al mundo. Una vez estuvo bajo las sábanas se acurrucó a mi lado. El contacto de nuestros cuerpos, provocó que los mismos se encendieran de manera instantánea.

Sus labios besaron mi cuello haciéndome sentir un suave escalofrío por toda mi anatomía. Sin más preámbulo giré poniéndome boca arriba, e invitándolo de esta manera, a que se monte sobre mi delicado cuerpo en la clásica posición del misionero. Cuando lo hizo, nuestros labios y lenguas se encontraron pasionalmente, mientras su falo totalmente duro penetró fácilmente dentro de mi húmeda vagina. Después de unos instantes de profunda penetración, ambos terminamos en un maravilloso orgasmo. 

Pero esa noche, algo fuera de lo normal me estaba ocurriendo. No sé que era exactamente lo que me pasaba, pero estaba completamente desconocida. A pesar de mi reciente orgasmo, necesitaba más. Todavía no estaba completa sexualmente hablando. Nuestros cuerpos completamente sudados, seguían frotándose uno contra otro, pero lamentablemente el pene de mi marido ya había vuelto a su normal flacidez. 

Mientras lo besaba apasionadamente, le susurré al oído con voz entrecortada una sola palabra, la cual utilizábamos en forma de código durante nuestros juegos sexuales: “TRAÉLO…”Rubén sabía perfectamente a lo que me refería. Se giró hacia la mesa de luz, abrió el cajón y tomó un enorme consolador, habitual compañero de nuestros juegos amorosos. 

El tamaño del consolador era realmente considerable, mayor aún que el pene de mi esposo, tanto en el largo como en su grosor. Además simulaba perfectamente las formas, el color y el tacto de un miembro masculino real. Cuando el artilugio estaba en la cama acompañándonos, sentía la hermosa e inconfesable sensación de que alguien más, a parte de mi marido, disfrutaba de mi inmaculado cuerpo.

Al tenerlo en mis manos lo llevé hacia mi boca, sabía que a Rubén le encantaba verme jugar con el consolador. Comencé a lamer cada pliegue, cada detalle, recorriendo desde los testículos hasta el glande, para luego introducírmelo hasta donde podía dentro de mi boca. Después de un tiempo prudente y tras brindarle un exhaustivo trabajo oral a nuestro invitado, dirigí el falso pene hacia mi vagina, la cual estaba lubricada y dilatada nuevamente.

Poco a poco logré introducirlo completamente en mi cuevita de placer, de manera que por momentos solo se podían avizorar los testículos del juguete sexual. Comencé con movimientos suaves, los cuales fueron aumentando poco a poco su intensidad. Sentir el falso pene entrar y salir de mi interior, generaba una cantidad inusual de lubricación en mi zona íntima, provocándome espasmos de placer.

Mi marido sabe que el sexo me transforma. Cuando estoy desmedidamente excitada me convierto en una persona distinta, y me comporto como la más guarra esposa del universo. También sabe que cuando estoy sumergida en este tipo de trance puede hacer conmigo lo que quiera, arrastrándome a un comportamiento que rechazaría encualquier otro momento de mi vida. Excepto claro está, durante el sexo, donde el vale todo esta permitido. Consiguiendo de esta manera sumarle sabor y restarle aburrimiento a nuestra vida sexual. 

Tal es así, que hasta me prendo en una fantasía que obsesiona a Rubén, pero que yo rechazo de plano por completo: un trío con otro hombre. Aunque para ser sincera, no lo rechazo porque no me agrade la situación, sino todo lo contrario, como buena hembra me encantaría sentirme estimulada sexualmente por dos machos. Lo rechazo porque fui criada en una sociedad por demás de moralista, donde es muy difícil poder romper esa enorme barrera entre la moral y la satisfacción sexual. 

Por supuesto que esa noche no fue la excepción. Cuando le cedí el mando del dildo a mi marido y mientras me penetraba eróticamente una y otra vez, provocándome orgasmos varios, Rubén trataba de convencerme como de costumbre hablándome sucio:

-¿Te gusta sentir esta pija enorme adentro tuyo?

-¡Siiiiiii...me encanta papi!

-¿Te gustaría que fuera real?

-¡Siiiiiii...!

-¿Querés sentir la pija de otro hombre?

