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31.3 Alan y Tristán

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A la mañana siguiente mi cabeza está perdida en otro lugar y no en el trabajo donde debiera de estar, Elie se da cuenta de mi ausencia.

-¿Daniel te sucede algo?, se te nota preocupado y no atiendes lo que te estoy explicando.  -cierro y abro varias veces mis ojos antes de poderla contestar.

-No es nada, un lapsus momentáneo sin importancia. Por favor vuelve a explicármelo. –me esfuerzo para prestarle atención.

No puedo apartar el recuerdo de Nico de mi cabeza. Todo lo que él me ha dado en mis momentos de tremenda soledad, su desvivirse por mí, su amor que le llevó a dejar la comodidad de Bristol y su familia en España para seguirme sin condición alguna hasta aquí.

No voy al comedor, me quedo en mi despacho con un vaso grande de té, mi mano se dirige hacia el teléfono y la dejo caer muerta, exánime sobre la mesa.

-¿Nico?

-¡Daniel!  -se escucha mucho ruido de fondo. 

–Estoy en el aeropuerto, a punto de embarcar, te oigo muy mal, espera a que pase los controles, yo te llamo, besos mi amor.

¡Su amor!, va a resultar más difícil de lo que pensaba que sería, sostengo mi cabeza entre mis manos hasta que suena el móvil.

-¡Daniel!, ¿qué querías?, hay mucha preocupación y los controles son muy rigurosos por lo sucedido en Francia, pero dime bonito.

-¿Sigue tu invitación vigente para que vaya a París?  -hay un silencio incómodo para mí.

-Mi niño querido, estoy deseando verte, aunque solo sea para mirar tu cara, en unas horas estaré en casa, ¿de verdad quieres ir?

-Iré, pero igual no puede ser hoy, no sé si habrá billetes, si en otras ocasiones hay problemas imagínate ahora como resultará, sobre todo el Eurostar, intentaré reservar un billete y te volveré a llamar.  –escucho sonidos que me inducen a pensar que está llorando.

-No lo hagas por mi Daniel, yo estoy bien.

-Se que estas bien pero quiero estar contigo y pasear, no me quites ahora las ganas de ir.  –no me contestaba y solo escuché un ahogado suspiro.

-Te quiero Nico, buen viaje y te llamaré con lo que pueda hacer.

Transcurrió la tarde y al recargar de gasoil el depósito del coche aproveché para realizar otras compras, condones de dos tamaños y lubricante anal, con propiedades relajantes, tenía decidido que, por precaución, a partir de ahora utilizaría protección en mis contactos sexuales, por ellos, por mi, por todos.

Una cosa es realizar el amor con Nico y Rayhan y otra meter a personas extrañas y que no conoces bien en nuestros juegos.

Me llevé la sorpresa, al entrar en casa, de encontrar en su interior a Rayhan y Denís, estaban muy serios y estirados sentados en el sofá. Rayhan se levantó y vino para abrazarme y delante del chico, no le importó besarme en la boca durante unos segundos. Denís no se había levantado y fui hacia él, iba a estrechar su mano y fue él el que se levantó de improviso y se acercó a mí, me plantó un beso en los labios, fue breve pero al retirarse le vi pasar su lengua por ellos, pensé que le había gustado.

-Tengo que ir a la estación, si encuentro billete quiero ir a París, en caso contrario lo cogeré para mañana, ¿queréis acompañarme o preferís quedaros aquí?  –estuvieron de acuerdo en ir conmigo, metí unas mudas y algo de ropa en una bolsa, las cosas de baño usaría las de Nicolás y ya estaba preparado.

Durante el camino le expliqué a Rayhan el motivo de mi repentina decisión de viajar a París.

-Hoy ha vuelto mi ex pareja  y quiero verle, había pensado en pasar el sábado con vosotros, pero lo dejaremos para la semana próxima, ¿os parece bien?

Estuvieron de acuerdo los dos aunque fue Rayhan el que me contesto.

-Lo que tu digas Daniel, ¿pero has dicho tu ex?  -claro, no había pensado en que no le había hablado a él de lo que había sucedido entre Nico y yo.

-Es largo de contar, lo dejaremos para otro día, ¿te importaría llevar mañana el coche a lavar?  -ya le estaba dejando encargos a mi pobre y dedicado niño, no se iba a negar a lo que le pidiera si podía dármelo.

