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31.1 Telmo

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A pesar del frío que reinaba en este momento y el que sabía que había habido estos días pasados el coche arrancó a la primera y sin problemas, imagino que Rayhan alguna vez lo habrá puesto en marcha. Iba contento con mi gran caja de pastas que esperaba fueran del agrado de mis compañeros. Mi madre se encargó de llevarme a Zuricalday, su pastelería preferida de toda la vida.

Primero subo al despacho para dar un inmenso abrazo a Elie, tiene que ponerme al día de todo lo que haya sucedido, saludo a mi jefe y al resto de los compañeros, veo a André contento de tenerme de vuelta y me urge a que me introduzca en el trabajo.

Bajamos para tomar algo caliente antes de comenzar mis visitas a la depuradora, la planta de ensayo y el departamento donde trabajan ya en el sistema de filtrado.

En el laboratorio, los que están ya ante la máquina de café, expresan su alegría, no sé si por las pastas o por tenerme con ellos. Nos quedamos solos y vamos a la planta piloto, en el camino me sorprende la pregunta de Elie.

-Seguramente no tenía que preguntarte pero lo voy a hacer y salir de dudas, ¿tú eres gay?  -la vi tan preocupada y roja por su pregunta que reí para quitarle importancia y volver la pregunta intrascendente.

-Sí, lo soy y no lo oculto, pero no te preocupes estás roja y te va a dar algo, y ahora…, ¿me dirás tú el por qué de esta pregunta? –la miro girando mi cara hacia ella y parece que la naturalidad vuelve a su rostro.

-Se ha hablado de ti y hay apuestas de si lo eres o no.  –ahora suelto una carcajada sonora, no creía llegar a ser un día motivo de apuestas y menos por mi orientación sexual.

-¿Y tú has ganado o te he hecho perder la apuesta?  -ahora hablamos distendidos y riendo de la broma.

-Yo no he apostado, lo presentía y ahora tú me confirmas que lo eres. –tampoco me parece raro que se haya dado cuenta, trabajamos muy próximos y cercanos.

-Me alegro de que ahora todo se sepa y así no haya malos entendidos entre los compañeros, ¿y tú como lo has sabido?

-Daniel, a ver. Dicen que no estoy mal aunque sea mayor tú nunca me miras como un hombre a una mujer a la que desee o le guste, y además veo tus miradas a los chicos guapos. –ahora sí que me hace reír a lo loco.

-¿Soy tan obvio mirando a los hombres?  -le pregunto sin abandonar mi risa.

-A veces sí, yo te observo, tú tampoco estás mal y al principio tenía alguna esperanza pero ya ves.  –sujeto su brazo para estrecharlo con cariño y terminar la conversación, llegamos a la planta y tenemos que comenzar el trabajo.

A la hora de la comida me llama Evans, tanto a él como a mi jefe les he traído un pequeño obsequio, es un dado de metacrilato con un remache incrustado del puente de Bizkaia, de los que unen las distintas piezas, conmemorando su declaración como Patrimonio de la Humanidad, por cierto que a mi jefe le ha gustado. Quedo con Evans en que a la tarde noche le iré a visitar a la disco para que hablemos un rato.

Al pasar el portón de la urbanización veo a Rayhan, está acompañado por otro chico al lado de la puerta donde guarda las herramientas su padre. Cuando ve el coche se va acercando donde regularmente aparco.

Su abrazo es de oso apretando mucho mi cuerpo y me besa en la mejilla solamente, en la parte baja y muy cerca de la comisura de mi boca.

- Rayhan, qué alegría verte. –quiero que mi abrazo resulte cálido, es divino el chico y los dieciocho años le han llegado agraciándole más aún y dando rotunda virilidad a su cuerpo.

