Nuevos relatos publicados: 13

El arte de saber bajar unas bragas

  • 4
  • 10.598
  • 9,12 (17 Val.)
  • 1

Una braga, puede ser la prenda por antonomasia, la guinda de la culminación de la obra perfecta del cuerpo femenino, la representación del erotismo en su más alta forma.

Debo reconocer sin ningún pudor, que soy un fetichista e idólatra de las bragas; ¡qué quieren que yo le haga! Para mi unas braquitas colocadas, bien colocaditas entre las piernas de mi "diosa", es el más alto pináculo del erotismo. El rito de desbragar a una señora, lentamente... muy lentamente... es una de las emociones más fuertes que un servidor puede obtener entre los placeres de este mundo.

Lo que no me gustan demasiado son los tangas, pero no, no es que no me gusten colocaditos en el cuerpo de una mujer, al contrario, quedan monísimos para contemplarlos puestos, pero para bajarlos, no mola ¡Coño! si no tienes nada que bajar.

Para ver a una señora en el máximo esplendor la anatomía de su hermoso y precioso culo, tienes primero que imaginártelo, ya que la superficie de seda y blonda lo cubre, y después ir "descorriendo el telón" como dije antes, muy lentamente.

Un buen bajador de bragas que se precie, debe de seguir todos los pasos pertinentes con la máxima precisión que requiere el rito. La ceremonia se debe efectuar con toda la pompa, boato, magnificencia y esplendor, ya que el "ídolo" que se esconde entre ellas, es el dios del placer y de la vida, y ¡coño! a los dioses hay que adorarlos y venerarlos.

Lo primero que debe hacer, es colocar a "la diosa vestal guardiana del tesoro" boca abajo, extendida en toda la superficie de su anatomía y contemplar las esculturales formas de los glúteos de la "divina", esas redondeces tan sugestivas que hacen brillar y bailar nuestros ojos.

Si el tafanario es descomunal, se aconseja centrar la vista en un solo glúteo, y dejar para mañana el otro, pues si te quieres centrar en las dos a la vez, mucho me temo que te perderás entre esas enormes montañas, y no podrás disfrutar del panorama con la perspectiva adecuada.

Si tiene celulitis, imaginad que son surcos para sembrar los deseos del amor, da resultado, ¡oigan! Y si su piel es de las que llaman piel de naranja, imaginad que es un frondoso valle de cerezos en flor. La imaginación todo lo puede.

Sigamos con el culto: Una vez "la celestial" posicionada como antes dijimos, hay que hacer un ejercicio mental para que lo que vamos a descubrir en unos segundos no nos lleve a la locura, y cedamos ante la tentación de llegar al final por la vía rápida; entonces se rompe el encanto y caemos en lo vulgar y grosero de los albañiles del sexo. ¡Hala! a follar ya. No, no y no, paciencia y control de las emociones.

Asir con ambas manos muy delicadamente la prenda por la parte superior de la misma, (por donde pone Cacharel). Muy despacito, muy despacito ir descorriendo "esa cortina" maravillosa e ir disfrutando del inusitado espectáculo que se ofrece.

Una vez descubierta la parte posterior de las fuentes del placer, aspirar muy profundamente para llenar los pulmones de esa fragancia mezcla de tomillo y Chanel que emanan volátilmente de ella, llenando la estancia de efluvios afrodisíacos.

Dar la vuelta con delicadeza a la hembra, y ¡oh! La apoteosis, el delirio, el arrebato, el máximo júbilo. El espectáculo que se ofrece es asombroso. Allí, desafiante, arrebatado, sonrojado... se descubre el "gran dios del placer". Las emanaciones de sus aromas alcanzan el máximo sopor que te invade el cerebro y llegan a hacer perder el sentido de la realidad. ¡Aguanta! ¡Aguanta! ¡Aguanta...! No sucumbas, que ya falta poco para "acabar la misa".

Esa braga medio vencida, doblegada en si misma, ya sólo espera que la rescates de su situación. Tira de ellas con dulce energía y que deslice por las columnas del templo hasta su total liberación.

Y ahora dispón tu espíritu a la consagración del sacrificio "más cruento" que creó la naturaleza.

(9,12)