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29.3 La ternura de un ser bueno

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Sábado

Llevaba como una hora despierto, Nico permanecía acostado a mi lado, de costado y con la cabeza vuelta hacia mí, su brazo descansaba sobre la sábana y destacaba lo negro de su vello sobre el blanco impoluto de la tela, pasé la punta de mis dedos por su piel y movió el brazo como si le molestara pero su boca sonreía.

Mi conciencia ahora estaba más tranquila o eso era lo que deseaba, las cosas habían quedado claras entre nosotros, a partir de ahora, si se daba el caso hipotético de volver a estar con Rayhan, no tendría que sufrir los remordimientos por estarle traicionando.

Se da la vuelta completa y se destapa, está un poco girado hacia abajo, el triángulo de su espalda se manifiesta con rotundidad, su culo respingón y pequeño semeja una pelota, con ligeros vellos que ennegrecen su piel blanca, abundantes en su baja espalda y muy espesos al comienzo de sus nalgas.

Sentí la tentación de llegarme hasta ellos con mi boca y mordérselos, emití una suave risa por la tontería que deseaba realizar y en su lugar cubrí su desnudez con la sábana.

Parece que todo va bien y él era consciente de lo que había sucedido, su madurez era evidente, no iba a pasar lo mismo que cuando Marc le dejó, él  no estaba dispuesto a ello, y yo no pensaba dejarle solo.

Es un ser buenísimo y me gustaría, a pesar de lo que le quiero, que encontrara el ser que se merece y le supiera querer como el aspira a ser amado. Mientras tanto contará con mi compañía hasta que sea necesario. Me alegraba de que Lorian estuviera viviendo en su casa, tampoco él,  y ahora con mayor motivo, le dejaría solo, tenía plena justificación el que se quedara a vivir allí una larga temporada.

Sonrío feliz y me doy la vuelta colocándome de espaldas a él, no quería despertarle y permanezco en silencio y sin moverme, quedándome a veces adormilado. Abro los ojos sorprendido al notar su brazo encima de mi cintura tirando de mi para acercarme; su polla inhiesta aprieta entre mis piernas queriendo estar entre ellas, besa delicadamente mi espalda, favorezco sus deseos y elevo un poco mi pierna para dejarle el espacio que quiere, su polla se mete entre mis piernas, está caliente y la tiene muy dura, la aprisiono bajando mi pierna y río sofocado, me está comenzando a excitar con su juego, en su recorrido golpea en mi escroto con la punta de su verga y luego resbala el tronco, llevo mi mano y sujeto mis testículos hacia arriba, el precum mancha mi mano y un suspiro de satisfacción escapa de mi garganta.

-¿Quieres hacerlo?  -musito entrecortado, tonta pregunta si sé que lo está deseando. Llevo mi mano izquierda a mi boca y la lamo, luego la llevo hacia atrás para lubricar la entrada de mi ano, su pene me roza mientras se desliza por mi perineo, voy metiendo uno de mis dedos en mi interior preparándole el trabajo y así permanece un rato sin hablarme, solo musita de vez en cuando.

-¡Qué bueno estás!, ¡qué rico y caliente!  -luego suspira, calla y vuelve a repetir lo mismo como una cantinela que a veces no se le entiende, cuando puedo meter dos de mis dedos empujo mi culo para atrás entregándoselo y él eleva de nuevo mi pierna, coloca la punta de su verga en la entrada de mi ano y empuja con fuerza, a la primera embestida penetra su capullo que me produce un ligero dolor, no importa, muerdo mi labio con fuerza, continúa empujando hasta que los pelos de su pubis acarician la entrada de mi culo, baja mi pierna una vez dentro y permanece quieto.

-Tienes el culo que quema, me vuelves loco.  –tira de mi pelo para que gire la cabeza buscando mi boca, me muerde en los labios con furia y luego mi cuero cabelludo, lo chupa bajando hasta el cuello, paso mi brazo por su espalda, se esfuerza en una postura imposible para chupar y besar mi tetilla haciéndome suspirar  y aspirar el aire con fuerza.

-Empieza Nico.  –se lo ruego para que me haga suyo, a la vez que hablo llevo mi culo hacia él y la saca para volver a meterla, estira mis esfínteres que parece que se van a romper y disfruto del roce de su verga al entrar y salir.