Después de mi efusión me aparto de él y miro al chico que tiene a su lado, es un poco más bajo que yo, un par de centímetros y yo no soy alto, menudo y fibroso, de piel clara y con pecas en el rostro, pelo castaño un poco largo, su melena baja ligeramente tapando sus orejas, luego en una onda, las puntas vuelven a ascender, es un poco rizada y le enmarca su cara de niño, con la boca pequeña de labios gordos, sobre todo el inferior y sensuales en su color rosa suave, la elegante y fina nariz tiene más pecas que el resto de su rostro. Aparenta timidez pero cuando sus ojos me miran chispean alegres y con picardía, su cuerpo vestido no permite apreciar las formas por la ropa que le viene ancha.

-Daniel, él es Denís, un amigo.  –hace las presentaciones, mi intención es abrazarle pero el coge mi mano derecha entre las dos suyas y la aprieta; está bien, dejo mi impulso inicial e intento transmitirle la buena impresión que me ha causado.

-Me encanta conocer a los amigos de Rayhan, pero vamos para casa.

Como siempre abre la puerta trasera del coche y recoge mi bolsa del ordenador mientras yo empujo a Denís hacia el camino que va a mi casa.

-Anoche cuando llegué agradecí que hubieras subido el termostato de la calefacción, llegue helado, y gracias también por las flores. Denís no habla para nada aparte del saludo inicial, me gustó su voz tan dulce y así va resultando todo él mientras le voy observando y viendo como mira curioso la casa.

Tomamos asiento y conversamos, es difícil arrancarle más que tímidos monosílabos, entiendo que se sentirá cohibido, es la primera vez que me ve. Después de una hora más o menos de conversación, donde Rayhan me cuenta anécdotas de la urbanización y las fiestas que ha habido en la ciudad pienso en entregarle el regalo pero me corta la presencia de Denís.

-He quedado con unos amigos…, escucha Rayhan, te he traído un regalo, es aquel paquete, lo recoges al marchar ahora os dejo.  –le señalo el envoltorio que contiene el jersey y me pongo en pie, ellos también lo hacen.

-Podéis quedaros y luego cierras la puerta cuando marchéis.  -le guiño un ojo cómplice, Rayhan vuelve a abrazarme.

-Tengo que hablar contigo cuando tú puedas.  –parece preocupado pero he quedado con Evans y además si es algo personal no creo que quiera hablar delante de Denís.

-Llegaré un poco tarde, mañana después de que vuelva de la natación si te parece bien hablamos.  –soy yo el que le obligo a bajar su cabeza para darle un ligero beso en los labios, el chico nos mira pero no expresa sorpresa, solamente le noto  un mayor brillo en la mirada.

-Bien Denís, encantado de haberte conocido y espero volverte a ver. –extiendo mi mano para despedirme pero ahora él se levanta para abrazarme, ¡jolines!, qué poca cosa es y que delicado le siento, ¿tendrá algún gramo de carne en su cuerpo?

-Me ha hablado Rayhan de ti y veo que tiene razón en lo que me dijo.  –le miro fijamente, sus mejillas están rosas y su labios se han vuelto rojos.

Marcho sabiendo que Rayhan sabrá hacer lo mejor y lo que deba. Mientras avanzo para la Gran Plaza voy sonriendo y satisfecho por él, me gusta, sí me agrada el chico ese, Denís, le veo ideal para él, un precioso chico cariñoso que le hará feliz y es lo que yo deseo.

El portero de la disco me reconoce, a pesar de ser nuevo y no verme desde hace más de dos semanas, me saluda con una inclinación de cabeza y una sonrisa, no sé qué sonrisa es esa, es un fortachón de hombre con un tipo excepcional y muy serio en su papel.

En la barra pregunto por Evans, el barman después de saludarme me dice que espere y como me conoce pone delante de mí una copa grande haciendo un gesto pidiendo mi aprobación para llenarla, él sabe lo que debe poner.

Mientras espero su llegada saludo a las personas que conozco, me asombro de los abrazos que reparto, los chicos que trabajan aquí me conocen todos y algunos de los clientes también aunque solo sea de verme hablando con ellos.

