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Don Mario 3

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A la mañana siguiente tuve que hacer frente a las burlas de mi marido, que no paraba de mofarse de que hubiese mojado la cama como si fuera una niña de 5 años. Por supuesto, él no sabía que había tenido un sueño erótico. Y que el protagonista del mismo no era otro que su viejo amigo y socio de la empresa familiar: don Mario.

El lunes por la mañana fui a trabajar, como de costumbre, al almacén de la empresa. La empresa familiar cuenta con dos almacenes para una flota de casi medio centenar de vehículos. Una en el norte de Madrid y otra en el sur oeste. Yo trabajo en esta última, con don Mario, Marta, don Juan, el encargado del almacén, y mi marido. Además de nosotros hay cuatro chicos que se encargan de la logística de la empresa. Y los conductores, claro está. En total tenemos en plantilla a veintiocho trabajadores. Es una empresa de tamaño mediano y no nos va nada mal. El otro almacén está a cargo de un sobrino de mi marido. Pero el chico es novato y algo inexperto, razón por la cual se tiene que ausentar durante varias horas todos los días. A veces por la mañana, otras por la tarde, e incluso hay días en que no vuelve en todo el día.

Se me hacía raro coincidir con Marta y con don Mario. Los había visto follar. Lo cual significaba que Marta estaba engañando a su novio. Al chico con el que llevaba saliendo desde siempre y con el que se iba a casar en unos pocos meses. Además había fantaseado con don Mario. Hasta el punto de soñar con él. Me había corrido en sus brazos y había probado de su leche de macho, tanto en la vida real como en la de los sueños. Quizá por eso me sentía bastante extraña cada vez que lo veía. Además, notaba que don Mario no me quitaba los ojos de encima. Como desnudándome con la mirada. Cuando hablábamos, no escatimaba en cumplidos y en amabilidad. Cosa rara hasta entonces, puesto que en el mes y poco que llevaba de socio de mi marido apenas si nos habíamos dirigido la palabra y siempre para lo estrictamente necesario. Aunque también podría ser que solo fuesen imaginaciones mías, producto de los últimos acontecimientos. Fuera como fuese, toda la semana me la pasé igual. Con unos sentimientos enrevesados que distaban entre la incomodidad por las miraditas de don Mario y los celos que me entraban cada vez que lo veía tontear con Marta.

El miércoles por la noche el novio de Marta vino a recogerla y ella prácticamente lo echó aduciendo que estaba muy ocupada, que tenía cosas que hacer con su jefe y que esa noche no iban a poder verse. El pobre chico tuvo que irse  tal cual vino después de darle un tierno piquito de enamorado.

Ya cuando nos fuimos, don Mario se llevó a Marta en su coche y  a mí me empezaron a entrar unos celos espantosos, porque estaba completamente segura de que esa noche se la iba a follar. Y mis sospechas se vieron refrendadas cuando, a la mañana siguiente, Marta llegó con un humor inmejorable. De seguro que don Mario la había hecho muy feliz esa noche.

El sábado por la mañana de la semana siguiente mi marido me dice que esa noche nos vamos de cena. Que hay unos clientes muy importantes de la empresa que nos invitan y que no vamos a hacerle un feo. Que si quiero, que me tome el día libre. Y ya de paso que lleve a las niñas con sus abuelos. Así que al mediodía preparo algo sencillo, como con mis niñas, las alisto, me doy una ducha rápida, me visto y las llevo donde mis padres, que están encantados de tener a sus nietos en casa.

A la vuelta me doy un paseo por el centro de Madrid. Mi marido me ha llamado y me ha dicho que pasa a recogerme a eso de las nueve y media, así que me quedan tres horas largas. Me compro un vestido entallado color rojo escarlata de esos que llegan por encima de las rodillas y un par de zapatos del mismo color para hacer juego. Ya me estoy volviendo camino del parking donde he dejado el coche cuando en el escaparate de una tienda de lencería veo una prenda que me llama la atención: es la tanga negra con abertura en la zona genital que sale en mi sueño cuando me entrego a don Mario. No es una tanga parecida. Es igual. Del mismo color. Con los mismos encajes. Y la misma abertura.