-Mójate un poco el pene, no resbala bien.  – lleva su mano con saliva para lubricar su miembro y la entrada de mi culo, entra y sale con mucha fuerza, mi pene se bambolea loco, lo coge en su mano izquierda y lo va masturbando. Me cambia de postura sin sacarla, se inclina para besarme, le escurre la saliva y se la bebo.

-Ya, ya, Daniel me voy.  -me deleito mirando su rostro, su expresión de placer supremo, la baba que le corre por la barbilla mezclada con su sudor, alargo mis manos para atraerlo, para forzarlo a que ocupe todo mi interior, se queda parado, mirándome fijo a los ojos, aprisiona mi polla entre sus abdominales y los míos, se mueve resbalando sobre mi cuerpo, abro mis piernas y mi boca, es la locura, no puedo aspirar aire, me quedo en suspenso hasta que comienzo a eyacular con fuerza mi semen mientras me empujo hacia él queriendo que penetre más. Se eleva y mira el charco de semen que tengo sobre mi vientre, lo recoge con su mano y lo lleva a su boca, luego se deja caer y me abraza entre risas.

-Ha estado magnífico, ¡oh Daniel!, ¿cómo voy a poder vivir sin ti? Te adoro y gozo contigo. –me besa y le devuelvo sus besos, su miembro sigue duro dentro de mi ser y muy profundo.

-Siempre me tendrás cuando me necesites, ahora tenemos que ir a comer a la ciudad.  –lamento que me saque el pene e interrumpirle pero no tenemos mucho tiempo, le beso y acaricio sus rojos labios con la punta de mis dedos.

Mis padres están en el salón cuando salimos vestidos, después de saludarles vamos a la cocina para tomar un zumo, mi madre me mira pidiéndome una respuesta, le hago un gesto con mi cabeza indicando que todo marcha bien y suspira aliviada.

-Mamá he recogido las sábanas y las he metido en la lavadora.  –no es que me preocupe, pero me da un poco de vergüenza que vea el desastre que hemos organizado y las manchas de nuestros flujos.

Andamos deprisa por la calle, llueve a veces y no hemos cogido un paraguas, vamos a ir hasta la ciudad en el metro, no sabemos cuándo terminará la comida ni de qué manera y es mejor no llevar el coche.

Bajamos las escaleras saltando los escalones, se oye el ruido del metro que entra en la estación, no hay muchos viajeros y nos sentamos, le voy explicando los lugares por donde discurre nuestro trayecto, pasa su brazo por mis hombros y le cojo la otra mano, admiro sus largos y delgados dedos, los pelitos morenos que tiene en las falanges y el dorso de la mano, las uñas perfectamente cortadas y voy besándolos uno a uno hasta llevarme la palma de la mano a la boca y hago intención de morderla.

A nuestra izquierda, al otro lado del pasillo, se ha sentado una pareja de señores mayores, la señora de pelo blanco coge la mano de su pareja, se la aprieta para que dirija su mirada hacia nosotros, les sonrío un poco rojo y me devuelven la sonrisa, luego se entretienen en su conversación.

Llegamos con tiempo y nos bajamos unas paradas antes de la que debíamos descender, para hacer parte del camino andando, cuando subimos a la superficie le enseño la escuela de ingenieros donde estudié, nos metemos entre calles hasta coger la Alameda Urquijo, caminamos viendo a la gente realizando compras, mostrándole detalles de la ciudad hasta llegar a la Plaza Arriquibar para coger la Alameda Recalde, no llueve y se puede caminar mirando el trasiego de gente.

 Llegamos a la puerta de La granja, Nicolás la recuerda del verano, una noche que estuvimos allí con María y Raúl, ahora va a verla de día, a plena luz que parece más hermosa. Recuerda a algunos típicos cafés franceses con sus altos techos, le gusta y mientras saludamos a mis compañeros no deja de mirar la decoración y hasta se apoya en una de las estilizadas columnas de hierro para sacar fotografías con el móvil.

La comida es de compañeros de Cranfield, Maira ha podido venir y David también, Carlos acompañado por Amadeo, la gente  de Gipuzkoa y Gasteiz,  pero no estamos todos.

He dejado a Nico con Carlos y Amadeo y me dedico a hablar, a sacarles información a Maira y David. Han reservado mesas y comemos el plato del día, es lo que menos importancia tiene, lo relevante es que estamos juntos de nuevo, todos ellos saben los gustos que Carlos y yo tenemos, y aunque en el pasado pudo haber alguna incomprensión,  ahora no lo prestan atención.