-¡Siiiiiii...!-

Me excita seguirle el perverso jueguito, de todas maneras mis respuestas eran acotadas, debido al poco aire que quedaba en mis pulmones por culpa de los placenteros orgasmos, los cuales no me permitían expresarme de alguna manera más ilustrativa. Tuve que pedirle que cesara de satisfacerme porque ya no soportaba tanto placer. Después de completar nuestras faenas sexuales, Rubén insistía con su fantasía, pero relajada y con la libido por el piso ya no era lo mismo, por lo que me negaba amablemente, pero siempre dejando de manera totalmente intencional una puertita abierta para que mi marido se ratoneara y no perdiera el deseo hacia mi persona. 

Pero esa noche, para mi asombro, todo seguía estando patas para arriba. No se que me pasó, pero debido a la conversación que tuvimos, la que quedó descolocada y exaltada fui yo. Sin darme cuenta, Rubén me había hecho pisar el palito y aunque sabía que jamás me animaría a llevar a cabo su obsesiva fantasía, había conseguido que el bichito de la curiosidad me picara mortalmente. 

La textual conversación que tuvimos fue la siguiente:

-¿Angie puedo hacerte una pregunta?

-¡Claro!

-¿Me pareció a mí, o te excitaste más de la cuenta con las cosas chanchitas que te decía?

-No te hagas ilusiones, porque esas cosas chanchitas... no van a pasar nunca amorcito...- le respondí con una sarcástica sonrisa.

- ¿Y porqué no? ¿Qué tiene de malo? Es solo sexo, no amor como lo nuestro. A parte ya te expliqué que a mi me excita como loco verte gozar con el consolador... me imagino lo que sería verte con alguien de verdad.

-Hay Rubén... un consolador no es lo mismo que una persona... no es tan fácil como vos pensás...conformate con nuestro compañerito. Además pienso la situación y me imagino que me daría asco tocar a otro que no seas vos...

-Pero si encontramos a la persona indicada, alguien que te guste lo suficiente como para que no te de asco ¿Lo pensarías aunque sea para darme el gusto?- insistió.

-Mmmm... En ese caso podría ser... Pero vas a tener que encontrar la forma de convencerme...- dije imaginando de manera equivocada que quedaría satisfecho con la respuesta, y daría por terminada la conversación.

-¡OK Tomo tu palabra... al candidato ya lo tengo...!

-¿Ah Si...? ¿Y quien sería?- le pregunté inocentemente.

-Alguien que no parabas de mirar hoy en la pileta  

-¿Quien... El bañero?- respondí sin pensarlo, pisando el palito ingenuamente.

-Yo no lo dije, lo dijiste vos amorcito...

-Pero noooo tonto... Son ideas tuyas...

-Mmmmmm... Te conozco araña... a el podes engañarlo con la ayuda de tus lentes oscuros, pero a mi no. Igual no tiene nada de malo, reconozco que a cualquier mujer normal le gustaría tener guardado en su mesita de luz un espécimen así.

-¡Hay... no seas tarado...!

-Es la verdad, no te me hagas la inocente amorcito... a parte algún efecto raro generó en vos... nunca te vi tan caliente como esta noche... ¿O estoy equivocado?

-Y... la verdad es que tiene un lomazo... pero de ahí a hacer un trío... Ni borracha lo haría.

-¿Pero porqué? Tiene facha, un cuerpo soñado y encima hoy después de jugar al tenis lo vi ducharse en el vestuario...

-¿Y qué tiene?- pregunté ingenuamente por tercera vez en escasos segundos.

-¿Qué tiene...? ¡Un pedazo enorme tiene!- me dijo haciéndome con ambas manos enfrentadas la inequívoca seña de algo grande.

-¿En serio? Andá mentiroso... no te creo...- Le respondí de manera incrédula, pero demostrándole sin querer que su última afirmación había despertado mi interés.

-Si te interesa tengo pruebas...

-¡Estas mintiendo!

-Si estás tan segura de que miento te juego una apuesta... pero el perdedor tiene que cumplir una penitencia ¿Sos valiente o cobarde?

-Dale... total no tenés forma de probarlo...

-Yo no estaría tan segura... Mirá esto... Cuando David estaba bajo la ducha, me posicioné estratégicamente dentro del vestuario, y mientras me hacía el que mandaba mensajitos lo filme con el celular...-

-¡Mierda Rubén... pensé que estabas jodiendo... Estás totalmente loco, mirá si se daba cuenta... que vergüenza por Dios...!

