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Detrás del edificio B

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Caminábamos por el centro histórico en busca de un lugar para comer y platicar amenamente. Daniel sugirió un lugar cerca de la Plaza de la computación. 

–Conozco un lugar en donde se come pizza con la orilla de pan caliente y suave. Cortas una rebanada y el queso forma hebras muy pequeñas que después pueden sentir en un delicioso sabor en el paladar. ¡Vamos es un buen lugar!

El “Borre” y yo quedamos fascinados con esas palabras. Así que tomamos camino siguiendo a Daniel delante nuestro. Las calles era un hervidero de personas, el gentío iba y venía en todas direcciones. Y ante todo los percances llegamos a un local pequeño, pero acogedor con colores de rojo tomate en las paredes, mesas de madera en los alrededor y un aroma de pan recién orneado que olía desde una cuadra atrás. 

Pedimos una pizza y en lo que esperábamos empezamos a platicar.

– ¿Qué onda Japo, no tienes chica? –Pregunto Daniel.

–No, no tengo. 

¿Y tú “Borre”?

No, pero ya sabes que siempre hay una que otra chica para pasar el rato. Por ejemplo, ¿si conocen a la Bere y Marbe? –pregunto en un tono muy peculiar.

– ¡Sí! –respondimos Daniel y yo al mismo tiempo.

–Pues esas chicas son bien ponedoras. Les voy a contar algo; pero no se lo digan a nadie. Esto queda entre nosotros. ¿Está bien?

–Sí –respondimos.

Bueno, todo empezó un día que estábamos en el CCH, yo y el “Hachas” les dijimos en broma a Bere y Marbella que si nos veíamos para echar el “coto”, que si iban a “Querétaro”; que si nos veíamos después de salir de clases en el edificio B. Era la una y estábamos ahí esperándolas y cuando pensamos que no vendrían, que las vemos. ¡No mames! En verdad que esas chavas están bien loca –dijo gritando.

– ¿Después qué paso? –preguntamos.

–No, pues le dije al Hachas que fuéramos a hablarles. Bere y Marbella se reían a lo lejos y pesamos que estaban dispuestas para todo. Una vez cerca les hablamos; pero no fueron necesarias muchas palabras para que se diera una situación sexual. La verdad es que no les dijimos mucho y ellas eran las que controlaban la situación. Marbella se fue con el Hachas y yo me fui con Bere a la parte trasera del edificio B. Nos tomaron de la mano y nos fuimos caminando mientras el corazón me latía de nervios. Ya detrás del B nos separamos. 

–Su pizza no tarda –nos dijeron desde la mesa de recepción.

No le tomamos importancia aquellas palabras. La plática iba aumentando su intensidad. Por eso conservamos silencio y nos limitamos a seguir escuchando.

–Me dijo el Hachas que se fueron tomados de la mano. Se miraron un al otro. Después Marbella lo beso y le empezó a tocar el pene por encima del pantalón. Después le dijo Marbella que se sentara. Y ya en el piso se siguieron besando mientras la mano de Marbella se dedicó a desabrochar el pantalón del Hachas.

– ¿Y qué le hizo?

–Pues que más le va hacer… se la empezó a jalar. Y dice el “Hachas” que la tomó de la cabeza y la obligo a que se la chupara, al inicio no quiso; pero después empezó a comérsela –dijo el Borre mientras hacía gestos chistosos con la mano y la boca–. Según el Hachas, la Marbe hace buenos chupadas. ¡Se la rifa eh!

–ja, ja, ja, ja. No mames… ja, ja, ja… –empezamos a reír. Tanto que nuestras risas se escuchan por todo el local. Las personas se nos quedaron viendo; pero no podíamos parar de reír y cuando paramos nuestras carcajadas. Volvimos a guardar silencio y pusimos la misma atención.

No, incluso dice el Hachas que la Marbe ya se estaba ahogando; pero el Hachas le jalo de la cabeza y la volvió a sambutir. ¡Cómetela puta! –Dijo en tono de excitación–. Y ya se vino; pero no se quiso comer el semen porque si se manchó cuando se la chupaba. Después se limpió y volvió a ponerse el pantalón; pero ya no se besaron porque al Hachas le daba asco.

–Chale, tus historias. Y Tú que hiciste –pregunte.

–Ah, pues nos fuimos a tras del B donde las parejitas se van a fajar. Llegamos aun esquina y la Bere me empezó a tocar de los brazos. Después me pregunto si le gustaba le dije que sí y nos empezamos a besar. Ya en el agasajo me empezó a frotar el pene por encima de la ropa. Le saque una bubi, ya ven que está bien chichona y aunque es blanca, se le notaba el pezón oscuro y grande. Me lo metí en la boca y se lo empecé a chupar. Bere solo daba gemidos leves. A esa vieja le vale que la vean porque atrás de nosotros estaba la reja donde pasan todos los que van a entras al CCH, y algunos pues si se daban cuentan; pero a esa vieja le valía madres. 

– ¿Enserio? –pregunto Daniel.

–Sí. Es más. Le saque las dos tetas de su escote y no me dijo nada. Después le dije que si le podía meter la mano entro del pantalón. Ella sólo asintió con la cabeza. Tenía su vagina caliente y humedad, tanto que se me hizo fácil meterle dos dedos. Los gemidos de Bere iban en aumento. Me bajo el pantalón y me la jalo muy fuerte, tanto que me dolió por un momento. Era la hora de entrada para el grupo de la tarde y el flujo de personas empezó a parecer. Me subía el pantalón debes en cuando por miedo de que me vieran; pero Bere dejó sus tetas al intemperie. Esa vieja no tiene pena. Termine y me vine en su mano. Después nos reunimos con el Hachas y con Marbe. 

–Aquí está su pizza. 

–Gracias –dije al señor por la entrega.

Con la pizza en la mesa comenzamos a comer. Era verdad lo que decía Daniel, la pizza era riquísima; también era verdad lo que nos había contado el Borre, pues en esa misma semana Bere y Marbella me contaría la misma historia. La única diferencia consistía en que el Borre y el Hachas fueron discretos, Bere y Marbella no. Todos en el salón sabíamos de sus aventuras porque ellas misma nos llegan a contar. No les daba pena, sino que se sentía muy orgullosa.

¡Ah que buena pizza! Y sobre todo: ¡QUE BUENOS TRABAJOS HACEN LAS INSACIABLES!

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