Sin mas, entro a echar una mirada a la tienda. Se me acerca un chico, a todas luces gay, que trabaja de dependiente en el local y me pregunta si me puede ayudar en algo. Le pregunto por la tanga con abertura. Me dice que es un modelo nuevo. Que lo hay en negro, rojo, blanco marfil, rosa pistacho y azul cielo. Y en diferentes tallas. Le pido la negra en talla G. Y  un sujetador a juego bastante mono.

De camino a casa, ya en el coche, me empieza a entrar una arrechura tremenda. Durante toda la semana había logrado templar mis sentimientos con respecto a don Mario, pero ahora, después de haber encontrado y comprado la tanga con la que había sido suya, aunque en sueños, la calentura y el deseo vuelven a apoderarse mi ser y, a la que me doy cuenta, me descubro totalmente cachonda pensando en ese semental que es don Mario. E imaginando cómo sería ser su hembra aunque sea solo una vez. Para calmarme me doy una ducha de agua fría. He llegada muy sudada, además de con mi ropa interior mojada, producto de la arrechura que me causa recordar el sueño erótico que tuve con don Mario la semana pasada. Luego, me peino, me visto, decido no ponerme sujetador, puesto que el vestido lleva escote y no quiero que se vea el cierre del sostén por la espalda, me pruebo la tanga de abertura, me calzo, me pongo el vestido, me miro en el espejo, y me digo que si quisiera podría follarme a don Mario. Aunque sea solo una vez.

Estoy pensando en ello cuando llega mi marido. Me da dos besitos. Me dice que estoy espectacular. Me mete un poco la mano por el culo. Le digo que luego. A la vuelta. Que se cambie y nos vayamos que sino vamos a llegar a tarde. Me dice que no importa. Que don Mario les hará compañía hasta que lleguemos... ¡Adióssss! Yo no sabía que don Mario también iba a ir a la cena. Y encima con esta calentura que traigo encima.

Llegamos al restaurante a eso de las diez y poco. Es un asador situado en una buena zona de Madrid donde se come muy bien y donde la cuenta no baja de los cien euros por pareja. No es la primera vez que vamos por ahí.

Don Mario ya ha llegado y charla con Jorge y Teresa, nuestros anfitriones. Él es un español de unos cuarenta y pocos años y ella una colombiana algo mayor que yo. Aunque bastante bien conservada y  bella para su edad. Don Mario ha ido con una morenita bastante mona y jovencita que no conozco de nada y a la que nos presenta como Verónica, su novia. Debe de ser su nuevo ligue, porque es la primera vez que la veo. Por lo menos, por el almacén nunca se había acercado. Da la casualidad de que también es colombiana. Así que entre bromas y risas mi marido suelta que eso parece una reunión entre españoles y colombianas y todos nos echamos a reír. Con Vero hago una buena platica y nos ponemos a hablar de nuestras cosas. Me dice que lleva tres en España, que tiene veinticinco años recién cumplidos, que conoció a don Mario el fin de semana pasado en una disco y que en seguida se gustaron. Que tenía un novio español con el que se iba a casar, pero que se pelearon hace dos semanas y terminaron. Ahora él quiere volver y la llama y le manda mensajitos constantemente, pero que ya es demasiado tarde, porque cree que se ha enamorado de don Mario. Así que a lo mejor podemos ser amigas y todo.

Como a eso de la medianoche, terminada la cena, don Mario nos invita a terminar la reunión en una disco en la que hay buen ambiente y se baila salsa, bachata y demás ritmos latinos. Jorge y Teresa están encantados con la idea. Él no saben bailar, pero dice que si su mujercita quiere, por él encantado. Y nos vamos.

