Nuevos relatos publicados: 13

Arrepentidos los quiere Dios (Capítulo 18)

  • 6
  • 9.924
  • 9,42 (12 Val.)
  • 0

Capítulo 18

 

Habían hecho una verdadera obra de arte con ella, (a partir de ahora se llamará Darío). Así me lo pidió, y así lo acepté. Además, sería absurdo llamar Adela al hombre que habían logrado.

Me enseñó los documentos del cambio de identidad Civil. Conservaba los apellidos para todos los efectos fiscales: Ródenas del Arco

Iba amarradita de su brazo por la playa de Ipanema. El día del mes de Marzo era espléndido, e invitaba a mandar todas las penas y disgustos a pasear.   Me sentía muy reanimada junto a él. Y empecé a entenderme yo misma.

Una mujer de mi pasado y de mi edad, ya no debería soñar con imposibles.  Pero si podía encontrar la persona con quien compartir todo, y sin duda esa persona era Darío. Dos almas gemelas, con un pasado marcado por unas leyes sociales que no nos permitieron realizarnos a nuestra imagen y semejanza.

Nos sentamos en una terraza de la avenida del Infante Don Enrique, próxima al Morro da Urca.

--Manolita.

--Dime Darío.

--¿Quieres casarte conmigo?

--¿Tanta prisa tienes?

--Empezar a ser hombre a los 57 años, te entran unas ganas de recuperar el tiempo perdido, que deseas aprovechar cada segundo que respiras.

--Si he venido desde Madrid a Río, dejando todo, es porque deseaba estar con mi querida Adela. Pero al ver un hombre tan guapo como tú...

--¡Cómo yo! ¿Qué?

--Tonta. ¡Uy, tonto! Que al ver a un hombre tan guapo como tú, soy yo la que te pide que te cases conmigo.

--Lo que lamento es que no podré dejarte embarazada.

--Ni lo deseo, a mis años, no es cuestión de ir arrastrando una tripa por el mundo. Una pregunta cariño. --¿Puedes penetrar a una mujer?

--A una mujer y a un hombre si llegara el caso.

--¡Anda ya..!

--Bueno, esta noche lo comprobarás.

Efectivamente, y por milagros de la cirugía, Darío portaba una hermosa prótesis, que a través de un sistema hidráulico, podía inflarlo y desinflarlo a voluntad.

Cosa que me hacía mucha gracia. Eso de tener un hermoso "cirio" que podía mantenerlo "encendido" todo el tiempo que quisiera, me excitaba. Pero lo que más me provocaba, seguían siendo aquellos labios, otrora de Adela, ahora de Darío. Labios que besé hasta le extenuación.

Estuve un buen rato "encendiendo y apagando aquella vela". Me hacía tanta gracia esa maniobra que me reía. Bastaba apretar una especie de botón que se escondía en un testículo; y "se encendía". Le dabas otro toque, y "se apagaba". Me divertía ese juego.

 Los testículos era lo que no se había podido dar la forma exacta, ya que fueron hechos con la piel de su escroto; y se asemejaban a dos bolitas de plástico o de papel que colgaban allí. Pero como no tenían  ninguna función determinante, estaban como de mero adorno.

¡Por cierto. Darío! ¿Has pensado cómo vas a decir esto a tus hijos? Le apunté con preocupación.

La verdad que no lo sé, pero he de hacerte una confesión.

--¡No me asustes! Qué contigo no gano para sorpresas. Le dije poniendo cara de asombro.

--No es nada grave, cariño. Pero si muy delicado. Verás.

--Quiero mucho a Raúl y a Margarita, pero no son hijos naturales míos.

Quedé muda, estupefacta. ¡Qué no son hijos tuyos!

--Son hijos de Héctor pero de dos vientres distintos: madres solteras. Al ser Héctor uno de lo capitostes de la Isla, en su juventud alocada se dedicaba a preñar mozas.

--Ya decía yo: Dos hermanos y tan distintos físicamente. Entonces... ¿Raúl, no es hijo tuyo? Dije en una mezcla de asombro y alivio.

--Sé que te alegras Manolita, y yo también lo celebro. Eso de haber sido la madre del que pudo ser tu novio, era un plato muy fuerte.      

--La verdad que sí; que me haya acostado con la madre y el padre, tenga un pase...¡Pero coño! ¡También con el hijo..!

--Únicamente te ha faltado acostarte con el "Espíritu Santo".

Reímos los dos por esa salida.

--¿Raúl y Margarita saben que tú no eres su madre? Le pregunté con suma curiosidad.

--Sí, lo saben, en sus mayorías de edad se lo dijimos.

--¿Cómo se lo tomaron?

--Con la normal decepción, pero como se criaron en un ambiente muy sano, en donde nunca les faltó nada material, y menos mi cariño ni el de su padre, lo asumieron al final como algo irremediable.

--¿Qué les has dicho sobre tu marcha?

--Han entendido perfectamente mi situación. Aunque les quiero de verdad como si fueran propios, comprendieron que desee comenzar una nueva vida. Los lazos que no son de sangre, se acaban desviando. Y yo no quería ser un inconveniente para ellos en el futuro.

--Pero... ¿Saben tu condición sexual?

--Margarita sí, y lo ha comprendido y asumido sin reproches. Le he dejado en su conciencia que se lo haga comprender a su hermano.

--¿Y económicamente, cómo has quedado?

--Sin problemas. Mi patrimonio personal, más la legitima de la herencia de Héctor, me permitirían vivir dos vidas de lujo.

--Nunca mejor dicho; dos vidas vas a vivir.

--Pero la mejor de las dos, junto a ti.

--Cambiando el tema. ¿Tienes totalmente arreglado todos tus asuntos de tu nueva identidad?

--Aquí en Brasil sin problemas. Mira.

Sacó de una cartera tipo attaché, y me enseñó los documentos que le acreditaban su nueva identidad: célula personal, pasaporte, y toda la documentación compulsada por el gobierno brasileño de su cambio de sexo.

--Lo que ignoro, es si en España, tendrán validez estos documentos.

--Cómo Darío Ródenas tampoco lo sé, pero como mi marido, seguro que sí. Además en España se han abolido todos los inconvenientes burocráticos hacia el homosexual, y se han abierto nuevas vías. Cuando vayamos a Madrid, vas a conocer el barrio Gay. Verás que bien.

--Creo que lo llaman Chueca... ¿No?

--Sí. Chueca. El barrio de Chueca; nombre que lleva la plaza que da nombre al barrio.

--¿Era un compositor de zarzuelas, verdad?

--Exacto. Pío Estanilao Francisco Chueca.

--A propósito. ¿Dónde vamos a ubicar nuestra residencia?

--Me encantaría que fuera Madrid. Dijo Darío.

--Gracias, sé que lo haces por mí.

--No, no... La visité con Héctor en algunos de sus viajes, y me pareció una ciudad encantadora y muy abierta al visitante.

--Lo es, lo es... Y amarradita al brazo de mi maridito, vamos a recorrer todos sus rincones.

--Y yo tan orgulloso que mi mujercita vaya a mi lado. Espetó "mi novio", a la vez que me besaba.

--Cariño, aunque la pregunta es obvia, ¿Qué vas a hacer con "tu Casa". ¿Me entiendes verdad? Preguntó Darío con cierta inquietud sobre nuestro futuro.

--"Mi Casa" es muy grande, más de 600 metros cuadrados, y se halla ubicada en la zona más cara de Madrid. No tenemos ningún problema con ella.

--Me gustaría que nuestro nidito fuera coquetón y acogedor.

--Y a mí. Ya encontraremos el nidito apropiado.

(9,42)