La estación estaba ocupada por las fuerzas del orden, no solamente había gendarmes, también militares con perros, la psicosis estaba servida en el país después de los tiroteos, donde habían abatido a los terroristas e imagino que mañana París sería una locura, con la llegada del Presidentes de la Unión para la manifestación contra el terrorismo al día siguiente domingo.

No había billetes disponibles para hoy y tuve que comprarlo para mañana sábado, avisaban de que necesitaríamos más de una hora para pasar los controles y coger el Eurostar.

Les invité a comer algo enfrente de la Catedral ya que la Gran Plaza estaría ocupada. El callado Denis hablaba y poco a poco iba cogiendo confianza, tenía una sonrisa subyugante y la ropa holgada, que parece ser en él lo normal en su vestir, no permitía apreciar su cuerpo que se perdía entre las telas.

Pasé un rato muy agradable con ellos y nos reímos, sin exagerar ni elevar el volumen de nuestras risas, no estaba el ambiente proclive a expresiones de cualquier tipo por las circunstancias que vivíamos. No quise que me acompañaran, la seguridad personal no estaba garantizada en estos momentos de tensión.

Cuando llamé a Nico al principio se desilusionó, pero le dije los problemas que había para obtener un billete y que conseguir el de mañana había resultado un milagro, mucha gente se desplazaría a París, escuche algún grito alborozado de Lorian cuando le comunicó que iba a estar con ellos el sábado y domingo.

Esa noche tardé en conciliar el sueño, tenía que encontrar una solución para que Nico no me extrañara tanto, mi cariño por él no había menguado un ápice.

**********

 

Sábado

Aún no había amanecido cuando el taxi  me recogió para llevarme a la estación. Como me habían comunicado ayer, había muchos viajeros esperando el Eurostar que hacía el recorrido de Bruselas a París y cada dos metros estaba apostado un gendarme o un militar. La cola de control avanzaba muy despacio y el paso a la zona de embarque se eternizaba.

Este domingo, 11 de Enero de 2015, iba a representar un hito, una señal que orientara la historia común de Europa, todos los mandatarios viajaban a París para estar presentes en la manifestación que se celebraría mañana en defensa de las libertades y como protesta por el atentado del semanario “Charlie Hebdo”.

El tren llegaba casi completo y en la estación había muchos viajeros esperando también al procedente de Londres. En Lille se terminó de llenar, no es un tren que realmente sea bullicioso pero este día el silencio parecía sepulcral.

En París la salida fue mejor y más fluida, cuando distinguí a Nico me extrañó que estuviera acompañado de Lorian, estaba sin afeitar, juraría que no lo había hecho en toda la semana, le sentaba muy bien y hasta se le veía un aire bohemio, aún la tenía corta pero le hacía parecer mayor. En lo que no había cambiado era en su efusividad y me abrazó elevándome del suelo a la vez que tiernamente besaba mi boca y calentaba mis labios con su aliento.

Nuestro beso se eternizaba y me sentía en la gloria, se separó de mi boca para bajar con sus labios a mi cuello.

-¡Mi nene!, ¡mi niño!, ¡qué guapo te veo!  -besaba mi cuello y lo mordía con sus labios como si fuera un vampiro haciéndome temblar con el frotar de su barba.

-¿Te la vas a dejar? –mi mano acariciaba su cara intentado sujetar su fuertes pelos entre mis dedos sin conseguirlo, aún no había crecido lo suficiente para eso.

-¡Oh! No, me siento vago, sin ganas y si no te gusta me la afeito inmediatamente. –su voz susurraba en mi cuello cerca de mi oído.

-Se te ve muy sexy y excitante con ella.  –emití una risita nerviosa.  –Por favor no te la afeites hasta que te canses y te aburras de ella.  –por fin pude abrazar a Lorian que al lado nos miraba sonriendo, le bese en ambas mejillas, ¡qué bello y elegante estaba!, vestía tan juvenil y formal a un tiempo, la bufanda jaspeada le colgaba del cuello fuera de su abrigo y era indudable que sus poses le delataban la profesión de modelo.

Resultó milagroso poder coger un taxi para que nos llevara hasta Foch. Los alrededores de la plaza Charles de Gaulle o Étoile, estaba cercada por las fuerzas de seguridad y el taxi tuvo que coger Foch por una calle transversal.

No se veía mucha gente y notaba en mi cuerpo cierta aprensión por la electricidad y energía negativa que sentía en el ambiente, los militares no me inspiraban tranquilidad precisamente.

Como no pude hacer el viaje ayer y tuve que volver a mi casa, había cogido alguna ropa más de la que metí a toda prisa en la bolsa, Nico tiró de mi mano para llevarme sin dudar a su habitación.