-¡Tranquila que no se percató absolutamente de nada! ¿Y...?¿Quien ganó la apuesta?

-¿Y qué querés que te diga boludo...? ¡Si... ganaste vos... tiene un pito enorme!- le dije totalmente ruborizada.

-¡Ahora tenes que cumplir tu penitencia... Vas a tener que animarte al trio!

-¡No, no, no...me estás manipulando...ni loca meto otro hombre en la cama!- le dije dando por terminada la conversación.

-Bueno por lo menos pensalo... Te paso el video por WhatsApp, a ver si te hace cambiar de opinión.

Si la conversación me había dejado descolocada, el video de la ducha, lisa y llanamente me movió la estantería. Ya había tenido suficiente recordando su cuerpo, pero ahora tampoco podía sacar de mi mente la imagen de la enorme herramienta sexual de David. En el fondo sabía que mi marido tenía razón, pero no podía admitirlo. Lamentablemente era muy insegura en lo que a sexo se refiere, y esa inseguridad era la que alimentaba mi excesivo pudor a la hora de expresarme en la cama. 

Esa noche concilie el sueño como pude. Al día siguiente nos levantamos tarde, y después de comer unas ricas carnes y verduras asadas, nos dirigimos por segunda vez a la pileta. Como era de imaginarse Rubén se puso a charlar nuevamente con David. Mientras transcurría su amena conversación, se me hacía imposible no reparar en la entrepierna del bañero por culpa de ese maldito video prohibido. 

Cuando mi marido se dignó a darme bolilla nuevamente, me enteré que habían quedado para jugar al tenis nuevamente. La salida por segunda noche consecutiva, obviamente, no le iba a salir gratis. -Como esta es la segunda vez que te vas queridito te voy a poner dos condiciones. La primera es que esta noche me atiendas otra vez como merezco. Y la segunda te la digo cuando se me ocurra algo interesante...

-Ok...espero que se te ocurran cosas chanchitas...- me respondió con una sonrisa.

Esta vez ni siquiera se quedó a cenar, se fue al atardecer con David y quedé solita en la cabaña. Me bañé y me recosté a esperarlo. Esta vez me puse el traje de Eva y me quedé toda desnudita. Aburrida y sin saber que hacer para matizar la espera, no tuve mejor idea que ponerme a analizar exhaustivamente el video de David. Solo duraba 40 segundos, pero lo observé tantas veces que perdí la cuenta.  

Mientras más lo observaba más caliente me ponía, hasta tal punto que tuve que masturbarme para saciar la excitación que me provocaba el cuerpo desnudo del bañero. Igual todavía no me sentía completa, necesitaba calor corporal masculino o de lo contrario tendría que solicitar la urgente presencia de mi compañerito sexual, quien en la oscuridad del cajón de la mesa de luz, estaba esperando ansioso el llamado de auxilio. 

El problema es que estaba más caliente que una pava y Rubén se demoraba más de lo debido. Estábamos al borde de la medianoche y todavía ni noticias de el. La tardanza se originó porque después del peloteo en el polvo de ladrillo, fueron a la cabaña de David para saciar la enorme sed que les había provocado la contienda tenística, y obviamente la aplacaron con una mezcla de varias bebidas alcohólicas. Según las textuales palabras de mi marido,el tiempo se le había evaporado sin darse cuenta. 

Después de esperar un tiempo prudencial, y sin saber en ese momento a que se debía su tardanza, decidí mandarle un mensaje de texto para apurar un poco el trámite. El mensaje que le envié tenía una sola palabra, la cual Rubén entendería perfectamente: “TRAÉLO…”.Obviamente que me refería al consolador, pero esa simple palabra tenía grandes connotaciones con respecto a la conversación que habíamos tenido la noche anterior sobre el bañero, y sabía que mi marido se iba a volver loco al leerlo. Aunque la verdad es que no creía que tanto...

Después de apretar la tecla send, me quedé rogando que mi maridito se diera por enterado de la indirecta, y retornara raudamente a mis brazos. Como yo me imaginaba, Rubén me contó que al ver el mensaje, su corazón casi se paraliza, lo que le hizo cambiar las facciones de su rostro completamente. Al ver en la pantalla del celular: “TRAÉLO…” su mente comenzó a volar imaginando un sin fin de cosas relacionadas con esa simple pero fulminante palabra.