Se planta delante de mí un chico que creo reconocer y no me centro, me tiende su mano, todos ellos son jóvenes y guapos, destacan por alguna peculiaridad, pero este…, y ahora viene a mi recuerdo. ¡Claro!, solamente le he visto una vez, o dos, ¡Telmo! Le ofrezco mi sonrisa a la vez que acaricio su mano que sostengo.

-¡Telmo!, perdóname, no te recordaba.  –dejo su mano libre pero me quedo hechizado mirando el cambio que ha experimentado, con su nuevo vestir sofisticado aunque joven y también algo maquillado, está soberbio de guapo. Después de unos segundos de mirarnos sonríe mostrando los hoyuelos de sus mejillas.

-Yo sí que me acuerdo de ti, quería…, esperaba verte para agradecerte otra vez que me ofrecieras aquel albornoz. De verdad gracias por aquello. –mis mejillas se han coloreado, seguro, pero la luz de la sala no lo permite apreciar y eso me alivia. Sujeto su brazo y le atraigo para que se acerque hacia la barra donde estoy, hay un poco más de luz y a pesar del maquillaje que lleva noto un moratón en su pómulo derecho que éste no es capaz de ocultar.

Paso mi brazo por su cintura para acercarlo a mí y así poder hablar sin necesidad de gritar.

-¿Qué tal estás en tu trabajo, lo pasas bien?  -me di cuenta en ese momento de mi exaltación excesiva y de que mi interés se estaba convirtiendo en un interrogatorio.

-Sí, estoy bien, ya me ves.  –sonríe y para afirmar lo que dice hace un gesto para que mire su cuerpo. Lo cierto es que su nueva vestimenta logra que se le vea elegante y guapo, pero también lo era cuando le vi por primera vez aunque fuera con harapos y en  la segunda ya mejor vestido.

-Tenemos que hablar, lo importante es que te encuentres satisfecho y ya veo que los otros chicos te ha acogido muy bien.  –hace un gesto de asentimiento y noto que se pone tenso mirando detrás de mí.

-Bueno, mucho gusto de volverte a ver, luego hablamos si quieres.  –sujeta mi codo un momento y se aleja hacia las mesas del fondo de las barras.

-¡Daniel!, Dios, se me ha hecho muy largo el tiempo que has estado fuera.

Evans enlaza mi cintura con un brazo por detrás, me giro a medias para recibir un beso de su parte en mi mejilla, algo extraordinario en él que no es muy dado a manifestaciones emotivas, yo sí que lo soy y me vuelvo para abrazarle darle varios besos en la cara.

-¿Qué te comentaba el chico?  -se refiere a Telmo aún alejándose. Antes de contestar le hago entrega del regalo.

-Es una pequeña tontería, un recuerdo que no sirve para nada.  –lo desenvuelve y lo observa, tengo que explicarle el significado del cubo transparente. Hablamos unos minutos antes de que vuelva a preguntar por lo que Telmo me hablaba.

-Nada importante, sus impresiones de su trabajo y compañeros.  –le entrega el regalo al barman para que lo guarde y vuelvo a sentir sus brazos que rodean mi cintura.

Hablamos un rato largo, el público no es tan numeroso como los días de fin de semana pero el local se va llenando, estoy mirando hacia la entrada y veo a Lucas que entra precedido de su chofer-guarda espaldas, o lo que pueda llegar a ser, ese hombre vestido siempre de oscuro y que le acompaña como si fuera su sombra.

Viene hablando con otro hombre pequeño y calvo que eleva amenazador su dedo índice, detrás les siguen otro grupo de hombres de los que alguno adivino o pienso que son guardaespaldas de ellos. No llegan a la barra y se meten en la entrada de acceso a los pisos superiores, Lucas mira hacia nosotros y hace un gesto con su mano a Evans, no espera a que éste se desplace donde él está y viene hacia nosotros, me estrecha en un abrazo distraído y hace como si me besara en ambas mejillas sin llegar a hacerlo, mientras me saluda como abstraído en su pensamientos y habla con Evans.

