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Reencuentro navideño

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El martes 24 de diciembre me desperté con una sonrisa de oreja a oreja, sabiendo que en unas horas llegaba mi chica. La ilusión me comía por dentro.

Cuando se hizo la hora, cogí el coche y me fui al aeropuerto. No os podéis ni imaginar las tremendas ganas que tenía de verla. Hacía 3 meses que no nos veíamos y por fin iba a tener dos semanas enteras a mi chica conmigo y en mi cama. Solo de pensarlo...

La espere en la puerta de desembarque. Empezó a salir gente y mis nervios iban en aumento. Por fin aprecio ella, con su pelo rubio suelto y sus gafas de sol puestas en la cabeza. Como me pone! Nos fundimos en un eterno abrazo y un beso algo más disimulado de lo que nos hubiese gustado. No nos importa lo que piense la gente, pero tampoco nos gusta ser el centro de atención. 

La ayude con una de sus maletas, la cogí de la mano y empezamos a dirigirnos hacía el coche. Le pregunté por el viaje y me ensimismé observándola. Adoro su sonrisa, sus gestos, su perfección. 

Metí su equipaje en el maletero y antes de que subiera al coche, la cogí por la cintura, la puse contra el coche y la bese. Un beso muy húmedo. Nuestras lenguas bailaban como nunca. Me aparté, la miré, la sonreí y vi como se sonrojaba de esa forma tan adorable, y la volví a besar otra vez. Deje que subiera al coche y empezamos el camino a casa.

Deje que me contará batallitas mientas disfrutaba escuchándola y la acariciaba una pierna.

Cuando llegamos a mi piso, entramos en el parking y aparcamos. Fui a bajarme del coche porque tenía unas ganas inmensas de subir y hacerla mía, pero me detuvo. Me cogió de la mano y estiró de mi para que volviera a entrar. Me senté, la miré y le dije: 

-¿Qué pasa? 

-Te he echado tantísimo de menos, mi niña. No quiero volver a irme. Te quiero.

Cogió mi cabeza entre sus manos y nos fundimos en un beso.

-Ahora, ya podemos irnos.

 

Subimos al piso y la dije:

-Ana, cielo, ¿quieres ir a ver a tus padres o vamos más tarde? 

-No, voy a ir a darme una ducha y creo que mejor vamos mañana. Te he echado mucho de menos y quiero pasar el día contigo en casa. 

-Vale cielo, lo que tu quieras. Estos meses han sido eternos. 

-Voy a la ducha, ¿vienes amor? 

 

Me dio un beso rápido y empezó a quitarse la ropa mientras se dirigía hacia el baño.

Obviamente no me pude negar. Estaba deseando estar con ella.

Cuando entre en el baño ella ya se había metido en la ducha. Me quite la ropa lo más rápido que pude y entre en la ducha con ella. Nada más entrar nos fundimos en un abrazo y un beso mientras nos caía el agua. Fue un momento de perfección que ojalá no hubiese terminado nunca. Me puso contra la pared y empezó a acariciarme todo el cuerpo. El contraste de la pared helada y el calor de nuestros cuerpos aun me ponía más.

Acabamos de ducharnos, nos secamos el pelo y fuimos a prepararnos algo de comer. Nos preparamos algo rápido y comimos en el sofá mientras hablábamos. Al terminar, me senté encima de ella y empecé a besarla por el cuello y esa boquita que me vuelve loca. La mire a los ojos a milímetros una de la otra y le dije:

-Te quiero 

-Yo también te quiero mi niña. Vamos a la cama que estaremos más cómodas.

Se levantó del sofá, me cogió de la mano mientras me sonreía y nos dirigimos hacía la habitación. Nos paramos delante de la cama y empezamos a besarnos. La tumbe en la cama, me puse encima, cuerpo con cuerpo, y seguimos besándonos. Me puse de pie enfrente de la cama, mirándola directamente a los ojos.

-Quítate la ropa.

En menos de un segundos ya estábamos las dos desnudas mirándonos directamente a los ojos.

Ella seguía de rodillas en la cama. La mire y la sonreí mientras me mordía el labio. No pudo resistirse. Se levanto, me llevo hasta una de las paredes de la habitación, acerco su lengua a mi cuello, y empezó a lamerlo mientras sus dedos de deslizaban por todo mi cuerpo.

Ardíamos.

Instintivamente, las abrí para que me hiciera lo que quisiera. Tanto sus dedos como su lengua fueron bajando, recorriendo todo mi cuerpo hasta llegar entre mis piernas. Estaba muy mojada. Empezó a lamerme el clítoris y a tocarme con los dedos, que campaban totalmente a sus anchas. No podía para de gemir. Se separo, quedándose a centímetros de mi coño, y me miró: 

-¿Quieres que siga o lo dejamos para mañana?

 

La levante y le tumbe en la cama. Era mi turno. Llevaba tres meses deseando hacerla mía otra vez. La bese y fui directamente a sus pechos. Bese, lamí, mordí, jugué... hice de todo con ellos. Ana adora que le coman las tetas. Mientras se las comía, puse una de mis piernas entre las suyas, y notaba que cada vez estaba más mojada y más cachonda. Su pelvis acompañaba mis movimientos.

-¿Quieres que siga o lo dejamos para mañana? le dije, parafraseándola en tono de burla, porque sabia que estaba muy perra.

-Cállate y follame ya!

La sonreí y la guiñe un ojo. Bajé por todo su cuerpo hasta llegar a su coño.  Me detuve un instante y la mire. Besé la  parte interna de sus muslos, cada vez más cerca pero sin llegar allí, tentándola.

Me detuve ante aquella maravilla y pase lentamente mi lengua por todo su coño. Se estremeció y su respiración se convirtió en jadeo. bese sus labios menores y me abrí camino entre ellos con la lengua.

Puse mi lengua en su clítoris y empece a hacer movimientos circulares, variando la velocidad y viendo como ella disfrutaba y cada vez estaba más mojada. Fue el momento de que mis dedos entraran en acción.

Subí mi mano por su cuerpo, tocando sus pechos y en dirección a su boca. Metí dos dedos, ella los lamió y fueros directos hacia su vagina. Los introduje muy poco a poco, notando como su entrepierna palpitaba en mi boca.

Ana empezó a gemir y eso me motivo para darle con más energía. Levante un poco la cabeza, alejándome para mirarla.

-No pares!

Sonreí y continué.

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