Después de comer nos desplazamos hasta la Alhóndiga, antes hemos pasado delante de ella y a Nico le ha llamado la tención, ahora vamos a verla y seguro que va a pasar un rato de ensueño con la obra que han hecho en su interior. Carlos y Amadeo se encargan de enseñársela, de vez en cuando encuentro su figura analizando todo lo que ve al detalle.

Tomamos una consumición allí y luego marchamos, los de Gipuzkoa y Vitoria tiene que partir, Maira marcha con su novio, le pregunto por su madre y hermano que no ha podido venir para ver a Nico, quiere que vayamos un día a comer a su casa y quedamos en hablarnos. Al final quedamos solos los cuatro, Carlos ha traído el coche y lo han dejado en el parking de la Plaza del Ensanche, les acompañamos hasta allí para despedirnos, volvemos a pasear sin rumbo. Sujeto su mano y me apoyo en él, cuando nos cansamos entramos en el Iruña, otro local que le encanta con sus azulejos antiguos, su aire de patio andaluz y el entorno de los Jardines de Albia, tomamos un té en una de las minúsculas mesas de hierro y mármol enmarcado.

-Este café es más bonito aún que donde hemos comido, me gustan los dos y el local de la alhóndiga es un prodigio, es maravilloso lo que allí han conseguido.

Volvemos a coger el metro de vuelta para casa, bajamos y avanzamos bajo los altos tilos de Máximo Aguirre hasta llegar al Paseo Marítimo y el Puente Colgante, me cojo de su cintura y elevo el rostro, él se inclina y me besa, primero es un suave beso que se vuelve desesperado.

Llueve y tenemos que ir a casa, si queremos estar en la calle necesitamos un paraguas. Están mis padres mirando una película en la tele, pero van a salir para ir a la iglesia, mañana comemos en casa y mi madre tendrá ocupada la mañana, además vendrá a comer Aurora que tiene unas ganas enormes de verme.

Estamos un rato en el salón, hablando de cómo vive Nico en París, sobre su familia hay muy poco de lo que hablar, aparte de que pregunten por ellos y esas cosas de protocolo que siempre se preguntan.

Me entra una llamada de Rafael, no la quiero contestar en ese momento delante de todos, me levanto y voy a la galería, desde aquí les veo sentados en el salón.

-Dime Rafael.

-Has tardado en contestar, la anterior no me respondiste y estaba preocupado, pero bueno, quería saludarte y saber cómo te va por tu tierra.

-Ahora termino de  llegar a casa y está lloviendo.

-Para los vascos esa agua se convertirá en champán y se os llenará vuestra ría, que a eso no os gana nadie.  –suelto la carcajada, ¡ay!, tenemos fama de prepotentes, creídos y vanidosos y siempre nos lo recuerdan. Mis padres y Nico giran su cabeza hacia la galería, les hago un gesto gracioso como si les saludara.

-Rafael, tengo que dejarte, hay invitados en casa.

-¿Invitados muy, muy importantes?

-Sí, muy importante diría yo.

-¿Tu pareja?

-Te tengo que cortar, me están mirando.

-Dime solo si o no, por favor.

-Sí, ¿ya te has quedado satisfecho?

-No, no quedo satisfecho, debería ser yo el que estuviera ahí, a tu lado, pero ya te dejo, te envío un beso, un abrazo y un te quiero.  –él mismo cortó la llamada sin esperar a que me despidiera. Volví al salón, debía estar un poco rojo y mi padre me lo hizo saber.

-Estás rojo, ¿has discutido con alguien?

-Papá, hace mucho calor en esta casa.  –hice un gesto como quitándole importancia. Nicolás me miraba fijamente.

-Vamos a salir un rato para ver a los amigos y tomar el aire porque aquí no hay quien respire con tanto calor.     –me dirigí al baño para lavarme la boca, me miré en el espejo y es cierto que estaba rojo, Nico entró detrás de mí, antes de que preguntara nada le hablo yo.

-Era un amigo de Lille, quería saber cómo estaba.  –creo que me he puesto más rojo aún y me lavo la cara.

-No era Evans. –no pregunta, lo afirma. Que torpe soy, pero no voy a convertir mi vida en una mentira tras otra.

-Es un conocido, un chico andaluz que ha venido también de vacaciones.

-¡Ya!, está bien, no tengo derecho a interrogarte.

