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Recordando al primer amor (capítulo 2º)

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CAPITULO II

Bailamos aquel bolero titulado: "Historia de un amor"; seguro que fue una premonición; pues nuestra historia de amor aunque breve y fue más espiritual que material, fue una historia bonita; si bien la hubiera vivido con el conocimiento que tengo hoy de las mujeres, yo te juro Cristina que otro desenlace hubiera tenido nuestro noviazgo, porque hubieras quedado tan llena de mí, que te hubiera sido imposible vaciarme de tu alma y corazón cómo me vaciaste aquella tarde. ¡Aquella maldita tarde que me dijiste que habías dejado de quererme!

Pero uno, que a la sazón era un iluso (y además pobre y soñador), creía que sólo de amor, y nada más que del amor se alimentaba el amor. Craso error, porque el amor es como una hoguera que si quieres que no se apague hay que echar yesca todos los días.

-¿Estudias o trabajas? Se me ocurrió decir para entablar una conversación. Aunque no necesitaba hablar, ya que el sentir su respiración junto a mí y notar su aliento en mi cuello, eran las palabras más dulces que en ese momento podría escuchar. Y seguro que ella tampoco sentía necesidad de hablar, porque aquel silencio al compás del bolero era más elocuente que mil palabras.

Pero no me parecía correcto. ¡Coño! al menos debemos saber quienes somos, y la única forma de saberlo era auto presentarnos. Así que antes de que me contestara a lo del trabajo o el estudio, le dije.

-Me llamo Amador. ¿Y tú?

Apartó su cabecita que tenía casi apoyada en mi hombro (por eso sentía su aliento en mi cuello) y me miró a los ojos... ¡Ay que ojos, madre mía..!

 

No eran ojos, eras fanales (9A)

que iluminaban mis negruras; (9B)

dos candiles, son dos faroles (9A)

que avivaron mi mente oscura (9B)

y resplandecen como  soles (9A)

que a la sombra le dan locura (9B)

 

-Me llamo Cristina, dijo sonriendo... Y al sonreír, mostró una hilera de dientes como la nieve (de blancos, no fríos) -Encantada Amador.

-Más encantado estoy yo Cristina. Encantado y un poco aturdido...

-¿Aturdido...? ¿Por qué?

-Porque mirarte y no aturdirse me parece que no es posible.

-¡Tonto..! Me dijo a la vez que volvía a pegar su carita sobre mi hombro (esta vez por el izquierdo) y volvía a sentir su aliento el la otra cara de mi gollete.

Y bailamos pegaditos por la parte de arriba, pero sin "restregar nada" por la parte de abajo. Y cómo me he propuesto ser fiel a mi historia y contar la verdad  no me atrevía, me embargaba tanto la emoción "que no me la sentía". Porque todo el sentimiento que me producía aquella niña se había marchado al corazón; y éste si que me hacía...¡pon... pon... pon..! Y cuando el corazón manda, el otro órgano calla; y "mi otro órgano" estaba calladito y supeditado a sus órdenes.

Acabó aquel bolero, y seguimos abrazados, lo cual indicaba que lo nuestro no se acababa, y los dos mirándonos a los ojos esperamos para bailar el siguiente bolero, o un fox.

¡La madre que me parió! La siguiente canción no era otro bolero, era un twist; ritmo estridente y reiterativo que hay que bailarlo retorcido.

 

Y a mí, retorcerme me da la grima, (11A)

y me recuerda a los retortijones (11B)

cuando me atiborro de boquerones. (11 -)

Y eso de bailar medio "retorcío" (11 C)

parece tienes el culo "escocío" (11 C)

considero que no esté muy decente, (11 D)

si lo sofocas delante de gente. (11 D)

 

Pero Cristina ni  corta ni perezosa se puso en la correcta posición, para seguir con su cuerpo el son del que cantaba aquella canción. Un tal Chubby Checker era el culpable de mi decepción.

Pero no, mi decepción se convirtió en admiración al observar que parecía una mariposa al bailar "aquella cosa" que tan rara antes juzgaba.

No bailaba, despegaba y volaba de aquella pista como una avispa. ¡Atónito me tenía!

-Va Amador, "mueve conmigo el esqueleto". Me dijo mientras no paraba de mover el suyo.

Aquello me supuso un gran reto, y yo también, pero más corto que perezoso me puse en medio de aquella pista a mover mis piernas y mis brazos al mismo son que Cristina. Aunque obvio decir, que yo parecía un pato y ella una divina bailando el twist en aquella pista  de arena fina.

Acabado (gracias a Dios) aquel baile tan encrespado, Cristina se descansó en mi hombro, no sé si de cansancio o por que le gustaba estar allí su brazo apoyado; el caso que aquel detalle me dio a entender que se encontraba a gusto, lo que me hizo pasar mi brazo derecho por su cintura; por lo quedamos dispuestos pasar seguir bailando.

Y seguimos bailando como dos enamorados; pues el amor en los dos ya había calado.

 

Y el amor cuando con fe te penetra (11 A)

hasta lo más hondo de las entrañas, (11B)

ya para nada te sirve la treta (11 C)

ni los artimañas ni las marañas. (11 B)

Es como una carrera hacia la meta (11A)

plena de sensaciones tan extrañas; (11 B)

que el alma vuela, corazón aprieta, (11C)

y la razón como felino araña. (11 B)

 

Y eso me pasó a mí, de Cristina me enamoré sin saber ni como ni porqué; solo sé que mirar aquella doncella ¡porque era doncella! lo supe cuando la desfloré, pero eso sucedió mucho después.

Cómo cuento, me enamoré al instante; y aunque se me antojó muy distante e inaccesible (quizás por algún complejo), me propuse de inmediato "tirarle los tejos", y pedirle relaciones formales. Pero eso sucedió a los pocos días.

-¡Uy Amador! Me dijo sobresaltada. Que son casi las diez, y en casa no me dejan llegar después de esa hora.

-¿Vives muy lejos?

-No, cerca de aquí, por la plaza de Manuel Becerra.

-¡Qué bien! Somos casi vecinos, yo vivo en Ayala esquina a Alcalá.

-Pues vamos para allá que se me hace tarde.

-Nos dimos la mano en la despedida, ya que las chicas de reconocida fama, no se dejaban besar por el novio por lo menos hasta las cuatro o las cinco semanas.

Y cómo mi mente era sana e iba en plan formal, me inhibí de besar aquellos labios que se me antojan un rico panal.

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