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30.1 Asimilando el cambio

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Me desperezo y abro exageradamente mi boca, se está deliciosamente a gusto en la cama, extiendo mi mano y no encuentro el cuerpo de Nico, tengo aún mi sentido de la orientación abotargado y miro a ambos lados de la cama, se debe haber levantado y escucho el ruido del agua correr en el baño. Me enrosco sobre mí mismo y suspiro adormilado, la luz gris y plomiza de la mañana atraviesa las cortinas. Se está muy bien en la cama oliendo a él, a su ligera mezcla de colonia y sudor que se desprende de las sábanas.

-¿Cómo estás bebé? ¿Descansaste bien?  -me pregunta curioso cuando sale por la puerta del baño, primero asomando la cabeza enseñando esa bella sonrisa que le adorna.

Se coloca en mitad de la habitación y me mira como si me fuera a comer, siguiendo las líneas de mi cuerpo tapadas con la ligera y tenue sábana. Está totalmente desnudo, recientemente duchado, aún le cae el cabello tapando su frente amplia y me detengo a observarlo, le veo enorme desde mi posición de tumbado, sus músculos son proporcionados, su espalda ancha y sus piernas largas y musculosas, encaja perfectamente con lo que se espera del cuerpo de un hombre joven, atractivo como un condenado y viril casi exagerado. Una mueca graciosa ilumina su rostro estirando los extremos de su boca.

-Te has quedado mudo, ¿te gusto tanto? ¿Cómo has pasado la noche? –es que estoy asombrado, su verga se mueve con cualquier movimiento de su cuerpo y ejerce la fuerza de un imán del que no puedo sustraer mi mirada.

Continúo sin contestarle y me mira con picardía, se aproxima y alarga su mano para acariciar mi cara, solo tengo que alargar la mía para coger en ella sus morenos testículos estirados. Pero no lo hago, solo le miro admirándolo.

-¿Quizá anoche te hice daño y me mostré violento en exceso?  -su mirada irradia lujuria, me sonrojo y él se inclina y besa suavemente mi cara, luego acaricia mi cuello, me retiro para hacerle sitio a mi lado y después de tenderse me arrastra hacia él buscando que nuestros cuerpos se unan, el suyo fresco, cálido el mío.

Vuelve a besarme y le respondo entusiasmado. Sus labios me devoran, mete su lengua y comienza a robar mi sabor, me estremecen de placer las caricias de su lengua en mi paladar, los encendidos chupeteos de mis labios.

Se sienta sobre la cama y no suelto el abrazo. Me sostengo de su cuello y aspiro su olor a macho recién lavado, me levanta de la cama con sus brazos y me sienta en su regazo, el beso no tiene un final y me derrite de gusto, mi polla en un momento dobla su tamaño y la suya palpita golpeando mi trasero completamente dura.

El fuego corre por mis venas y ardo de deseos de ser poseído, penetrado, dominado, babea sobre mi boca y me aprieta más a su cuerpo, recorre con sus manos mi espalda hasta llegar a los globos de mi culo que los envuelve y aprieta, los separa y una corriente de aire me penetra, mi columna se estremece en un escalofrío involuntario.

Su verga late en mi culo, su boca abandona la mía y lame mi cuello, lo muerde y gimo plácidamente. Masajea mi trasero y mete un dedo en mi culo, me duele y emito un débil quejido, me tenso involuntariamente por el dolor, miro sus ojos llenos de deseo.

Intenta descabalgarme de su regazo y me aferro con fuerza a su cuello, llevo mi mano a mi boca para humedecerla y luego a la entrada de mi culo, me elevo sobre mis rodillas y su polla tantea mi entrada, acaricio con mis dedos húmedos mi ano y voy introduciendo un dedo después agarro su verga y la apoyo en mi entrada, el abundante pre-semen me riega y puedo meter dos de mis dedos, no va a privarme ahora del placer de tenerle dentro y sentirle en toda su potencia.