-Vigila mientras estoy arriba y di a los muchachos que estén alerta.  -luego se dirige a mí, ahora parece que si se ha dado cuenta, su sonrisa, si no le conociera, se vería adusta, creo que está preocupado.

-Vaya, ya has vuelto de tus vacaciones no te veía desde hace tiempo, ahora no puedo atenderte, en otro momento hablaremos.  –después de golpear mi hombro se aleja hacia donde le esperan los hombres que venían con él, algunos ya han desaparecido y le esperan dos de ellos y el tipo que le acompaña como si fuera su sombra.

-Daniel tengo que dejarte, ahora debo volver a mi trabajo. –Evans se muestra intranquilo a pesar de su fría apariencia.

-No te preocupes por mí, tu ve a hacer lo que debas que yo me entretengo hablando con los muchachos o bailando. –se aleja hacia el acceso a los pisos superiores, hace una ligera seña y le siguen dos de sus hombres.

Han subido el  volumen de la música, la mayoría de los chicos están sin clientes sentados en las mesas del fondo, otros los acompañan en las barras bebiendo con ellos y en una mesa, con otros dos compañeros, veo a Telmo que me mira con fijeza.  Esquivo al personal que está cerca de la pista de baile y me acerco hasta las mesas. Telmo no me ha dejado un instante de observar pero cuando llego ante él tiene la cabeza baja.

-Telmo, invítame a bailar.  –sujeto su hombro y su cuerpo, como si fuera un resorte, se pone disparado en pie. Bailamos durante un buen rato, le observo cómo se cimbrea, su cuerpo se mece  y ondea muy bien llevando el compás de la música, es una delicia el verle, sus bazos se elevan y se mueven de izquierda y derecha estilizando más aún su cuerpo de exiguas caderas y culo respingón. Llega un momento en que tiende sus brazos para bailar agarrados y descansar; veo su rostro sudoroso pero radiante en estos momentos.

-¿Qué te ha pasado en la cara?  -se aparta de mí con los ojos asustados.

-Nada, no me ha sucedido nada y no tengo ninguna señal.  –intenta retirarse para salir de la pista de baile, le sujeto del brazo para atraerle hacia mí.

-Calma, calma, yo no he dicho que tengas nada. No tengas miedo de mí, por favor. –levanta su rostro y las lágrimas lo surcan llevándose el maquillaje.

-Tranquilo Telmo, no pasa nada, tranquilo.  –le abrazo y le mezo acariciando su cabello. Así permanecemos un rato hasta que se tranquiliza, cuando vuelvo a mirarle en el fugaz destello de las luces de la pista, veo que está horrible y tendrá que reponerse la cara, le llevo a los servicios que hay en la zona privada de acceso a los pisos superiores, y ahora, a la cruda luz de encima del espejo, es más evidente el hematoma que ya, en los bordes, esta curando y cogiendo un color amarillento.

-¿Quién te lo ha hecho?, ¿has tenido alguna pelea?  -niega siempre con su cabeza.

-¿Ha sido aquí?, ¿aquí te han golpeado?, ¿Quién?  -me mira dolorido y las lagrimas vuelven a brotar de sus ojos.

-Sería peor si te lo dijera, no puedo. –hipa y jadea sofocado.

-No va a pasar nada Telmo, tienes que decirme quien ha sido. ¿Evans?, ¿ha sido Evans?  -niega con la cabeza.

-¿Algún compañero tuyo, o Lucas? –me parece que estoy diciendo barbaridades, no veo a Lucas o Evans en ese papel, pero necesito que me diga quién es el que le ha golpeado, más que nada para evitar que se repita de nuevo.

-Paul…, -casi no puedo oírle por lo quedo que me habla y el ruido amortiguado que llega de la música.