Salimos de casa antes que mis padres, Nico va a mi lado, intento cogerle la mano y la deja muerta, desisto y caminamos uno al lado del otro. Es muy inteligente y me conoce muy bien. En el primer bar donde entramos pide una cerveza para él y para mí una tónica, nos encontramos algún conocido de segundo orden, ningún amigo íntimo y cercano.

Llamo a María, están reunidos en un bar de la calle Mayor, en el primer piso y nos llegamos hasta allí, como están Raúl y Gonzalo Nico se une a su charla y hablan entre ellos; Al, María y yo por otra parte llevamos nuestra conversación, no quiero tomar  otra bebida, voy a terminar en los urinarios, Nico se pide otra cerveza y no es que sean muchas pero me preocupa la velocidad a la que las bebe.

María y Al me notan preocupado, sus preguntas son acerca de cómo hemos pasado la tarde. Después de una hora de hablar sacan unos platos para comer y por no parecer raro como un poco de tortilla, tampoco soy tan original, Al y María casi no comen, piden otra ronda de bebidas y para Nicolás es la tercera cerveza que toma, aparte de lo que ha bebido en la comida, está almacenando mucho alcohol.

-¿Habéis recibido la invitación para la cena de Nochevieja? Los abuelos de Gonzalo han preparado una fiesta con cena incluida, como en los viejos tiempo, para celebrar la vuelta a su casa.  –María me pregunta mientas Al me observa.

-No me lo ha comunicado mi madre, pero seguramente será así.  –nos despedimos un poco tarde, en el camino de vuelta quiero cogerle la mano y ahora me la acepta.

Nico no quiere comer y yo me preparo un par de mandarinas frías y un yogur, vemos un poco la tele mientras como mi cena, mis padres se han ido a dormir.

En la cama Nico me da la espalda, acaricio su cintura, está sin chaqueta y con un pantalón de dormir corto, junto mi pecho a su espalda y juego con el vello de su pecho, de su abdomen y hundo mi dedo corazón en su ombligo.

-¿Quieres que juguemos un rato?  -bajo mi mano hasta coger su pene sobre su pantalón, iba a comenzar a jugar con él, me encanta su calor, su tamaño que antes me asustaba.

-Estoy…, estoy un poco cansado y mareado también.  –sé que si hubiera insistido rápidamente le hubiera tenido jugando, retiro mi mano poco a poco, deslizándola por sus abdominales y dejo mi brazo en su cintura, beso su espalda varias veces.

-No importa, ya he visto que has bebido mucho.  –era una forma de disculparle, no le había agradado la llamada que recibí de Rafael.

Notaba su respiración acelerada, sabía que no dormía.

-Venga, dime lo que me tengas que exponer, que no importa.  –seguía vuelto de espaldas.

-Creía que era solo lo que tenías con ese chico, ese crío de tu urbanización, es un niño y se te pasará el capricho, pero lo de este otro, discúlpame debe de ser la bebida y no me encuentro muy bien.  –estoy seguro de que lloraba, le abracé más fuerte con mi brazo, acaricié su pecho y besé con ternura su espalda, sin hablar, sin decir nada.

-¿Y tú?, ¿no tienes nada que decirme?, ¿que me meta en mis asuntos y te deje en paz?

-No es un niño Nico, tiene dieciocho años y tampoco es un capricho, pero resulta muy difícil de explicar el por qué he hecho el amor con él, hay varios motivos y ninguno, lamento tanto causarte daño.  –se gira hacía mí, la tenue luz brilla en los regueros de sus lágrimas, me refugio en la calidez de su pecho y lloro con él.

 

Domingo

Me despierto relajado, escucho lejanas voces y me doy la vuelta, Nico yace  abierto de piernas con el cuerpo hacia arriba y la cabeza ladeada, un brazo sobre su pecho y el otro perdido entre las sábanas. Me levanto con sigilo y voy al baño cerrando la puerta detrás de mí, me afeito, lavo mi boca y me ducho, cuando salgo preparado para vestirme Nico continúa dormido como un ángel, ahora recogido en posición fetal, una vez vestido le tapo con la sábana y la colcha y abandono la habitación.

En la cocina hay tres mujeres, las que originan el murmullo de voces que escuchaba. Mi madre habla con Aurora y su asistenta, la ha hecho venir un domingo porque tiene invitados para comer.

Aurora llora al abrazarme, la ha traído un sobrino, está mayor que mi madre aunque aún se mantiene ágil. Pasamos al salón para hablar un poco, mi madre se queda para preparar mi desayuno y me pregunta por Nico, le digo que continúa durmiendo y que le dejaremos hasta que despierte por su cuenta.