-¡Oh! Nico. –creía que me llevaría a otro cuarto aunque en realidad quería que fuera como él lo había dispuesto. No sé el motivo, pero me había hecho a la idea de que dormiríamos separados.

-Si te molesta puedes dormir en otro cuarto, pero me gustaría que cuando vengas lo hicieras conmigo, lo dejo a tu elección.  –le miré y abracé su cintura.

-Me hubiera decepcionado haber dormido sin tu compañía, yo también lo quiero, solamente es que me ha sorprendido.

-Pues sí,  por tu cara pareces asombrado.  –si él supiera el dolor que me causa mi decisión, que tanto daño le ha producido y ver que su amor sigue intacto.

-Sí, me asombra tu desmedido amor por mí y no lo merezco.  –se humedecen mis ojos, y me estrecha con fuerza a la vez que besa mi frente y mi cabello.

-Eso nunca cambiará Daniel, siempre me tendrás para lo que necesites de mí y si alguna vez quieres volver mi corazón te estará esperando.

-¡Por favor!, ¡por favor! Nico, no me digas eso o voy a llorar.  –es cierto y estoy a punto de no poderme contener. Se alejó de mí y se sentó en el borde de la cama, comencé a deshacer mi bolsa de viaje bajo su atenta mirada.

-Cuéntame cosas de Lille, ¿qué sucede por allí?  -sonreí y comencé a contarle mi visita a Evans y lo sucedido con Paul y Telmo, sin hacer alusión al momento en que me cogió de la camisa dejando la marca de sus nudillos en mi pecho, ni mi sentimiento de atracción salvaje hacia él de ese momento.

-Esos negocios no me parecen muy limpios, deberás tener cuidado y no mezclarte mucho con ellos.  –apoyaba sus manos en el colchón elevando la cabeza y tirándola ligeramente hacia atrás, en una pose muy linda donde se le veía la nuez de Adán moverse en su cuello.

-Ninguno me causará daño, puedes estar tranquilo.  –mi pensamiento iba más allá pero sería mucho asegurar y decidí ser prudente.

-Ya sé que no te lastimarán, tengo miedo de que seas tú el te causes daño a ti mismo, te involucras mucho con la gente y ese interés, en algún momento, se volverá contra ti.  –estaba terminando de colocar mi ropa y no me sorprendió su pregunta que temía que llegara.

-¿Qué tal van las cosas con ese chico, con Rayhan? –me lo pensé un momento antes de contestar, podría haberle mentido, pero ¿de qué serviría?

-Bien, tiene ahora un amigo de su edad y he estado en una ocasión con él, hemos vuelto a hacer el amor, no se lo podía negar y yo lo quería hacer también.  –mis hombros se encogen por mi sentimiento de culpa al volverle a herir. Se levanta y viene rápido para abrazarme por detrás.

-No quiero que te sientas culpable. –me da la vuelta y se sumerge en mi mirada.

-Daniel, eres tan hermoso de alma, de sentimientos tan nobles, increíble de verdad, con una capacidad de querer y entregarte asombrosa. Por esa cualidad tuya te amo más aún y quiero que sigas así.  –me da unas palmaditas en el inicio de mis nalgas.

-Hemos dejado mucho tiempo a solas a Lorian, vamos a ver lo que hace y salimos para pasear y comer.

Nos alejamos de la zona cercana a L’Étoile, resulta atemorizante la cantidad de efectivos militares y los helicópteros surcando el aire, parece un ambiente  pre bélico, sacado de una película de guerra.

Nos encaminamos en sentido contrario a L’Étoile, hacía la Porte Dauphine y  entramos en el Bois de Boulogne, Lorian ha llamado a Alan para comunicarle que estoy aquí y preguntar si podemos comer juntos, quedamos en un restaurante del inicio de la Avenue de Malakoff, no está muy lejos y podemos ir andando hasta allí, la temperatura es agradable y en algún momento se desprende alguna gota de lluvia del grisáceo y triste cielo.

La sonrisa de Alan me derrite y saltamos como niños mientras nos abrazamos. ¡Oh!, como sabe cautivar con sus gestos y me presenta a su pareja, los demás le conocen ya. Se llama Tristán, es un chico mayor, de más de cuarenta años, igual ronda los cincuenta, sumamente elegante y lleva un abrigo de cuello y solapas con brillo, con grandes entradas en su frente ya de por sí alta y amplia, peinado hacia atrás, nariz aguileña y muy moreno, labios muy rojos y sensuales.