Mi marido tampoco sabe bailar, porque es bastante patoso, así que don Mario se turna para sacarnos a las tres mujeres a la pista de baile. En una de esas, y cuando estamos enfilando una bachata, don Mario me dice que estoy bellísima con mi vestidito rojo, que mi marido es un hombre con suerte y que una mujer como yo hay una entre un millón. Que se sacó la lotería conmigo y que si él tuviera la misma suerte, no dudaría en casarse y dejar de ser el solterón empedernido que es. Le doy las gracias y le digo que él también está muy guapo. Que si quisiera, seguro que también podría casarse con una mujer bella y buena que lo ame. Que seguro que hay muchas que le suspiran por ahí. Porque está muy bueno. Esto último no sé lo digo, pero lo pienso. Me dice que todavía no ha encontrado el amor de su vida. O que a lo mejor sí, pero que da la mala fortuna de que es la mujer de su amigo. Y me mira. Yo le sonrío. Me toma de la cintura y me pega más a su cuerpo. Le digo que su acompañante es muy bonita. Y muy jóven. Y colombiana como yo. Me dice que la tiene solo para pasar el rato. Nada serio. Que las colombianas son las más calientes. Y las que mejor follan. Que se ha follado a unas cuantas y que siempre han sido polvos de primera. Yo estoy alucinando. Hace apenas unas semanas si nos hablábamos y ahora intimamos como si nos conociéramos de toda la vida. Me sonrojo. Se da cuenta. Me dice que le perdone el atrevimiento. Pero es que tenerme así de cerca lo pone tontito perdido. Que mi sola presencia hacen aflorar sus más bajos instintos. Don Mario me está ligando de una manera descarada. Y yo me dejó hacer.

Volvemos a la mesa donde nos esperan mi marido con Vero, Jorge y Teresa. Me doy cuenta de que mi marido va algo pasado de copas. Y eso que solo llevamos un par de horas en el local. Yo también me tomo una. Mi marido, ya borracho, me saca a bailar una pieza lenta. Luego Jorge. Y a la tercera don Mario me pide el honor de bailar otra pieza. Acepto. Mientras bailamos, seguimos hablando y don Mario me sigue ligando. Cuando la canción acaba, me dice que si nos pedimos una copa. Así que vamos a la barra de la disco y pedimos nuestros tragos. Estamos por volver cuando me dice que quiere hablar conmigo de algo que ocurrió hace dos semanas. Entonces me suelta que, por seguridad, tienen instaladas cámaras de vigilancia en su despacho. Yo me quiero morir. Porque eso significa que me habrá visto probando de su leche de macho. El semén que salió del culo de Marta después de habérsela follado y que quedó esparcido en el suelo de su oficina. Me habrá visto agachada como una perra en celo lamiendo hasta la última gota de su lechazo.

Como leyendo mis pensamientos, me dice que no me preocupe. Que ése será nuestro secreto. Pero que se muere por las ganas de saber si me gustó el sabor de su leche. Ya totalmente sin compostura le pido que no piense mal de mí, le digo que yo nunca había hecho una cosa sí, que siempre he sido una mujer decente y una esposa fiel, pero al final le respondo que sí. Que me supo bien rica. Que espero que no se lo diga a mi marido ni a nadie. Y que no se trate de aprovechar de la situación. Don Mario me dice que es un caballero. Y que solo llegará hasta donde yo quiera que llegue.

Volvemos a nuestra mesa. Mi marido está completamente borracho, Jorge y Teresa bastante entonados riendo a carcajadas sueltas y a Vero la han sacado a bailar. Aprovecho para ir a los lavabos y hacer un pis.  También necesito aclarar las ideas y pensar acerca de lo que está pasando. Entretanto, me retoco el maquillaje.

Al salir, don Mario me está esperando, me toma con fuerza de la cintura y me pega un morreo con lengua y todo. Luego me coge fuertemente de la cabeza para que no me niegue y con la otra me magrea el culo mientras me sigue besando. Nuestros labios se entremezclan intercambiando saliva. Me separo un poco, pero don Mario no me deja. Le digo que mi marido nos podría ver. Me dice que no le importaría, pero que no me preocupe por ello, que mi marido no se entera de nada de lo borracho que está. Luego me toma del culo y me dice que me desea, y que este culazo (el mío) se lo va a comer sí o sí. Y que me vaya preparando. Entonces me deja ir.

Cuando vuelvo con mi marido lo encuentro casi dormitando en la mesa. Está muy bebido. Cosa rara en él. Jorge y Teresa nos dicen que ellos se van. Que ya son casi las cuatro y que es muy tarde para ellos. Llega don Mario con Vero. Vero tiene muy mala cara y me mira con recelo. Puede que se haya dado cuenta de mi tonteo con don Mario.