Estamos un rato muy largo hablando, comienzo a impacientarme por la tardanza de Nico, me levanto para ir a la habitación, no está en la cama y voy al baño, en otro momento hubiera mirado por el espejo o se hubiera vuelto, se estaba afeitando y no quiso cruzar su mirada con la mía a través del reflejo del espejo. Permanecía con su pantalón de dormir, me coloqué detrás de él y me abracé a su cintura, mis manos acariciaron su pecho y besé su espalda.

-Te quiero Nico, te quiero y no me gusta nada el verte sufrir.  –besaba sin parar y muy suave su espada a la vez que acariciaba sus abdominales y jugaba con sus vellos, apagó la maquinilla y la depositó sobre el lavabo, luego me abrazó, aspiré la mezcla de sus olores, su colonia y su vainilla mucho más fuerte ahora que estoy cerca de su axila.

-Vaya número que te monté anoche.  –pasaba su mano por mi cabeza y mi cuello y con la otra apretaba mi cintura.

-No importa, fue por mi causa. –beso su pecho y bajo su pantalón, deposito mis manos en su culo, lo aprieto.

-He abierto la puerta de la habitación y os he escuchado hablar, pero no quería salir de esta manera, me he acercado al salón y he escuchado voces extrañas.

-Es Aurora, ha venido para comer con nosotros, es mi segunda madre y no creo que se hubiera asustado.  –le doy golpecitos en su culito mientras él me abraza.

-Voy a prepararme que creo que soy el último en levantarme.

-Mi padre no ha vuelto aún de recoger sus periódicos, no tienes que darte prisa.

-Me ducho en un momento para estar con vosotros.  –se separa de mi y deja caer su pantalón para meterse bajo la ducha.  –en lugar de salir del baño me siento sobre la tapa del inodoro, a través de las mamparas le observo, su cuerpo blanco cubierto en algunas partes por el manto negro de su vello, guapo a rabiar, buena persona y loco por mí, debo de estar para llevarme al manicomio al querer apartarle de mí.

Cuando sale sonriente le espero con una toalla en mis manos, para cubrirle y ayudarle a secarse, pasar con suavidad la felpa sobre su cuerpo como si le acariciara, le espero hasta que está vestido  y se aplica su crema after shave y su colonia, se peina muy formal y revuelvo un poco su pelo.

Saluda a Aurora que le abraza y mi madre va a prepararle el desayuno. Después de charlar un rato nos despedimos hasta la hora de la comida.

Paseamos por el muelle, el frío tan intenso de ayer a la noche persiste, hay poca gente y pasan los patinadores raudos, volvemos para encontrarnos con el monumento simbólico de los hombres conteniendo la furia y fuerza del mar, nos metemos entre calles, los cafés están vacíos y nos dedicamos a mirar, de un bar sale una bella chica para fumar un cigarrillo en la calle, nos pregunta si vamos a entrar, Nico la ilumina con su sonrisa y la dice que tranquila, que fume y que podemos esperar, nos sentamos ante una mesa alta y sujeta mi mano.

-No volverá a suceder te lo prometo, además ese comportamiento de ayer te alejaría.

-Nunca, nunca habrá algo que nos separe si nosotros no queremos, lo debes saber, puedes contar siempre conmigo como yo sé que cuando te necesite te tendré a mi lado.  –cojo sus manos, es la primea vez que las tiene más frías que las mías, entra la muchacha y nos pregunta lo que deseamos tomar, pido una bebida alcohólica para calentar mis ánimos, un vino blanco, y pide para comer unas rabas, nada parecidas a las que comí hace una semana con mis padres en Santander y este recuerdo me indica que se me han pasado la mitad de mis vacaciones.

La comida es deliciosa, se nota que Aurora ha metido su mano en la cocina. La sobremesa está muy entretenida, pesada quizá para Nico objeto de las preguntas.

Aurora dice que va a llamar a su sobrino para que la vaya a recoger y mi madre se opone.

-No les molestes, te llevamos nosotros cuando quieras marchar y siempre que no sea de noche.  –cuando salen nos quedamos solos viendo una peli de esas tontas navideñas, tomo asiento en una butaca grande esperando que Nicolás se siente a mi lado, utiliza justo la de al lado, continua cohibido por lo sucedido, me levanto y me tumbo a su lado colocando mi cabeza sobre sus muslos y así permanecemos un rato largo, él haciendo ver que mira interesado la película, yo acariciando su pierna a veces y recogiendo su mano que yace sobre mi pecho, le miro a él no a la pantalla, analizando sus conocidas facciones, sus gestos involuntarios notando el temblor de sus mano. Cojo su dedo índice y lo coloco sobre mi lengua, cierro mis labios, lo aprieto contra mi paladar y chupo de él.