Un hombre que en su conjunto arrolla con su presencia y su fuerte personalidad, amabilísimo y educado hasta el excesivo refinamiento, sus manos son finas de dedos largos y uñas cuidadas. Diría que es un hombre masculino, viril y dominante, se le huele su dominio, perfecto si no fuera porque parece el papá de Alan.

Le trata con exquisito cuidado y cariño, y hasta le retira la silla para que tome asiento en la mesa, no le dejo de observar y a veces me veo algo impertinente cuando nuestras miradas se cruzan y tengo que desviar mis ojos.

Después de comer, y mientras toman el café, hago una señal a Alan para que me siga cuando me disculpo para ir al aseo.  Me abrazo a él y le beso.

-Es un chico estupendo Alan, no sabe lo que hacer contigo, te adora.  -sonríe complacido y halagado poniéndose rojo.

-¿Te gusta de verdad Daniel?  -que bien me siento por él, que haya encontrado a alguien que le ame y le proteja.

-Si no hubiera sido así sabes que también te lo diría, lo único que…, no sé, es un poco mayor. -le sonrío con picardía. 

-¿Qué tal es en la cama?  -se echa a reír con ganas y muestra toda la hermosura de su dentadura perfecta.

-Es un dulce, delicado, pero muy activo, no follamos todas las noches pero es un amante excelente que sabe tratarme y darme placer, ya ves lo viril que es.  –reímos los dos enlazados en un estrecho abrazo. Me mira con seriedad para hablarme de nuevo.

-Está casado y tiene dos hijos, más no me importa, él me ama y con eso me conformo, no quiero que se separe y ser causa de destruir la vida de sus hijos.  –me abrazo a él y permanecemos unos segundo así, siento que tengo en mis brazos a un ser extraordinario.

-Me alegro, te lo mereces todo, ¿sabes lo mío con Nico?  -estoy lavando mis manos después de orinar, él se apoya en el mármol de otro lavabo.

-Lorian me lo ha dicho, lo poco que él sabe, ya me lo contarás tú.  –pasa su mano por mi espalda en una cariñosa caricia.

-Os voy a pedir que cuidéis un poco de Nicolás.  –me mira a través del reflejo del espejo.

-No lo dudes, te lo cuidaremos, lo que tú quieres, nosotros también.  –seguimos hablando hasta que nos interrumpen otros clientes que entran a los servicios.

Nos miran extrañados cuando volvemos a la mesa con la felicidad reflejada en nuestras caras.  Después de estar más de una hora hablando nos tienen que dejar, Tristán debe acudir a una exposición de ideas, que a última hora han tenido que cambiar con motivo del atentado terrorista.

-Daniel…, Alan me ha hablado de ti y veo que no exageraba nada.  –al estrechar mi mano noto la calidez del afecto que me profesa o me intenta transmitir. Debe leer en mis ojos lo que querría decirle, pedirle más bien.

-No sufrirá, no te preocupes por él, ahora me ocupo yo.

-Gracias Tristán. –les recoge un impresionante coche y el chofer sale para abrirles la puerta, se vuelven para decirnos de nuevo adiós con la mano.

Pasamos una tarde divertida y después nos cansamos paseando por la ciudad, las calles alejadas de Étoile están desiertas causando una impresión fantasmagórica y triste, donde solo los turistas pasean igual que nosotros.

Nos vamos a casa para tomar algo de cenar allí aunque no necesitemos nada, Lorian tiene atendido y bien surtido el frigorífico.

En la televisión proyectaban grabaciones de las detenciones fallidas de los terroristas, con los desagradables resultados obtenidos y retazos del discurso de Hollande, Presidente de la Republica, en total ha habido veinte muertes, muchos seres por los que llorar.

Después de charlar un rato sobre los acontecimientos que se estaban viviendo y ver las noticias de la televisión los tres, nos habíamos retirado a nuestras habitaciones para dormir. En el enorme sillón Nico había estado ocupando el centro, yo tome asiento a su izquierda y Lorian se sentó a su derecha posando su cabeza en el hombro de Nico, al cabo de un rato se recogió sobre sí mismo y colocó su cabeza sobre sus piernas, Nico abrazaba mis hombros con su brazo izquierdo y con su mano derecha acariciaba el cuello de Lorian que a veces ronroneaba como si fuera un cachorro.

Ya en la cama acaricio el vello de su pecho y juego con los pelos  negros y largos que le salen de la axila, eleva los brazos por encima de su cabeza en una postura muy erótica que subyuga y me calienta.

