Nuevos relatos publicados: 13

Recordando al primer amor (capítulo 4º)

  • 5
  • 5.529
  • 9,38 (8 Val.)
  • 0

CAPITULO IV

 

Nos sentamos en una de las terrazas que hay cerca del estanque del retiro. Al llegar a la Plaza de la Independencia donde se hallan ubicada la Puerta de Alcalá. Le tomé de la mano, y a ello ella, no le puso reparos. Su mamo algo sudorosa, bien porque era verano o por la emoción, me sugirió escenas que ahora no voy a relatar (pero os las podéis imaginar)

 

El sudor de su mano (7a)

me excitó de manera (7b)

que de la mente emano (7a)

como de enredadera (7b)

agua que allí derramo (7a)

si del cielo lloviera. (7b)

Y me agarro a su tramo (7a)

aunque no consintiera (7b)

para novia quisiera (7a)

no  chica cualquiera; (7b),

no soy un  calavera 87a)

de esa guisa me viera. (7a)

Y me seco la frente

mi deseo se fuera.

 

Pero no se fueron, porque la mano de Cristina en mi mano, me transmitían tal cúmulo de sensaciones que ya empezaban a dolerme los c.... Pues sabido es, que a un efebo para que no le duelan los c ..., si quiere quedarse nuevo, y para que no le sigan doliendo los c.... no le sirve cualquier placebo; el manceboha de sacarse "el sebo" que  le produce ese dolor de c....

-¿Qué te pasa Amador? Me preguntó Cristina al ver que andaba arqueando un tanto las piernas.

¡Jo que apuro! "aquello" que no se ablandaba, seguía duro: y encima al ser verano, un pantalón de tergal ajustado en semejante parte me acomete; y cómo a los chicos de aquella época nos gustaba "marcar paquete" la cara se me estaba poniendo como un tomate.

-Nada, nada, que estoy un poco escocido por la parte posterior, y aunque no da dolor, si me da algo de vergüenza; es que para estas cosas tengo bastante pudor.

De reojo miraba Cristina al sitio donde se suponía que el escozor provenía; y al comprobar de donde procedía, y ver mi cara de agonía, con una sonrisa pícara me decía:

 

No te apures por eso Amador

que lo que pasa no es grave,

y aunque "eso" atenta contra el  pudor)

que pase, duda no cabe

y sientas vergüenza y temor.

 

No te aflijas ni que ello te trabe

que hasta al hombre de honor

y sin que su postura menoscabe

su "aparato locomotor"

estas bromas gasta. Ya se sabe.

 

El razonamiento de Cristina, me dejó anonadado, pues tal lección de lógica no esperaba.

-Gracias Cristina por tu comprensión, pero ya sabes que estos calores del estío... las chicas vais con livianos "vestíos", no es de extrañar que los tíos nos sintamos "escocíos" .

Sonrió Cristina y no dijo nada; pero esta incidencia por otra parte normal que se de entre dos jóvenes que se desean, me dio a entender que aparte de ser una mujer diez, no era una muñeca de mente vacía; era una chica que sabía muy bien lo que decía.

Ya sentado en aquella terraza, y repuesto de aquel evento que tanto me apuró, y que Cristina tan bien comprendió, tantas alas me dio, que ya estaba totalmente prendado de aquella preciosa rubia, seria el motivo de mis algarabías. ¡Qué felices me las prometía!

 ¡Pero ni lo que remotamente suponía que dos años después con otro me la pegaría! Pero no adelantemos acontecimientos y sigamos el orden cronológico del relato. La tomé otra vez de la mano, ya sentados...

        

¡Cristina..! Qué bebedizo  me has dado?

Solamente  tres días han bastado

para sentirme de ti  enamorado.

Di Cristina. ¿Qué brebaje me has dado?

 

-Nada malo te he dado Amador. Nada que te pueda causar dolor; de verdad. No sé de tu ardor, y me causa cierta preocupación que por mí te sientas preocupado...

-Cristina...

-Dime Amador.

-¿Quieres ser mi novia?

¡Caray galán! Qué la pregunta se las trae.

¿Tan grande es tu afán que mi mente sustrae?

¿No serás un don Juan de los que a dama distrae?

-Por Dios Cristina. Qué soy un caballero, y para más señas español. Y si os pido relaciones, no dudad señora, que son relaciones formales.

-No lo dudo caballero. Os creo, pero comprended que daros ahora el SÍ no puedo ni debo. En tan sólo tres días vuestra propuesta no apruebo...

-O sea; que me dais un NO por respuesta.

-No, no. ¡Por Dios! Me pareces un chico sincero; pero os repito que el amor entre en mi corazón, tres días pocos son. ¿Comprendéis?

-Comprendo, comprendo, y disculpa mi vehemencia, pero es que me corroe la impaciencia, ya que en mi corazón si ha entrado el amor en esos tres días. Y ¡por Dios Cristina! no lo tomes como una osadía.

-Pues osadía si es, ¡Jo..! (no dijo esta palabra Cristina pero la pensó) Pues la impaciencia a veces se convierte en indecencia. Así que reportaos, y dame tiempo a que lo piense.

-¿Cuánto tiempo necesitas?

-El que me indique el corazón.

-Esperaré Cristina, aunque me coma la desazón.

Y así quedamos, amarraditos de las manos... Pero ningún beso nos damos... de verdad lo dice el que lo narra..

...Y por eso le seguía el dolor de marras.

(9,38)