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Mi viaje en autobús a Puerto Escondido

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Desperté con el pito bien parado, tieso como una piedra. Me le quedé viendo, mirándolo  no como una extensión de mi cuerpo sino como un individuo aparte. Caballeresco, de noble alcurnia, blanco como la nieve, cabezón como el bombero. Fornido, con las venas saltadas de felicidad. Un tipazo sin duda. No por nada una vez fuera las chicas no dudan en llevárselo a la boca.

Me puse un pants deportivo, algo me dijo que ese día no debía encalzonarme. El autobús inicio su camino.Asientos más atrás viajaba una chica despampanante, vestida para el combate, de ese tipo de chicas que fuerzan la ereccion de cualquiera de los pobres transeúntes como yo.

Me senté en la misma fila que ella, ella viajaba en la ventana izquierda, yo en la derecha. Entre los dos, solo aire.

No podía dejar de verla, su belleza era descomunal y su poca ropa dejaba ver tres cuartas partes de teta y sus bien formadas piernas hasta dos pulgadas abajo del objeto de mi deseo. El viaje era largo, mínimo ocho horas. Llegaríamos al amanecer.

Dos horas después la mayoría de los pasajeros ya habían apagado sus luces de lectura para dormir. Al principio, tanto la chica en cuestión viajábamos con nuestras respectivas luces prendidas mientras yo simulaba leer mientras en realidad no le quitaba el ojo de encima. No tarde mucho en dejar de ocultar mi ereccion ya tan plena que poco podía hacer por ocultarla con el pants deportivo con el que viajaba. Me di cuenta que ella también me volteaba a ver. Bueno, no a mi sino a mi paquete. Ella apago su luz y pensé que se dispondría a dormir, pero cual fue mi sorpresa que por el reflejo ocasionado por mi luz prendida y su luz apagada, me di cuenta que a través de su ventanilla, en realidad tenía la vista clavada en mi protuberancia exagerada.

Es el momento ideal para darle el show de su vida: Con la respiración agitada y mi corazón latiendo a ritmo de tambor por una combinación de excitacion y nervios, me asome hacia la parte frontal y trasera del autobús, los pocos pasajeros que aun viajaban despiertos no se les veía la más mínima intención de moverse. Tome valor sintiendo la forma acelerada en que la adrenalina recorría mis venas y simplemente me quite el pants. Repito, no solo me los baje sino que sencillamente me los quite de un movimiento. Quede desnudo de la cintura para abajo con la verga eniesta apuntando al techo del autobús. Voltee de reojo a ver el reflejo de mi vecina de viaje y ahí estaba ella, literalmente con la boca abierta y con sus ojos clavados en mi deliciosa verga.

Sabia que si procedía a jalármela me vendría demasiado rápido y lo que quería era darle un buen show a esta muchachita. Se lo merecía. Preferí simplemente sobarme la verga suavemente, de abajo hasta arriba, pausadamente. Quería que disfrutara con la vista mis veintiún centímetros de placer agalanados. Me sobé lentamente, muy lentamente, intentando darle una vista total de mi aparato. Por mi parte, yo siempre iba con la vista clavada en el asiento frente a mi, estaba evitando que nuestras miradas de cruzaran para no causarle vergüenza y forzarla a cambiarse de lugar fingiendo pudor. De todos modos ambos sabíamos que los dos estábamos disfrutando, ella viéndome y yo dejándome ver.

Pasados unos diez minutos mi exitacion creció a tal grado que perdí todo pudor y ya sin importarme las consecuencias empece a jalármela obsesivamente a dos manos, ya con la cintura corbada hacia arriba y con la respiración jadeante que seguramente estaba llegando a sus oídos. En ese momento, nuestras miradas se cruzaron por un segundo, dejó de verme por su ventana y se animo a mirarme de frente. Ojos clavados en mi verga. Esta muchachita se estaba comiendo mi falo con la mirada!

Mi eyaculacion fue feroz, entre cinco y seis jeringazos potentes de espeso esperma salieron disparados hacia arriba para terminar embarrados en mi camiseta que termino empapada de felicidad.

Horas más tarde, alrededor de las tres de la mañana me animé a intercambiar unas palabras con la chica. Se llamaba Berenice y regresaba a su ciudad natal a visitar a sus padres y ver a su novio. Justo antes del amanecer, nos dimos unos buenos besos y me hizo una deliciosa chaqueta que le batió su shortcito de mi miel.

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