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El culo de tu ciclista

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Después del enorme rato de sexo durante el amanecer, tocaba un poco de ejercicio. Aún tenía en la mente nuestros juegos, tus preciosos pechos, ese lunar en tu saliente pezón derecho, tu espectacular trasero, tu sexo del que manaba abundante y espeso flujo blanco. En mis oídos todavía resonaban tus suspiros, esos gemidos desesperados frutos del placer y tu voz entrecortada por la excitación.

 

En medio de esos pensamientos me he enfundado mi ajustado maillot de ciclista. Luego he tomado el culotte (sí, ese ceñido pantalón para montar en bici que tanto te enciende) y me lo he ido subiendo lentamente por mis bien torneadas piernas hasta cubrir con él mis firmes muslos y la desnudez de mi miembro y de los duros glúteos. Ya con la bicicleta he salido de casa, me he sentado sobre el sillín y he comenzado a pedalear. No he dejado ni un momento de pensar en ti, en la fogosidad que te envuelve cuando hacemos el amor, en la intensidad. Con cada pedalada notaba el roce de la suave licra del culotte sobre mi verga y ese movimiento incesante de mis muslos no hacía más que aumentar la excitante fricción. Mi pene no ha tardado en reaccionar: la mezcla de los recuerdos sexuales y ese roce lo han puesto rápidamente tieso y empalmado. Su larga y gruesa silueta se ha dibujado inmediatamente sobre el fino tejido del negro culotte, marcándose por completo y de forma nítida. Incluso varias venas resaltaban sobre la oscura prenda. Mientras más aceleraba en el pedaleo, mayor era la sensación de placer. Y no sólo en mi falo: con la presión del sillín he comenzado a sentir gusto en mi ano. He recordado la vez que me lo desvirgaste, cómo estuve a punto de correrme sin necesidad de estimular mi polla. Una mancha de humedad ha impregnado la parte delantera de mi pantalón deportivo haciendo que la punta de mi miembro se transparentase a través de ella. He apretado con más fuerza los pedales; el placer se ha incrementado el doble.

 

 Lo único que deseaba en esos momentos era acabar el entrenamiento, regresar a casa, agarrar el dildo azul, desnudarme y sentir ese juguete dentro de mi culo, penetrándolo, perforándolo sin contemplaciones. Y eso es justo lo que he hecho hasta eyacular bajo los templados chorros del agua de la ducha.

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