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Sumisa en la calle: Órdenes

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Todo intento de concentrarse en su trabajo durante el resto del día fue en vano. Sólo podía pensar en él, en todo lo que había pasado en unos pocos días, en como había cambiado su vida...

Lo peor fue cuando se encontró fantaseando con su Amo y se dio cuenta de que le deseaba. Quería sentirle entre sus piernas. Necesitaba saber que se sentía al tener al hombre que la dominaba follándola. ¿ Cómo lo haría ? ¿ Qué cosas le gustarían ? En el fondo no sabía nada de sus preferencias, y le daba un poco de miedo plantearse que le podría exigir él.

De todas formas, no tenía ni idea de cuándo sería eso. Ni siquiera sabía cuándo volvería a verle, así que aún menos tocarle o que la poseyera, si es que ese era su deseo claro...

De repente recordó que él le había dicho que "no pensaba follarse un coño con pelos"...

¿Debía depilárselo? El Amo no le había dado ninguna orden al respecto. Tal vez sería mejor dejarlo como estaba hasta que él le dijese algo.

Su cabeza estaba hecha un lío. Tenía claro que no iba a seguir resistiéndose. Le gustaba aquel juego, le excitaba. Pero no sabía a donde la llevaría todo aquello. Y no entendía como una mujer orgullosa como ella había podido entregarse a un hombre al que le gustaba humillarla y utilizarla...

De todas formas, ya estaba metida en ello y no podía ni quería escapar. Lo que tuviese que pasar, pasaría...

Sabía que aquélla tarde, tenía que cumplir una orden. Debía ir a recoger su ropa. Tenía que volver a ver a aquella chica, la cual estaba claro, era otro de los juguetes de su Amo.

No le apetecía ni lo más mínimo tener que ir al establecimiento. Pasaría una vergüenza terrible. Pero tenía que hacerlo...

No fue a primera hora de la tarde. Intentaba que el paso de las horas le diese fuerzas para ir. No quería ponerse roja como un tomate ante la chica y quería concienciarse de que no pasaba nada. De que apenas serían un par de minutos y después se acabó...

¿ Cómo podía saber ella que en absoluto iba a ser así ? ¿ Cómo podía saber que le tenían reservados otros planes ?

A las siete y veinticinco, a cinco minutos de la hora de cierre del local, ella entraba por la puerta...

Enseguida vio a la dependienta. Se quedó un momento mirándola. No era muy alta. Tenía el pelo liso y moreno hasta media espalda, de piel tostada, seguramente a base de solarium. No era una belleza, pero si atractiva. Tenía un cuerpo fuerte, aunque no era gorda, y su pecho abundante y sus redondas caderas hacían que el conjunto resultara sensual...

Tardó unos segundos en decirse a ir hasta ella...

Perdona...

La chica se volvió y la miró. Pareció reconocerla enseguida, pues una sonrisa picara salió de sus labios.

Supongo que vienes a por tu cosas...

Aquella simple frase consiguió que todos sus esfuerzos por hacer como que no pasaba nada se esfumasen. Notó como el rubor subía a su cara. Tímidamente, logró contestar...

Si.

Bien. Pero tendrás que esperar un poco. Puedes entretenerte echando una ojeada por la tienda. Cuando cierre hablaremos...

No se esperaba aquello. Esperar ¿ Por qué ? Hablar ¿ De qué ?

La situación, cada vez le gustaba menos. Ella había esperado recoger su ropa e irse. Pero no pudo protestar, puesto que la dependienta se fue y se puso a ayudar a sus compañeras. Iban a cerrar.

La cabeza le daba vueltas. Pero ¿ Podía hacer otra cosa? No iba a coger a aquella chica por el cuello para obligarla a hacerle caso. Así que se puso a mirar la ropa de forma distraída y con la cabeza agachada, esperando pasar desapercibida.

Tardaron unos quince minutos en terminar de ordenar y limpiar todo. Nadie la molestó ni habló. Pero el tiempo se le hizo interminable.

Poco a poco, las demás chicas se fueron yendo. Entonces comprendió que la intención del juguete de su Amo era que ellas dos se quedaran las últimas. ¿ Pero para qué ?

Se le pasó por la cabeza, que aquello estaba planeando por él, que la chica solo cumplía órdenes. No tardó en descubrir que así era...

Por fin solas...

Dijo la joven acercándose a ella cuando todo el mundo se fue.

¿ A que viene todo esto?

El Amo quiere tiene algunas órdenes para nosotras...

Aquella frase tan directa hizo que su cara volviese a ponerse roja, ante lo cual la dependienta se echó a reir.

Mujer, no te ruborices. Tu sabes lo que soy yo y yo se lo que eres tú. No tenemos que andarnos con pudores. Y menos aún teniendo en cuenta que te tengo que ayudar a cumplir un par de cosas...

