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Recordando al primer amor (Capítulo 8)

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CAPITULO VIII

 Estar enamorado por vez primera, es sin duda la sensación más placentera que se le puede dar a todos los sentidos.

Ver a la novia, es como ver el firmamento: por la noche llenos de estrellas y por el día radiante como el sol. No existe un paisaje más hermoso que su rostro, ni senderos más sinuosos que sus cuerpo. Contemplar a la novia es el cuadro más hermoso que la Naturaleza pudo pintar. 

Oír su voz, es igual que escuchar la más dulce  melodía; es oír la lira tañida por los ángeles; es percibir sonidos procedentes de otro mundo, el mundo del amor, porque estar enamorado todo es melodioso y armonioso.

Oler sus efluvios de mujer enamorada, es aspirar los aromas que emanan las flores de un frondoso parterre. Respirar el aire más puro que se respira en las montañas nevadas. Aspirar su aliento fresco es un soplo de vida al que por su amor suspira.

Gustar de su sal y de su azúcar es degustar los más sabrosos manjares; nada existe tan dulce o azucarado como el beso de los enamorados. Ni nada está más exquisito que aquello que se esconde en el "bosque del amor" y que entre el follaje hay que encontrar, cómo cual delicada "seta"  que hace las delicias del paladar.

¡Y las mieles de su boca! ¡Ay! Es el más rico panal del que se pude libar. Y si no fuera porque cuando se besa hay que respirar, juro que mis labios de los de Cristina nunca se iban a despegar, y nos alimentaríamos de los esencias del amor no da.

Tocar sus fibras sensoriales, es más excitante que tocar el más sensible instrumento musical. La notas que da cuando se toca, son octavas que ni el piano ni la guitarra pueden dar; son cantos de druidas, de sacerdotisas o de vestales. Escuchar el canto melodioso cuando se "acaricia a la novia", con nada tiene parangón, es tal sinfonía que sólo puede componer el amor.

Pues así "cantan" mis cinco sentidos cuando veo, oigo, huelo, gusto y toco a Cristina. Mi mundo ha experimentado un cambio tan radical, que ya no sé si hombre o animal; pues a veces me siento como ese gatito que entre los brazos de su dueña quiere estar, o cómo ese perrito que su ama le lleva atado a un collar a pasear.

Los besos del domingo que nos regalamos en "El Junco", aunque me he lavado la boca después de cada comida, ni el agua ni la pasta de dientes han podido eliminar las esencias  que han dejado en mi boca, la boca que  de mi novia Cristina; porque se han quedado impregnadas en el cerebro, y ahí han quedado grabadas para la eternidad.

Ansioso espero que llegue la noche para poder hablar con ella por teléfono, ya que los martes tiene clase de canto de siete a diez, y se va para casa directamente, pues como las chicas buenas no se puede entretener, ha de estar en casa a las diez, y no obstáculo para su educación no quiero ser.

-¿Cristina..?

-Sí cariño, soy yo.

-Tienes la voz tan parecida a tu hermana que a veces os confundo.

-Cuando hablemos más veces, ya no nos confundirás.

-Puedes hablar sin problemas?

-Sí cariño, estoy sola en mi habitación.

¡Jo! que emoción. Sola en su habitación, aprovecharé la ocasión para decirle lo que siente por ella mi corazón.

-Yo también estoy solo, mi amor. (En aquellos años no se había inventado el sexo por teléfono) y no veas lo que te añoro.

-Y ya a ti, dos días que no te veo, y me parecen dos años castigada y sin recreo.

-Pues a mí estos dos días sin gozar de tu presencia, me han parecido la más larga ausencia; peor que una condena... Siento mucha pena no poder ver lo que yo quisiera a mi nena.

-¡Tontooo!

-¡Guapaaa! ¿Cuándo quedamos?

-Hasta el sábado no puedo, cariño. Mis papás no saben que tengo novio, y cómo todos los días llego a casa a las ocho para estudiar...

¡Ah! ¿Pero también estudias?

-Sí, mi amor, estudio secretariado e italiano, por mi empresa, ya sabes que es italiana.

-Te comprendo mi amor, pero que difícil me va a resultar la espera.

Eso de no poder ver a la novia toda la semana me desespera; todos los días quisiera tenerla a mi vera. Pero cómo trabaja en una empresa italiana, le conviene aprender el italiano.  Y aunque se me haga larga la espera, su horario no profano, y me aguanto de mala manera, pero me fastidia y de la rabia me sale en "semejante parte" un grano.

-¿Qué piensas Amador? Te has quedado callado.

-Nada cariño. Que me da rabia no poder verte todos los días de la semana, del mes y del año; pues es tanto lo que te extraño, que a mi corazón le hace daño.

-También yo quisiera verte, y más tenerte, pero tengamos paciencia cariño, que somos casi dos niños y tenemos una vida por delante para amarnos intensamente.

-Eso me conforta, los años que nos quedan para que este amor que el domingo amaneció, y que nunca jamás se ponga el sol.

-Amador.

-Dime amor.

-Mejor que todos los días se ponga el sol, porque la noche es mejor para hacer el amor.

-¡Jo! Si es verdad. No había caído, hacer el amor de día no es procedente para amar, porque hay que "currelar"; y el "currelo", no es bueno para que el "pájaro alce el vuelo".

-No te entiendo. ¿Qué eso del pájaro y del currelo?

-No me hagas caso Cristina, es un lenguaje que usamos los chicos, pero que no es nada que te deba preocupar.

-¡Bueno, bueno! Pero por favor, háblame con arreglo a las normas que exige el pudor.

-Perdona cielo, pero los chicos a veces usamos un lenguaje raro. Te prometo que te hablaré siempre de forma que me puedas entender.

-He de colgar. Me llaman para la cena. ¿Me llamas mañana?

-Puntualmente mi amor. Hasta mañana.

-Hasta mañana. 

(8,60)