-No importa que me duela, continúa, no me dejes ahora. -no deseaba parar de ninguna manera lo que tan delicioso me sabía, me abrazo a él y me pego a su vientre levantando mi culo de sus piernas, me apropio de su boca y gimo al notar sus labios ahora rojos y calientes.

-No me dejes por favor, hazme tuyo y penétrame, fóllame, métela toda y rómpeme.  –sujeta mi polla y la menea suavemente al principio y luego con energía, la punta de su verga a la entrada de mi ano sigue lubricándolo y suplica ser violado.

Muevo mis caderas para abrirme y me siento sobre su polla con fuerza, gimo cuando su cabeza me perfora hambrienta, tiemblo por las calambres de placer que me llegan de su mano que no para de masturbar mi polla y me corro entre espasmos cuando su verga entra hasta el final haciendo tope sus huevos, los chorros de mi semen manchan el vello de su vientre y caigo sobre su pecho. Acaricia mi espalda con dulzura y lleva sus manos a la entrada de mi culo donde palpita su verga profundamente metida.

Se pone en pie sosteniendo mi cuerpo y me tumba sobre la cama sin salirse de mí, coloco mis piernas sobre sus hombros, le siento en mi interior muy profundo muy adentro, en esta postura casi no puedo moverme más que ligeramente mis caderas, estoy totalmente expuesto para él, poseído y dominado como si fuera un juguete, entra y sale de mi dejando dentro solo la cabeza de su pene, muevo mis caderas, milagrosamente mi verga vuelve a erguirse, vuelvo a sentir un placer enorme, distinto, y cierro los ojos asustado por su intensidad y de cómo con un fogonazo se contraen mis tendones, se cierran con fuerza mis esfínteres y vierto el poco semen que me queda almacenado en mis testículos.

Nico bufa y jadea domo un toro, entrando y saliendo con fuerza hasta que se contrae, se detiene clavado en mi culo y riega mi intestino con su simiente abundante hasta llenarme.

Descansa encima de mí recuperando la respiración, se eleva sobre sus codos y baja mis piernas para sentirse más cómodo, recupera lentamente la respiración y se inclina para pasar su lengua por mis labios.

-¿Descansaste bien?  -vuelve a formular la pregunta que no contesté, me pongo rojo.

-¿Qué te sucede precioso?  -mi calor aumenta y debo estar como un farolillo.

-Tengo un poco de vergüenza, me comporto como una puta.  –se ríe y besa mi boca.

-¿Es por eso? Tontito, ha sido muy bonito como me lo has pedido, te adoro, eres un amor.  –y me besa, me besa, lo hace sin parar y me muerde el mentón y el cuello.

Desayunamos con apetito, como pocas veces lo hago, mi madre nos mira asombrada ante nuestras miradas cómplices.

-Daniel tenemos que ir a cambiar uno de los pantalones, vais vosotros solos o quieres que os acompañe.

-Vamos tú y yo mama, a Nico le he visto curioseando el ordenador de papá y tienen que mirar algo.

Cogemos el coche para desplazarnos a las tiendas de una gran superficie donde compramos el pantalón, durante el camino voy pensando que ayer no llamó Rafael ni envió mensaje alguno, elevo una oración de agradecimiento por el detalle que tiene al no querer interrumpir mi tiempo libre.

Tomamos un té en un bar del centro comercial después del cambio de los pantalones y de comprar un par de camisas más que me han gustado.

-No termino de entender por qué quieres romper con Nico si tú le quieres y él te adora.  –mi madre escudriña mi rostro analizando mis reacciones, se ha puesto muy seria.

-No voy a romper nada mamá, vamos a darnos un tiempo de libertad que ambos necesitamos, seguiremos viéndonos y siendo amigos. (No es justo lo que le hago, pienso para mí). –no quiero mirarla a los ojos.

-Y continuar metiéndote con él en la cama. ¿Y si aparece otro muchacho, qué harás?  -parece que me esté juzgando.

-Soy joven y quiero sentirme libre y sin compromisos, vivir estos años mi responsabilidad profesional y dedicado a ello, sin otras obligaciones.