-¿Paul, has dicho Paul? –su cabeza se mueve asintiendo. 

–No digas nada por favor.

-No te preocupes que no habrá problema aunque hable con él.  –soy muy valiente afirmando cosas que no puedo decidir ni controlar.

Telmo se ha arreglado con maquillaje la cara, tienen en un armario del baño un montón de productos de belleza, higiénicos y otros que no identifico.

Se ha tranquilizado y estamos en una mesa con otros compañeros suyos, hoy no es día de mucha clientela y siguen esperando el trabajo que no llega, ahora entiendo el por qué Lorian y Alan venían los viernes y sábados solamente. Algunos van a bailar y se llevan a Telmo, yo voy a la barra, tengo sed y pido que me preparen un agua tónica con limón y unas gotas de gin para que huela. Entrego un billete al camarero y vuelve con él sin haber cobrado.

-Me dice Paul que no tienes que pagar, es una invitación de la casa.  –hace una mueca para indicarme indiferente de donde viene la invitación, Paul está hablando con unos clientes muy jóvenes, me voy acercando a ellos esquivando a los que están en la barra hasta llegar donde él.

-Gracias por la invitación Paul. –no puedo creer que un tipo, que a pesar de la virilidad y fuerza que irradia, que también muestra su seria amabilidad y educación en el trato, pueda haber llegado a golpear a un compañero semejante a él.

-No podemos permitir que el “hermano” de Evans pague aquí una consumición, no tienes que agradecerme nada.  –aunque es amable al hablar su tono suena engolado y fatuo.

-¿Puedo hablar un minuto contigo en privado?  -señalo a los dos  chicos que están con él.

-Estoy trabajando, pero si es solo un minuto…, ¡disculparme un momento, ahora mismo vuelvo!  -me sigue hasta el extremo de la barra, no hay sitio libre y nos colocamos contra la pared.

-Se rápido Daniel, son seguramente mis dos únicos clientes de la noche, no me gustaría que se les pasen las ganas de que les folle y perder el día.  –habla con brusquedad y entiendo que le estoy jodiendo pero quiero saber el por qué ha golpeado a Telmo.

-¡Telmo!  -lo suelto de golpe y él sonríe desdeñoso.

-¡Ah!, ¿es eso? Verás, no debes preguntarme a mí, tú tienes aquí amigos importantes y yo solamente actúo según las órdenes que recibo y cumplo con mi trabajo.

Me acerco a él y con enfado le sujeto de su brazo.

-No quiero que vuelvas a ponerle la mano encima, ¿me oyes?  -su reacción es brutal, me sujeta por la pechera de la camisa y me pega contra la pared juntando nuestros cuerpos, los nudillos de su mano me oprimen el pecho causándome dolor, se acerca a mi cara y su saliva me salpica cuando habla, su aliento despide fuego.

-Ten cuidado muchachito, aquí eres bien mirado y todos te quieren, yo te aprecio, pero siempre hay un límite. Pide cuentas a los que mandan, yo solo obedezco órdenes y cumplo con mi labor, no lo olvides.

Es más fuerte que yo y me ha dejado asustado con su reacción, me llega su olor a hombre viril mezclado con una colonia que no distingo. A pesar de que sus nudillos se hunden en mi pecho y del dolor que me produce, desearía que no se rompiera la magia del momento, creo que su piel emite feromonas que me aturden.

Sin yo quererlo mi polla está respondiendo a un deseo irracional que me confunde. Al estar nuestros cuerpos pegados él lo debe notar, sonríe cínico y me suelta. Veo a Evans avanzar hacia nosotros, le tengo delante de mí,  a mi lado, mientras aliso mi camisa y vuelvo a meterla en el pantalón, me doy cuenta de lo empalmado que estoy en reacción a no sé qué.

-¿Qué es lo que sucede Paul?  -Evans le mira sin pestañear pero con voz muy tranquila.

-¡Telmo! –es lo único que responde, yo me froto el pecho que me duele.