Emite un largo suspiro y escurro mi cabeza sobre sus piernas hasta que mi rostro lateralmente queda pegado al bulto de su miembro, giro la cabeza y continúo chupando su dedo, restriego mi mejilla con su pene, vuelve a suspirar.

-Quiero hacerte el amor si tú también lo deseas, ¿tendremos tiempo?  -su pregunta me desconcierta, ¿cuándo no hemos tenido tiempo en mi casa?, salto al suelo y tiro de su mano riendo.

-Vamos que ya me urge.  -dejamos la tele funcionando y corro por el pasillo perseguido por él. En dos segundos me despojo de mi ropa, tiro de la colcha y me tumbo en la cama en postura muy erótica mostrándole mi culo y sonriéndole en una invitación casi obscena, no me importa parecer una puta, le quiero y haría por él cualquier cosa que desee. 

Se va quitando poco a poco su ropa sin dejar de observarme, muevo mi culo para provocarle emitiendo gemidos y acelera el desprenderse de las prendas que le faltan por quitar.

Se tira encima de mi imitando los rugidos de un león, me coge por las caderas y me arrastra hacia él, inclino mi cabeza y él entierra la suya en la separación de mi culo, me abre con sus manos y comienza a comerme el ano y lo que le rodea con ganas locas, sujeta mi pene y tira de él hacia atrás y de vez en cuando lo chupa, luego vuelve a mi ano.

Establezco un juego de seducción moviendo mis nalgas a veces o apartándolas de él, se vuelve loco y hunde sus dedos en mi carne que seguro me dejarán marcas, sus dos dedos índices abren mi ano, escupe en él, sus frases entrecortadas me alteran.

-Sabes rico, muy bueno.  –sonidos húmedos que entorpecen la razón y excitan la libido al máximo, chapoteos y chasquidos de su lengua entrando y saliendo, forzando sus dedos que tiene dentro y le impiden llegar donde quiere con su lengua, mete uno profundamente, acaricia por dentro, el cielo está abierto, parece que me estoy corriendo de la cantidad de precum que sale de mi miembro y agradezco el dolor que noto cuando mete de pronto su verga, suave pero sin detenerse y la tengo toda dentro.

Suspiro y mis lágrimas brotan del placer tan extremo, su pene que antes me parecía inmenso ahora es normal; bufa sobre mi espalda y su sudor me moja, el mío se mezcla con el suyo, me sujeta del cabello y tira de mi que tengo la cabeza enterrada en la cama, sale un poco su verga cuando gira mi cuerpo poniéndome encima de él y lleva su boca a la mía.

Es un arrebato loco, divino y lleno de pasión que le desborda, muerde mis labios y mi barbilla, el lóbulo de mi oreja y mi pecho antes de volver a caer sobre la cama, me abre y atraviesa con su polla elevando las caderas. Es imposible soportar tanto placer, necesito vaciarme o me muero, no sé donde llega con su verga pero hay algo que se rompe en mi interior causándome dolor y placer y la leche es impulsada de mi interior esparciéndose como nieve sobre su pecho. Él se tensa y contrae elevando su pelvis entrando en mi vientre y eyacula su leche, noto como me llena y como su semen alivia el pequeño dolor. Cae sobre mi pecho abrazado a mis hombros, respira entrecortado bañados nuestros cuerpos en sudor.

Escucho su ahogada risa y noto como su verga va saliendo de mi culo a impulsos dejándome con una extraña sensación de vacío.

-Y anoche me enfadé, soy tonto.  –le oigo decir entre sus risas. De esta manera le quiero ver, contento y disfrutando de mi cuerpo.

Es un frío pero maravillo anochecer, cuando llegamos al bar donde hemos quedado nuestra tormenta interior ha remitido, en algún momento volverá a envolvernos con su olor de ozono y estallará tempestuosa, pero sabemos que tiene que haber un final, un momento donde el cielo y la tierra se unan y se quieran y podamos avanzar pateando nuestro camino.

Creo que Nicolás irradia felicidad, Al lo nota y me levanta el dedo pulgar como señal de victoria.

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