Yo sólo venía a por mi ropa...

No. Vienes a bastante más que eso, pero no lo sabías. Claro que si no quieres satisfacer al Amo, puede irte, con las consecuencias que eso conlleve...

No, no es eso. Es que...

Bien. Pues manos a la obra. Acompáñame al cuarto de baño.

¿ Para qué ?

Tu obedece. A partir de ahora piensa que lo que yo te diga son sus órdenes. Si no obedeces se lo tendré que contar.

Aquella mujer comenzaba a caerle fatal. ¿ De verdad eran órdenes de él o es que la mujer quería reírse un rato de ella? Por si acaso, decidió hacerle caso.

En el tiempo que pensaba esto, la otra chica había desaparecido por una puerta tras el mostrador, así que la siguió. Pasó a una especie de pequeño almacén en el que había otra puerta la cual supuso era el baño.

Cuando entró, vio a la joven. Tenía en una mano una especie de bol y en la otra un bote de espuma de afeitar. No tuvo que pensar mucho para adivinar que aquella mujer tenía la intención de rasurarla. Se quedó helada. ¿ Desnudarse ante una mujer y dejar que le afeitase el coño? Eso era demasiado...

La chica se dio cuanta de que ya no estaba sola. Se volvió hacia la mujer y notó por su cara que estaba confusa y nerviosa, así que le sonrió de forma tranquilizadora.

No pongas esa cara mujer. ¿ Acaso nunca te han depilado?

Si, pero esto...no es lo mismo...

Tu tranquila. Desnúdate de cintura para abajo.

La mujer se quedó paralizada por un momento.

¡ Venga! No tengo todo el día. Que no es para tanto. Además piensa que esto es lo que quiere el Amo.

Palabras mágicas...sus manos comenzaron a moverse sobre su ropa. En pocos segundos, a pesar del pudor, se había despojado de la falda y del tanga, quedándose con la camisa y con los zapatos de tacón.

Los faldones de la camisa me van a incordiar. Dijo la joven. Será mejor que te la quites también.

No creo que haga falta. Bastaría con recogerlos...

No discutas y hazlo...Recuerda que le diré al Amo como te has comportado.

Empezaba a odiarla de verdad. Pero no podía permitir que el Amo se enfadara. Recordó como la había azotado en el restaurante por dudar en obedecer una orden. No quería que volviese a pasar.

Así que a regañadientes, se desabrochó la camisa y se la quitó también.

La chica observaba cada uno de sus movimientos mientras esperaba con el bol de espuma en una mano y una brocha de afeitar en la otra. Una sonrisa pícara se esbozó en sus labios.

Siéntate sobre la tapa de la baza con una pierna a cada lado, que estén bien abiertas.

La mujer, muerta de vergüenza lo hizo.

Echa la pelvis hacia delante, necesito tener buen acceso a tu coño y tu culo, no puedo dejarte ni un pelo...

Al hacer esto, se sintió totalmente expuesta. Notaba incluso que sus agujeros se abrían ligeramente, lo cual le hizo sentir aún más incomoda. Deseó salir corriendo de allí.

La dependienta comenzó enseguida con su tarea. Untó bien su coño con la espuma de afeitar. Lo inundó por completo con ella. Incluida la vulva aunque ahí no había nada que depilar. En esa zona además el producto producía un escozor y quemazón muy intenso.

Puso la crema también en la zona del perineo y el ano. Se ayudaba con la brocha para extenderla y cubrir bien el vello.

No parecía que la joven estuviese obteniendo placer con lo que le estaba haciendo. Su cara era de concentración...

Después cogió una cuchilla desechable y con mucho cuidado comenzó a rasurar. Empezó por el pubis, bajando después a la zona de los labios, para finalizar con su ano. Tardó unos diez minutos, pero lo hizo a conciencia.

Después la limpió y le quitó los restos con agua y una esponja.

La chica se quedó unos momentos mirando su obra y sonriendo. Había quedado precioso. Daban ganas de comérselo...

Bajó la cabeza y antes de que la mujer pudiese reaccionar, su lengua empezó a lamer la rajita...

La mujer se quedó estupefacta en un primer momento, pero después, cuando se dio cuenta de lo que pasaba puso las manos sobre la cabeza de la joven y la apartó intentando levantarse.

¿ Pero que haces ? ¡Aparta!

La chica puso una mano sobre el vientre de ella y la empujó haciendo que volviese a sentarse...

Quédate ahí quietecita. El Amo quiere que sepas lo que se siente al ser comida por una mujer. Claro que ya sabes que puedes irte cuando quieras, total...Amos los hay a patadas. Pero si le quieres a él, me obedecerás. Ya te he dicho que lo que yo te diga o haga es porque el lo desea.