-¿Hay otro chico?  -logra que me sonroje, parece adivinar y leer mis pensamientos.

-¿Otro chico?, así como tú lo ves no, este tiempo que le pido no es porque haya surgido otro del que me haya enamorado. De momento no hay otro hombre llamando a mi corazón.

-Espero que no te equivoques y que no os hagáis daño.

-¿Cómo puedes suponer que pueda causarle algún daño? Mamá, le quiero.

-Siempre me dices, le quiero, le quiero, le quiero, nunca te he escuchado decir, le amo… -los dos guardamos silencio, es verdad que en muy pocas ocasiones he utilizado esa palabra para nombrar mis sentimientos por nadie, mejor dicho, sí, sí que la he usado para referirme a mi sentir por el de siempre, Gonzalo.

La conversación se termina sin que hayamos aclarado nada. Estoy seguro de que en otras circunstancias, sin tanta aventura que me esperan de vivir de un país a otro, podría compartir mi vida con Nicolás, toda ella, solamente queriéndole como hasta ahora, pero lo surgido con Rayhan, la atracción que siento hacia él me alarma y asusta.

Cuando volvemos a casa nos preparamos para salir, ha estado resolviendo algunos problemas que papá tenía con su ordenador, y aunque él lo maneja como nadie, necesitaba compartir las dudas.

Hoy comemos con un grupo de amigos en un restaurante del centro, le veo divertido y ocurrente, como si fuera el hombre más feliz del mundo. Cuando los dejamos, después de un rato de tertulia, damos un paseo entre calles viendo escaparates, el viento es gélido y no me atrevo a salir al borde del mar.

Paseamos un poco alicaídos, melancólicos y pensativos. Sujeto su mano para recibir su calor y la introduce con la suya en el bolsillo de su abrigo.

-Tengo que comprarme un traje para la cena de Nochevieja, no he traído la ropa adecuada para la cena de Gonzalo.  –habla mientras mira un traje en el escaparate de una tienda, están a punto de cerrar y tendremos que hacer las compras mañana.

-Hay que llevar corbata pero puedes utilizar una de las mías, tengo un montón y alguna combinará con tu traje.  –hablo por hablar, sé que saldrá de la tienda completo sin faltarle un detalle.

Cuando llegamos a casa tenemos preparada la mesa para cenar, mi padre abre una botella de champán para tomar con el salmón ahumado, dice que tiene mucha grasa ese pescado y la forma de degustarlo es con una bebida fría y de poco grado.

Entre ellos dos se están bebiendo la botella entera mientras hablamos y nos retiramos a nuestra habitación para lavarnos la boca y dormir, no sin antes haber respondido a todas las preguntas de mi madre.

Vuelve al salón para recoger su copa que no ha terminado, le espero mirando hacia el exterior, al paseo solitario, no se ve ningún transeúnte paseando y el termómetro exterior marca un grado de temperatura, me estremezco solamente de pensarlo.

Permanecía al lado del ventanal mirando fijamente la negrura de la ría, las farolas  alumbraban el paseo y se reflejaban en la oscuridad del agua, el viento lo rizaba y barría las crestas de las pequeñas olas arrebatándoles la espuma que volaba vaporosa.

Su soberbio cuerpo, totalmente desnudo, se apoyaba sobre el frío cristal, si la altura no lo evitara cualquiera que le viera desde el paseo le confundiría con la estatua de un dios griego, eleva la copa de champán en su mano y se gira para mirarme. Veo como me observa mientras me desnudo, como si buscara una mácula defectuosa en mi piel, suspira y su mirada vuelve a la oscuridad de la noche. El cielo está negro, cerrado, dejando que resalten las estrellas y la luna en fase menguante.

Una ligera corriente de aire eriza mi piel, avanzo hacia él y abrazo su cuerpo colocando mis manos sobre su pecho, las recoge con su mano libre y las lleva hasta sus labios. Pego mi cuerpo al suyo que está cálido y reposo mi cabeza en su espalda, por la diferencia de estatura la redondez de sus nalgas se apoya en mi abdomen.