Don Mario me dice que si nos vamos. Me ayuda a llevar a mi marido, que camina casi a rastras, lo coloca en la parte de atrás del coche y se ofrece a llevarnos a casa. Le digo que no hace falta, que no se moleste, que solo me he tomado un par de copas y que puedo conducir perfectamente. Pero don Mario insiste y ya ha pedido un taxi para Vero, la ha despedido con un par de besos y le ha dicho que buenas noches, y que mañana la llama.

Llegamos a casa como a los veinte minutos. Mi marido sigue totalmente ido y, como pesa mucho, don Mario me ayuda a meterlo en casa y a recostarlo sobre un sillón de la sala de estar. Mi marido medio que se levanta y me dice que lo lleve a su cuarto. Casi se cae al subir por las escaleras. Lo llevamos entre don Mario y yo y lo tumbamos sobre nuestra cama matrimonial.

Al salir  del dormitorio, don Mario me dice que si no lo invito a una copa. Le digo que creo que es mejor que se vaya. Entonces me pide un beso. Un último beso y que luego se va. Se me acerca, me toma de la cintura y nos besamos durante un par de minutos. Entre susurros le pido que se vaya. Que lo que estamos haciendo está mal. Que él me gusta mucho pero que no quiero serle infiel a mi marido. Que me deje pensarlo. Saco fuerzas de flaqueza y le vuelvo a pedir que se marche. Don Mario me besa de las manitas, me da un piquito en los labios y me dice que esa noche me soñará. Que me respeta y que respeta mi decisión. Que nos vemos el lunes. Que ya sabe donde está puerta y se va.

Para quitarme el calentón que traía encima pienso en pegarme una ducha. Me descalzó, me quito el vestido, la tanga con abertura, la cual estaba empapada de mis propios jugos vaginales, me hago un moño en el pelo para no mojármelo, y me meto en la bañera.

El agua fría iba calmando mis instintos más animales ha medida que pasaban los minutos. Casi estoy a punto de sentirme orgullosa de mi misma por no haber sucumbido a la tentación de ser la mujer de don Mario, y cometer una locura en mi propia casa y con mi marido roncando a pierna suelta totalmente borracho, cuando la puerta del baño se abre y entra don Mario, que me encuentra desnuda mientras me froto las tetas con jabón.

Me pone un dedo entre los labios como diciéndome que me calle. Luego, me dice que me ponga gel en el chochito. Y en el ano. Que me quiere ver como me baño. Y que los quiere bien limpios para comérselos todito. Lo hago. Mientras, don Mario se abre la bragueta de sus pantalones, se saca la pinga y se empieza a pajear mientras yo me sobo con gel de baño. Después, él mismo coge la manguera de la ducha y me echa agua hasta que no queda espuma sobre mi cuerpo. Me seca con una toalla, me ayuda a salir de la ducha, me toma entre sus brazos y nos volvemos a besar, como antes en la disco.

Mientras nos besamos, don Mario me magrea de lo lindo. Las tetas y el culo. Como en mi sueño. Yo le tengo cogida la pingaza con una de mis manos y lo pajeo, sintiendo como su cosota va creciendo cada vez más. Luego se descalza, se quita los pantalones, el boxer, el polo, deja toda su ropa tirada en un rincón y me dice que se la chupe.

Le cojo la pingaza con las dos manos. La huelo. La sopeso. La beso. La lamo. Me como sus huevones. La pajeo. Y por último me la meto toda la que puedo en la boca y se la empiezo a mamar.

Su pingaza está bien rica y jugosa. Don Mario echa preseminal a montones y yo me lo trago todo. Se la chupo como cinco minutos. Don Mario coge mi tanga, que había dejado encima de una silla. La huele. Me dice que huele a puta. Se da cuenta que lleva una abertura en la zona vaginal. Me dice que esas tangas solo se las ponen las más putas. Que me va a follar. Que me ponga la tanga, que me la va a meter con la tanga puesta. Lo hago. Me da la vuelta. Me inclina sobre el lavabo. Me abre un poco las piernas. Se agacha, y me come la panocha y el culo desde atrás aprovechando la abertura de mi tanga. Siento como su experta lengua lame mis orificios más íntimos, mientras sus dedotes se meten dentro de mí, en un mete y saca que no tarda en llevarme a mi primer orgasmo.