David que no era ningún tonto, se percató de que algo extraño ocurría al ver el gesto de sorpresa de mi marido. Sin saber que su inocente pregunta cambiaría el curso de los acontecimientos de esa noche, interrogó a Rubén de manera inocente para interiorizarse sobre lo que estaba ocurriendo. 

Mi marido al igual que la mayoría de los hombres, cuando toma alguans copas de más, no puede cerrar su enorme e indiscreta bocaza, y esta vez no fue la excepción. Pero para no pecar de injusta, tengo que confesar que si no fuera por la ayuda del alcohol que lo desinhibió más de la cuenta, jamás se hubiera llevado a cabo la comprometedora charla que sostuvieron con el bañero. El diálogo textual que a continuación se dio entre ellos, obviamente contado por mi marido, fue el siguiente:

-¿Pasa algo Rubén?-

-No... bueno si... pero nada malo. No quiero que lo tomes a mal, pero tengo que irme...

-¡Ja, parece que te tienen cortito!

-¡Más o menos... Tengo que consumar el matrimonio, sino me piden el divorcio JaJa...!

-¡Bueno si necesitas ayuda solo tenés que pedírmelo JaJa!

-Y... la verdad que pensándolo bien podría ser... mirá el mensaje que me mandó mi esposa.

¿TRAÉLO...? ¿Y qué significa eso?

¡Si me prometes que esto queda entre nosotros, te lo explico rápido...!

-¡Claro, te lo prometo!     

No había transcurrido mucho tiempo desde mi mensaje, cuando sentí como la puerta de entrada rechinaba al abrirse. Después de unos segundos apareció mi marido en la habitación, la cual solo estaba iluminada por las parpadeantes luces de la televisión encendida. Inmediatamente se abalanzó sobre mi cuerpo y comenzó a besarme apasionadamente. Gracias a su aliento que destilaba alcohol, me di cuenta del origen de su inesperada tardanza. Pero el video de David me había dejado tan en llamas, que dejé los reproches para otro momento y me entregué por completo a la sesión de sexo. Estaba tan excitada que necesitaba ser penetrada en ese mismo instante.

Pero evidentemente esa noche... no era mi noche. O por lo menos fue lo que pensé en ese momento, ya que el pene de Rubén estaba aletargado y no reaccionaba, algo que nunca le había pasado con anterioridad. Intenté ayudarlo a través del sexo oral pero no hubo respuesta alguna. -Seguramente son los efectos secundarios del alcohol- le dije de manera ofuscada. 

No me enojé por el simple hecho de que su pene no se despertara, no soy tan insensible, y a cualquiera le puede pasar. Pero si me enojé por la tardanza sin previo aviso, que sumado a la gran cantidad de alcohol que había ingerido seguramente le estaban provocando su disfunción eréctil.

En ese momento recordé que Rubén se excitaba fácilmente cuando me veía interactuar con nuestro invitado de honor. “TRAÉLO…” le dije recordándole mi mensaje. Al escuchar la mágica palabra, rápidamenteme tomó a nuestro compañero sexual y lo metió en nuestra cama. Lo chupé y saboree repitiendo el ritual que llevabámos a cabo cada vez que el compartíamos la cama con el consolador. Después de unos minutos lo dejé penetrarme con el dildo, mientras le hablaba sucio para excitarlo. Aunque esta vez, para su sorpresa, las palabras sucias tenían nombre y apellido: David el bañero.

-¡Papi no pude resistirme... estuve mirando el video de David y me convenciste... Tiene un  terrible cuerpazo!

-¿Si? ¿Y que te hizo cambiar de opinión?

-¡Su verga... es enorme... la quiero probar..!

-¿En serio me lo decís?

-¡Siiiiiii... Quiero que David me la ponga papi!

-¡Decímelo otra vez... quiero escucharte suplicar por la pija de David...!

-¡Siiiiiii, la quiero papi... quiero su enorme verga... la quiero chupar y sentir dentro mío...! 

-¡Me encanta que seas tan puta... quiero que seas la puta de David, quiero escucharte gritar su nombre...!

¡Siiiiiii... QUIERO LA PIJA DE DAVID... QUIERO SER LA PUTA DE DAVID!- le grité desaforadamente casi sin poder respirar mientras tenía un terrible orgasmo.  

