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Arrepentidos los quiere Dios (Capítulo 26)

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Capítulo 26

 

Margarita me llamó al día siguiente para comunicarme una noticia que me hizo muy desgraciada, pero que asumí como la cosa más natural del mundo.

--¿Eres Manolita? Se oye muy mal. Soy Marga.

--Hola cariño. Sí, soy yo, Manolita. Yo te oigo muy bien, dime cielo, dime.

--¿Has recibido mi carta?

--¿Qué carta?

--La que te he mandado hace unos días.

--No, no, no me ha llegado nada; pero suelen tardar más de una semana las cartas de más allá del Atlántico.

Me temía lo peor, y quedé muda por unos momentos, pensé que no aceptaba mi propuesta.

--¿Estás ahí, Manolita?

--Sí, dime Margarita.

--Mira, te lo cuento en la carta, con todos los detalles. Cuando te llegue y la leas, te llamo y comentamos.

--Pero Marga ¡por favor! Qué me tienes en vilo, al menos adelántame algo.

--Tengo novio. Precisamente el hermano de Piluca, la mujer de Raúl, o sea, su cuñado. Nos conocimos en la boda de ellos, Y mira: surgió el flechazo.

Fue un duro golpe. Pero... ¡cómo se me ocurre enamorarme de una niña! Me estaba bien empleado. Lo malo es que según me indicó mi inolvidable segunda madre, doña Patrocinio: que si me enamoraba empezaría mi decadencia; que ya había empezado pero no como yo creía: decadencia como puta. Como mujer también empezaba a decaer.

         Al día siguiente llegaba la carta de Marga.

 

         La Isla. 15 de Marzo de 1988

         Mi querida Manolita: ha acaecido un acontecimiento en mi vida inesperado; ya sabes que los designios de la vida nos vienen dados por no sé que tipo de cosas; pero son irremediables.

         En la boda de Raúl conocí al hermano de Piluca, ya sabes, la novia. Bueno, ya nos conocíamos, pero solo de hola y adiós.

         Estuvimos juntos durante toda la ceremonia, y no sé si fue por casualidad o fue el destino, el caso, que cuando Piluca lanzó su ramo de flores hacia el grupo de solteras invitadas, vino directamente a mis manos.

         Te juro Manolita que no hice nada por alcanzarlo: llegó a mí, como por arte de magia. ¿O fue una premonición? No lo sé Manolita, no lo sé. El caso es que a mi lado estaba Adalberto (así se llama mi novio) sonriéndome. Me tomó por el talle, y me dijo sin perder su sonrisa encantadora.

         --Tú serás la próxima novia.

         Le miré fijamente a los ojos, y me enamoré en ese mismo instante. Algo misterioso se apoderó de mí, Manolita, el caso es que quedé prendada del galán. Hasta tal punto, que ya estamos haciendo planes de boda.

         Nunca podré agradecer todo lo que has hecho, y te prometo Manolita, que el proyecto de la boutique en Madrid me da mucha pena rechazarlo, pero comprende, que no puedo aceptarlo conforma a mi nueva situación.

         Adalberto quiere que Madrid sea uno de los destinos de nuestro viaje de novios, pero a lo mejor tú no querrás recibirnos; me imagino que después destruir los planes que teníamos juntas, y que tanta ilusión te hacían, no me querrás ni ver.

         Lo siento mucho Manolita, lo siento; y jamás podré olvidar aquellos momentos... y los otros. 

         Te quiero.

         Margarita.

 

         No se equivocaba Marga: pero ella no me había hecho ningún daño, el daño me lo había hecho yo por ilusa.Tomé pluma y papel, y contesté la carta de Margarita.

 

         Madrid. primero de Abril de 1988

         Mi querida Margarita:

         Hoy mismo he recibido tu carta, y hoy mismo paso a responderte.

         Te mentiría al no reconocer, que me ha supuesto una terrible decepción, ya que has derribado de un soplido mis ilusiones. Pero pronto comprendí que no eran ilusiones; eran castillos en el aire. Por eso, aunque dolida, reconozco que lo nuestro hubiera pasado como una nube de verano.

         Te deseo toda la felicidad del mundo, como también se la deseo a tu hermano.

         Mi casa de Madrid, es también tuya. Y la pongo a  vuestra entera disposición. Pero lo más probable es que acabe buscando un lugar donde pueda llevar con resignación esta soledad, y me retire de la vida lúdica para abrazar la contemplativa. Pero a ti, nunca te olvidaré.

         Un abrazo.

         Manolita.

 

         Pasaron dos años y nunca más supe de Margarita ni de Raúl.

 

         Darío se había infestado con el virus VIH, y me informaron que se fue a morir a La Isla, ya que no quiso despedirse personalmente; me dijeron que no hubiera soportado la vergüenza ante mi presencia.

Al poco tiempo me llamaron de una notaría, para notificarme, que los bonos del Estado españoles que poseía, me los había dejado en herencia.

 

Otra vez fracasaba como mujer, y triunfaba como profesional. 

(8,00)