Me corro tratando de evitar en lo máximo posible mis resoplidos y gemidos. No quiero despertar a mi marido y que se entere de todo esto. Don Mario sabe que me he corrido. Ahora se levanta. Se coloca detrás de mi apoyando el cabezón de su pingaza en la abertura de mi tanga, apuntando directamente a mi vagina.  Me la soba un poco.  Me pregunta que si quiero que me la meta. Que si me quiero convertir en una esposa infiel. En su hembra. En su puta. En su perra. Y yo le digo que sí. Que me la meta ya. Que no aguanto más. Que lo deseo y que lo quiero sentir dentro. Que lo amo y que lo sueño. Me dice que le pida pinga. Lo hago. Entonces siento como se va metiendo dentro de mí. Poco a poco, hasta llegar a mi final. Hasta llenar toda mi cucuna con su masculinidad.

Don Mario me tiene cogida de la cintura y me obliga a agacharme sobre el lavabo mientras me folla. Siento como sus huevones rebotan sobre mi clítoris con cada embestida y hace que sienta bien rico. Yo quiero gritar de placer. Sé que me voy a correr otra vez. Pero trato de controlar mis alaridos pensando que mi marido duerme en la habitación contigua.

-Ahhh... Ohhh... Don Mario... Ahhh..

-Eso... Eso... Te gusta como mi polla te llena toda ¿verdad?

-Síii... Su pingaza me llena todita y yo siento bien rico... Ohhh... Ahhh... Nunca me había comido una pingaza tan grande, don Mario... Ohhh...

-Pues este pollón va a ser tuyo todas las veces que tú quieras, culona... Sólo tienes que pedírmelo...

-Ahhh... Qué rico... Ohhh... Yo quiero ser suya siempre, don Mario... Ahhhh... Pero no quiero que mi marido se entere... Ya sabe que tengo dos hijas y ... Ahhh..

-Por eso no te preocupes, Marisol... Pero ahora disfruta. Disfruta de la pollaza que te estás comiendo y que tanto te gusta...

-Síiii... Ahhh... Ohhhh... Daleeee... Asíii... Ohhhh... Ahhh ya se me viene otro... Ahhhh... Ayyyy... Qué rico... Ohhh... Quiero gritar de plácer, don Mario... Ohhh... Qué rico me hace sentir, carajo... Ahhh...

-Grita, grita culona, grita... Grita para que el cornudo de tu marido se despierte y vea como te corres con mi polla dentro... Ahhh...

-Noooo... Eso no... Ahhh... Ufff... Ay qué rico me llenas toda, papito... Ohhh... Ayyyy... Papi... Papi... Ahhh... Papacito... Ohhh... Ya me voy... Ahhhh... Me vengo... Ohhh... Ahhhh... Me corro... Me cooorroooo -por más que trataba de acallar mis gemidos estos eran superiores a mis fuerzas- Ahhh...  Ohhh... Yaaaa.... Yaaaaaaaaaa... Qué riiicooooo...

-Joder, como te corres... Te estas mojando toda la tanga y me estás empapando toda la polla... Mira nada más a la señora... Tan seria y formal... Y ahora, corriéndose como una puta. Probando la polla de otro macho que no es su marido... Ahhh... Toma, toma, toma, puta, toma...

-Ahhh...Síiii... Deme duro don Mario, que ya se me viene otro... Ahhhh... Ohhh... Otra vez me voy a correr, joderrr... Ahhhh... Qué rico pollón... Ahhh... Qué rica pinga... Su pinga, don Mario, su pinga... Ahhhh... Me vengo... Ohhh... Yaaa... Otro... Otro... Yaaaa...

-Calla, putona, calla... Vas a despertar a tu marido... Te voy a tapar la boca para que no te quejes tanto... Venga... Asíii... Ahora córrete como la puta que eres...

-Ohhh... Síii... Mmmmm.... Mmmmmm... Ufffff... Mmmmmm... Grgfsrgads... jytgresrhfamghd... Ahhhh... Oooohh... Mmmmm...

En esta pocisión, don Mario me estuvo dando pinga como media hora. No se corría, y sin embargo yo no paraba de venirme una y otra vez.