-Tus deseos son órdenes- susurró mi marido, provocando que mi cuerpo se paralizara completamente.

Mientras decía esta última frase, hacía ademanes hacia la entreabierta puerta del dormitorio. La señal era inequívoca, estaba invitando a alguien para que entrara a nuestra pieza. Mi ritmo cardíaco se aceleró al ver entre la penumbra, la silueta de un hombre desnudo acercándose hacia nuestro lecho conyugal. 

David quien había estado escondido mirando, pero sobre todo escuchando lo que se decía en la pieza, se acercó lentamente a mi lado ofreciéndome la hermosa vista de su gigantesco pene. La verdad es que en ese momento no supe qué hacer, solo me quedé helada sin poder articular palabra alguna. 

-Tranquila… Dejate llevar mi amor, solo tenes que gozar y disfrutar- me dijo mi marido suavemente al oído. Y fue suficiente para darme cuenta que estaba jodidamente entregada. 

David se estaba acariciando su erecto y palpitante pene. Yo lo conocía en su estado normal de flacidez gracias al video de la ducha. Pero la verdad es que me sorprendió mucho más en vivo y en directo, ya que descubrí que en su estado de completa erección, era más grande que el consolador. Sin darme tiempo para ningún tipo de arrepentimiento, el bañero se recostó a mi lado y comenzó a besarme románticamente.

Sus cálidos labios se fundieron con los míos, mientras su inquieta lengua exploraba por completo mi cavidad bucal. El sabor de sus besos era exquisito, al igual que el aroma de su varonil cuerpo. Después de unos instantes su boca comenzó a bajar lentamente hasta depositarse primero en mis erguidos y turgentes pezones, para luego finalizar su recorrido en la zona de mi entrepierna, centrándose sobre todo en mi sobre excitado clítoris. David usaba tan sabiamente su lengua que consiguió hacerme delirar de placer con un orgasmo inigualable.

Después de relajarme me senti en la obligación de devolverle el favor al bañero. Rompiendo todos mis tabúes, y venciendo mi pudor, tomé su pene con una de mis manos, lo acaricié y lo masturbé sensualmente, como queriendo descubrir cada milímetro de sus genitales a través de mi sentido del tacto. Acerqué suavemente mi boca hacia su pelvis, y comencé a practicarle una tímida felación. No pensé que podía ser posible, pero me excitaba terriblemente tener el pene de otro hombre en mi boca delante de la atenta mirada de mi marido. Mientras saboreaba el sexo de David, miraba fijamente y con cara de zorra a mi esposo, quien ahora sí estaba al palo, tan excitado que su órgano sexual parecía a punto de estallar. 

Luego comprendí porque no había tenido una erección al principio de la noche. El stress que le provocaba el temor a lo desconocido, hizo que su pene no reaccionara. El maldito me había preparado una celada, y el no saber cual iba a ser la impredecible reacción de su mojigata esposa, le había jugado en contra. Igual sinceramente agradezco hasta el día de hoy que no me lo haya contado, porque de otra forma jamás me hubiese animado a participar de los hechos que se desarrollaron esa noche.

Siempre me encantó practicarle sexo oral a Rubén, pero esta era la primera vez que saboreaba un pene que no era el de mi marido, y su sabor era totalmente distinto, exquisito pero distinto. Recorría toda la longitud del pene con mi lengua, desde el glande hasta los testículos, prestándole especial atención a la zona del frenillo. La zona de su entrepierna, al igual que el resto de su cuerpo, estaba completamente depilada. Luego introduje como pude su pene dentro de mi boca, el mismo cabía a duras penas debido a sus exorbitantes dimensiones.

De vez en cuando con mis manos acariciaba los trabajados pectorales y abdominales de David, cerciorándome de que no eran fruto de mi imaginación. Mientras tanto Rubén miraba como hipnotizado y no permitía que lo toque, evidentemente haciendo verdaderos esfuerzos para contener su eyaculación. Lo que si hacía de vez en cuando era besarme y de esta forma podía sentir en mis labios el sabor y el aroma del pene de David. Verme entregada a otro hombre y abandonada al placer, seguramente le resultaba sumamente excitante, casi irreal.. En determinado momento, mientras saboreaba mis labios y aprovechándose de mi estado de trance y total excitación, Rubén me susurró por lo bajo mientras me besaba:

-¿Querés que David te la ponga amor?