-Cuándo estuve la vez pasada aquí Lorian durmió conmigo, siente miedo en esta casa tan grande y vacía, ¿no te lo ha comentado?  -me mira enarcando las cejas, baja una de sus manos para pasar sus dedos por mi cuello.

 –Nunca se me ha confiado de esa manera, contigo es diferente, le conoces mejor que yo y tú le inspiras más confianza.  –retiro su mano para llevármela a la boca.

Nico cambió su postura y colocó su pecho encima del mío con nuestros rostros muy próximos para después escuchar los latidos de mi corazón, con su oreja pegada sobre mi tetilla.

-Creo que se siente solo, sobre todo desde que Alan se marchó, tú le atraes, se ve cuando se tumba en el sofá y quiere mantener el contacto contigo.  –juega con mis cejas y peina con sus dedos mi pelo, pensativo esperando que continúe hablando.

-Es mimoso como un niño, o como un gatito que quiere que le hagan caricias y zalamerías, y es tan bello y delicado. –está mirándome a los ojos y entorna los suyos con aire soñador.

Sujetó mi cara con sus manos y me besaba la frente, respiraba muy profundo y sentía en mi muslo el calor y dimensiones de su polla que comenzaba a despertar.

-¿Podemos hacerlo?, ¿no te importa?

Me protegí entre sus brazos y besé el vello de su pecho, cada vez era mayor la turgencia y dureza de su polla. Elevé mi cabeza para fundir nuestros alientos.

-Claro que podemos hacerlo, no he dejado de quererte ni de desearte.

Movía su cadera para rozar su verga con mi pierna, la sentía resbalar por el precum que depositaba en ella.

- Nico, espera, para un momento, tengo una idea.  –cerró mi boca con sus labios y luego se coloco con los codos sobre el colchón a mi lado.

-A ver cuéntame y dime el por qué de tu repentina interrupción. –alargó su mano para acariciar mi tetilla.

-Voy a pedirle a Lorian que venga a dormir con nosotros.  –eleva sus hombros sobre su codos y me mira con los ojos abiertos como platos.

-¿Pero qué dices?, estás loco.  –tiene la boca abierta y parece que se le va a desencajar la mandíbula.

-Te importaría hacerlo con él, a mi no me incomoda y si él está de acuerdo, ¿por qué no?  -me mira dubitativo y perplejo.

-Sinceramente no me importaría en otras circunstancias, pero así, los tres.  –doy un salto en la cama y me coloco de rodillas para coger mi pantalón de pijama.

-Pues no hablemos más, no tiene por qué dormir solo.  –no espero una confirmación en firme por su parte, ha dicho que no le disgustaría, para mi es suficiente. Voy dando saltitos intentando meter mis pies por las perneras de mi pijama y salgo al pasillo, me detengo ante la puerta de su habitación, la tiene entornada, continúa con sus miedos. Enciendo la luz al entrar, está tapado hasta los ojos que los tiene muy abiertos. Me tiendo a su lado y le abrazo.

-¿No duermes?

-Estoy escuchando el más mínimo ruido de la casa, como siempre, hasta que el sueño me vence, ¿qué haces aquí?  -sonríe travieso.  –¿No habrás venido a dormir conmigo teniendo a Nico?  -me hace reír y le abrazo.

-No tontito, óyeme, podías pedirle a Nico que te deje dormir con él, a mi me lo pediste. –se pone colorado, me parece extraño en Lorian.  Aparto la ropa de cama y me meto en ella volviendo a abrazarme a su delgado cuerpo, está caliente y agradable al tacto. Me acerco a su oído.

-Ven con nosotros a la cama, podemos hacer otras cosas además de dormir si nos apetece.  –en ese momento estaba delineando con mi dedo índice sus preciosos labios y me cogió desprevenido su reacción violenta. Puso sus manos en mi pecho y me retiro de su lado.

-¡Ya no soy un puto!, he dejado de ejercer. –su tono era hiriente y despechado, molesto. No había sabido decírselo, enfocarlo para que entendiera que no era eso lo que pretendía. Sus ojos me dirigían una mirada glacial que nunca había visto en ellos. Fue una cortina de agua la que cubrió mis ojos y las lágrimas comenzaron a rodar por mi cara.

-Perdóname Lorian, perdóname, no quería decir eso, no lo he sabido decir, por favor, nunca me ha importado lo que hayas sido o hecho y no lo he tenido nunca en consideración.  –su mirada perdió el frío que atravesaba y se abrazó a mi comenzando a llorar igual que yo.

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