-Está bien, ya me encargo yo.  –me coge del brazo para llevarme con él y en ese momento se vuelve.

-Continúa con tu trabajo, los clientes te esperan.  -hace una pausa.

-La próxima vez infórmame de lo que sucede antes de tocar a Daniel.

Paul hace un gesto de despedida y se vuelve, antes he visto su insolente sonrisa que no desaparece de sus labios, no puedo apartar mi vista de sus anchas espaldas mientras se aleja hacia los dos chicos con los que estaba antes, le siguen hasta el acceso a la zona privada, me muero de vergüenza cuando me sorprendo pensando lo que me gustaría estar traspasando con él aquella puertas. Aparto asqueado esos pensamientos y me centro en Evans.

Caminamos hasta la Gran Plaza y me dispongo a despedirme no hemos hablado una palabra desde que salimos de la disco, voy cabizbajo.

-Es tarde, te acompañaré hasta tu casa.  –me sujeta del brazo y caminamos.

-Daniel, Paul hacía su trabajo, había que corregirle, no se trata de una paliza.  –su voz parece un cuchillo.

-¿Para corregir a alguien hay que golpearle?   -aún siento el dolor en mi pecho, siento ira, rabia, miedo y estoy a punto de echarme a llorar, pero no por dolor  ni humillación, es por los sentimientos tan infames que la actitud de Paul han despertado en mi líbido.

-¡Joder! Evans, tú no eres así.  –su mano aprieta mi brazo.

-Tú no sabes cómo soy y no tienes que preocuparte, ve a la disco, diviértete, baila, disfruta, pero no te inmiscuyas en nuestro trabajo. –calla y las lágrimas ruedan por mi cara.

-Paul a su modo les quiere y ellos le respetan, pero debe mantener una disciplina y el orden, debe hacer su trabajo y lo hace bien. ¿Crees tú que estarían mejor con otros que no fuéramos Paul, Lucas o yo?  -me detengo para mirarle de frente y abrazarme a él.

-Pero tú eres bueno, siempre lo has sido.  –limpia mis lágrimas y sus guantes quedan húmedos.

-Sí, y realista también. Daniel, pequeño, tú no sabes nada de esta vida real, de la gente de nuestro mundo particular.  –es la primera vez que me trata de esta forma tan protectora y paternal.

-Lo de Telmo no volverá a suceder, Paul te aprecia y espero que no le guardes rencor por lo que ha sucedido esta noche y hablaré con él.  –llegamos ante el portón de mi casa.

-Ven, dame un abrazo.  –mis brazos le rodean y no quiero que se marche, me siento tan vulnerable, pero tiene que volver a su trabajo y me ha acompañado hasta la puerta de mi casa, no puedo pedirle más.

Dos mensajes de Nico me esperan, no tengo ganas de hablar y le respondo los mensajes. Ha dejado bien a mis padres y está ya en Madrid.

Rayhan no se ha llevado su regalo y el paquete sigue donde lo dejé.

**********

 

Cuando me levanto me siento un poco aturdido y cansado, me costó conciliar el sueño pensando en lo que había sucedido en la disco. Cuando parecía que iba a caer en el sueño Paul volvía a aparecer como si estuviera presente, constante y recurrente, notaba su saliva que me salpicaba y el calor de su aliento en mi cara, su olor corporal, no podía controlar la reacción que esos pensamientos producían en mi pene erectándolo. ¿Me estaba volviendo loco?

Pude olvidar mis pensamientos centrándome en el trabajo, tenía muchas cosas que comprobar, pasar horas en las reuniones y visitando la depuradora, estaban a punto de realizar el cambio, parar la antigua maquinaria y poner en funcionamiento la nueva, tendríamos unas horas de parada y  debíamos coordinarnos con la empresa a la que depurábamos su agua y también nuestras propias necesidades. A la tarde teníamos una reunión para conocer los momentos concretos de parada. Le informé a mi jefe  y me dio las gracias en nombre de su mujer, le había gustado el detalle que les había comprado.