-Termina tu copa y vamos a la cama.  -mi voz apenas se oye, mis labios están pegados a la piel de su espalda y le besan tiernamente. Deja la copa sobre el chinfonier que tiene al lado y se gira, ahora es su virilidad la se pega a mi abdomen, sus brazos rodean mi cuerpo y pasa con suavidad sus manos por mi espalda, se inclina y coloca uno de sus brazos por debajo de mis glúteos, el otro por mis sobacos debajo de mi espalda y me eleva sosteniéndome en sus brazos. Avanza unos pasos hasta llegar al borde de la cama, tengo abrazado su cuello y mi boca busca sus labios.

-Bé…Bésame, quiéreme.  –suspiro bajo su boca.

No se hace de rogar, su labios se acoplan a los míos, primero con suavidad, después su legua aprieta mis dientes para que le cedan paso, me estremezco cuando se une a la mía y la lame dejándome la dulzura de su saliva con sabor a alcohol y champán.

El beso parece durar un siglo, golosa su lengua busca en mi cavidad, me electriza cuando lame mi paladar, me permite que chupe su lengua y la muerda, sabe besar y aprovecha su conocimiento para llevarme a mundos desconocidos de placer. Mi cuerpo se escurre entre sus brazos, su miembro ha crecido y parece un puntal clavándose en mi trasero, me deshago del abrazo de mis nalgas y me sostiene sujetándome de la cintura, enrosco mis piernas en la suya abrazándola con fuerza y tengo su falo punteando en la entrada de mi ano.

Su lengua no para de buscar en mi boca y causarme espasmos de placer, se posa sobre el borde de la cama, deshago el abrazo de mis piernas y me siento sobre él, me voy dejando caer lentamente,  mi ano deseoso parece abrirse para recibirle, me agarroto del dolor, encojo mi cuerpo cuando el capullo de su falo me atraviesa, es inmenso el dolor pero no cedo, cierro con fuerza mis ojos, busco el ánimo de sus labios sobre los míos y me desciendo. Entra como un cuchillo rasgándome hasta que penetra la mitad y ahora es más fácil por su estrechez al final. Me quedo muerto y esperando que el dolor pase y se sosieguen las pulsaciones de mi ano estirado al máximo.

Quedo encogido como un cordero sobre él, sumiso, dócil y vulnerable respirando dolorido, atenazado por su miembro viril que me parte. Va acariciando mi cabeza, mi rostro hasta llevar su mano a mi boca y escarba entre mis labios para meter su dedo índice que deposita sobre mi lengua. Cierro mis labrios sobre él y lo desliza como si de un pequeño pene se tratara, el dolor va remitiendo y chupo su dedo como él desea, le agrada y siento un ligero agrandamiento de su pene.

Me elevo sobre mis rodillas, su miembro sale hasta la parte más gruesa y lo vuelvo a meter, voy practicando el movimiento para ir acostumbrándome y muevo sensualmente mis caderas, me siento sobre su falo y pongo recta mi espalda, cierro los ojos y el placer que se inicia me incita a morder lujurioso mis labios.

Voy subiendo y bajando, sacando y metiendo su pene cada más, al abrir mis ojos descubro la libidinosa sonrisa que asoma a sus labios, la lascivia me domina y me inclino para llegar a su boca y morder sus labios, al estirarme la mayor parte de su miembro ha salido de mi recto y comienza a embestir elevando su pelvis, entrando y saliendo de mi con gran fuerza.

Me da la vuelta y se coloca sobre de mi, entra con violencia, me aplasta con su peso, me somete y doma, solo puedo gritar del placer, del deleite que me inflige sintiéndome tan lleno y tan vacio, tan rendido a su deseo, tan usado para su deleite y placer. Me cubre y la cópula prosigue hasta que un grito desgarrado sale de mí evitando que me ahogue al poder respirar. El esperma brota de mí como una fuente inagotable, eyaculo en chorros deliciosos que se esparcen como rocío por mi vientre y pecho.