Luego me tomó de los brazos y me enderezó hasta quedar prácticamente de pie. Me la seguía metiendo desde atrás. Ahora en la posición de paraditos. Metía su pollazo hasta lo más hondo y luego me lo sacaba hasta casi la entrada de mi vagina. Yo sentía como su cabezón se abría paso una y otra vez a lo largo de toda mi vagina. Llenando mi intimidad por completo.

Caminamos un par de pasos en dirección a la puerta, siempre con su pinga dentro de mí. Luego la abrió y entramos en la habitación contigua en la cual mi marido roncaba su borrachera. Puede que por la arrechura no me diera cuenta del peligro al que me estaba exponiendo. La cosa es que me dejé llevar. En parte porque la situación se me antojaba muy excitante, pero también porque ya cualquier cosa me daba igual. La pinga de don Mario estaba dentro de mí y después de esa noche yo ya no iba a ser la misma.

Don Mario me colocó a cuatro patas, con el culo bien levantado y la cabeza totalmente recostada sobre el colchón de la cama. Me dijo que no hiciese ruido. En la oscuridad, y de reojo, pude ver a mi marido tumbado sobre el lado contrario al que estabamos nosotros.

Sentí como don Mario volvía a abrir de la abertura de mi tanga, colocaba el cabezón de su pinga en la entrada de mi vagina y me la metía hasta el fondo de una estocada salvaje. Yo quería gritar de placer, de lo rico que me estaba dando don Mario . Pero me acordaba de mi marido y me contenía todo lo que podía.

Adrede o no, don Mario me follaba bastante duro. Casi sentía como su pingaza rebotaba en el final de mi vagina. Pero luego me la sacaba de una manera bastante lenta. Como para que sintiese cada centímetro de la pinga que me estaba comiendo. Así estuvimos como diez minutos. Diez minutos en los que no paré de venirme en silencio, por miedo a despertar a mi marido.

-Ah... Oh... Ay Dios mío... Ay Dios mio, qué rico... Ohhh...

-Calla, calla, puta, calla... Disfruta de mi polla y calla....

-Qué pingaza que te manejas, cabrón...-le dije en susurros- Es la pingaza más grande que me he comido... Oh.. Ay... Yaaa..

-Eso, eso... Vente otra vez... Venga... Goza como la puta infiel que eres, Marisol... Perra, ramera, zorra, señora puta...

-Ahhh... Ohh..

-Calla, no hagas bulla...

-Ahh.. Ohhh... Qué riiicooo... Oh...

- Eso, levanta el culo y aprieta con tu vagina... Recibe mi pollaza y apriétala con tu vagina... Así... Eso...

-Ahhh... Me voy papacito... Me voy otra vez, joder... Ahhh... Diooosss... Qué riicooo... Ohhh...

-Ohhh... Yo tambien me corro, puta... Ahhh...

-Córrete conmigo, triple papito... Ohhh... Síii... Ya se me viene... Los dos juntos papito, los dos juntos...Me corrooo... Yaaa... Yaaaa...

-Ahhh... Culona... Yaaa... Putaaa...

-Ohhh...Papacito ricoooo...Ohhh...

-Yaaaa... Ven aquí - y me dio la vuelta- Ahora vas a probar de mi leche de macho..

-Síii... Dámela toda, sí... Toda tu leche...Sí... -Se le empecé a mamar como desesperada y al poco rato tuve mi recompensa-  Mmmm... Brgggg...

-Ohhh... Eso... Esoooo... Ohhh... Ahhhh... Trágate toda mi leche, síiii... Ohhh... Marisool... Puta... Perra infiel... Síiii... Ahora límpiala. Así. Eso... Déjame la polla bien limpia. Muy bien... Asíii... Ven, vamos al baño... Antes de que se despierte tu marido....

Don Mario se vistió, me dio un piquito de despedida, y me dijo que a partir de entonces yo iba a ser suya, como, cuando y donde él quisiera. Que si mi marido se enteraba no era problema suyo. Que él me había convertido en su puta y que ahora le pertenecía. Yo a todo le dije que sí.

Me quedé dormida al poco rato. Al contrario de lo que pensaba, no sentía remordimientos por lo que había hecho.

Esa noche soñé con la primera vez que le había sido infiel a mi marido, hace ocho años. Ya eran cuatro los machos con los que lo había engañado. Aunque ésa es otra historia.

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