He traído mis cosas de baño y voy a nadar antes de volver a casa. Las instalaciones están prácticamente vacías, como si los chicos no hubieran comenzado aún sus clases, saludo al personal y me encamino a los vestuarios que están desiertos. En la piscina no hay más que tres personas nadando. Noto estas semanas sin practicar y al cabo de una hora me siento cansado, me obligo a estar media hora más, aún tengo las marcas de los nudillos de Paul en mi pecho y al vérmelas siento un estremecimiento.

La luz del cuarto de Rayhan está encendida, debe haber escuchado el motor del coche o del portón al abrirse y veo como se apaga, las luces del jardín brillan encendidas y le alumbran en su caminar hacia mí.

-¡Hola!  -no siento entusiasmo en su saludo.

-¡Hola Rayhan! –como se ha quedado un poco parado observándome le hablo. 

-¿Me ayudas?

Traspasamos el umbral  y no deja que me quite el abrigo, me abraza y busca mi boca para besarla desesperado.

-Tenía unas ganas locas de besarte. -le respondo atrayendo su cabeza para unir nuestros labios con fuerza y luego me despego de él empujándole con las mías sobre su pecho.

-No podemos volver a empezar Rayhan, no está bien.  –va al sofá y toma asiento, me quito mi abrigo, debajo de él llevo el chándal que me he puesto después de la ducha en el club deportivo. Coloco mi ropa en las perchas para que no se arrugue mientras le observo.

-¿Por qué no te llevaste tu regalo? –me mira con tristeza.

-Quería que me lo dieras tú personalmente.  –caigo en la cuenta de que se siente ofendido y no le falta razón. Sonrío y le acerco el paquete.

-¡Feliz Año! Rayhan, perdóname si fui tan frío, pero como estaba tu amigo me dio apuro entregártelo.  –lo va desenvolviendo y una sonrisa aparece en su boca cuando ve el jersey.

-Es bonito, me gusta.  –hace una bola con el papel que lo envolvía.

-Venga Rayhan, vamos a probarlo.  –entre risas le ayudo a quitarse su anorak y la camisa que lleva, queda con una camiseta blanca de cuello redondo, cuesta un poco que entre su cabeza y tiro de la lana para meterlo, aparece con el pelo despeinado y río alborotándoselo más.

-Ponte de pie que quiero verte.  –le está un poco grande pero le cae divinamente, además de los hombros está perfecto, es solamente que al tener tan pocas caderas y los hombros tan anchos, de esa parte es donde le sobra, apenas se nota.

-Estás guapo, guapo y rico como un pastel.  –se ríe enseñando el rojo fuerte del interior de su boca.

-¿Un pastel verde?  -estallamos en risas los dos, me abraza y me lleva hacia él, acaricio la suavidad de la lana y él besa mi cabeza, se deja caer sentado y me arrastra tras de él quedando sentado sobre sus piernas.

Abrazado a su cuello le miro, sus ojos son una súplica que transmite a los músculos de su boca.

-Te necesito Daniel, te preciso, ¿no lo ves?  -no le respondo, en cambio cierro su boca con la mía, me abrasa su boca y el beso se vuelve una locura, abre mi boca con la fuerza de su lengua, entra tímida en mi boca y toma contacto con la mía, un escalofrío de placer delata mi deseo y pocos segundos después la tiene metida hasta mi garganta ahogándome, la palpo y acaricio con la mía, es dulcísima y deliciosa, a veces esponjosa y otras rígida, no deja de moverla y acariciar mi paladar y luchar con mi lengua para avanzar en la exploración de mi cavidad bucal, su saliva sabe a fresa, a otros aromas que no logro desentrañar.

-Rayhan.  –logro hablar tragando aire con ansia.

–Vamos a hacerlo, también yo lo deseo, fóllame.

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