Nervios, indecisión, duda...

Ella quería entregarse a él, no a aquella chica. Nunca había tenido una experiencia lésbica y nunca había deseado tenerla...

No le dio mucho tiempo a pensar, pues la joven volvía a tener la cabeza entre sus piernas y enseguida volvió a sentir aquella húmeda lengua lamiéndola.

Mientras su cabeza era un remolino de ideas contradictorias, su cuerpo empezaba a notar el efecto de aquellas caricias. Se estaba excitando.

Poco a poco se iba dejando llevar, abandonándose a las sensaciones que le proporcionaba aquella boca femenina, que de vez en cuando mordisqueaba su clítoris o metía la lengua en su vagina...

De pronto notó una mano que subía hacia su pecho izquierdo. Sintió que esa mano le bajaba la copa del sujetador y le comenzaba a pellizcar el pezón, haciendo que sintiese como pequeñas descargas eléctricas placenteras por todo su cuerpo.

No se resistió. Había decidido abandonarse y disfrutar lo que pudiese de aquello. No quiso pensar en que la boca que la comía y las manos que la tocaban no eran de un hombre sino de una mujer. El placer hizo que le diese igual...

Solo pensaba en gozar y eso era lo que estaba haciendo. La lengua de aquella chica era experta en lo que estaba haciendo. Sus caricias eran cada vez más rápidas e intensas. Ningún hombre se lo había comido como ella. Estaba pasando del recelo y el pudor al éxtasis. Aunque en ningún momento se atrevió a tocar a su compañera, ni siquiera se le pasó por la cabeza...Se quedó quieta y se dejó hacer.

Fue una sorpresa el sentir de repente la lengua de la joven rodeando su ano. Dio un respingo ante aquello. Eso si que nunca se lo habían hecho. Pero notó que la gustaba, así que volvió a relajarse, mientras la caricia se volvía más osada, y notaba como algo humedo se introducía dentro de ella.

La chica lubricó bien el culito con su saliva y después procedió a intentar meter un dedo. Lo tenía empapado con los flujos que había recogido del coño de la mujer. Así que haciendo círculos y presionando comenzó a hundirlo dentro de ella. Le costó un poco, era un culo virgen, pero poco a poco lo consiguió.

Cuando lo tuvo completamente insertado, comenzó a moverlo, sacándolo y metiéndolo hasta que se deslizó bien. No metió más, no quería forzarla la primera vez.

Así que mientras la follaba el culo con un dedo volvió a comerle el coño aún con voracidad que antes.

La mujer había experimentado todo tipo de sensaciones con lo que le había hecho. Sorpresa, morbo, dolor...y al final placer, sobre todo cuando volvió a sentir aquella boca sobre su coñito al tiempo que la penetraban por detrás. Era un nuevo tipo de placer. Siempre había sido reticente a probar cualquier cosa que tuviese que ver con el sexo anal, pero estaba descubriendo que no era tan malo.

La dependienta siguió trabajándola hasta que notó que estaba a punto de explotar en un orgasmo. Los movimientos de su pelvis se hicieron más agitados y sus gemidos más fuertes. Estaba al límite...

Y entonces la chica paró...

Lo siento por ti, pero no puedo seguir...

¿ Pero qué dices ? ¿ Por qué ? Estoy a punto de correrme, no puedes parar...

Son órdenes del Amo. Tengo que dejarte así...

No, por favor. Incumple la órden. ¡ Acaba !

No. Y no insistas o se lo diré a él.

Se quedó frustrada. Cabreada. Maldecía al Amo y a aquella endemoniada chica.

Se levantó enfurecida y comenzó a recoger su ropa y a ponérsela. La joven se incorporó, se adecentó y se lavó las manos y la boca, mientras la otra se vestía.

Cuando parecía que la mujer ya estaba lista y se iba a marchar, la chica habló...

No te vayas tan rápido que tengo algo para ti...

Salieron las dos a la tienda. La joven buscó algo dentro de su bolso y le tendió un papel a la mujer.

Según salgas de aquí, ve a esa dirección. Él te está esperando.

¡ Él le estaba esperando ! No podía creérselo...

La mezcla de excitación y rabia que sentía en su cuerpo, ahora se juntaba con la sorpresa, la ansiedad y el miedo de volver a verle.

Miró el papel y leyó la dirección, no sabía donde era, pero cogería un taxi...

Dio media vuelta y se dispuso a irse sin despedirse siquiera, cuando oyó...

No me guardes rencor, Solo soy una perra obediente como lo acabarás siendo tú...

No supo que contestar, ni que pensar.

Sonrió débilmente. Y se fue...

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