Quedo agotado, deshecho y amansado mientras Nico continúa dentro de mí ser, y fuera, y dentro, hasta que me riega, me fecunda y me colma con su semilla en el fondo de mi alma.

-Pequeño mío, como te amo, mi niño. –hace que me sonroje y oculte mi rostro en el abrigo de su pecho, besa mi cabello y pasa con dulzura su mano por mi espalda desnuda, continúa diciéndome palabras de cariño tan bonitas que me emocionan.

**********

 

Después de prepararnos y desayunar, lo primero que hacemos es salir a comprar el traje que necesita para la cena que dará el abuelo de Gonzalo mañana, último día del año.

Le sienta como un guante, gris casi negro y con esa rayita más clara, la camisa de seda a juego me chifla, la acaricio sobre él cuando se la prueba, es delicioso su toque.

-Me encanta, me gusta todo y estás guapísimo, irresistible más bien.  –me pongo de puntillas para besarle mientras se quita la chaqueta para entregarla al dependiente que le atiende. Cuando va a realizar el pago me alarga un paquete.

-Es para ti, tu regalo de Navidad que no te entregué.  –es un paquete con la etiqueta del comercio dónde estamos y que ha comprado sin que yo le notara, entretenido mirando ropa mientras él se probaba el traje y se lo ajustaba el empleado de la tienda.

-¡Jopelines! Esto es demasiado, no debo aceptarlo.  –es una camisa como la suya pero de color salmón muy pálido, brilla y refleja la luz.

-¿Por qué no? ¿No me regalaste tú un jersey?  -no vuelvo a decir que no, la despojo del envoltorio para tocarla, ¡jo!..., me muero de placer. La meto en su bolsa y me lanzo a su cuello para comérmelo a besos.

-¡Gracias!, ¡gracias!, es preciosa.

A las doce estamos camino de Vitoria-Gasteiz, los bordes de la autopista lucen la blanca escarcha y los montes que se ven desde Altube están nevados.

A las dos llegamos al pueblo, dejamos a mis padres que comerán por su cuenta y vamos a buscar a mis amigos del verano, me llamaron para quedar un día para comer y pasarlo juntos, y ese día es hoy.

El cielo está despejado y en el fondo del valle las aguas del pantano brillan  reflejando el sol. Antes de entrar en el restaurante permanecimos un momento contemplando el bello paisaje y haciéndonos fotos.

Irene me abraza, no deja de mirar a Nico y se lo come con la mirada.

-Cuando te canses de él me lo pasas.  –todos se echan a reír, es su forma de ser y no habrá quien la cambie.

-Irene, ¿tantas ganas tienes de tío?, es la pareja de Daniel, tía estas salida.  –Javier la pone en su lugar pero no sé si lo ha hecho muy bien.

La comida transcurre entre bromas más o menos fuertes, Javier y su hermano están preocupados por la salud de sus abuelos, su madre ha tenido que hacerse cargo del hotel y negocios familiares y ellos tienen que ayudarla. Tenemos que volver y mis padres nos esperan entretenidos en el hotel, le pido a Nico que conduzca en el viaje de vuelta. Hemos quedado con otra gente a la tarde-noche y cuando llegamos dejamos a mi madre que meta el coche en el garaje y nos dirigimos al centro donde tenemos que encontrarnos.

Pasamos unas horas de risas y abandonamos el grupo para volvernos a casa, es aún temprano, cruzo las solapas de mi tres cuartos y aprieto en mi cuello el fular para evitar que el aire penetre, debajo de los soportales de la iglesia me empuja hacia un rincón oscuro, sujeta mi cara agarrando mis mejillas y me besa.

-No puedo aguantar más tiempo sin sentirte, quiero volver a tenerte.  –el beso es eterno y disfrutamos de él, manteniendo en contacto nuestros labios. El bulto de su miembro se aprisiona contra mi ombligo.

-Buff, como estás, es mejor que vayamos para casa, te estás excitando y aquí no vamos a poder hacer nada.  –se lo acaricio por encima del pantalón y salimos de la oscuridad a la luz, esta violeta y me sujeto del brazo para caminar.