-¿Estás seguro amor...? 

-¡Claro tonta... para eso te lo traje!- me contestó.

-Bueno...

Inmediatamente al escuchar sus palabras me senté sobre el pene del bañero. No tuve mayores problemas para lograr la penetración, porque el consolador había cumplido su función a la perfección: lubricar y dilatar mi estrecha vagina para el enorme pedazo de David. Al sentir su pene completamente en mi interior, comencé un sensual movimiento pélvico hasta conseguir varios orgasmos maravillosos e incontables porque nunca supe donde terminaba uno y empezaba el otro. 

Mientras tanto Rubén se tocaba mientras me movía frenéticamente sobre David. Luego de unos minutos cambiamos de posición, cansada de tanto ajetreo, me puse en cuatro patas como si fuera una perrita en celo. De esta forma podía recobrar un poco la respiración y al mismo tiempo permitía que David me dominara a su antojo. Mientras el bañero me penetraba una y otra vez de manera salvaje, logré encadenar nuevos orgasmos, uno mejor que el otro. Al escuchar como un pene que no era el suyo me hacía gritar y delirar de placer, Rubén no aguantó más, acercó su pene hacia mi cara y eyaculó una abundante cantidad de semen sobre mi suave rostro. 

Después de acabar, mi marido se retiró al baño y me dejó en soledad con David. Supuse que era para asearse, pero su retirada tenía un doble sentido. A pesar de que intentó hacerlo de manera discreta, pude divisar el momento exacto en que encendió la filmadora. En ese momento interpreté perfectamente lo que Rubén estaba planeando. Al sentirme espiada por una cámara indiscreta, me volví loca y perdí la poca inhibición que me quedaba. Dejé el pánico escénico de lado y desatándome completamente, monté un fantástico show para que mi marido disfrutara posteriormente.         

-¡AAAAHH... AAAAHH...! Siiiii... así... Cogeme... seguí David... cogeme...no pares...

-¡AAAAHH... AAAAHH...! Dios, por favor... no pares... seguí David... Siiiiiii, así... cogeme papito...

-¡AAAAHH... AAAAHH...! Siiiiiii, así... seguí, seguí... cogeme... por favor...

-¡AAAAHH... AAAAHH...! Me encanta tu verga... me llena toda...

-¡AAAAHH... AAAAHH...! Sos un animal David... cogememás fuerte... matame... soy tuya...

-¡AAAAAHH... Haceme tu puta... AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH! 

Mientras más me cogía David, más salvaje me ponía. El bañero inspirado por mis palabras me cambió de posición varias veces sin dejar de penetrarme ni un segundo. De esta forma pude descubrir varias poses nuevas del kamasutra, las cuales me hicieron olvidar completamente tanto a la cámara como a mi adorado esposo. Nunca había probado un pene tan grande y la verdad es que lo estaba disfrutando terriblemente.     

La pose premium de la noche, fue cuando el bañero me acostó boca abajo y me montó penetrándome desde atrás. Sentir todo el peso del cuerpo de David sobre mi anatomía y al mismo tiempo sentirme indefensa y entregada, con una enorme estaca empalándome fue demasiado. Finalmente estaba cumpliendo la obsesiva fantasía de Rubén de verme coger con otro tipo, pero después de tanto placer mi cuerpo ya suplicaba piedad.

Le pedí a David que terminara porque no aguantaba más, y con un control de la eyaculación que me sorprendió, sacó rápidamente el pene de mi húmeda vagina, largando una gran cantidad de semen caliente sobre mi espalda. En ese momento cuando Rubén escuchó los gemidos del bañero indicando que había terminado, se acercó con la cámara encendida e hizo un primer plano de mi cara de satisfacción y luego sobre la impresionante cantidad de semen que había sobre mi cuerpo.

Después de unos instantes ambos se tumbaron a cada lado de mi cuerpo. Apoyé mi espalda contra mi marido, refregando todo el semen de David sobre su cuerpo. Como buena hembra satisfecha y en señal de agradecimiento le regalé un prolongado y cálido beso a nuestro invitado de honor. A continuación hice lo propio con mi marido. Mientras le sonreía pícaramente le solté sin ponerme colorada: -¿Te acordas que en la pileta te dije que iba a pensar la segunda condición? Ya la se amor, quiero que me regales una doble penetración...

(9,30)