Cuando llegamos mis padres están en casa, tomamos algo con ellos y vamos a la cama, cuando él sale del baño estoy estirando mi cuerpo, se mete entre las sábanas y me abraza, le voy a besar y abro mi boca casi dormido.

-Tienes sueño.  –besa mis párpados y quiero tenerlos así, cerrados y descansar, dormir.

-Estoy que no puedo mantener los ojos abiertos.  -bajo mis manos y acaricio con levedad su miembro y testículos.

-Pero podemos hacerlo si lo deseas.  –me abraza fuerte contra su pecho y con su mano empuja de mi culo para que nuestras virilidades entren en contacto a través de las telas.

-Duerme pequeño.  –me doy la vuelta y él se arrima abrazado a mi espalda, tengo una ligera erección por las caricias que su mano practica en mi cadera y el calor de su pene en mi trasero, pero no llego a pensarlo y me duermo notando su aliento en mi nuca.

Al día siguiente, último del año, vamos a la óptica y recogemos las nuevas lentillas que me han hecho siguiendo las órdenes del oftalmólogo, debo probármelas unos días, también para que vea cómo va el daño de mi córnea, estos días he estado con gafas y utilizando lágrimas artificiales para tener los ojos húmedos y favorecer la recuperación.

Cuando salimos a la calle tengo que pedirle que me abrace, que pase su brazo por mis hombros por el frío que reina, aprovechamos el clima para correr a veces y jugar a cogernos como si fuéramos niños. Después de hacer nuestros encargos deseo recoger un catálogo de teléfonos liberados, al final de la calle, donde ya se ramifica en dos, está el pequeño parque con su pista de skater donde patinábamos no hace muchos años, hay varios chicos practicando, ahora para los ejercicios utilizan cascos apropiados, algunos con vistosos dibujos que les transmiten carácter. Nos entretenemos un rato observándoles, recuerdo aquella ocasión, cuando realizando la bajada se le escapó la tabla a uno de los chicos interponiéndose en mi trayecto y me golpeó derribándome. ¿Cuántas vuelvas di en el aire antes de que mi cuerpo se estrellara? Chillaba sin poderme contener por el dolor de mi pierna rota. No volví a coger mi tabla, había sido un intento fallido de practicar algún deporte de los que me gustaban.

Las calles principales estaban llenas de público y encontramos amigos pero no quisimos tomar nada.

Comimos y no salimos de casa, teníamos que prepararnos pronto  para llegar hasta la casa de Gonzalo. La comida fue austera y espartana, no quería sentirme lleno y pesado y como la noche sería larga nos metimos en la cama intentando dormir unas horas, jugamos, nos amamos, no hubo penetración, solo interminables besos y quedamos plenamente satisfechos de la mamada que nos practicamos.

Dejo de besar y lamer la calidez de su boca para reptar jugando debajo de las sabanas hasta llegar a su miembro, lo huelo y lo beso, sopeso y lamo sus testículos peludos, sudados.

Cada día que pasa me gusta más mamarle su verga, sentir su calor y suavidad en mi boca, aplastar su glande con mis labios, hurgar con la punta de mi lengua en su uretra hasta lograr que salga su dulzón y tibio pre-semen, resulta una pura delicia su sabor fuerte del principio, y poder jugar con ella de todas las formas posibles.

A veces tengo fantasías, locos pensamientos, cuando me llena la boca con su esperma y lo trago, creo que en realidad estoy evitando que pueda tener los niños que podría haber engendrado.

Con las fantasías de mi mente y las chupadas que da en mi verga no tardo mucho en llegar al clímax y vaciarme entre jadeos y espasmos pélvicos. Ahora le gusta y le divierte comerse mi semen, chupo y aspiro con fuerza, tanta que cuando su polla se me escapa de los labios emite un sonido como si abriera una botella y cuando noto, por la hinchazón del conducto de la uretra y su necesidad de entrar profundamente, que se va a correr, le atraigo para que deje toda su carga de néctar en mi boca.

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